Monumento de Arturo Prat: antes se robaba las miradas, ahora le roban su espada

Monumento de Arturo Prat: antes se robaba las miradas, ahora le roban su espada

“Muchachos, la contienda es desigual”, dijo Arturo Prat justo antes de saltar al Huáscar peruano en un acto de suprema valentía, sabiendo que era una batalla perdida. Perdió la batalla y perdió la vida, pero ganó la admiración de los chilenos. En 2007 fue evaluado como el personaje chileno más admirado. Numerosas estatuas y monumentos recuerdan al héroe nacional. “Si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber”, continuó Prat, sin imaginar que en 2023, le estarían orinando sus pies y robándole su espada frente al Mapocho.

Por Cristinne François Cancino @krisisdevacaciones

Edición por Jorge Murga @powsthuman 

Tienes 10 años. Manuel Montt te beca para entrar en la escuela naval. Ahora tienes 17 y logras capturar la goleta española Covadonga en el combate naval de Papudo. Te ascienden a teniente Segundo. Además, logras ser el primer oficial de marina en obtener un título universitario como abogado. Tienes 31 años y en medio de una guerra naval, saltas al abordaje de una nave blindada, intentando ganar una batalla que ya se veía perdida, aferrándote al honor de la patria y dando tu vida por Chile.

Ahora es 2023, tienes 175 años. Estás hecho de bronce, frente al Mercado Central de Santiago, en una plaza bautizada con tu nombre. Y ahí figuras, con vista a vendedores ambulantes, vagabundos durmiendo en la plaza, y borrachos haciendo sus necesidades a tus pies. Tampoco tienes espada, porque hace unos días te la robaron. ¿Qué se siente ser Arturo Prat en 2023? 

Fue en 1962 que se inauguró la imponente escultura llamada “Monumento a los Héroes de Iquique”, trabajo conjunto de los escultores José Carocca Laflor y Moisés Busquets Montalva, y el arquitecto Gustavo García Postigo, la cual fue ubicada en la ahora conocida como Plaza Arturo Prat, en pleno Santiago Centro.

Santiago era una ciudad distinta. La ubicación de la estatua no fue fruto del azar. Se instaló frente de la bullente Estación Mapocho, ante el ferrocarril que conectaba la capital con ciudades del interior y costeras de la zona central del país.

La escultura se conformó por un gran faro hecho de una piedra verdosa traída de Talca, el cual mide alrededor de 25 metros de altura. Además de una base que tiene una forma piramidal del mismo material del faro, se encuentra, en la parte delantera, la figura de Arturo Prat, que mide tres metros 60 centímetros, acompañado a su lado derecho por el Sargento Juan de Dios Aldea, a su lado izquierdo por un marinero con un hacha y atrás de él, una mujer, alegoría de la República. Estos últimos tres personajes alcanzan hasta los tres metros 20 centímetros y todos están hechos de bronce, o al menos, inicialmente así era.

Arturo Prat apunta con su mano izquierda hacia el mar, y con la otra sostiene una espada que apunta al piso. El Sargento Aldea tiene empuñada la espada. El otro marinero, un hacha. La mujer, un escudo y laurel.

Lo que se creó como una forma de conmemorar a, como bien dice su nombre, los Héroes de Iquique, sujeto de admiración y que se robaba las miradas de aquellos que llegaban a la capital o emprendían viajes a distintos lugares del país por las vías ferroviarias, hoy parece ser una escultura olvidada, en un barrio en donde las condiciones de salud, seguridad e higiene se deterioran cada vez más.

La vista diaria de Arturo Prat en 2023

El héroe nacional, si pudiera mover su cabeza a su derecha, vería el paradero 5 del transporte público, todo grafitado, con botellas plásticas atropelladas y negras, pedazos de bolsas de papas fritas, colillas de cigarros, entre otros restos de basura. Sobre cualquier reja o fierro del paradero cuelgan cientos de prendas exhibidas por los vendedores ambulantes que se han tomado el lugar. No es sólo el paradero, toda la calle está repleta de ellos, algunos con sus carpas para esconderse del sol, otros con un mantel en el piso. Si no fuera por la ciclovía que hay en ese lugar, no se podría pasar, no puedes distinguir si es más fuerte el ruido de los buses al llegar, o el de la masa de personas hablando.

Si Prat se fijara un poco más allá, y si la muchedumbre se lo permitiera, vería que detrás de todos esos vendedores ambulantes está el río Mapocho, que de río poco le queda. El agua es escasa, color marrón, totalmente turbia y con todo tipo de desechos flotando.

Si girara la cabeza al lado izquierdo vería más despejado, aunque las rejas que separan la plaza de la calle Ismael Valdés Vergara, son el perfecto respaldo para borrachos que descansan bajo la sombra de los árboles, o un soporte para amarrar improvisadas carpas de personas en situación de calle que habitan la plaza.

Adelante tiene vista al Mercado Central, que dentro de todo se ha mantenido durante el tiempo. Es una de esas infraestructuras que le dan un respiro a la zona.

Ahora están haciendo una remodelación en el parque, justo frente a él, pero si no estuviera todo cerrado con tablones verdes, vería la estación del metro Cal y Canto y la vista no es mucho más distinta que a su derecha.

Pero no seamos tan pesimistas, no siempre ha tenido esa vista. Basta con revisar las fotos del sector en distintas fechas con Google Maps y nos daremos cuenta de que en 2015 no había comercio ambulante en el paradero, ni grafitis, ni carpas de vagabundos en el parque.

Pero hoy, los trabajadores de negocios del sector ven cómo la inseguridad también ha aumentado, tal como demuestran las estadísticas de la Subsecretaría de Prevención del Delito, en donde la tasa de denuncias y detenciones en 2022 presentaron un aumento del doble con respecto al año 2021.

P.S., inmigrante que prefirió mantener el anonimato por temas legales, trabaja en un negocio que no tiene nombre y que se encuentra a un costado de la fuente de soda “Niza”. Explica que es un sector en donde el robo es común. “Aquí siempre roban. Pasan corriendo y agarran alguna cosa (del quiosco) (…) Es común ver a gente tomando y borracha, a cualquier hora del día”, expresó, además de asegurar que hacen sus necesidades en plena vía pública.

Av. Cardenal José María Caro en  julio de 2015.

Av. Cardenal José María Caro en diciembre de 2022.

El día del asalto de Prat en el Mapocho

En la mañana del viernes 12 de mayo pasado, Génesis Gatica, un trabajador de la empresa municipal Solo Verde, hacía las preparaciones del monumento para la ceremonia del Día de las Glorias Navales. Este mantenimiento consiste en limpiar las estatuas, revisar su estado, pintarla, borrar los grafitis que se le hacen durante el año y retirar las heces de los vagabundos o borrachos con cloro, para quitar el olor de los distintos desechos.

Fue en esta labor que se percató de que la espada de Prat faltaba, o más bien, la hoja de esta, contándole lo sucedido a su jefe, quien avisó a las autoridades, denunciando los hechos al Ministerio Público. Finalmente, según Patricio Cooper, el fiscal a cargo del incidente, fue la municipalidad de Santiago quien se querelló. Sin embargo, él explicó que no se trata de la hoja original de la espada, la cual debió haber sido de bronce, si no que de una hoja de fierro, por lo que supone que la espada original del monumento ya había sido sustraída varios años atrás. La denuncia fue realizada por la espada pero la investigación abarca todo lo que se pudo haber sustraído, señala Patricio.

“Ahora Arturo no podrá hacer el abordaje: se suspende el 21 (de mayo)”, “En Francia los monumentos están custodiados por el ejército, eso no más digo”, fueron algunos de los comentarios que chilenos hicieron en Twitter con respecto a la noticia.

Sin embargo, Arturo Prat estuvo sin su espada por unos días hasta que esta “reapareció”, y se lució durante la ceremonia del 21 de mayo. “Yo mismo hice la espada. Es una platina de hierro. Esa se pule, se pinta y se le hace la forma de espada, si todas las espadas son iguales”, señaló Gatica. 

En la plaza Arturo Prat, “se roban todo lo de fierro”, explicó Gatica, apuntando hacia las tapas de las cajas que guardan los controles de riego y cañería de la plaza. La hipótesis del trabajador es que las personas se roban el material para venderlo a fundiciones, pero ¿cuánto pueden ganar vendiendo fierro?

Pensemos que en primera instancia, si queremos consultar el precio por kilo de fierro en nuestro país, los navegadores de internet automáticamente cambiarán la palabra “fierro” por “chatarra”, como si fueran sinónimo. Esto ya nos da un indicio de que su valor monetario no es importante.

El mejor resultado encontrado lo ofrece la empresa reciclaje San Francisco, a $180 el kilo de fierro. ¿Se justifica que alguien robe una hoja de fierro para conseguir unos 2 mil pesos? Distinta sería la situación si se tratara de la original, hecha de bronce, avaluado en $3.200 pesos el kilo.

Días antes del 21 de mayo, además del robo de la espada de Prat, también falta la espada de Aldea, aunque Gatica aseguró que esa “siempre ha faltado” y al igual que la del héroe nacional, la que hoy en día se exhibe es de fierro, sin embargo, solo se pone para la ceremonia del 21 de mayo ya que por su posición, con su extremo despegado del suelo, es mucho más fácil de robar.

“A las 6 de la mañana del domingo -21 de mayo- yo vengo y pongo esa espada -la de Aldea-“, insistió en que no la pone antes para no arriesgarse a que la roben y tener que “pelear” con quienes puedan reclamar por la pieza faltante.

Por si no fuera suficiente, el escudo y laurel que sujetaba la alegoría de la República tampoco están, pero es difícil determinar cuándo desaparecieron pues los transeúntes que frecuentan el sector insisten en que ya nadie le presta atención al monumento. De hecho, para la ceremonia se repuso la espada de Prat, y se puso la de Aldea, pero nadie se percató de que faltaban otras piezas también.

El monumento el pasado 21 de mayo. Presenta las dos espadas, pero sin el escudo ni el laurel de la mujer.

 

¿Quién salvará a Prat?

Teniendo en cuenta el poco valor monetario de las hojas de las espadas, que hoy son de fierro, la importancia de estas radica más bien en un punto simbólico. “(Arturo Prat) es el ejemplo que tiene la Armada de Chile y el país completo a seguir en todo su accionar. Es un héroe de excelencia, una persona que cultivó los valores, desde el fondo del corazón desde siempre y por tanto es tremendamente importante para todos los chilenos seguir su ejemplo”, expresó el Subjefe del Estado Mayor Conjunto, Vicealmirante Alberto Ahrens, quien encabezó la ceremonia en ese lugar este 21 de mayo.

La investigación del robo, luego de la querella presentada por la Municipalidad de Santiago, y acogida a tramitación el 7º juzgado de Garantía está a cargo del Fiscal Patricio Cooper y la Sección de Investigación Policial (SIP) de Carabineros.

Los responsables, a quienes se les atribuyen delitos de receptación, daño y apropiación a monumentos nacionales, penado por la ley 17.288, podrían ser sancionados “con pena de presidio menor en sus grados medio a máximo y multa de cincuenta a doscientas unidades tributarias mensuales”,  según señala el artículo 38 de dicha ley. 

“Encuentro que es una falta de respeto con los monumentos nacionales, y personas que hacen eso solamente se condenan. El espíritu de nuestro Chile va por otro camino”, concluyó el Vicealmirante Ahrens, mientras se alejaban, desfilando por la Costanera hacia el Oriente, los destacamentos militares que habían rendido merecido homenaje a los Héroes de Iquique.

 

Cómo se vive después de la calle

Cómo se vive después de la calle

En Chile, 19.867 personas viven en situación de calle, según cifras de mayo de este año. En 2019, el Ministerio de Desarrollo Social comenzó a implementar un modelo para combatir este problema, que ya se ha puesto en marcha en varios países de América Latina y Europa: antes de cualquier intervención social o médica, a los participantes se les entrega un hogar propio. Llave en mano, pueden comenzar su proceso de reinserción. Estas son algunas historias.

Por María Victoria Agouborde K. (@ita_agouborde)

Edición por Jǒzepa Benčina C. (@joze_benchi)

Pedro Ulises Díaz Cuevas nació en 1963 en Nueva Imperial, en la región de la Araucanía, del vientre de una madre que lo rechazaba, de la sombra de un padre sin nombre y criado por la mano de una abuela dura, muy dura. A los veintitantos quiso abandonar las tierras del sur y, junto a un amigo, partió rumbo 600 kilómetros al norte, a Santiago. Ahí estuvo de paso, su destino final era Melipilla. Recuerda que las micros que salían de la capital pasaban por fuera del Hogar de Cristo. Desde la ventana veía a gente salir de ese lugar.

Pedro es un hombre menudo, de un metro cuarenta y cinco de alto. Moreno, de nariz aguileña y de un pelo oscuro que empieza a entrever sus primeros tintes blancos. Viste una polera de piqué verde claro y un polerón azul chillón. Tiene una voz frágil que se quiebra con facilidad. También se ríe como un niño.

Con 59 años, hoy Pedro es uno de los que entra y sale  del Hogar de Cristo. La obra que dejó el santo chileno, Alberto Hurtado Cruchaga, sigue siendo lugar de acogida para los que, como Pedro, por esas volteretas que da la vida, se caen fuerte como para llegar a dormir en el peor lugar para conciliar el sueño: la calle. En Chile son 19.867 las personas que viven en esta situación, según datos de mayo de 2023 del Ministerio de Desarrollo Social y Familia

“Es difícil vivir en la calle, muy difícil. Uno desea bañarse y no tienes agua. Son hartas cosas que cambian, pero no había otra cosa. Estaba mal, totalmente mal, como que no veía ningún paso más adelante, solamente esperar la hora que alguien te pase y te atropelle o que en la noche alguien venga y te mate. Eso es una esperanza”, dice Pedro con la voz entrecortada.

Actualmente es uno de los 547 beneficiarios -484 hombres y 62 mujeres- del programa estatal Vivienda Primero o, para fines administrativos, Vivienda con Apoyo. Esta iniciativa  llegó a Chile en 2019 importada desde Estados Unidos. Su fin es apoyar la reinserción de las personas en situación de calle a través de una premisa: un techo y lo demás vendrá después. Este modelo es financiado por el Ministerio de Desarrollo Social y lo implementan vía licitación instituciones privadas: Hogar de Cristo, Nuestra Casa, Moviliza, Cristo Vive, Cidets, Las Viñas, Luxemburgo, Catim, Mission Golden. Además, actualmente lo ejecuta la Municipalidad de Los Ángeles y el Arzobispado de Puerto Montt.

El programa está enfocado a personas mayores de cincuenta años que lleven un periodo de cinco años en la calle. A ellos no se les exige nada más que su voluntad de querer participar. La puerta es ancha: no es necesario ser abstinente al alcohol, ni a ningún tipo de droga, tampoco ser parte del mercado laboral. Sin embargo, al momento de ingresar al programa, firman un compromiso de destinar el 30 por ciento del total de sus ingresos a la vivienda. Para los que no reciben renta, cada 15 días se les da $25.000 pesos para cubrir su alimentación.

Según el Ministerio de Desarrollo Social, al año 2021 el 94% de las personas que ingresaron al programa permanecieron más de seis meses consecutivos en su vivienda. En 2022 ese valor llegó al 77% con un total de 503 beneficiarios. 

Aunque no fue posible evaluar el porcentaje de personas que mejoraron su salud en el 2021, en el 2022 el 96% de los beneficiarios progresó en al menos una de las ocho dimensiones de salud: emocional, espiritual, intelectual, física, ambiental, financiera, ocupacional y social.

De igual manera, un 75% de los participantes mejoraron su integración social en el año 2021, este valor llegó a 79% en 2022.

UNA IDEA

“Esto es un problema”, pensó el estadounidense Sam Tsemberis en los años noventa mientras caminaba de vuelta de su trabajo como psicólogo clínico en el Hospital Bellevue de Nueva York cuando vio que varios pacientes que atendía en su consulta estaban viviendo en la calle. Esa observación lo llevó a dejar su trabajo para dedicarse a ese número de personas que comenzaron a llenar las cuadras de Estados Unidos y crecieron exponencialmente desde los años ochenta durante la administración de Ronald Reagan.

Con el plan de instaurar un gobierno de menor tamaño, una de las medidas que tomó el presidente republicano fue dejar de construir viviendas públicas: “Antes de Reagan, los estadounidenses al año estaban construyendo 350.000 unidades habitacionales a nivel nacional y, después de él, entre 5.000 y 3.000. Nada”, comenta Tsemberis. Eso, sumado a que el mercado inmobiliario comenzó a subir y era cada vez más difícil acceder a una vivienda, especialmente para las personas que sufrían de afecciones psicológicas: “Muchas de las primeras personas en quedarse sin hogar fueron las que tenían enfermedades mentales o adicciones, porque no tenían ni ingresos ni una familia”, agrega.

Al dejar su puesto en el hospital, pasó cuatro años trabajando por las personas en situación de calle en Nueva York sin buenos resultados. Seguía el modelo que estaba instaurado: hacer que las personas fueran a albergues, tratarlos psicológicamente y luego prepararlos para vivir en una casa. Nuevamente vino una observación.

— ¿Qué tal si vamos a recibir un tratamiento en la clínica? le preguntó Sam a un hombre en situación de calle.

— No, no necesito tratamiento, solamente necesito un lugar donde vivir ¿Puedes conseguirme un lugar para vivir?, le respondió tajantemente.

Y tomó acción: “No le vamos a decir a la gente qué hacer, les vamos a preguntar qué quieren (…) Y como ninguna otra empresa de vivienda los aceptaría a menos que estuvieran sin adicciones, sobrios y tomando medicamentos, tuvimos que iniciar nuestra propia empresa de vivienda”.  

Así nació Pathways to Housing, la ONG que creó Sam junto a su equipo y que transformó la forma de entender el problema de la situación de calle. Hay que partir por lo esencial: una casa.

¿Un techo y ya está? Tampoco se reduce a eso. Desde Nueva York, Sam enfatiza en el acompañamiento personalizado que se le entrega a los participantes: “No es solo tener una casa. Comienza por tener una casa. No tendrías este éxito si no tuvieras especialistas visitando regularmente a las personas después de tener su casa (…) La vivienda solamente soluciona la situación de calle, no soluciona la soledad, no soluciona las enfermedades mentales, no soluciona las adicciones, no resuelve la pobreza. Pero debido a que se ha resuelto la falta de vivienda, ahora se sabe dónde visitar a la persona y cómo trabajar con ella para empezar a solucionar los otros problemas”.

Y la evidencia se deja ver. El estudio a mayor escala evaluando el modelo Housing First se hizo en Canadá, en las ciudades de Vancouver, Winnipeg, Toronto, Montreal y Moncton. 2000 personas fueron sujeto de estudio y se concluyó que, después de dos años, el 62% de los participantes se mantuvo en la vivienda todo el tiempo, comparado con el 31% de permanencia que tuvieron aquellos a los que se les solicitó iniciar un tratamiento antes de pasar a una vivienda. De igual manera,a través de un análisis económico se pudo constatar que el modelo Housing First es una buena inversión, ya que se reducían costos en albergues, alimentación y emergencias médicas.

A LA CHILENA

La implementación del modelo ha resultado un ahorro sustantivo para el país. De acuerdo al Ministerio de Desarrollo Social, según proyecciones de 2019, el costo anual para el Estado de personas con largas trayectorias en la calle es cercano a los 14 millones de pesos per cápita. Aplicar el programa Vivienda Primero, según datos del mismo ministerio, significa un ahorro de costos de hasta los 5.700 millones de pesos.

El 7 de mayo de 2019 Alfredo Moreno Charme, a la cabeza del Ministerio de Desarrollo Social, entregó la primera llave, dando inicio al programa piloto de Vivienda Primero en Chile. Lo acompañaba el exministro de Vivienda y Urbanismo, Cristián Monckeberg y el director nacional social del Hogar de Cristo, Pablo Egenau, al momento de entregar dos viviendas en Estación Central.

Tres años después, en una sala de reuniones en el piso 17 de un edificio cubierto por vidrios impolutos, Moreno recuerda el problema a resolver en torno a la situación de calle en Chile: “¿Qué se hace con esas personas que ya llevan muchos años, que tienen toda esta situación tan compleja y que los sistemas tradicionales no los logran sacar de ahí?” 

En conversaciones con el Hogar de Cristo llegó a su conocimiento el modelo Vivienda Primero. Desde el Ministerio de Desarrollo Social decidieron hacer parte a la sociedad civil en la implementación del programa porque esa experiencia no podía ser desaprovechada: “En Chile tenemos fundaciones y capacidades que colaboran mucho a lo que el Estado puede hacer en cualquiera de estos temas. Cada vez que hay un problema social grande, que el Estado no ha logrado superar, aparece gente de buena voluntad que se ha juntado y que ha dedicado la vida a intentar resolver el problema en forma privada”, dice el ex ministro. Luego de mucho estudio se implementó. Pero a la chilena.

Tamara Elgueta, asistente social de profesión y encargada del plan piloto que desarrolló el Ministerio de Desarrollo Social junto al Hogar de Cristo, comenta que en Chile, desde el principio, el programa fue pensado en una vivienda compartida entre dos y tres personas, cosa que no pasa en el país natal del modelo, donde cada participante cuenta con su propio espacio. 

Karinna Soto, jefa de la Oficina Nacional de Calle, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social, comenta que decidieron hacer un cambio al modelo original de Housing First porque: “Primero, la cultura latina es bien distinta y muchos de los participantes sí querían vivir acompañados. Por otra parte, hay diversos estudios que indican que la convivencia muchas veces habilita a las personas para hacer ciertas cosas, porque vivir solo igual retrae algunas competencias. Además, por el costo-efectividad de la política, decidimos que fueran casas compartidas porque si no, subía bastante el precio”. Este modelo de viviendas compartidas también ha sido replicado en otros países como Costa Rica, Brasil y Uruguay.

Sam Tsemberis comenta que puede ser más complicado este tipo de implementación: “Creo que es más difícil juntar a los participantes en un mismo departamento, porque todos ellos tienen problemas. A veces es difícil llevarse bien incluso si eres familia. Entonces, tres extraños bajo el mismo techo, cada uno con diferentes desafíos, podría funcionar, pero depende si las personas permanecen en la vivienda y les va bien”.

A Pedro, por su parte, le ha funcionado. Comparte con Jorge Zapata el departamento del piso 18 en la comuna de Independencia, al que le costó acostumbrarse porque “nunca había estado tan alto”. Los dos se conocieron en la hospedería de hombres del Hogar de Cristo en la calle Jotabeche 3828. Se llevaron bien y pidieron quedar juntos cuando postularon al programa.

Sentada al lado de Pedro, Camila Muñoz, asistente social y quien lo acompaña en su proceso de reinserción, dice que fue mejor que ellos mismos decidieran su compañero de vivienda porque “de cierta forma no experimentábamos en cuanto a los rasgos de personalidades y hasta hoy en día se mantienen en el programa juntos”.

Pedro hace poco comenzó a trabajar en limpieza en una hospedería del Hogar de Cristo, pero sin un horario fijo. Lo llaman cuando lo necesitan. Para él, volver a trabajar ha sido una terapia: “Me estaba bajoneando en el departamento. Solo, ahí encerrado, todos los días tele, tele, tele”. Con respecto a su futuro, no tiene planes: “Pienso en el día a día, de vivirlo y de disfrutarlo. Si me dan ganas de comer algo, tengo mis lucas, lo compro y me lo como”. 

HERMANA TERESA WINTER 

En la esquina de la calle Lircay con Las Torres, en la comuna de Recoleta, en una estructura de ladrillo de color rojo, está la residencia Cristo Acoge para personas en situación de calle, perteneciente la fundación Cristo Vive. 

La hermana Teresa Winter llegó a Chile desde Alemania en 1989 como religiosa de las Misioneras Siervas del Espíritu Santo, y en 2010 dejó su congregación para formar parte de la Comunidad de Jesús, fundada por la hermana Karoline Meyer. Hoy es la encargada de los planes relacionados a la situación de calle de la Fundación Cristo Vive, entre ellos, tres proyectos pertenecientes al programa Vivienda Primero, con un total de 60 participantes. 

Con su alemán que aún se deja ver cuando habla español, sentada junto a sus dos perros quiltros de pelaje rubio -Candy y Odín- dice: “(Esta política pública) a nivel teórico, desde la mirada de los derechos humanos, es un lujo. De verdad es un lujo, es súper buena”. Para cada proyecto que tiene la fundación trabaja un terapeuta ocupacional, una asistente social y un psicólogo. “Esa es la tríada perfecta”, comenta la hermana.

Como fundación la primera licitación que ganaron fue el año 2019 y, hasta el día de hoy, el principal problema es la búsqueda de viviendas: 

— ¿Para quién quiere arrendar la casa? ¿Es para usted?

— No.

— ¿Para un familiar suyo? 

— No.

— ¿Para quién es entonces?

— Para un programa social (Cierran la puerta).

Tomando en cuenta esta experiencia, para el tercer proyecto decidieron contratar a una persona que los ayudara específicamente en la tarea de buscar los hogares para los participantes. Según la hermana Teresa, fue realmente un acierto.

También ha sido un desafío que las personas vuelvan a cocinar. En ocasiones, en la noche suena el teléfono de algunos de los profesionales del equipo: 

— Hola, quiero cocinar una cazuela ¿Qué necesito para hacerla?

O a veces, desde el otro lado de la línea, se escucha una voz que dice:

— Disculpe señorita, ¿Cómo se hace una sémola con leche?

Otra piedra en el camino ha sido la adaptación de las personas a las viviendas: “La gente está sobreexigida con la realidad con la que se encuentran. Al pasar treinta años en la calle, tú pierdes todos los hábitos, pierdes todas las tradiciones, pierdes todo lo que te marcó en tu infancia y en tu juventud”. La hermana Teresa recuerda la experiencia de un participante que le daba temor dormir en una cama por miedo a caerse: “Claro, durmiendo por treinta años en una colchoneta en el suelo y ahora está en una cama a esa altura, entonces por supuesto que tenía miedo”.

LA MANTEQUILLA Y EL CAFÉ

En la comuna de Santiago, en la calle Vergara, en el número 749, en el piso dos, en el departamento 207, la cosa es distinta. Tomando el pote de mantequilla con su mano izquierda y el tarro de café instantáneo con la derecha, Saulo explica: 

—Esto —la mantequilla— con esto —el café— nunca estuvieron juntos y de repente los ponen juntos de un día para otro, ¿cachái?

En el primer semestre de 2019, la mantequilla y el café fueron Saulo Urbina Navarro y Manuel Pastenes Cáceres. Ambos son participantes del programa Vivienda Primero y empezaron a compartir, de un momento para otro, ese departamento de 65 metros cuadrados, con dos piezas y dos baños, en el centro de la capital. 

Saulo, ad portas de los sesenta años, es moreno, con una argolla plateada en la oreja izquierda y una calvicie avanzada, pero de barba abundante. Baja la voz y agacha la cabeza para explicar que la convivencia no es fácil con Manuel. Respecto a las tareas del hogar dice: “No las dividimos, él no hace nada”. Pero también admite que, dentro de todo, se llevan bien: “No nos tiramos los platos, solamente las tazas”, dice riendo. Él se hace cargo de la limpieza de las áreas comunes porque tampoco se lo puede exigir a su compañero: “El Manuel, por ejemplo, no ocupa esto (apunta al living-comedor). Nada, casi nada. Entonces yo ¿Qué le voy a estar diciendo que limpie si él no lo ocupa? Además, ahora está con el problema de su mano, en el túnel carpiano, que ojalá lo operen lo más pronto posible y ahora tiene otro problema que también es medio complicado en una pierna. Entonces, con mayor razón, menos yo le voy a estar pidiendo que limpie”. Mientras tanto, se escucha un televisor de fondo, es Manuel viendo noticias en su pieza. 

“Y cada cual su vida también. De repente, ‘Hola Manuel, ¿Cómo estai? ¿Cómo amaneciste?’ y si lo puedo ayudar en algo, o él a mí, porque él también de repente me apoya en una que otra cosita a mí”. 

Mientras su compañero sigue viendo las noticias, Saulo, sentado en una de las cuatro sillas de madera que tiene su comedor, recuerda los primeros días bajo un techo. Estuvo cuarenta días solo antes de que llegara Manuel. Después de cinco años de calle intermitente, de arrendar piezas, de no poder pagarlas, de volver a la calle, de refugiarse en una posta, de vivir en una hospedería del Hogar de Cristo, lo único que esperaba era el llamado de la asistente social diciéndole: “Ya Saulo, vamos”.

Y un día de inicios de 2019, fue a su nuevo hogar. “Llegamos acá y esto no era lo que tú ves ahora. Estaba un sofá que era de dos cuerpos nomás, uno chiquitito, de color verde me acuerdo. No estaban ni las mesas, ni las alfombras, ni las plantas, ni ese televisor, nada, nada. Estaba como vacío. Bueno, de todas maneras, el departamento se veía mucho más grande”. 

Después de pasar la noche, Saulo comenzó a tomarle el peso a las llaves de su nueva casa: “Al otro día en la mañana, yo empecé a sentir la responsabilidad de la nueva etapa en la vida. Entonces, me dio un ataque de llanto. Para qué te digo, me las lloré todas porque no me sentí capaz de sacar esto adelante porque no había nada. Había más de lo que yo tenía, y tenía mi privacidad y mi espacio después de una vida prácticamente. Pero yo no me sentía capaz de cómo iba a armar esto, porque aquí faltaba todo, ¿cachái? Solamente había un juego de loza, una batería de cocina y un juego de servicio”. Después del llanto, lo primero que compró fue una escoba y una pala.

Hoy, a más de dos años viviendo en el departamento del número 207, los ojos de Saulo se llenan de lágrimas, pero esta vez de emoción al comentar cómo se vive después de la calle:“Lo más significativo para mí es tener un lugar donde poder recibir a mis hijos, a mi familia (…) Cuando estaba en la calle no me importaba nada, qué me iba a importar, qué tenía que perder. Yo no tenía nada, no tenía a nadie. Ahora es distinto, te podría decir que tengo una familia, que se preocupan por mí, que casi todas las semanas los veo. Que tus nietos corran a abrazarte es algo que para mí no tiene precio, ¿cachái? Entonces perder eso ahora sería catastrófico, por eso me cuido mucho, porque la familia tampoco está para la chacota”.

Bio: María Victoria Agouborde es alumna de quinto año de la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica. La primera versión de este trabajo la desarrolló el segundo semestre de 2022 para el Taller de Crónica, dictado por el profesor Gonzalo Saavedra.

Mujeres TEA y diagnóstico tardío: los síntomas que no se ven

Mujeres TEA y diagnóstico tardío: los síntomas que no se ven

A partir de los dos años se puede diagnosticar TEA en niños y niñas, sin embargo, existen casos en donde este diagnóstico llega en la adultez, lo que se da mayormente en mujeres. Falta de investigación, estigmas asociados al autismo y diagnósticos erróneos son algunas de las razones que ayudan a que estos casos pasen desapercibidos. Estas son las historias contadas por sus protagonistas.

Por María Ignacia Olave Hola (@mignacia.o)

Editado por Mattias Sandoval Gatica (@mattibenja)

Desde que tiene memoria, Romina Escobedo (33) sabía que algo no estaba bien. Recuerda lo incómoda que se sentía cuando era pequeña y tenían que bañarla. En el baño de su casa había una alfombra azul eléctrico con unos relieves que le daba pánico pisar, y eso la hacía llorar desconsoladamente. “No podía pisarla, ya que tocarla me generaba incomodidad. Pedía a llantos que me pusieran una toalla en el suelo para salir de la ducha”, cuenta. En el jardín infantil demoró un mes en poder entrar a la sala sin llorar, hasta que su mamá le dijo a la directora que tenía que acostumbrarse a la fuerza. Su familia normalizó su forma de ser y de actuar, justificando que su comportamiento era así “porque era una niña”.

Existen diferentes razones por las que las mujeres llegan a enterarse años después de que son parte del espectro autista. Muchas veces ocurre porque se normalizan actitudes que tienen cuando son pequeñas. Según Abel Morales, psiquiatra de adultos de la Universidad de Chile, los criterios y las escalas de medición del espectro históricamente han estado más enfocados en los síntomas de los hombres, y agrega que esto es algo que se está visibilizando hace poco. “Recién se está conversando esta diferencia entre diagnosticar mujeres y hombres. Ahora están más en la palestra los Trastornos del Espectro Autista (TEA), y los y las que nos están mostrando estas diferencias son ellos mismos”, comenta.

Esta falta de diagnóstico hizo que la adolescencia de Romina fuera aún más difícil que su infancia. Sentía que todo le molestaba, se enojaba con facilidad y le parecían tontas algunas actitudes de las personas a su alrededor. Creció escuchando cómo los demás le decían que era rara. “Copiaba las conductas del resto, incluso los tics los terminaba repitiendo. Era difícil estar siempre pensando qué era lo que tenía que decir, cómo me tenía que poner”, recuerda.

Su vida universitaria no fue muy diferente. Logró titularse de psicóloga y comenzar a trabajar, pero aun así no se sentía bien, por lo que decidió ir a terapia. Pasó por tres psicólogos, hasta que el último le entregó su diagnóstico: ansiedad. “Aún tenía un ruidito, ya que esto de no encajar o (cometer) los mismos errores una y otra vez me llamaba la atención”. Con sus conocimientos profesionales, Romina analizó su conducta y se dio cuenta de que tenía dificultades en los vínculos, en el lenguaje y en el manejo de las emociones, características de personas neurodivergentes. Le costó asumir que podría ser eso, ya que tenía muy arraigada la imagen que se muestra en televisión del niño que no habla o del niño genio. Siempre un niño. “Existe una imagen muy caricaturesca del autismo, con rasgos muy marcados que muchas veces no son tan así. Pero es un espectro, tiene un gradiente impresionante. Así como es el universo neurotípico tienes introvertidos y extrovertidos, hay de todo en el TEA también”, comenta la psicóloga.

Algunos especialistas sugieren que las mujeres logran adaptarse de manera más rápida y fácil que los hombres, lo que muchas veces genera que mujeres TEA imiten comportamientos de personas neurodivergentes o logren enmascarar algunas de sus actitudes creando un personaje. Greissy Comte (40), jefa del Servicio de Neurología del Hospital Regional de Copiapó, explica: “Las personas, gracias a su capacidad de adaptación y para poder encajar en la sociedad, tratan de hacer papeles. Tengo pacientes que me dicen: ‘en verdad yo hago un rol, estoy actuando o soy un personaje en tal o cual ambiente”. Esto lo reafirma el psiquiatra Abel Morales: “Las mujeres tienen mayor habilidad para enmascarar los síntomas, ya que comúnmente tienen más habilidades sociales. Es por esto que les resulta más fácil enmascarar y parecer una neurotípica”, explica el especialista.

“Confundimos los síntomas o las manifestaciones con otros trastornos, y esos diagnósticos no son los más acertados. Por ejemplo, es común que pensemos que se trata de un trastorno de ansiedad, cuando en realidad es un síntoma ansioso asociado al espectro autista”, confirma la doctora Greissy Comte. “Cuando te dan el diagnóstico te das cuenta de todo el esfuerzo que haces para sociabilizar y toda esa máscara que tienes, se cae”, dice Romina, quien actualmente trabaja en una clínica psiquiátrica, y dirige la cuenta @mi_saludmental, donde sube información con el fin de educar sobre el TEA a la población neurodivergente. 

La estudiante de Dirección Audiovisual Sigrid Gallardo (22) recibió este año su diagnóstico. Recuerda que en el liceo donde estudió le hacían bullying por sus buenas notas, lo que le causó mucho sufrimiento. La segunda psicóloga educacional que tuvo le diagnosticó desmotivación escolar y se quedó con ese diagnóstico hasta salir de Cuarto Medio. Al entrar a la universidad, pasó por tres psicólogos más. En ese entonces tenía distimia, una depresión crónica, y por eso la derivaron a un psiquiatra. Después de tres meses, le entregaron una respuesta que nunca se imaginó: pertenecía al espectro autista. “Como no hay una representación fiel de lo que es el autismo, no me sentía identificada con ninguna de las personas autistas que había visto”, comenta.  Que le entregaran su diagnóstico le ayudó a entender su condición: “Me decían que era mañosa porque no comía cierto tipo de alimentos o que era mal genio porque la luz del supermercado me molestaba. Ahora recién entiendo que esas cosas tenían una justificación”, dice.

La experiencia de Nora Peña no se aleja a la de Romina o Sigrid. La psicóloga clínica tenía 34 años cuando se enteró de su diagnóstico. Se encontraba realizando su post título sobre psicoanálisis lacaniano, en el que tuvo que hacer terapia para poder aprobarlo, y así comenzó a reconocer lo que le estaba pasando. “En ese proceso me desestructuré, se me cayó toda la máscara que tenía armada. Quedé dos semanas tartamuda después de que supe el diagnóstico. Fue un proceso fuerte, pero también de mucho encuentro y reconocimiento de mí misma”, recuerda.

Cuatro años se demoró en asumir y exponer en sus redes sociales que pertenece al espectro autista, ya que tenía mucho miedo debido a su profesión. A pesar de sus temores, decidió dedicarse a realizar terapia a personas neurodivergentes y a través de la cuenta @espacioautista también educa sobre el tema. 

“Si tú ya llegas 10 años más tarde con el diagnóstico y empiezas a estimular ahí, no va a ser la misma respuesta que si empiezas a estimular a los dos años”, confirma el doctor Morales. “Es por esto que es clave visibilizar estos casos y que los profesionales se capaciten”. 

La importancia de la detección temprana radica en el tratamiento precoz, entendiendo a este no como algo curativo, ya que el autismo no es una enfermedad, sino una condición. El tratamiento está enfocado en mejorar las áreas que están más afectadas por el trastorno, todo esto con apoyo de evaluaciones de terapeutas ocupacionales, psicólogos, neurólogos o psiquiatras. Respecto a esto, Morales menciona: «La detección precoz va a permitir realizar intervenciones que van a tener mayores beneficios a esta edad (dos años), en donde el niño o niña está en desarrollo».

“Swifterature”: Taylor Swift como un referente literario

“Swifterature”: Taylor Swift como un referente literario

Hace más de un año, con el inicio de The Eras Tour, Taylor Swift ha sido noticia constante. Lo interesante es que no solo es una estrella pop, sino que también es un objeto de estudio académico y particularmente desde el área de las letras. Varias investigaciones han revelado la calidad literaria de sus canciones, destacando en ellas la influencia de obras clásicas como Romeo y Julieta, así como su estilo de escritura. 

Por Agustina Carroza (@agustinacarroza)

Edición: Catalina Aillapan (@aillapanda)

El año pasado fue el año de Taylor Swift. Comenzó en marzo The Eras Tour, la gira donde la cantante —por más de tres horas— interpreta los mayores éxitos que ha compuesto a lo largo de su carrera. Con 18 años de trayectoria, Swift es considerada una de las mujeres más influyentes de la industria musical y el año pasado fue elegida como el personaje del año según la revista Time

La artista se ha vuelto un tema de estudio entre académicos, que no solo analizan las características de sus fanáticos (swifties) o las estrategias de marketing de la cantante, sino que también estudian las letras de sus canciones. Para muchos, Swift se ha convertido en un sujeto de investigación en la literatura, llegando a impartirse cursos sobre la cantante a nivel universitario.

El profesor de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez, Alejandro Martínez, inició un curso llamado Taylor Swift: la poesía en la era de Spotify dirigido a estudiantes de la institución. El taller surgió, cuenta Martínez, al ver el interés de los propios estudiantes por la música de Swift. Él les preguntaba a sus alumnos sobre sus lecturas y gustos musicales. Al escuchar a la cantante pop, el profesor les hizo notar que lo que ella escribía era literatura. Martínez dice: “Lo que caracteriza a Taylor Swift, a diferencia de otros artistas, es el trabajo de sus letras. Estamos hablando de alguien que hace un gran trabajo literario para construir sus canciones. No se va por la solución fácil como, por ejemplo, la repetición constante de versos”. 

El curso, que comenzó en agosto del año pasado, en su primera edición funcionó como una especie de piloto. Al iniciar, se exigió a sus estudiantes leer las letras de las canciones de Taylor Swift como texto poético, sin música e incluso traducidas al español, para crear la distancia —sin dejarse llevar por el ritmo o por el mismo fanatismo— y analizar realmente lo que la cantante escribe. En la planificación del semestre, la idea de Martínez era abarcar los diez discos de Swift, pero solo alcanzaron a estudiar los primeros cinco. El profesor cuenta que no era la idea hacerlo de manera acelerada y en forma de anécdota recuerda que en una sesión solo les dio para hablar de una canción —All Too Well (10 minute version)— por el nivel de comentarios e interacciones. Ahí mismo destaca: “Si una sola canción nos da para una hora de discusión es porque hay algo en esas canciones, hay un tipo de valor que hay que reconocer”.

La dinámica variaba de clase en clase. Cuando trabajaron el disco Red (Taylor’s Version), la regrabación de un álbum que había sacado en 2012 y que trata sobre las emociones que se viven en una relación intensa y que consume, leyeron a la par unos poemas de Pablo Neruda de su libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Se armó una discusión en la sesión de ese día, porque el videoclip de una de las canciones, All Too Well (10 minute version), parte con una cita del poeta chileno: “Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”. Ello los llevó a preguntarse si era casual o no, intentando hacer las comparaciones y conexiones con la poesía tildada como “clásica”. 

La música unida a la literatura

El profesor Alejandro Martínez aclara que la poesía desde sus inicios ha estado ligada a la música. Cuando se estudia la Odisea o a los poetas griegos se hace énfasis en que toda esa poesía iba acompañada de música.  “No era una lectura solitaria independiente, era casi como un acto ritual, donde la música tenía un papel fundamental”, dice. Según el experto, esa parte de la poesía, la rescata Bob Dylan, Violeta Parra y de la misma forma, Taylor Swift. 

Ricardo Martínez, doctor en Lingüística de la Universidad Católica de Valparaíso, pone de ejemplo a Bob Dylan, ganador del Premio Nobel de Literatura. El cantante de éxitos como Knockin’ on Heaven’s Door fue el primer músico en obtener este reconocimiento en 2016. Esto generó debates. Al respecto, el académico señala que “se tiende a asumir de forma estereotípica que la literatura es lo que está en los libros y no lo que se escucha”.

Natalia Campos, socióloga y magíster en Teoría del Arte de la Universidad de Chile, comenta sobre el mismo debate: “La academia va a ser castigadora, sobre todo en el área de la literatura. Es cosa de ver cuánto se demoraron en darle el Premio Nobel de Literatura a Gabriela Mistral por su poesía”. La socióloga recuerda cuando trabajó escribiendo para la revista Literatura y Lingüística de la Universidad Católica Silva Enríquez , donde también se cuestionaba que a Isabel Allende no la reconocieran por su trabajo al ser considerada como mainstream

Taylor Swift no se escapa de estas mismas críticas. No solo por ser una cantante mainstream sino que también se le cuestiona la razón de su éxito. Internautas han dicho que es muy emocional o que solo escribe de sus exparejas. Para algunos expertos se trata de una mirada sexista. Sobre esto la misma Swift escribió en la canción The Man, donde dice: “Estoy tan harta de correr lo más rápido que pueda, preguntándome si llegaría más rápido si fuese un hombre”. 

Bob Dylan es un buen ejemplo también de esta tendencia de ser considerado su trabajo en instancias académicas. El cantante ha sido estudiado desde una mirada literaria a lo largo de los años. La Universidad de Chile dio en 2021 el curso Bob Dylan: poesía, música folk y pop, dictado por el escritor Rodrigo Olavarría y estaba abierto a todo público. Pero Olavarría no está de acuerdo en considerar a los cantantes como poetas. Dice que a Bob Dylan no le entregaron el premio por eso, sino que por lo que eran sus canciones.  “Creo que le damos mucha importancia a la imagen del poeta, lo que hace que históricamente se ha querido llamar poetas a personas que interpretan los sentimientos de su generación –como (Bob) Dylan y Taylor (Swift)- a través de canciones”, comenta Olavarría.

El profesor sí considera que el trabajo de los artistas como Swift puede ser parte de la literatura, pero no es necesario atribuirles el término de poetas cuando no lo son. Dice que si bien un género literario puede ser mixto —una novela puede incluir poemas, cartas u otros registros literarios— no es como que una canción por parecerse a la poesía sea poesía. “Yo diría que Taylor es una gran compositora de canciones, que tiene un talento pop único para tomar textos muy autobiográficos, que a primera vista no parecen muy pop, y comunicarlos con enorme talento. Es una artista única, una en un millón, pero no diría que es una poeta”, agrega el escritor. 

Ricardo Martínez difiere de la separación entre el género de la canción y el género literario que señala Olavarría. Martínez comenta que, desde su estudio, las letras de las canciones pueden agruparse en dos grandes tipos. Primero, el de las canciones líricas, donde se ocupan las figuras retóricas de la poesía más clásica. Segundo, el de las letras más narrativas, que son las que cuentan las historias. Asimismo, dice que las letras de Taylor Swift son bastante narrativas. Y es que sus canciones son también historias, historias de amor, traición, desamor, fracasos, amistad entre otras temáticas. 

Un acercamiento a los clásicos

La escritora argentina Mariana Enríquez, una de las grandes voces de la literatura latinoamericana, conocida también por estar al tanto de las tendencias musicales, se ha referido en más de una ocasión a Taylor Swift. En el programa radial Marcar como leído, de Futurock FM, compara la novela de Marguerite Duras: El arrebato de Lol V. Stein, con una canción de la cantante. Comenta que la trama del libro es muy parecida a la canción “right were you left me” de Swift, donde habla de una protagonista a quien la dejan esperando en un bar y se queda ahí, mientras ve cómo la vida continua. La escritora hace la comparación con la novela. Según ella, la protagonista del libro de Duras tiene la similitud del quedarse esperando y ver cómo el tiempo pasa. Al preguntarle si las letras de las canciones de Taylor Swift pueden ser estudiadas desde el punto literario y específicamente desde la poesía, la escritora respondió enfática: “por supuesto”.

Alejandro Martínez, profesor del curso de la artista, reflexiona sobre el uso del fenómeno swiftie para incentivar a los jóvenes a conectar con el mundo literario. “Hay mucho miedo a la poesía. Se piensa que leerla, entenderla o interpretarla es difícil. Pero haciéndolo desde Taylor Swift, que es algo tan cercano para los estudiantes, se quita ese miedo, y puede llevar a que también lean a otros poetas o escritores”, dice Martínez.  Así, aprenden que la comprensión de la poesía es más común de lo que se piensa. Por lo mismo destaca que no se puede negar el aporte de Taylor Swift, ya que esta misma puede ser un puente para que los estudiantes lleguen e incluso se interesen por los clásicos de la literatura.

Profesoras bajo amenaza: Cuando se educa con miedo

El caso de Katherine Yoma, la profesora antofagastina que se suicidó en marzo pasado tras ser víctima de hostigamiento y amenazas de un estudiante y su apoderado, puso el tema de la violencia ejercida contra profesores en establecimientos educacionales en la palestra. En un contexto en el que la evidencia nacional muestra que son más mujeres las víctimas, un grupo de profesoras de educación básica en el sistema público repasa lo más duro de ser violentadas por menores de edad en su trabajo y ver que no son protegidas por las instituciones donde se desempeñan.

Por María Paz Martínez 

@Pacitamartinez_ 

Edición: OPR Taller de edición FCOM-UC

Alicia Serrano (48) abre la puerta de la sala de clases donde se desempeña como profesora de enseñanza básica en un colegio ubicado en la comuna de Puente Alto hace dos años. Deja entrar a un alumno con el aliento cortado y con el afán de protegerlo, cierra de una vez. Tras él, por la ventana que da al pasillo, se ve a un compañero que corre furioso en su dirección, con los puños apretados. Este se detiene bruscamente y comienza a golpear el vidrio de la ventana y que ahora es lo único que los separa. El alumno no se calma. Serrano, la profesora de ambos estudiantes de 10 años, no sabe qué hacer. Entonces, el vidrio estalla en pedazos. El menor que provoca el incidente se mira las manos. La sangre corre por sus brazos. 

“Fue terrible, fue la experiencia más fea a la que me he enfrentado. Ver un niño tan descolocado”, dice Serrano a un año del episodio. A propósito de este evento y otros similares que se sumaron con el tiempo, obtuvo una licencia médica de casi tres meses, por la angustia que los episodios le generaron. 

La violencia escolar ejercida contra profesores en establecimientos educacionales es un problema de largo aliento. Katherine Yoma, profesora de inglés de la Escuela D–68 de Antofagasta, se quitó la vida hace un par de semanas, tras recibir amenazas de muerte por parte de una estudiante y su apoderado. Este episodio puso el tema en la palestra. Además implicó que instituciones como el Ministerio de Educación y organismos como la Superintendencia de Educación emitieran declaraciones sobre un problema que para docentes como Serrano siempre ha estado invisibilizado.

Incluso, hoy el Colegio de Profesores exige con urgencia la implementación del proyecto de ley Katherine Yoma, que propone la mejora de protocolos para el resguardo de docentes y trabajadores de la educación ante hechos de vulneración de derechos, acoso y agresiones a la vez que reclama sanciones para aquellos que incurran en ataques contra profesores.  

De acuerdo con el estudio “Docentes ante las violencias en la escuela” publicado por el Colegio de Profesores en 2022 son muchas más las mujeres que han sido víctimas de violencia escolar. En este documento se dice que ese año 2.914 mujeres y 627 hombres fueron víctimas de insultos en sus establecimientos, mientras que 365 mujeres versus 83 hombres experimentaron golpes. 

De acuerdo con la Superintendencia de Educación, en 2023 se registraron un total de 12.530 denuncias, lo que representa un aumento del 14,8% en comparación con el mismo período de 2022. De todas las denuncias realizadas en 2023 hasta el 30 de septiembre, el 71,1% (8.911 casos) están asociadas al ámbito de convivencia.

Serrano, con más de 20 años de trayectoria como profesora, nunca se había enfrentado a ese nivel de violencia por parte de menores de edad. Asegura que, desde que los colegios volvieron a exigirle a sus alumnos la presencialidad, todos los días hay incidentes de este tipo en el lugar donde trabaja. En ese sentido cree que la pandemia exacerbó los niveles de violencia. “Se amenazan, se dicen groserías que yo nunca había escuchado, como: ‘en la noche voy a ir a la casa y voy a violar a tu mamá’ (…)  “Son cosas que uno escucha y dice: ‘esto no se le ocurrió a un niñito de 11 años’”.

UNA COMUNIDAD DOCENTE DAÑADA

Serrano no es la única profesora que ha identificado esta tendencia en Chile. El 2022, un estudio del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile evidenció que un 9,4% del cuerpo académico de aula se encontraba con licencia, habían reducido sus horas de jornada o habían renunciado. “La docencia se está convirtiendo en una profesión de alto riesgo, con episodios permanentes de violencia, de agobio, de estrés, con altísima cantidad de licencias médicas porque la gente ya no soporta”, afirma Mario Aguilar, presidente del Colegio de Profesores y Profesoras. 

María José Pérez, profesora de historia, recuerda aquella vez que entró a la sala con los dedos apretados, pero dispuesta a dar su clase. La rodeaban 40 niños de 10 años. Que estuvieran todos callados no era requisito para comenzar. Repentinamente, un grito irrumpió por sobre el ruido de la sala. Pérez, asustada, levantó la vista y sobre los bancos, vio a un menor saltando y botando a patadas los cuadernos de sus compañeros. Pisaba las páginas con fuerza, gruñía mientras lanzaba al suelo los cuatro computadores de la sala. En medio de la conmoción, la educadora no se percató que el niño llevaba algo en la mano. Mientras evacuaba a sus alumnos, Pérez sintió un golpe en su cabeza que la dejó aturdida. El niño le había arrojado un  ladrillo de madera. “Me quería morir porque yo no estudié para esto. Se me derrumbó todo”, dice hoy. 

Nora Gray, psicóloga laboral, académica de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, cree que en estas condiciones cuesta mantener la vocación. “El desgano, el ninguneo, el desprecio, se va acumulando y se va apagando el fuego interno, las ganas de ser profesor”, explica.

Con los ojos llorosos y la voz temblando, Pérez cuenta que incluso había un grupo de estudiantes que se mofaban verbalmente en la hora de clases: “Y yo, estoica, tenía que seguir con mi clase. Y eso es súper violento”. Con decepción, Pérez dice que en la universidad le dieron una perspectiva súper idealista. “Cuando salimos, creemos que vamos a cambiar el mundo”.

El ambiente hostil que rodea las jornadas escolares no se queda en los establecimientos, sino que la violencia persigue a los docentes hasta las redes sociales. 

Carolina Palma, profesora de matemáticas, recuerda con los ojos llorosos y las manos cruzadas sobre su pecho la vez que un apoderado la amenazó públicamente por Facebook: “hasta aquí no más llegaste”, le comentó. “No podía salir de mi casa, no podía manejar, llegaba a la casa de mi mamá llorando”. Por este episodio estuvo más de 15 días con licencia médica.

AGRESIÓN QUE TRASPASA EL AULA 

Ante la ausencia de una ley que regule la violencia ejercida contra profesores y profesoras en establecimientos educacionales, el gremio es tajante: “La sensación que tienen nuestros colegas es que muchas veces no se hace nada (…) nuestros colegas están abandonados”, afirma Aguilar, presidente del Colegio de Profesores. Sugiere que esto vaya a la par con políticas educativas, apoyo profesional y distintas estrategias. “Legalmente estamos en total desamparo. Mientras la política pública y la normativa educacional vigente no haga un cambio, nosotros no podemos hacer nada”, agrega Pérez.

“Hay que reconstruir la posición relevante de los profesores en la sociedad, son claves. (Deben estar) en un sitio de respeto”, complementa Gray.

Serrano, profesora de enseñanza básica, vuelve a recordar sus días en aquel colegio en Puente Alto, del que luego renunció. Dice que el miedo a ser nuevamente víctima era algo que la acompañaba no solo durante clases, sino que previo a ellas y después. “Es como que te dejen metida en una favela a las dos de la mañana. Es estar en constante alerta”. 

En ese sentido, según los expertos, la agresión que experimentan los profesores no empieza ni termina durante el episodio de violencia que sufren en su lugar de trabajo. Quienes  frecuentan contextos agresivos entran en un modo de supervivencia. “Entonces, el profesor o profesora va a estar con miedo, con la hormona del estrés alta, con todos los parámetros biológicos alterados”, afirma Magdalena Cruz, psicóloga clínica de la Universidad de Los Andes.

Bajo estrés, el cuerpo comienza a dar señales y surgen “problemas digestivos, trastornos del sueño y del apetito”, explica la psicóloga, Nora Gray. 

Peréz por las noches se despierta gritando: “¡Chicos, porfa, silencio! ¡No! ¡No! ¡No le pegues!”. Serrano también sufrió de pesadillas y su doctor le aclaró que padecía de terrores nocturnos. Palma asegura que antes de ser violentada por menores: “Yo estaba sana, yo tenía ganas de trabajar, yo tenía ganas de hacer cosas y me enfermé, me enfermé tanto”, lamenta.

Gray explica que para las profesoras afectadas naturalmente habrá repercusiones de la violencia escolar en otras esferas de su vida. “Lo que me dio más rabia fue traer algo laboral a la casa”, suma Palma, “porque yo ya no era la misma, no pude funcionar como mamá, como esposa, como hija”.

A la hora de pensar en una solución, la psicóloga Gray dice que es un gran desafío, sobre todo si la violencia está normalizada. Además, hay veces que no es responsabilidad de los docentes intermediar, ya que son las condiciones específicas de sus estudiantes las que entran en conflicto, explica Gray. “Somos profes, no somos enfermeros, psicólogos o psiquiatras”, manifiesta Palma. “Los docentes enfrentan situaciones que los sobrepasan profesionalmente”, complementa Aguilar. 

La invisibilización se debe, según las mismas profesoras, a que es un enfrentamiento dispar. “Trato de resguardarme también. Si tocas a un niño y lo contienes de alguna manera, también puede jugar en contra tuyo”, afirma Serrano. Palma agrega: “un menor te golpea, te trata mal, (no puedes) hacer nada, porque es un niño… Ellos jamás van a ser responsables de todos sus actos”. “Es una lucha interna”, dice Pérez y plantea que “uno tiene que entender que son niños carentes de sus familias”. 

Según Gray, psicóloga, “es muy doloroso aceptar que personas que están en esas tiernas edades sean capaces de tamañas acciones”. Sin embargo, “por protegerlos a ellos, nos pasamos para el otro lado y los profesores muchas veces se ven atados de mano”.

 

María Paz Martínez (@pacitamartínez_) es alumna de cuarto año de Periodismo en la FCOM – UC (@fcomuc).  El 2023 fue nominada al premio «Pobre el Que no Cambia de Mirada», organizado por la Alianza Comunicación y Pobreza, por su reportaje titulado «Carpas y rucos: la eterna mudanza de las personas en situación de calle». Actualmente se desempeña como editora en Kmcero.

Marea de cambio: las organizaciones que se comprometen por las costas chilenas

Hoy los océanos albergan el equivalente a 21.000 residuos plásticos por habitante. En Chile, diversas organizaciones lideran la lucha contra la contaminación marina de las costas, empoderando a jóvenes y a niños para que tomen acción por el cambio. 

Por: Magdalena Soublette. (@maidasoublette)

Edición: Trinidad Riobó (@trinidadriobo)

Son las 10:00 am y más de 100 jóvenes voluntarios se encuentran repartidos en Constitución realizando diversas labores. Algunos construyen basureros para la comunidad. Otros pintan carteles para concientizar sobre el cuidado de las playas. Unos cuantos realizan talleres de esta misma temática para niños. Un poco más allá varios, en distintas playas del sector y en un cerro, recolectan 1625.7 kg de basura y de material reciclable como plástico pet, vidrio o latas.

Al terminar la jornada están todos felices, pero jamás satisfechos. Saben que hay mucha más basura por recoger. 

Todos ellos son los voluntarios del proyecto Ucéanos, una iniciativa que surgió en 2018 en la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Católica. La  ingeniera comercial de la UC María de la Luz Cilveti está desde sus inicios y fue la Jefa General el 2020 y 2021.

Cilveti relata que todo comenzó entre un grupo acotado de compañeros que buscaba crear algo distinto, que influyera en la mentalidad de los estudiantes, pero que estuviese alejado de lo político. Ese mismo año fueron por primera vez a limpiar una playa, y decidieron que no se querían limitar a simplemente recoger la basura. “Creamos este proyecto no solamente para limpiar las playas en sí, sino para que los estudiantes tengan una conciencia sustentable”, comenta Cilveti. Y agrega: “(Queremos que) cuando más adelante vayan a sus trabajos (los estudiantes) piensen y esperen antes de tomar cualquier decisión para que sea un poco más sustentable”.

A cinco años de su inicio, el proyecto de la Universidad Católica ha convocado a cientos de estudiantes. Ellos cada semestre van a limpiar una playa y a educarse para ser, como llaman sus organizadores, “agentes de cambio” en su día a día. Rosario Escudero, actual coordinadora del proyecto, atribuye el éxito de los proyectos sustentables surgidos en los últimos 10 años a las redes sociales. Menciona que la globalización de la información y la temprana edad en la que los niños aprenden a usar red

es como Instagram o TikTok, ha influido en el conocimiento que se tiene sobre la crisis que hay en las costas del país. 

Costas repletas de desechos

A inicios de este año, una investigación realizada por el instituto 5 Gyres, una organización sin ánimo de lucro que funciona a nivel global y que se enfoca en reducir la contaminación por plásticos mediante la investigación, reveló una inquietante verdad: se estima que en la actualidad hay cerca de 170 billones de partículas de plástico en el océano. Esto equivaldría a 21.000 residuos plásticos por habitante a nivel mundial. Llevando esta problemática al país, a pesar de la implementación de diversas políticas públicas que apuntan a disminuir el uso de plástico, las costas de Chile se encuentran repletas de desechos y no todos son de este material. Aunque la mayoría de estos se encuentran en la orilla del mar suponen un peligro al dañar los ecosistemas del país. 

“Si todos hacen un poco, algo grande va a salir”, dice Cilveti, acerca de las acciones que se pueden realizar para reducir la basura en las costas. Sin embargo, el esfuerzo de Ucéanos no es único en Chile. Cada vez son más las organizaciones no gubernamentales que han decidido empoderar a los más jóvenes para afrontar el desafío de la contaminación en las costas chi

lenas.

 

Varias organizaciones educan a colegiales de todo Chile para el cuidado de ellas. Una de estas es Científicos de la Basura, un programa escolar que data de 2007 y realiza “ciencia ciudadana” con estudiantes. Martín Thiel, biólogo marino y director del programa, explica que esta ciencia es aquella que es realizada por personas no especializadas en el rubro en conjunto con científicos y que en el programa la hacen precisamente con escolares.

Thiel relata que los Científicos de la Basura surge de una investigación que estaba realizando con otros compañeros que concluyó que toda la basura que hay en el mar de las costas chilenas, tiene su origen en el propio país y no llega flotando de otros lugares. Por lo mismo, decidieron que en vez de solo recoger los desechos, debían educar a las personas sobre el problema desde temprana edad. No solo quisieron enseñarles de la basura, sino que también incorporaron a los niños a la investigación. “La mejor forma de hacerles ver la problemática es que ellos mismos la investiguen, que ellos mismos la vean con sus propios ojos”, explica Thiel.

El 2008 se lanzaron y con más de 1500 escolares de 45 colegios de Chile realizaron el primer muestreo nacional de la basura que hay de las playas. Martín Thiel afirma que antes de eso no existía la información de qué había exactamente en las playas del país. “Nadie sabía qué tipo de basura, nadie sabía en qué lugares, en qué playas, en qué ciudades había más basura o menos basura. Y nadie sabía de dónde venía esa basura”, dice.

Actualmente, los Científicos de la Basura llevan a cabo este muestreo en playas cada cuatro años, y desde el 2013 realizan también un muestreo en los ríos, ya que muchos desembocan en las playas. Además desde 2017 se han expandido internacionalmente llegando a los 11 países de América Latina que bordean el Océano Pacifico (de México a Chile).  

Con la completa recolección de datos que realizan y las investigaciones que han hecho respecto a este tema, Martín Thiel afirma que ahora lo fundamental no es solamente que los niños recopilen la información, sino que con ella hagan algo. “Una cosa es ser conscientes, pero lo otro es tomar acción”. Por esto mismo, hoy incentiva a los escolares a investigar en donde se origina la basura para que así adopten conductas de bajo consumo de plásticos y cambien aquellos hábitos que tienen repercusiones negativas en las costas. Actualmente están llevando a cabo un muestreo en toda la costa del Océano Pacífico en Latinoamérica para saber dónde y cuándo las botellas plásticas que encuentran fueron embotelladas y vendidas. Con los datos recopilados por cientos de niños y los adultos que quieran sumarse, buscan aclarar el origen del problema y así poder combatirlo.

Similar en su público, los Exploradores Marinos le enseñan a niños entre seis y 12 años sobre el mar para que conecten con él, desarrollen diversas habilidades científicas como el pensamiento crítico y se sientan llamados a conservar y cuidar las costas del país. Esta agrupación inició sus actividades en 2020. En un principio, realizaban talleres por Zoom sobre distintas especies marinas y, haciendo uso de Instagram, rápidamente alcanzaron una gran cantidad de seguidores y de “exploradores” que acudían semanalmente a su taller. Con la vuelta a la presencialidad comenzaron a realizar actividades en diversas playas, enseñando de manera lúdica sobre los organismos que viven en las costas chilenas.

Actualmente Exploradores Marinos se ha expandido y cuenta con diversas áreas. Una de ellas es la “Academia de Exploradores Marinos”, la cual busca realizar experiencias educativas. Esta academia cuenta con diversos programas; algunos son implementados en colegios, mientras que otros los realizan con niños que por cuenta propia participan activamente en la academia. Carolina Ezquer, cofundadora de la academia, explica que una parte importante de esta área es el cuidado de la salud mental de los niños. Evitan a toda costa el agobiarlos con exceso de información negativa y, en vez de eso, les enseñan del mar y sus beneficios para que cuiden del océano de forma innata. “Es realmente un vínculo muy recíproco y ahí es donde se fomenta un verdadero cuidado, un cuidado muy genuino de estos espacios”.

La sobreexposición de los niños a información negativa le preocupa a Ezquer, por lo que hace énfasis en que, para que tengan una buena relación con el ambiente marino y que en consecuencia lo cuiden, los adultos deben dejar a los niños relacionarse con este de forma libre. “Interactuar a través de los sentidos, oler, jugar, tocar, arrastrarse, hacerse escalopa, meterse al agua y probar distintas cosas”, señala. Y así, explica, estos niños “terminan amando el mar, más que solo cuidándolo”.

 

La farmacia de las pastillas que se rehúsan a morir

La farmacia de las pastillas que se rehúsan a morir

Según datos de la Contraloría, en 2021, más de 35 millones de unidades de medicamentos fueron desechados por vencimiento en los recintos de salud pública. Para evitar que terminen en el tacho de la basura, y amortiguar los altos gastos en fármacos que tienen que afrontar los pacientes crónicos, un grupo de ingenieros decidió instalar Farmaloop, una droguería independiente que liquida remedios a punto de caducar.

Por: Sebastián Cornejo I. | Tiempo estimado de lectura: 7 minutos.

 

Joaquín Rodríguez tiene 37 años y puede sufrir una trombosis en cualquier momento. A los 15, desarrolló un raro trastorno hemorrágico que hace que su cuerpo presente una deficiencia de protombina, una proteína cuya ausencia hace que su sangre sea más viscosa que la del resto. Vive prisionero de la warfarina, un anticoagulante cuyo valor asciende a los 30 mil pesos por cajetilla en las farmacias de cadena. Esos 30 mil se los “toma” en una semana. Si Rodríguez deja de consumir su pastilla un solo día, sería internado en la clínica casi seguro, como ya lo ha estado seis veces a lo largo de su vida.

Más de la mitad de los chilenos presentan actualmente dos o más enfermedades crónicas. Las cifras del Ministerio de Salud señalan que la obesidad (7 millones de casos), la hipertensión arterial (3 millones), y la diabetes mellitus (1 millón 700 mil) son de las más comunes. Aun así, una encuesta del Instituto de Salud Pública de la Universidad Andrés Bello realizada en 2021 indica que el 68% de pacientes crónicos tuvo que suspender alguna vez su tratamiento por el alto costo de los medicamentos.

“En un momento nos tuvimos que poner en la encrucijada de decidir si comprábamos el remedio o pañales y leche”, relata Synthia Barraza, esposa de Rodríguez, quien asegura que durante mucho tiempo estuvo luchando contra los gastos del tratamiento de su marido. Sin embargo, el 2022 encontró que a la vuelta de su casa había una pequeña farmacia que ofrecía la misma warfarina a 3 meses de vencer. ¿Su precio? Solamente 3 mil pesos.

Ubicado en el sector de Príncipe de Gales en la comuna de La Reina, Farmaloop es un centro de salud que abrió en 2022 por la idea de los ingenieros Felipe Díaz y Claudio Cea. Ambos trabajaban en laboratorios farmacéuticos, donde tenían que incinerar con “un dolor gigante” parte de los 40 mil millones de pesos en medicamentos que cada año no se alcanzaban a vender en el mercado. El tercer integrante fundador, Michel Tesmer, aportó con la “otra mirada”: la del paciente, al haber sido funcionario en un hospital clínico virtual como monitor de enfermos crónicos.

La farmacia destaca por ser la única del país cuyo objetivo es vender medicamentos que ya casi nadie quiere. Dicha estrategia es su objetivo para ofrecerlos a precios más accesibles. Felipe Díaz, ingeniero comercial y cofundador de Farmaloop, detalla que su modelo de negocio se basa en el concepto de “economía circular”, el cual “disminuye la destrucción de medicamentos y a su vez aumenta el acceso de los pacientes a tratamientos”.

Díaz asegura que de esta manera logran vender fármacos, tales como insulina, anticonvulsivos y warfarina, hasta con 80% de descuento sobre el precio de lista, dependiendo de qué tan próximos están de vencer. Generalmente es de 9 a 3 meses. Cuando queda menos de uno, los medicamentos son retirados para evitar que caduquen en las casas de los clientes. El 2021 pudieron salvar más de 20 mil remedios cuyos destinos iban ser expirar sin ser consumidos.

Farmaloop tiene convenio con la mayoría de los laboratorios que operan en Chile. Para obtener los medicamentos más baratos que las grandes cadenas, la empresa los compra cuando su vida útil ya es de “corta duración”, y en pocas cantidades. Así la empresa puede controlar el stock que va liquidando, según la cantidad de meses que le quedan al remedio. “Somos súper transparentes con la fecha de vencimiento y por ende con el descuento. En otras farmacias cuando al remedio le queda poco te lo venden al mismo precio”, agrega Díaz.

“En Chile los medicamentos están sujetos a las leyes del mercado. Al igual que la ropa o cualquier otra cosa”, señala Mario Rivera, doctor en farmacología de la Universidad de Chile. Dicho mercado es controlado, según cifras del Ministerio de Salud, en un 95% de sus ventas totales por tres grandes compañías: Salcobrand, Cruz Verde y Ahumada.

En países de la Unión Europea eso no pasa. El profesor de farmacia clínica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Cristián Plaza, viaja regularmente a España por fines académicos: “Allá no existen los azules, los verdes y los rojos”, asegura refiriéndose a las cadenas Salcobrand, Cruz Verde y Ahumada, respectivamente. En cambio, existe un “sistema de circuito”, donde cada sector urbano está adscrito a cierta farmacia. “Esto impide lo que ocurre en Chile, y que haya esquinas con cuatro farmacias, de cuatro cadenas diferentes mientras hay comunas donde simplemente no hay”, añade el docente.

“Los laboratorios venden los medicamentos al precio que el país pueda pagar”, describe Sergio Muñoz, jefe del subdepartamento de farmacia en el Instituto de Salud Pública. Es así como en Chile, según datos de la Central de Abastecimiento de Medicamentos (CENABAST), se compran remedios hasta 24 veces más caros que en otros países de América Latina.

El profesor Plaza explica que en Europa los precios de algunos medicamentos están regulados por los Estados, al igual que en países latinoamericanos. Dicha situación llevó a Synthia Barraza a conseguir esporádicamente warfarina desde Argentina hasta el 2017, mediante un familiar que solía viajar a ese país. El precio al que conseguía el anticoagulante, en ese entonces, era de 4 mil pesos chilenos por caja.

Con respecto a los posibles riesgos de consumir fármacos a punto de vencer, el doctor Rivera detalla que son casi nulos, pero hay que tomar precauciones con el almacenamiento: “Si las condiciones no son las óptimas, la fecha de vencimiento puede adelantarse”. Los fármacos líquidos, como gotas para los ojos y ampollas de insulina, pueden perder esterilidad y vencer más rápido que los comprimidos porque son más propensos a contaminarse con bacterias debido a su manipulación.

Rivera también explica que hay medicamentos, como los anticoagulantes que consume Joaquín Rodríguez, que con el mínimo cambio en la dosis causado por la degradación del fármaco puede provocar toxicidad o pérdida total del efecto: “Si una persona se toma un anticoagulante vencido puede traer como consecuencia que sufra una trombosis”.

Generalmente las farmacias del país retiran los medicamentos de las góndolas con al menos dos meses de anticipación a su expiración. Esta práctica ocurre no por un tema reglamentario, sino porque estos medicamentos son devueltos a los laboratorios a cambio de reposición de stock o descuentos. Sergio Muñoz, del ISP, detalla que el reglamento legal farmacéutico “únicamente prohíbe que se vendan medicamentos vencidos” y que la decisión de dejar de vender remedios a punto de caducar recae exclusivamente en el químico farmacéutico del local establecido.

Samuel Fernández es esa persona en Farmaloop. La farmacia recibe pacientes crónicos de todo Santiago y él se asegura de que ningún medicamento que venda el local exceda la fecha de vencimiento: “Primero los clientes compraban por internet, pero después venían a la tienda porque querían ver si la farmacia era real”, asegura, mientras imprime con papel reciclado la guía de stock que dictamina todos los remedios que tiene que reponer día por medio.

Fernández, quien atiende la farmacia durante la semana, detalla que Farmaloop no intenta competir contra las grandes cadenas, ya que su foco está puesto exclusivamente en un público marginado por el sistema farmacéutico actual: “No sé si los clientes están al alza, pero nos encuentran”. Por lo mismo, el químico afirma que sus clientes le van pidiendo personalmente que traiga distintos medicamentos para sus respectivos tratamientos. Para la epilepsia. Para la tiroides. Para la sangre. Es así como Synthia Barraza consiguió que trajeran warfarina a la farmacia en septiembre de 2022.

Cuenta que, en ocasiones, los vecinos del sector le solicitan remedios para otras necesidades médicas o que no tengan una caducidad tan corta, como soluciones de lavado nasal o cremas para la piel: “Cuando intento explicarles que si se los compro al laboratorio no los podría vender con descuento, me dicen ‘no importa, pago dos lucas de más para comprarlos aquí’, lo cual es bonito”.

“Esta es una idea que para mí es maravillosa, y si se puede replicar en otros lados sería bien recibida por la comunidad”, expresa Barraza. Mientras tanto, la directiva de Farmaloop está estudiando la viabilidad de instalarse en México dentro de los próximos años. La tienda sigue operando con su única sucursal física, pero con una red de envíos a nivel nacional.

Felipe Díaz asegura que cada vez es más difícil mantener estable el precio de los remedios, debido a que, entre otras cosas, la inflación ha aumentado el valor total en los cargamentos que ofrecen sus proveedores. Los precios de los medicamentos, especialmente los que tratan al sistema nervioso central, han subido un 13,7% en Chile entre los años 2021 y 2022, según un informe del centro de estudios Clapes UC.

El doctor Rivera enfatiza que Farmaloop es “una iniciativa fantástica”. Sin embargo, es enfático al decir que el consumo responsable de los medicamentos significa que el paciente tome solamente remedios dentro de su período de validez: “Eso es lo más importante. No importa que esté cerca o hasta el último mes, pero que se consuman hasta cuando indica el laboratorio. No hay dobles lecturas”.


Sobre el autor: Sebastián Cornejo (@seb.cornejo) es estudiante de cuarto año de Periodismo en la FCOM UC (@fcomuc). Es director del medio estudiantil El PUClítico (@el_puclitico). Se ha dedicado a cubrir política universitaria de la UC y las elecciones FEUC desde 2021. Además, es editor del Kmcero (@revistakmcero).

Peligra una especie única de Chile: los efectos que tiene el cambio climático en el monito del monte

Fotografía de  Carolina Contreras

Fotografía de  Carolina Contreras

Considerado un “fósil viviente” y clasificado como una especie “casi amenazada”, el monito del monte, un marsupial de apenas 22 centímetros de largo, es el único animal en Chile que hiberna, y el gradual aumento de temperaturas pone en riesgo este proceso y su vida. ¿Cómo puede enfrentar la amenaza de la crisis climática?

Por Javier Burgos @bxrgos­­­_jxvi

Edición por Nicolás Stevenson Flaño @_nicostevenson

De apenas 22 centímetros de largo y 23 gramos de peso, el monito del monte (Dromiciops gliroides) sale de la cavidad de un árbol por la noche. Este marsupial, con la apariencia de una ardilla, habitante entre las regiones del Maule y los Lagos, tiene un promedio de vida de solo dos años. Debe ser rápido y sigiloso, pues sus depredadores también son nocturnos, pero su pelaje marrón pardo le favorece en la oscuridad. Con sus pulgares opuestos en sus cuatro patas, este animal tiene la habilidad de trepar con facilidad todo tipo de árboles, ocupando los 11 centímetros de su cola prensil que enrolla en las ramas y le permite colgarse para cruzar de un lado a otro a través del bosque. En su marsupio, parecido a la bolsa característica de un canguro, transporta a su cría hasta que cumple doscientos semanas de vida. Dentro de esta, el animal encuentra cuatro pezones que ocupa para nutrirse.

Insectos y frutos como el quintral, una planta hemiparásita que produce bayas, son la principal fuente de nutrición del monito del monte. Debe sobrealimentarse, ya que tiene que almacenar la mayor cantidad de energía posible para los periodos de invierno en los que se prepara para la hibernación.

Sin embargo, con la llegada del cambio climático y las olas de calor, esta especie, el único animal en Chile que hiberna, ha visto amenazada su existencia.

La importancia del último ser de un orden extinto

El monito del monte es considerado en la actualidad como “fósil viviente”, de acuerdo con Eduardo Palma, Profesor de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica. “La mayor parte de las especies de ese linaje se extinguieron. Es el último del orden microbiotheria, un grupo de hace más de 40 millones de años. Si mueren, no hay más”, explica.

Lida Franco, zoóloga de la Universidad Austral, comenta que esta “es una especie emblema para el tema del cambio climático, es única y carismática, representante súper importante de la fauna chilena, ya que de él depende en gran parte la regeneración del bosque valdiviano”. En su proceso digestivo, el monito del monte defeca la comida 30 minutos después de haberla tragado, y luego dispersa en las heces semillas de su alimento vegetal que permiten mantener la integridad y funcionamiento de los bosques del sur.

La Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), un indicador crítico de la salud de la biodiversidad mundial, ha clasificado a este mamífero como un animal “casi amenazado” debido a un continuo declive en su población causado por la actividad maderera y agrícola. Franco comenta que: “Uno lo escucha y no suena tan terrible, pero para un zoólogo, un animal que está casi amenazado va camino a la extinción”. 

La zoóloga explica que la especie es altamente vulnerable al cambio climático por sus restricciones energéticas, debido a la necesidad de entrar en hibernación. Este proceso es una disminución controlada de la temperatura y en general del metabolismo corporal programado, que puede llegar a extenderse de días a meses. Debe distinguirse del sopor que, en términos de Gloria Rodríguez, bióloga de la Universidad de Chile, se puede definir como “una especie de micro hibernación”. Puede durar incluso horas. El monito del monte es un mamífero que ya está adaptado a un letargo fisiológico para soportar el invierno, por lo que mantenerse activo permanentemente no es eficiente para ellos, a diferencia de otros marsupiales. Una cualidad del monito del monte es que puede entrar tanto en sopor cómo en hibernación.

René Quispe, médico veterinario de la Universidad de Chile, explica que solo hay dos marsupiales que entran en etapa de sopor en el país: el monito del monte y la yaca . La yaca (Thylamys elegans) es una especie de marsupial que, en aspecto, es muy similar al monito del monte, pero dista por su pelaje grisáceo, hocico aguzado y grandes orejas que puede plegar a voluntad. Su principal diferencia con el monito del monte es su capacidad para soportar las altas temperaturas, producto de su hábitat ubicado en la zona norte-centro del país.

“Si se hiciera una comparación con la yaca, sería el monito quien se vería más afectado ante el cambio climático y altera directamente su hibernación, porque la yaca está más adaptada a vivir en ambientes secos y cálidos que el monito del monte”, asegura Quispe.

Rodríguez menciona que, tanto la hibernación como el sopor son procesos regulados y no son una decisión consciente. Los diferencia su duración. Pero la hibernación es un poco más predecible en los meses de invierno y le permite al animal sobrevivir sin comida disponible, ya que la poca energía que necesita para mantenerse con vida, la obtiene de la grasa de su tejido adiposo.

Esta especie tiene un proceso de termorregulación que lo define como un animal homeotermo. Esto significa que podrá adecuar su temperatura corporal en base a las condiciones climáticas de su entorno. A medida que la sensación térmica exterior disminuye, la temperatura corporal del monito baja, dando la señal de que es hora de hibernar. 

“Imagina que soy el monito. Lo que yo haré será despertar de mi hibernación porque aumentó la temperatura. Mi sistema de termorregulación está diseñado así evolutivamente. Pero ahora voy a estar despierta gastando una energía totalmente diferente a la que gasto durante la hibernación o en estados de sopor y no van a estar los recursos. Esto me perjudica totalmente, y esto le puede ocurrir a todos los animales que hibernan en el mundo”, explica la bióloga.

El gran problema

El último informe anual de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), publicado en abril de este año, indicó que las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando y que el clima también se encuentra constantemente cambiante. Los ocho años comprendidos entre 2015 y 2022 fueron los más cálidos de los que se tiene constancia, pese al efecto de enfriamiento producido por un episodio de La Niña durante los tres últimos años. Esto ha traído repercusiones en el sopor e hibernación del monito del monte.

“Hoy estamos en el escenario más catastrófico que se pronosticaba. Ya no solo está el cambio climático, hay que sumarle el global. Son conceptos diferentes, porque el cambio global es un proceso acelerado del cambio climático producido por la acción humana. El ser humano llegó para acelerar este proceso de manera artificial”, explica Carolina Contreras, Licenciada en Ciencias Biológicas de la Universidad Austral de Chile sobre la crisis climática.

Con el constante aumento de temperaturas que se han producido por el cambio global, existe una sincronía entre el fin del ciclo de hibernación o sopor del monito del monte y su periodo de reproducción. Contreras menciona que: “Una vez finalizado los periodos de frío, el animal está más activo y aumentan los recursos. Pero al salir del evento de sopor o hibernación en pleno invierno, y con altas temperaturas, no habrá recursos necesarios para el desarrollo de la vida del monito. Entonces gastará más del 90% de su energía en un momento que no correspondía, y no tendrá la compensación energética que necesita”.

Claudio Veloso, Director del Departamento de Ciencias Ecológicas de la Universidad de Chile, afirma que el calentamiento global afectará negativamente a estos animales, ya que no van a poder llegar a los niveles de ahorro de energía lo suficientemente potentes y tendrán que estar en déficit. Esto, según el experto, podría dar como resultado un aumento de la tasa de mortalidad poblacional.

Para Veloso, la evolución funciona en base al cambio climático, y detecta que el problema está en que la crisis que se maneja actualmente, es de origen antrópica, es decir, de origen humano. Y la tasa de cambio, la velocidad con que está cambiando el clima, es muy fuerte, y para que estos animales se adapten debe haber un efecto de selección natural, donde el tiempo juega un rol fundamental. Ejemplifica de la siguiente manera: “Si yo caliento algo de un día para otro a 100 grados, hervirán todas las cosas, pero si yo voy subiendo la temperatura un grado cada 200 años, las poblaciones se van seleccionando, quedan los que son más eficientes a esas condiciones, y los que no, corren otra suerte.”

¿Qué opciones quedan?

Es complicado hacer cualquier tipo de predicción respecto al futuro del monito del monte, dicen los expertos. Es un animal muy difícil de ver y atrapar, lo que ha retrasado su proceso de estudio e investigaciones. Los expertos han especulado sobre la respuesta que podría tener para enfrentar el cambio climático y prevalecer en el tiempo. La principal conclusión apunta al desplazamiento de su población a otras zonas del territorio chileno. “Buscarán seguir manteniendo rangos marcados de temperatura entre invierno y verano. Es posible también, que empiecen a disminuir estos eventos de hibernación y de sopor, que no estarían acorde al medio ambiente”, comenta la bióloga Gloria Rodriguez.

Rodrigo Vásquez, investigador de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, explica que este desplazamiento no sería tan extraño, pues otros animales del continente están adoptando estas medidas migratorias: “Se ha visto que en aves como el rayadito y el chincol se han ido adelantando las fechas de migración, asociados al calentamiento global. Escapan de los cortos periodos de luz y temperatura que no les permite conseguir alimento suficiente.”

Coincide Claudio Veloso, quien agrega que: “Si se comienzan a secar los hábitats por el calor, el monito tendrá que moverse. Pueden desplazarse en bloque, manteniendo el rango de distribución hacia el sur y tendrán que modificar sus patrones de actividad diarios. Van a tener que hacer un montón de cosas para ajustarse si es que efectivamente llegamos a niveles tan extremos”.

Serían estos hábitos migratorios los procesos que podrían ayudar al monito del monte a sobrevivir a las adversas condiciones climáticas producidas por el cambio global. Pero Veloso identifica el desafío más grande que tiene hoy el monito del monte: “El problema aquí, es que es tan rápida la velocidad de cambio, que en ocasiones los animales no alcanzan a responder, y llega un momento en que no hay reacción porque fue muy rápido, no aguantaron la temperatura, el cambio de hábitat, la falta de agua, ni las presas. Y la población puede llegar a desaparecer”.

Carta a los periodistas: un boletín secreto bajo Estado de Sitio

Carta a los periodistas: un boletín secreto bajo Estado de Sitio

En plena dictadura militar, un grupo de periodistas se organizó con el fin de esquivar la censura de prensa. Ante la necesidad de contar lo que estaba pasando, crearon la Carta a los Periodistas, un medio de comunicación alternativo que circuló entre los años 1984 y 1985, con sede en el Colegio de Periodistas. 50 años después, sus protagonistas reviven aquella época y relatan lo que la iniciativa significó para ellos y para las personas que pudieron leerla.

Por Lisa Parada Larenas (@lisaparadal)

Edición por Sebastián Cornejo (@seb.cornejo)

Estaban sentados alrededor de la mesa central en el quinto piso del Colegio de Periodistas, sede que integraba el Consejo Nacional y el Consejo Metropolitano, en Amunátegui 31. Los entonces once dirigentes, discutían sobre cómo informar a la ciudadanía en el escenario nacional de aquella época. Oriana Zorrilla (74), periodista que participó de la Carta e integrante del Consejo Metropolitano, ahora jubilada, cuenta: “Recuerdo que Gustavo Pueller (colega suyo) dijo: ‘oye, pero hagamos una carta, una carta a los periodistas’”. A principios de noviembre de 1984 se inició un boletín tamaño carta, de dos hojas, cada una impresa por ambas caras, que contenía las noticias más importantes de la jornada del día anterior. Para concretar la iniciativa de manera discreta, reutilizaron un boletín de circulación interna llamado El Periodista, en el que se informaba sobre lo que ocurría dentro del Colegio, las próximas reuniones, las cuotas, entre otros asuntos, recuerda Oriana.

Nadie imaginaba entonces, dice la periodista, la masificación que la Carta llegaría a tener. “Venían a buscar una copia los estudiantes universitarios, las federaciones, pobladores organizados, vicarías, grupos de derechos humanos, muchos organismos diferentes”, añade.  

Como cuentan sus participantes, la Carta surgió como idea del Consejo Nacional y el Metropolitano. “Nosotros (como dirigentes) aprobamos y respaldamos de inmediato”, afirma el periodista Guillermo Torres-Gaona (74), dirigente del Consejo Nacional en dictadura. Así comenzó la redacción: Buscábamos cómo contribuir a que terminara ese infierno en Chile y pudiéramos tener democracia nuevamente”, cuenta y revela que, pese a estar en su mayoría cesantes, el compromiso de los periodistas con la información era mayor.   

Estimado colega:

Oriana Zorrilla en la actualidad

Oriana Zorrilla en el Colegio de Periodistas (2023)

Cada día, todos llegaban a las 9:30 de la mañana y salían a buscar la información cerca de las 10. “Era un horror (reportear). Uno tenía que conseguirse monedas para llamar al Colegio desde un teléfono público, o más bien conseguirse uno de red fija para despachar lo que estabas reporteando”, cuenta Oriana mientras hojea el libro Carta a los Periodistas: Crónicas Bajo Estado de Sitio, una recopilación de lo que fue la iniciativa. Trabajaban de lunes a viernes hasta las seis de la tarde, tratando de respetar un margen horario para que los periodistas llegaran a sus casas antes del toque de queda, que partía usualmente a las 8 pm. Las personas en puestos de redacción y reporteo variaban, pero había cargos fijos. “Teníamos una reunión a media mañana, en la que Tati Penna e Isabel Torres (colegas) fijaban la pauta de lo que había que cubrir y reportear”, recuerda Guillermo.

La Carta comenzaba a repartirse, de manera gratuita, alrededor del mediodía (o 12 del día). Si bien la situación política prohibía la publicación de cualquier impreso, el boletín “era para los periodistas” comenta Oriana añadiendo con tono irónico que, de igual manera “lo hacían circular afuera” del colegio. Estimado colega: queremos informarte…, eran las cuatro primeras palabras que contenía el boletín, que ayudaban a la discreción que la iniciativa requería al comienzo, pero con el tiempo “no pasaba nada de piola”, según Oriana. Posteriormente, se desplegaban dos hojas con ambas carillas cubiertas de información del día anterior, que combinaba datos sobre interrogatorios, noticias internacionales que otros medios compartían y la descripción de casos de quiénes estaban siendo detenidos, secuestrados o liberados en Chile.

María Olivia Monckeberg (79) periodista que participó de la iniciativa, además de presidir el Consejo Metropolitano, describe la Carta como: “una acción de resistencia ante una situación totalmente anómala, para poder darle información mínima a la gente. No eran grandes reportajes, era información chica”. Pero, aunque fuera acotada o superficial, no por eso dejarían de hacerla, “no podíamos dejar de informar”, relata la periodista. 

Contaban con sólo tres máquinas de escribir y una fotocopiadora donada por organizaciones de periodistas internacionales, rememora Oriana: “Hacíamos la Carta en hojas con papel calco, de ahí sacábamos cinco copias, luego fotocopias y con esténcil también”, dice. El fin era replicar los ejemplares para dar abasto a las personas que iban a retirarlas a la sede del Colegio o para repartirlas en la calle o a la salida del metro.

Una larga fila

El alto edificio del Colegio de Periodistas se transformó en la casa matriz de la distribución de estos ejemplares. Antes de comenzar a entregar la carta solía generarse una fila que iniciaba en la puerta de la oficina principal del Consejo Nacional, ubicada en el quinto piso. Esta recorría el edificio, bajando los 20 escalones de cada piso. Según relatan sus participantes, una vez fuera, la hilera de personas continuaba por Amunátegui hasta llegar a la calle Agustinas y posteriormente chocaba con Teatinos. Si bien esta se disipaba durante la tarde, personas seguían apareciendo hasta antes del cierre de la sede.

Escalera del Colegio de Periodistas de Chile

Escalera del Colegio de Periodistas de Chile

«Nos dimos cuenta de que no teníamos capacidad para hacer tantos boletines y organizamos grupos, agrupaciones que representaran a otros, para que luego las distribuyeran y reprodujeran”, explica Jorge Andrés Richards (75), periodista y dirigente del Consejo Nacional en dictadura. De esta manera comenzó a perderse el rastro de la cantidad de copias repartidas por ejemplar. Se sabe que hubo 144 ediciones de la Carta a los Periodistas, entregadas entre 1984 y 1985, pero no cuántas copias se hicieron en total. “Por fax se empezó a mandar a regiones, a los colegas dirigentes que sobrevivían”, cuenta Oriana. En Concepción e Iquique se les sumaba información regional sobre lo que estaba ocurriendo. Dentro de las noticias podías encontrar titulares como: “Secuestran a la hija de …”, que contenía el detalle de la hora y lugar donde fue vista por última vez, qué se encontraba haciendo o hacia donde se dirigía.

No tenían financiamiento, se apoyaban en aportes de los colegas, la mensualidad del Colegio y las donaciones de otros periodistas. “Alguien trajo un gran tarro de leche nido vacío, cerrado y con un orificio en la tapa. En la parte visible del tarro se había sacado la etiqueta de leche en polvo y se le puso: “Carta a los Periodistas”, recuerda Oriana, ahí la gente que iba a recoger el ejemplar hacía su aporte voluntario. Con eso financiaban los implementos que necesitaban para reproducirla, papel, tinta y cinta para las máquinas de escribir.

Pero la ayuda no sólo se veía en lo económico. Según relata Guillermo, la colaboración de los periodistas de medios formales, que no estaban clausurados, era clave: “Nos entregaban información y antecedentes que tenían por su lado”. Oriana lo reafirma: “Los colegas nos entregaban noticias que ellos no podían publicar por la censura”. Además, por su parte, los dirigentes sociales que retiraban la Carta en la sede aprovechaban de poner al día a los redactores sobre lo que ellos estaban haciendo. Así la información venía de diversas fuentes.

Enfrentando el miedo en conjunto

Con la gran difusión, llegaron las amenazas. Sus participantes cuentan que diariamente eran perseguidos por los militares. Había amedrentamiento de diverso calibre: “Nos decían que nos cuidáramos que nos iban a sacar la mugre, pero no los pescábamos”, cuenta Jorge Andrés. “A los dirigentes nos amenazaban de muerte. A mí me tiraron gatos muertos en el antejardín con el nombre mis hijos (escrito en el cuerpo de los animales)”, relata Oriana, “no nos pasó mucho, pero era muy duro”.

“Siempre como ser humano uno tiene miedo, pero al estar juntos enfrentábamos ese miedo en grupo”, cuenta Guillermo. Como institución no sólo distribuían la Carta, sino que también organizaban manifestaciones callejeras, exigiendo la libertad de prensa. “A más de alguno lo tomaron preso alguna vez”, señala. Producto de una marcha, Guillermo estuvo detenido por cinco días. 

Las amenazas al Colegio se concretaron con el primer y único allanamiento que tuvieron durante la distribución de la Carta, el 5 de enero de 1985. Se registraron las dependencias de la oficina del consejo y les incautaron máquinas, entre ellas la fotocopiadora. Tras aquel episodio comenzaron a turnarse para cuidar el edificio, relata Guillermo. “Resguardábamos lo propio para poder continuar con nuestra tarea. Nos quedábamos toda la noche”.

El equipo de la Carta contaba con asesoría legal y de defensores de los derechos humanos. “Teníamos dos abogados, no les pagábamos ni uno, pero defendían a los periodistas que tomaban presos”, explica Oriana. Los cronistas relatan que ocurría algo “insólito” con el trato hacia la prensa por parte de las Fuerzas Armadas. Según Guillermo la tenacidad de sus abogados tenía mucho que ver. “Quizás tomaban cierto resguardo por el hecho de ser nosotros periodistas”. Al menos así se explica él que la Carta perdurara, pese a la situación de censura nacional.

En junio del año 1985, por orden del régimen, se dio por finalizado el Estado de Sitio en Chile, lo que permitió que medios que se habían visto obligados a dejar de funcionar, volvieran a hacerlo, aún bajo censura militar. Esto trajo consigo el final definitivo de la Carta a los Periodistas, María Olivia relata: “tuvimos que seguir con lo nuestro”, refiriéndose a sus trabajos paralelos a lo que hacían por la Carta, sin dejar sus puestos ni actividades dentro del Colegio.

Con fecha exacta el 28 de junio del mismo año, se publica la última edición de la iniciativa. En esta el equipo de redacción se despide de su público: “La Carta llegó a formar parte substancial de nuestras vidas en este difícil periodo, porque no solo permitió conocer y difundir aquello que otros se empeñaron en ocultar, sino que hizo posible que los principios éticos, morales y filosóficos que nos mueven en el ámbito profesional y personal tuviesen cauce para ejercerlos”, según narra este fragmento extraído de ejemplar número 144.

Ejemplar de la última Carta a los Periodistas (1985)

Ejemplar de la última Carta a los periodistas (1985)

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Sobre la autora: Lisa Parada es estudiante de quinto año de la @fcomuc. Su área de interés es el periodismo social y de investigación.

 

‘Deja de moverte, porque esto no duele tanto’: La normalización del dolor femenino en la inserción del dispositivo intrauterino

‘Deja de moverte, porque esto no duele tanto’: La normalización del dolor femenino en la inserción del dispositivo intrauterino

Hasta 2018, el dispositivo intrauterino (DIU) era el segundo anticonceptivo más utilizado por las mujeres en Chile. Según la Organización Mundial de la Salud es uno de los métodos más efectivos, con una eficacia del 99%. Sin embargo, en redes sociales aumentan los testimonios de usuarias asegurando que su inserción resultó dolorosa. Expertas afirman que el dolor de ellas es normalizado y que, probablemente por eso, no se advierte ni se ofrecen opciones analgésicas. Esta investigación revela trabas culturales e institucionales para visibilizar el dolor femenino en procedimientos ginecológicos, como la inserción del DIU.  

Por Antonia Ossandón Corral @hoodemons y Sofía Torres Meza @sofitmeza

Cuando Fernanda Medina (23) se puso por primera vez el dispositivo intrauterino a los 19 años, nadie le advirtió que la colocación dolería. Mientras estaba acostada en la camilla con los pies sobre los reposeros y las rodillas separadas, el pequeño pinchazo que le había mencionado el doctor se sintió como algo mucho peor. “Sentí como que me hubieran cortado, y me dolió muchísimo. Yo no tengo idea si fue realmente un corte, pero así lo sentí”, describió.  

Durante la consulta, el doctor no le explicó el procedimiento. “Estaba todo en silencio. Él hacía las cosas adentro, pero no sabía qué estaba haciendo. Yo pensé que me cortó (…) dentro de mi ignorancia”, cuenta. Con ese mismo silencio, Fernanda dejó la consulta sin preguntar ni hacer ningún tipo de reclamo.  

El DIU es uno de los mejores anticonceptivos de larga duración en el mercado. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), su porcentaje de efectividad alcanza el 99%, incluso como método anticonceptivo de emergencia hasta cinco días después de la relación sexual. Sin embargo, el uso del DIU ha disminuido drásticamente.  

Según la Política Nacional de Salud Sexual y Salud Reproductiva de 2018, elaborada por el Ministerio de Salud, “del total de mujeres bajo control por regulación de fertilidad en el sistema público de salud, un 53% usaba DIU de Cobre en 2005, cifra que descendió a 24% en 2015”.  

Para Mourielle Luna, matrona de la Asociación Chilena de Protección de la Familia (APROFA), los motivos por los que las mujeres no escogen el DIU son variados e influyó mucho la incorporación de nuevas opciones anticonceptivas al mercado. Pero cree que entre las causas que han visto disminuido su uso, podría estar el miedo al dolor del procedimiento. «No creo que sea el factor más importante, pero sí uno. Si esa equis saliera de la ecuación, es probable que la gente estuviese más abierta a decidir por un dispositivo intrauterino”, señala. 

Fernanda está cerca de cumplir los cinco años con el dispositivo, el periodo máximo de efectividad del DIU hormonal, y debe renovarlo. Pero volver a pasar por el procedimiento le asusta. “Pienso en ponérmelo y es como ‘no quiero, no quiero volver a sentir ese dolor’”, asegura. 

Como ella, muchas mujeres han experimentado dolor durante el procedimiento de inserción del DIU, el que -según la mayoría de los profesionales- debería ser solo una molestia. Expertas en género sostienen que la dolencia femenina ha sido sistemáticamente minimizada en la medicina, lo que se traduce en una normalización que las propias mujeres hacen de sus experiencias de dolor. Esta investigación recolecta y contrasta testimonios de usuarias y funcionarios de salud, revisa datos de artículos académicos e investigación científica, compara la normativa nacional con regulaciones extranjeras, y revela algunos reclamos ingresados a la red pública de salud por mujeres que experimentaron dolor en procedimientos ginecológicos.  

El DIU en Chile  

El dispositivo intrauterino es un método anticonceptivo reversible que se coloca dentro del útero. Es un dispositivo hecho de plástico en forma de T, cuyo tamaño llega hasta los 3,5 centímetros de alto por 3 de ancho, aproximadamente. 

De acuerdo al Manual para Proveedores de Planificación Familiar de 2022 de la OMS, existen dos tipos de DIU: el no hormonal, que tiene una duración de doce años y el hormonal, de cinco años. En ambos casos, el dispositivo hace del útero un ambiente no apto para la fertilización de ovocitos. El primero, más conocido como T de cobre, funciona por medio de la liberación de iones de cobre. Del segundo, también llamados Sistema Intrauterino Medicado (SIU), existen distintos tipos autorizados por el Instituto de Salud Pública, como el Mirena, Asertia, Levosert y Kylenna. Todos los SIU funcionan igual: liberan una hormona de progestina llamada levonorgestrel.  

Según las cifras más actualizadas del Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) en 2018, de 1.613.878 mujeres bajo el Programa de Regulación de la Fertilidad y Salud Sexual en establecimientos primarios de atención, 280.481 utilizaban un dispositivo intrauterino. Esto representa un 17,38%, convirtiéndolo en el segundo método más utilizado luego de la pastilla anticonceptiva, que alcanza un porcentaje de 31%.  

Para la matrona María Verónica Schiappacasse, profesional del área Mujeres, Derechos Sexuales y Reproductivos del Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género (SernamEG), esto se debe a que la T de cobre lleva más años en el mercado y por su costo, es el método más barato a largo plazo. Actualmente, los precios del SIU van de 120.000 a 200.000 pesos en farmacias (ver precios de referencia en la web de esta farmacia), mientras que la T de Cobre cuesta 12.000 pesos, según la web de APROFA.  

Los dispositivos intrauterinos destacan por su alta tasa de efectividad. Según el Instituto Chileno de Medicina Reproductiva (ICMER), en un artículo sobre anticoncepción de emergencia, de 200 mujeres que utilizan este dispositivo en un año, solo una queda embarazada. 

El dolor asociado a la inserción 

La inserción del DIU puede durar entre 5 y 15 minutos. La colocación consiste, primero, en la medición del útero, utilizando un delgado instrumento cilíndrico de plástico llamado histerómetro, que le indicará al profesional qué tan adentro debe introducir el dispositivo. Según el procedimiento estándar, es necesario pellizcar el cuello del cérvix con una pinza en forma de tenazas, llamada pinza Pozzi, para inmovilizar la cavidad cervical. Finalmente, el médico carga el DIU en el dispositivo de colocación y lo introduce lentamente, para luego depositarlo dentro del útero.  

“En general, cuando uno introduce un elemento extraño en la cavidad uterina, hay tres momentos en que se produce el dolor: cuando pinzas el cuello, cuando se realiza la histerometría y cuando abres el dispositivo”, asegura el ginecólogo de la Clínica Alemana, Manuel Parra. “Este dolor está descrito como un dolor de ovario fuerte y una situación que sería frecuente, pero es realmente tolerable (…) no es una situación del otro mundo”, afirma. 

Un documento preparado en 2021 por la Facultad de Salud Sexual y Reproductiva del Real Colegio de Obstetras y Ginecólogos de Inglaterra afirma que no es posible predecir con certeza si una mujer experimentará malestar durante la inserción, ya que existen mujeres que solo sienten un dolor leve o moderado. Con esto coincide el médico René Castro, profesor de Ginecología y Obstetricia de la Universidad Diego Portales y redactor de las Normas Nacionales sobre Regulación de la Fertilidad de 2006. Castro asegura que el dolor es un tema variable, donde, en su experiencia, la mayoría solamente sienten una pequeña molestia.  

“Yo ya perdí la cuenta de cuántas miles de T habré colocado en mi vida, y no recuerdo nunca grandes escenas de dolor”, asegura Castro. 

Sin embargo, nueva evidencia apunta en la dirección contraria. Este año, una investigación publicada en la revista internacional de medicina reproductiva Contraception, especializada en anticoncepción, concluyó que el dolor de este procedimiento puede llegar a 8 en un rango de 1 a 10 en la escala visual de dolor. Para este estudio, investigadores de dos universidades brasileñas les colocaron el DIU a 318 adolescentes. Dentro de este grupo, quienes más dolor experimentaron fueron las 83 participantes que nunca habían tenido un parto vaginal, de las cuales el 18,1% lo describieron como “moderado” y el 61,4% como “severo”. Los resultados fueron atribuidos a la falta de uso de anestesia local antes o durante el procedimiento. 

Francisca Cañas (22) se colocó el SIU a finales de 2021, en una clínica privada en Santiago. Reconoce que desde el principio le ofrecieron llevar a cabo la inserción con anestesia, pero frente al alto precio que esto conllevaba, decidió intentarlo por la vía estándar. De acuerdo a la doctora, sentiría solo un pinchazo. Pero no fue así.  

“Intentaba apretar la camilla, y respirar. (…) Era como tratar de luchar contra los instintos que uno tiene contra el dolor. La ginecóloga me decía como ‘No, si no duele tanto, es un pinchazo, nada más. Todos están siendo muy exagerados’”, cuenta Francisca. “Como que intentó bajarle el perfil (…) “Fue ‘abre las piernas, mete el objeto, y deja de moverte, porque esto no duele tanto’”.  

Un estudio realizado en China y publicado en The European Journal of Contraception & Reproductive Health Care en 2015 coincide con el testimonio de Francisca. Para este estudio se realizó un cuestionario a 135 mujeres que pasaron por el procedimiento y a 135 médicos que colocaron el DIU. Se concluyó que los doctores tendían a subestimar el grado de dolor experimentado por las usuarias. 

La normalización del dolor femenino 

Venus Amengual (24) decidió ponerse un SIU en la consulta de un ginecólogo particular para regular sus periodos largos, abundantes y dolorosos. Cuenta que, a pesar de la amabilidad del médico, él nunca le dijo que el procedimiento dolería. Pero sí le dolió y mucho: “Me llegué a desmayar”. 

Luego de que Venus despertara del desmayo, el doctor le informó que el dispositivo no había sido soportado por su cuerpo, por lo que fue expulsado automáticamente del útero. “El médico me dijo ‘lo vamos a insertar de nuevo’ (…) lo insertó y yo me fui a mi casa llorando”. 

De acuerdo a la ginecóloga Andrea Von Hoveling, directora de Ginecólogas Chile, una asociación que impulsa el enfoque de género en el ejercicio de la ginecología, cuando las pacientes presentan reacciones como vómitos o desmayos, se recomienda detener el procedimiento y retomar en otra sesión si es que la paciente así lo decide. Pero en la experiencia de Venus, esto no ocurrió.  

Según la abogada especialista en género y Derechos Humanos, Dayana Méndez, autora de la primera tesis doctoral sobre Derechos Humanos y violencia obstétrica en España, situaciones como estas pueden ser consideradas como violencia ginecológica. Sin embargo, en la mayoría de los casos, no existe la intención de hacer daño. “Cuando se habla de estos conceptos en el entorno médico, no caen muy bien porque asumen que cuando hablamos de violencia, estamos hablando de una intención deliberada de causar daño y es importante hacer énfasis en que no es así”, dice Méndez. “Hablamos de violencia porque hay una situación de desigualdad estructural”. 

La abogada Méndez asegura que la naturalización del dolor de las mujeres en la salud sexual y reproductiva es estructural, tanto así que ni siquiera ellas mismas tendrían conciencia de que han pasado por una situación que podría llegar a ser violencia ginecológica. Para ella, esa sería la razón por la que las mujeres tienden a no manifestarse frente al dolor. “Cómo nos vamos a quejar de lo que nunca nos han dicho que está mal, de algo que siempre nos dijeron que está bien, que es la forma correcta y que es normal”, dice. 

Para este reportaje, se presentaron numerosas solicitudes de transparencia a la Superintendencia de Salud y a todos los Centros de Salud Familiar (CESFAM) a cargo de las 52 municipalidades de las comunas de la Región Metropolitana y de las 16 capitales regionales del país, con el objetivo de llegar a denuncias de dolor en procedimientos ginecológicos En la solicitud, se pidieron todos los reclamos realizados por mujeres que incluyeran las palabras «dolor», «anticonceptivos», «dispositivo intrauterino» y/o «DIU» en su descripción. Todas las solicitudes presentadas a la Superintendencia fueron rechazadas, ya que ninguna de las palabras clave figura en su sistema de clasificación de reclamos y, por lo tanto, no podían filtrarlos y seleccionarlos.  

No obstante, sí se logró obtener información a través de las solicitudes de transparencia presentadas a las Oficinas de Reclamos y Sugerencias (OIRS) de los CESFAM. A través de estas solicitudes, fue posible acceder a 36 reclamos por dolor y/o malos tratos de parte de los funcionaros en consultas ginecológicas, entre junio y octubre de 2023. De ellos, 33 son de la RM, dos de Puerto Montt y otro de Punta Arenas. 

Por ejemplo, una usuaria de Recoleta reclamó haber sufrido dolor durante la extracción de un dispositivo intrauterino, tanto así que el procedimiento tuvo que detenerse para ser derivada a un hospital. Otra usuaria en la comuna de El Bosque manifestó haber sufrido dolor durante un tacto vaginal. Por otro lado, en la comuna de Santiago una mujer reclamó haber sido tratada de forma ofensiva por un ginecólogo, quien fue brusco al introducirle distintos instrumentos y al realizar un tacto vaginal, produciéndole mucho dolor y haciéndola sentir vulnerada.  

La abogada Méndez recalca que la normalización del dolor de parte de las mismas mujeres podría ser la causa del bajo número de reclamos. “La naturalización de malos tratos, de ese dolor, de todas estas prácticas dañinas, han llevado también a que, al considerarse esto como algo normal, no exista una vía adecuada para tratar este tipo de reclamos”, afirma. 

Frente a esta dificultad de utilizar las vías institucionales para reclamar, se ha vuelto muy común que las mujeres denuncien de manera informal, a través de redes sociales. A principios de diciembre, el hashtag #DIU en TikTok tenía más 1,7 billones de visualizaciones, donde mujeres de países como Colombia, México, Argentina y Estados Unidos cuentan su experiencia dolorosa, algunas aún en la camilla, en medio del procedimiento. Otras también mencionan la incredulidad de los profesionales: “Mi obstetra me dijo que era una drama queen”, asegura un comentario en inglés. 

Imagen 1. Comentarios en TikTok

 

@doctorsood #stitch with @lol comment to raise awareness #iud #iudinsertion #womenshealth ♬ original sound – DoctorSood, M.D.

 

@hellomerrmerr I have been having extreme health issues my doctor thinks the IUD will correct. Im hoping hes right because this experience was not super 🙌🏻 not that the doctor wasnt super. Whole staff was lovely and amazing, but holy wow. Ive had things removed from my jaw with no numbing and THIS hurt worse. I would 100% block out your day if youre having this done. #iudinsertion #iudexperience #myiudexperience #iudpain ♬ Baby Girl – Disco Lines

 

@norahexisting IUD placement should require pain management 🙌🏼 #foryoupage #chronicillness #surgery #bertolottissyndrome #iud #fypシ ♬ FTCU – Nicki Minaj

  

Descripción del texto en español: “La inserción del DIU es el peor dolor que te puedes imaginar”, “30 minutos después de la inserción del DIU. Un dolor horrible. Simplemente terrible. Horrible”; “Estoy aquí para reportar que hacerse una cirugía columna con básicamente solo Tylenol en la recuperación es menos doloroso que ponerse un DIU». 

Estos testimonios en redes sociales están incluso siendo materia de investigación. Un estudio de 2022, cuyo título en español dice “TikTok, #IUD, y la Experiencia de Usuarias con Dispositivos Intrauterinos Reportadas en Redes Sociales”, realizado por el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos, analizó 100 videos relacionados con la experiencia de usuarias de DIU, de los cuales 37,8% tenían un tono negativo y 19,4% positivo. De los 23 videos que hablaban sobre el proceso de inserción, el 80,6% tenían un tono negativo, 19,4% eran ambiguos y 96,8% destacaban el dolor asociado a la inserción o como efecto secundario. Al mismo tiempo, una cuarta parte de estos enfatizaban el deseo de algún tipo de anestesia en el procedimiento.  

Una publicación publicada por el New York Times en diciembre de 2023, titulada “Getting an IUD Hurts. Why Aren’t More Women Offered Relief?” (Ponerse un DIU duele ¿Por qué no sé le ofrece más manejo del dolor a las mujeres?), hizo referencia a este estudio, mencionando que las redes sociales están “inundadas” de mujeres compartiendo sus experiencias de dolor con la inserción del DIU.  

El uso de anestesia en Chile 

Loreto Zablah, ginecóloga de Red Salud, únicamente lleva a cabo la inserción del DIU bajo anestesia general. “Yo llevo muchos años diciéndole a mis pacientes que no pongo el dispositivo intrauterino sin anestesia”, comenta. “Si quieren ponérselo sin anestesia, les puedo recomendar a alguien, pero yo ya me cansé de verlas sufrir”. 

La inserción del DIU bajo anestesia general solo se realiza en el sistema privado. En la Clínica Alemana, el precio parte desde los 460.000 pesos, incluyendo solo la colocación y anestesia. Esto se debe a que la normativa vigente no permite ni recomienda utilizar alguna forma de anestesia en establecimientos públicos.  

Los procedimientos de manejo de la fertilidad -incluyendo la inserción del DIU- están descritos en las Normas Nacionales sobre Manejo de la Fertilidad del Ministerio de Salud, documento que ha sido modificado en tres ocasiones. La última modificación es de 2018.   

En la sección del dispositivo intrauterino, solo se menciona el dolor como un posible efecto secundario, pero no durante la inserción. Dice que en caso de que la mujer consulte sobre el dolor después del procedimiento, se pueden administrar “analgésicos no esteroidales, como ibuprofeno, paracetamol o naproxeno”. La norma también indica que se debe guiar a la paciente durante todo el procedimiento, instando a nunca ocupar fuerza durante la inserción. Si se presentan dificultades para dejar entrar el dispositivo, el especialista debe detenerse por completo. 

La anestesia no solo no está recomendada en las normas del Ministerio de Salud, sino que incluso, está prohibida. La Ley 20.533 de 2011 modificó el Artículo 117 del Código Sanitario, estableciendo que las matronas no pueden usar técnicas quirúrgicas, dejando fuera la aplicación de anestesia inyectable en la inserción de DIU. Las matronas son las que comúnmente realizan este procedimiento en el sistema público de salud. 

Respecto a la información que deben tener las pacientes para decidir su salud reproductiva, en 2010 se promulgó la Ley 20.418 sobre información, orientación y prestaciones en materia de regulación de la fertilidad, estipulando que al paciente se le debe informar de las consecuencias no buscadas de cualquier método de regulación de la fertilidad. Por otro lado, la Ley 20.584 que establece los Derechos y Deberes del Paciente, señala que toda persona tiene derecho a estar informada “de las alternativas de tratamiento disponibles para su recuperación y de los riesgos que ello pueda representar”. 

Consultada al respecto, Andrea Von Hoveling asegura que informarles a las usuarias del al dolor durante la inserción es fundamental. “Cuando tú firmas un consentimiento informado –que para este procedimiento debería firmarse- tú estás dando fe de un procedimiento verbal, y en el procedimiento verbal, tú explicaste las implicancias, las complicaciones, y el dolor intenso se considera una complicación”, asegura. 

Por otro lado, el ginecólogo René Castro, redactor de las primeras Normas Nacionales sobre Regulación de la Fertilidad en 2006, asegura que el dolor durante el procedimiento de inserción “no es tema, nunca ha sido tema. Puede ser molestosa la inserción, sí, pero solo molestosa”. Al mismo tiempo, menciona que no hay suficiente evidencia científica para regular el manejo del dolor durante la inserción. “Nosotros en medicina tenemos un concepto muy instalado: ‘las buenas prácticas, basadas en evidencia’”, dice. “O sea, haga lo que se ha demostrado que sirve”. 

De acuerdo a la ginecóloga Loreto Zablah, la inserción bajo anestesia completa requiere de muchas cosas, siendo las más básicas y costosas, el pabellón y la atención de un anestesista. Para Von Hoveling, esta sería una de las principales barreras. “No se podría ofrecer universalmente la inserción bajo anestesia por un tema de contención de costos y logística”, afirma. Aparte de este método, estudios científicos indican que la anestesia local de lidocaína en forma tópica e inyectable también sirve. Sin embargo, no hay un consenso sobre cuál sería la más efectiva para este procedimiento. 

Por su parte, el ginecólogo Guillermo Galán, quien participó en la redacción de las tres versiones de las normas, menciona que “la evidencia no muestra que haya una real diferencia entre los distintos sistemas y no hay una disminución importante de dolor”. Igualmente, se muestra abierto a una solución. “La causa del dolor es por una acción médica, no es por una acción de la naturaleza. Entonces mitigar este dolor, por supuesto que sería un muy buen objetivo de tal manera de evitarle una molestia a mucha gente”. 

Actualmente, no existe un procedimiento estandarizado en cuanto al manejo del dolor replicado internacionalmente. Sin embargo, diferentes asociaciones como la Asociación Americana de Obstetricia y Ginecología (ACOG) en Estados Unidos y la Fundación Marie Stopes de México, una organización líder en salud reproductiva, recomiendan aplicar lidocaína inyectable en el cuello del cérvix para manejar el dolor del procedimiento. De la misma manera, en 2021, el gobierno de Reino Unido reconoció el dolor que sufren ciertas usuarias en una declaración oficial del Real Colegio de Obstetras y Ginecólogos, y estipuló la obligación de informarles sobre las distintas opciones de anestesia, pudiendo optar entre anestésicos farmacológicos orales, tópicos o inyectables.  

Reconocer una necesidad 

El reconocimiento del dolor de las mujeres en procedimientos ginecológicos tiene aún un largo camino que recorrer.  

“Hay una idea interiorizada y normalizada porque se ha hecho así siempre, de que esto duele y tiene que doler. En realidad, no hay una justificación (…) Hay que romper un montón de barreras ideológicas, sociales, culturales, médicas, científicas, para que empecemos a hablar de esto», afirma Dayana Méndez, abogada especialista en género.  

“Aquí no pasa porque los centros de salud no compren lidocaína u otro anestésico, sino porque las personas que hacen el procedimiento reconozcan que vale la pena usar algún analgésico o un anestésico”, señala el médico especialista en políticas públicas de la Universidad Católica, Diego García-Huidobro. “No está dentro de la cultura local. No es algo que esté valorado como algo que se debiera de hacer”. Pensando en esto, considera que, de crearse una regulación del uso de anestésicos locales, sí existirían los recursos para capacitar a los profesionales y abastecer a los servicios de salud primarios.  

Desde el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género aseguran, vía correo electrónico, que eventualmente se podría regularizar su uso para mujeres que, por ejemplo, tengan antecedentes de violencia sexual, sean menores de edad u otros casos específicos. Sin embargo, destacan que la regularización a gran escala podría “agregar riesgos innecesarios a un procedimiento ambulatorio, vinculados al uso de anestesia en cualquier procedimiento médico. Además, aumentaría excesivamente los costos del procedimiento, generando una brecha de acceso muy grande”.  

El área de Mujeres, Derechos Sexuales y Reproductivos de SernamEG concuerda con el ministerio, pero asegura que es importante generar políticas públicas desde una perspectiva de género, que tomen en cuenta la experiencia de las mujeres, así como el dolor en procedimientos ginecológicos como la inserción de DIU, especialmente en leyes que traten la violencia gineco-obstétrica. “Si una mujer va a su control ginecológico para ponerse un DIU y tú no respetas a esa mujer que te está diciendo que le duele y sigues el procedimiento, estás ejerciendo violencia ginecológica”, dice la matrona María Verónica Schiappacasse. “Eso debería estar penado por la ley. Hoy día no lo está, solamente existen estas normas”.  

*Este reportaje fue realizado por las estudiantes Sofía Torres y Antonia Ossandón, en la sección de la profesora Catalina Gaete del curso Taller de Periodismo Avanzado de la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile. 

Cuando fue Venezuela la que abrió las puertas a Chile

Cuando fue Venezuela la que abrió las puertas a Chile

Chile ha sido uno de los países que ha recibido más venezolanos por la crisis política y social que atraviesa el territorio: cerca de 450 mil. En cambio, 50 años atrás, durante la dictadura, Venezuela fue el país latinoamericano de resguardo para un mayor número de chilenos. Cuatro exiliados cuentan su relación con el país que los acogió cuando más lo necesitaban.

Por Ricardo Ramírez  @ricardo3r04

Edición de Raúl Esteban Santos @raul_stebn 

La distancia entre Santiago y Caracas, capitales de Chile y Venezuela, es de cinco mil kilómetros o nueve horas y media de viaje en avión. Sin embargo, el tiempo y la distancia solo son un número al ser preso político. “En febrero de 1975 me ordenan subir a un avión de Iberia. No sabíamos el destino y tampoco si nos iban a matar. Al llegar, recién supe que estaba en Venezuela”, afirma Juan Ruilova (76), uno de los 80.000 exiliados que recibió este país durante la dictadura de Augusto Pinochet. Juan Ruilova estudió Ingeniería en Construcción Naval en la extinta Universidad Técnica de Valdivia. En su época de estudiante se afilió al Partido Comunista, para luego ser docente en la Universidad Técnica de Santiago (actual USACH). Formó parte del cuerpo de seguridad de Salvador Allende desde que este se perfilaba como candidato político por la Unidad Popular.

Juan Ruilova en el extremo derecho de la imagen, subiendo al avión de Iberia el día que salió de Chile rumbo a Venezuela. Fuente: Juan Ruilova

 

 

 

 

En la madrugada del 11 de septiembre de 1973, según recuerda Ruilova, una unidad de la Infantería de Marina atacó la radio de la Universidad Técnica de Santiago, con el objetivo de evitar que Allende se dirigiera al pueblo para llamar a un plebiscito en el que se sabría si se quería que el mandatario continuara en sus labores. Ruilova acudió a la radio por orden del subsecretario del Interior, Daniel Vergara.

Alrededor de las once de la mañana, tres unidades militares lo rodearon junto a sus compañeros en la entrada de Villa Portales, Quinta Normal. Ahí fue detenido y trasladado al Estadio Chile. “Era una irracionalidad absoluta, un odio increíble. Los militares nos golpeaban sin descanso”, recuerda. 

Esa misma noche, le llamó la atención que el único embajador que se acercó para pedir por el bienestar de sus ciudadanos fue el venezolano, José Tovar. “En una ida al baño reconocí a un amigo venezolano, Mariano Rodríguez, un guerrillero de izquierda. Le pasé su nombre al embajador venezolano, un político conservador, y a pesar del distinto color político, cumplió su función y lo rescató”, reconoce Ruilova.

Él fue trasladado a otros cuatro centros de tortura durante el siguiente año y medio, hasta que un día cualquiera lo subieron a un vuelo con destino a Caracas. Allí, se enteró de la política migratoria abierta del Presidente de turno, Carlos Andrés Pérez. Durante los siguientes cuatro años trabajaría como docente en la Universidad Central de Venezuela.

Nunca abandonó su vinculación política, formando parte de la fundación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. En 1979, viajó de forma clandestina a Nicaragua para luchar como sandinista ante la dictadura de Anastasio Somoza (hijo), se hizo amigo de Fidel Castro, e incluso ingresó clandestinamente a Chile por Argentina para participar en el área de logística en el atentado del 7 de septiembre de 1986 contra Pinochet. “Yo estaba convencido de matarlo, era un acto de justicia política”, afirma Ruilova.

Luego de aquel intento fallido, volvió a Venezuela, y permaneció haciendo clases, participando de proyectos en la empresa petrolera estatal e incluso vinculándose con el Gobierno de Hugo Chávez en sus primeros años. En junio de este año volvió a Chile -ya de forma legal- con la intención de quedarse.

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Sergio Bitar (82), quien fuera ministro de Minería en 1973 (y más tarde, parte del gabinete de Ricardo Lagos y del primer mandato de Michelle Bachelet), luego del Golpe del 73´ fue llevado preso a Isla Dawson. Tras 14 meses, partió exiliado a Estados Unidos, donde formó parte de un equipo de investigación en Harvard. Por lo que él mismo cuenta, debido al atentado contra el ex embajador chileno, Orlando Letelier, en Washington, en 1976 abandonó el país por su temor a ser el siguiente en la lista de ataques de la dictadura chilena.

Gracias al auge económico de Venezuela, se radicó en aquel país y creó una empresa textil que dirigió junto a su esposa, María Eugenia Hirmas: “Yo no sabía de ese rubro, pero íbamos con buen capital y la economía venezolana nos favorecía. Nos fue muy bien”, afirma Bitar. 

En 1975, en la localidad venezolana de “Colonia Tovar”, él asegura que reunió por primera vez a todos los políticos opositores a Pinochet que estaban exiliados en aquel país. En julio de aquel año, varios dirigentes de los partidos democráticos chilenos, desde el centro hasta la izquierda, reflexionaron en conjunto sobre sus responsabilidades en lo acontecido y se orientaron en un futuro común “por la liberación de Chile”, como se afirma en la declaración firmada por todos ellos. Michelle Bachelet llegó a comentar lo siguiente acerca de aquella reunión: “sería el germen de la coalición política más exitosa de la historia política chilena: la Concertación de Partidos por la Democracia”.

Reunión de partidos opositores en Venezuela. Fuente: Sergio Bitar

 

Ya en 1985, Sergio Bitar volvió a Chile para continuar con su carrera política. 

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Yenny Miranda (66), hija de Sergio Miranda (89) -miembro de la Sinfónica de Chile y músico reconocido de izquierda-, vivió los meses posteriores al Golpe del 73´ escondiéndose de la Dirección de Inteligencia Nacional. A sus escasos 15 años, debía viajar en tren todas las semanas a Osorno desde Santiago para constatar la salud de su abuela, detenida en la cárcel de mujeres. Nunca decía su nombre y trataba de no hacerse notar, pues su madre estaba en las listas de búsqueda y captura por considerar que la familia encubrió la salida de un guerrillero de Chile.

“Un día que fui a visitar a mi abuela accedo a su expediente. Veo que buscaban a mi mamá y que la dirección de nuestra casa estaba incorrecta. Decía: ‘San Alfonso 986’ y nuestra casa era San Alfonso 869, por eso, por más que requisaban la cuadra, nunca dieron con nosotros”, asegura Miranda.

Yenny Miranda en el sofá de su casa en Chile durante la entrevista realizada para este reportaje el día 4 de julio de 2023. Imagen propia.

Su padre fue el primero en abandonar Chile a finales de 1973, y luego de una escala en Bolivia, llegó a Venezuela. Año y medio más tarde, arribaron sus hijos (Yenny y sus tres hermanos), mientras la esposa se encontraba detenida. “En Venezuela, el episcopado nos ayudó mucho. Enviaban cartas constantemente pidiendo por la liberación de mi madre y abuela, lográndolo para 1976”, recuerda Miranda.

En Venezuela, su padre inauguró la primera sinfónica juvenil del país y se estableció como músico hasta 1990, año en que retornó a Chile. Mientras tanto, Yenny decidió hacer su vida en Venezuela trabajando en el Ministerio Público de Caracas. A finales de 2022, regresó a Chile para cuidar de sus padres.

 

 

 

 

 

 

¿Por qué Venezuela?

Hasta hace diez años, previo al mandato de Nicolás Maduro, Venezuela se había caracterizado por ser un país con un alto número de inmigrantes. Según la Organización de las Naciones Unidas, en 2020 permanecían 1.324.193 extranjeros en ese país, a pesar de la crisis política que sumergía al territorio. Para esa misma fecha, el número de inmigrantes chilenos en el país caribeño era de 14.390.

Según datos del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Venezuela fue el país de América Latina que acogió mayor cantidad de exiliados en la dictadura. Hasta 1984 se establecieron alrededor de 80 mil chilenos, y para la vuelta a la democracia, en 1990, se estima que esa cifra superó los 100 mil, casi la mitad de la cantidad total de exiliados chilenos en el resto del mundo, cerca de 200 mil.

El Presidente venezolano de turno, Carlos Andrés Pérez (1974-1979), tuvo una política migratoria abierta, teniendo en cuenta el convenio de reciprocidad de asilo diplomático entre Chile y Venezuela de 1954. 

Cristina Bastidas es venezolana e hija de exiliados chilenos. Volvió al país de sus padres en 2011 para ejercer sus labores como periodista. Relata que en 1973 políticos venezolanos arribaron a territorio austral para sacar a profesionales chilenos de los centros de detención: “Venezuela entregó dinero y estrategias para que Chile saliera de la dictadura, además de que le ofreció trabajo a mucha gente, entre ellos, mi familia, que, aunque no salieron arrancando, igual fueron exiliados”.

Según el diario venezolano, “El Nacional”, esta fue una política de apertura que se remonta a los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial. Por la crisis económica que supuso tal enfrentamiento bélico, entre 1948 y 1961 ingresaron a Venezuela 920 mil inmigrantes (entre el 14% y 18% de población de la época), principalmente españoles, italianos y portugueses.

Precisamente, la segunda causa del aumento de la migración chilena y global hacia territorio venezolano se entiende por el auge económico que vivía este país. En 1956, gobernó en Venezuela el presidente militar Marcos Pérez Jiménez, época en que la moneda de aquel territorio, el bolívar, tuvo más valor que el dólar americano y en que el Producto Interno Bruto (PIB) se elevó un 60% por encima del de Estados Unidos. Por esto, el 28 de febrero de 1955, la revista estadounidense “Time”, nombró a Pérez Jiménez “Hombre del año”.

Ilustración de Marcos Pérez Jiménez en la portada de la revista Time del 28 de febrero de 1955. Fuente: Archivo Revista Time.

Con una economía boyante, el 1 de enero de 1976, Carlos Andrés Pérez nacionalizó el petróleo. “Antes de la nacionalización del oro negro [el petróleo], el barril costaba tres dólares. Inmediatamente subió a 15 dólares y no paró de elevarse”, señala Manuel Hidalgo, economista de profesión y coordinador en la Comisión Nacional de Inmigrantes en Chile. Además, agrega que, sin contar a Chile, Venezuela fue el primer país de la región en adoptar una reforma neoliberal, modelo que recién llegó en la década de 1990 al resto de Latinoamérica.

Claudia Fedora (2019), historiadora y autora en 2019 de la investigación Exiliados políticos chilenos y migración económica en la Venezuela de los setenta, complementa que en dictadura “había que sumarle al ambiente pesado y miedo internalizado normal de una crisis humanitaria, la cantidad de profesionales chilenos preparados que no podían trabajar por las pocas oportunidades que ofrecía Chile. Si estaba la posibilidad de escapar de la represión e irse a la ‘Venezuela Saudita’ [por el dominio petrolero de aquel país en ese momento] con trabajo, había que aprovechar”.

Ese fue el caso de Jorge Rigó (70), músico chileno que se codeó con otros cantantes que hicieron su carrera en Venezuela, como Ricardo Montaner (argentino) u Olga Tañón (puertorriqueña). Rigó llegó en 1979 y encontró en las teleseries venezolanas de los 80´ su vía para consolidarse en aquel territorio. Grabó el tema “Sola”, pieza principal de “Las Amazonas”, así como “No renunciaré”, canción oficial de “El Sol sale para todos”. Con nietos venezolanos, Jorge volvió a Chile en 2017 por la crisis que enfrenta el país caribeño.

“Una lástima ver el daño que hizo la clase política, ver un país tan polarizado. Un territorio rico en petróleo, oro, clima tropical y gente alegre. Era un paraíso”, recuerda con nostalgia Rigó.

Jorge Rigó. Fuente: La Redacción Diario Social

 

La migración cíclica entre Chile y Venezuela

Hace 180 años, quien es considerado el más grande humanista de Iberoamérica y padre de la patria de Venezuela, Andrés Bello, fue el primer rector de la Universidad de Chile, además de ser el principal redactor del Código Civil, promulgado en 1855.

Un siglo más tarde, a finales de la década de 1950, Venezuela vivía una época complicada en la política. El 23 de enero de 1958, el presidente Marcos Pérez Jiménez fue derrocado por un golpe de Estado. Considerado como un régimen autoritario, su caída provocó la conformación de una Junta de Gobierno que duró un año. De vuelta en democracia, asumió en 1959, Rómulo Betancourt, con un discurso de poca tolerancia hacia el Partido Comunista, obligando durante los siguientes diez años a militantes de izquierda a tomar otros rumbos, entre esos, Chile.

“Entre 1970 y 1971, llegaron estudiantes de izquierda de la Universidad Central de Venezuela a Chile. Algunos, incluso perseguidos, aunque no era el mismo tipo de asedio para matar, como ocurriría años más tarde acá (…) Cuando yo llego exiliada a Venezuela en el 75 ́, son esos mismos venezolanos quienes nos reciben en sus casas, en forma de agradecimiento”, recuerda Yenny Miranda.

Lo que no pudieron prever los venezolanos es que a finales de siglo ellos se convertirían en migrantes en tierras chilenas. El 2 de febrero de 1999, asume como presidente en Venezuela, Hugo Chávez, militar y guerrillero de izquierda, quien el 4 de febrero de 1992 había fracasado en intentar derrocar al mandatario de aquel momento, Carlos Andrés Pérez, en su segundo período. 

Chile fue uno de los principales destinos, ya que muchos de los nuevos migrantes tenían algún lazo directo con este territorio: era el reencuentro de familias separadas por la dictadura. No obstante, el grueso de personas que llegaron eran profesionales pertenecientes a la élite venezolana.

“La primera oleada era de un nivel socioeconómico y profesional muy alto. Mayor al común chileno. Eran empresarios que venían a realizar negocios. En muchos de los casos usaron a Chile como un trampolín para luego establecerse en países desarrollados como Estados Unidos”, establece Gonzalo Castillo, abogado migratorio de la Universidad de Chile, especializado en el éxodo venezolano.

Castillo agrega que la segunda oleada se da en la década de 2010 y aumenta con la llegada de Maduro al poder, en 2013. “Son profesionales que representan la clase media venezolana. Médicos, ingenieros, abogados, con un nivel de cultura más alto que el promedio chileno. Venían muy preparados, por eso eran bien valorados”. 

La tercera y última oleada, comienza en 2019. “Estos migrantes son personas que no podían mantenerse en su país, por eso llegan por pasos fronterizos en situaciones deplorables. Su nivel de estudios baja, y lamentablemente se condice con una población violenta. Los chilenos no estaban acostumbrados a ese comportamiento del visitante, de ahí el cambio de paradigma hacia el venezolano”, añade Castillo.

Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), más de siete millones de venezolanos han abandonado su país. De ellos, según las estimaciones del Servicio Nacional de Migraciones de diciembre de 2021, 444.423 estaban en Chile. Para Manuel Hidalgo esa cifra no es precisa. Y considera que solamente llegaría a 400 mil.

Gonzalo Castillo estima que la comunidad llegó a su peak -de 550 mil personas- en 2019. Aunque por la pandemia y el deterioro económico de Chile, ese número ha disminuido, Chile sigue siendo el hogar de miles de migrantes venezolanos que han encontrado en este territorio una nación que los ha acogido.

Castillo asegura que “las cifras nunca serán exactas, hay que considerar a las personas que entran por pasos fronterizos no regulares, o quienes están de paso en Chile para continuar su camino”. 

Medio siglo después, la memoria histórica recuerda que ambos países pueden estar más cerca que esos cinco mil kilómetros que separan sus territorios. 

Centro cultural “El Trolley”: Contracultura a pulso

Centro cultural “El Trolley”: Contracultura a pulso

Diez años después del golpe de Estado, la necesidad de los artistas chilenos de crear y expresarse era urgente. Como resultado, nació el centro cultural El Trolley, que en los años ochenta se convertiría rápidamente en el epicentro de las artes en Santiago. Refugio para artistas y músicos, este espacio desafió la censura y la represión y dejó un legado en la historia que sus testigos hoy recuerdan. 

Por: Carolina Silva Brousset @carolina.silvab

Edición por: José Gubbins Correa @josejo.se

Tiñeron su pelo, pintaron sus ojos y se vistieron completamente de negro. Estaban de luto por el país. El dramaturgo Ramón Griffero, la actriz Carmen Pelissier y el actor Eugenio Morales subieron al escenario, cada uno con un televisor en sus hombros, en el cual rodaba una grabación de Augusto Pinochet. Era un registro antiguo de Pinochet dando un discurso a la ciudadanía chilena que utilizaron para efectos de la performance.  De repente, sonó la canción Only you can make the world go round, de The Platters y los intérpretes comenzaron a bailar y a besar la figura del dictador a través de la pantalla.

El acto dejó a la audiencia sorprendida y un silencio absoluto inundó el oscuro galpón. Después de unos minutos empezó el evento principal, la fiesta llamada “Esperando 1984” en El Trolley. 

En los últimos días de diciembre de 1983, justamente hace 40 años, y en plena dictadura militar, Ramón Griffero, uno de los dramaturgos y directores teatrales más destacados del país, difundió junto a sus compañeros un afiche invitando a la fiesta de Año Nuevo “Esperando 1984” en El Trolley. El gigantesco y lúgubre galpón, situado en la calle San Martín 841 y construido en 1917 con madera de pino oregón, era capaz de recibir a 700 personas. 

 

Ticket de entrada a la mítica fiesta «Esperando 1984» en El Trolley

 

Abierto en 1983, su programación prometía teatro, rock y performance, ilusiones atractivas para la acotada carta de opciones de la época. El único indicio de que esta fiesta no era como las demás era la imagen del expresidente Pedro Aguirre Cerda, del Partido Radical, señal de la diferencia política entre quienes controlaban al país y los integrantes de El Trolley. Este evento marcaría el inicio de una renovación cultural en la clandestinidad.

“No nos iban a arrebatar nuestra juventud. Había dictadura, pero nosotros seguíamos viviendo, festejando, resistiendo y denunciando lo que sucedía”, recuerda Griffero sobre sus convicciones de aquella época.

Ramón Griffero

 

En 1973, Griffero estudiaba sociología en la Universidad de Chile y pertenecía al Frente de Estudiantes Revolucionario, un grupo creado desde el MIR para ampliar su lucha política al ámbito estudiantil. Luego del golpe, se vio obligado a abandonar el país como refugiado y se trasladó a Londres, donde siguió con sus estudios. Luego pasó por París para estudiar cine y finalmente se estableció en Bélgica donde estudió y se decantó por el teatro. En 1983, volvió a Chile con un objetivo en mente: “hacer arte de resistencia”, dice.  

Al mismo tiempo, el cineasta Pablo Lavín, recién llegado de Londres, buscaba un lugar en Santiago que sirviera como escenario para celebraciones y exhibiciones artísticas. Fue entonces cuando encontró un galpón en desuso que antes había sido sede del sindicato de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado. En su honor, lo nombraron El Trolley. 

Ese mismo año, los actores Carmen Pelissier y Eugenio Morales buscaban un director para su obra teatral. Hablaron con Gustavo Meza y él les dijo: “Hay un cabro que viene llegando de Bélgica, yo creo que él los puede dirigir”. Se refería a Ramón Griffero. Lo llamaron por teléfono, se reunieron y Griffero los terminó persuadiendo de montar su propia obra: Historia de un Galpón Abandonado. “Ramón nos convenció en dos minutos”, recuerda Pelissier. 

Afiche de la obra «Historias de un Galpón Abandonado»

Juntos se embarcaron en este proyecto. En pleno centro de Santiago, El Trolley, liderado por Griffero, Pelissier, Lavín, Morales y un contador, cobró vida. Ubicado en un sector marginal, colindaba con una casa de prostitución, una central de la Policía de Investigaciones y la cárcel pública, que funcionaba como centro de detención de presos políticos. 

Dentro del galpón, hombres y mujeres se paseaban con atuendos extravagantes; ropa de cuero, suspensores, telas con brillos y jardineras. Algunos iban sin polera, con maquillaje y ojos delineados. El Trolley se convirtió en uno de los primeros lugares donde travestis y punks podían caminar libremente. Se transformó en un hogar seguro para artistas que querían tener la libertad de vestirse de manera excéntrica, decir y reunirse de la forma que quisieran, a través de obras de teatro y música. Además, se celebraban fiestas icónicas, volviéndose uno de los pocos sitios de entretención para sus asistentes.

Al volver, Griffero se encontró con un país gris, dice. Se percató del “apagón cultural” que quería hacer la Junta Militar y quiso contrarrestarlo con el arte. “En el arte enunciamos los anhelos, los construimos. Era hacer realidad cosas que no se pueden en la realidad concreta”, dice. 

Sergio Durán, en su libro “Ríe cuando todos están tristes. El entretenimiento televisivo bajo la dictadura de Pinochet, se refiere a esta “realidad concreta” de la época, a este “apagón cultural” que evidenció Griffero, cuando las autoridades optaron por cautivar a los chilenos a través de la cultura de masas. Según él, se alimentó la sed por entretención de la población con la “cultura huachaca” y programas televisivos vacíos en su contenido o de carácter banal, como El Festival de la Una, el Jappening con Ja y Sábado Gigante.   

 

Fiestas, Música y Teatro

Para financiar El Trolley, sus fundadores organizaron lo que se conocieron como “míticas fiestas”. Los asistentes se desbandaban tomando y bailando, pero ellos debían mantener la compostura, protegiendo el espacio y asegurándose de que no se pasaran los límites permitidos.

Las personas bailaban y conversaban, comprando trago y esperando expectantes a que pasaran cosas. En los baños, algunos tenían sexo y otros aspiraban cocaína. En el escenario, los artistas se lanzaban desde un cordel y volaban por los aires, apareciendo repentinamente en medio de la multitud para hacer una performance. Uno de esos días, inesperadamente, Carmen Pelissier bajó de las escaleras vestida como Marilyn Monroe, con peluca amarilla y un vestido baby doll blanco, cantando My Heart Belongs to Daddy. “Toda la noche pasaban cosas. Todo el mundo iba a carretear, a lo que viniera”, cuenta Pelissier.

      

Algunos actores se ponían en la puerta cortando tickets, trabajaban en la barra sirviendo cerveza y vino a temperatura ambiente y otros hacían de guardaespaldas, para evitar una avalancha de personas intentando entrar al galpón. Los precios de las entradas iban desde los $100 hasta $200 de la época, lo que hoy en día serían entre $1.800 y $3.650.

La encargada de las finanzas, que tenía que ideárselas y obtener el dinero para la siguiente producción teatral, era la actriz y contadora Lina Boitano. La primera producción que tuvo a su cargo fue “99 La Morgue”, una obra que hablaba directamente de los detenidos desaparecidos y mostraba a Chile como una morgue. El financiamiento para esta obra, cuenta Boitano, fue muy difícil de conseguir: “En esos tiempos no existían recursos estatales para hacer algo artístico, siempre eran propios o de algún particular que pudiera aportar”, explica la contadora. Cada vez que hacían una fiesta o función, Boitano restaba del total recaudado un monto para la siguiente obra. 

En los ojos de San Martín 841 

Chilenos de todos los estratos sociales se veían seducidos por lo que El Trolley tenía para ofrecer. Guillermo Raurich era uno de los que no encajaba en el molde. Alumno del Colegio Sagrados Corazones de Manquehue e integrante del club de Rugby Cóndores, no conocía realidades más abajo de Avenida Matta. “Me tocó una situación muy privilegiada en los años ochenta. Vivíamos en un mundo Bilz y Pap y por eso para mí fue un estallido, nunca había estado en un lugar así», recuerda. 

Como estudiante de diseño, Raurich se interesó en la peculiaridad artística de El Trolley y de Matucana 19, un antiguo garaje mecánico que también se convirtió en un centro de resistencia cultural en dictadura, donde trabajó como parte de los escenógrafos. Los otros integrantes del club de rugby ya lo habían nombrado como “el chico comunista”, pero no era algo que le afectara. Es más, estaba decidido a que sus compañeros conocieran el lado B de su vida, por eso un día los invitó a una noche de fiesta. “Les regalé tickets a los Cóndores, vinieron en auto y esa noche los metieron a todos presos y estuvieron toda la noche en el calabozo. Al otro día teníamos partido”, recuerda entre risas Guillermo. 

La música y el teatro eran los órganos palpitantes del Trolley, traían el galpón a la vida. En él tocaban grupos emergentes, como Los Prisioneros, UPA! y Bandhada. También se presentaban fuertes y crudas obras de teatro. 

Becado en el Conservatorio de la Facultad de Artes desde temprana edad, Juan Cordech creció con una pasión por la percusión. Después de un intercambio en una prestigiosa escuela de música clásica en Cleveland, Ohio, Estados Unidos, Cordech se encontró con un Chile de mucha “agitación musical”, como dice, producida por la represión. Unirse a ellos era lo único que quería. 

Alrededor de 1982 se convirtió en el baterista de Bandhada, una banda musical pionera del género jazz-rock en Chile. El Trolley, en palabras de Juan, era un “desorden ordenado”, en el que sentían una especial conexión con el público. “Era súper cariñoso. Había una retroalimentación potente de la gente, el público, con lo que estábamos viviendo. Era una efervescencia por consumir música chilena”, relata Cordech.

Desde los primeros días del galpón, se consolidó la compañía “Teatro de Fin de Siglo”, liderada por Griffero, que presentó su trilogía de obras: Historia de un Galpón Abandonado (1984), Cinema Utoppia (1985) y 99 La Morgue (1984-1987). En la última, como fue mencionado, se hablaba directamente de los detenidos desaparecidos y mostraba a Chile como una morgue, algo que pocos se atrevían a hacer.  Fue entonces cuando se comenzaron a ver más automóviles de la CNI por el sector. 

Andrea Lihn, una joven actriz en aquellos años, pololeaba con el cineasta y fundador de El Trolley, Pablo Lavín. Él la introdujo a este mundo y la primera vez que entró al galpón, supo que era lo que estaba buscando. “En ese momento era todo lo que yo quería. Todo lo que me imaginaba que podía hacer como actriz, en este lugar abandonado. La invasión a este galpón me parecía interesante”, cuenta. 

Mientras se preparaban para una función de Historia de un Galpón Abandonado, se encontraron con El Trolley completamente inundado, las vestimentas de los actores flotaban en el suelo. Lihn, quien interpretaba a “La Obesa”, usaba un traje lleno de esponjas para similar un sobrepeso. Se pusieron las ropas empapadas y salieron a actuar. “Lo que nos ocurría lo solucionábamos. Éramos increíbles”, cuenta. 

   

Otra actriz dentro del especial repertorio de Griffero fue Verónica García Huidobro. En 1985, debutó en El Trolley como Mariana en el montaje “Cinema-Utoppia”, obra que trata dos realidades en paralelo: la de un grupo de espectadores que asiste a ver una película en el Teatro de Valencia en 1946 y la historia que se desarrolla en la película. Se tocan temas como la drogadicción, el exilio y el sexo.

García Huidobro cuenta que había un lado muy hermoso de El Trolley. Para ella, trabajar como un colectivo y entregarle una pieza especial al público, nunca antes vista, era gratificante. Sin embargo, el espacio no estuvo exento de dificultades. “Estaban todos los problemas de intentar hacer cultura antisistema, a pulso, sin nada de sueldo ni plata para producir o pagar. Es muy impresionante haber logrado algo tan visible, con tan pocos medios y tantas dificultades”, afirma la actriz. 

La renovación teatral venía de la mano con los costos. Este teatro experimental era algo que no se había probado antes, con ideas y metáforas complicadas, tanto para el actor como para el público. Herbert Jonkers, escenógrafo belga y mano derecha de Ramón hasta su fallecimiento en 1982, exploró nuevas propuestas escenográficas y de iluminación que revitalizaron el teatro contemporáneo. Así, la trilogía de obras antes mencionada fue escrita especialmente para ser presentada en un espacio como El Trolley, el único lugar que se ajustaba a las exigencias escenográficas de la función.

Los actores se sentían atraídos por este nuevo lenguaje y mecanismos escénicos, pero existía una tensión artística y muchos luchaban por entender lo que estaban haciendo. “Era un ambiente muy paranoico, exigente, bien cuestionador y desafiante”, rememora García Huidobro. “Si tú querías ver algo distinto, diferente, tenías que ir al Trolley o no lo verías en ninguna otra parte”, agrega Griffero. Muchos iban impulsados por la curiosidad, otros por el miedo. Pero todos querían presenciar esa explosión de creatividad.

Riesgos de la Contracultura

La represión impulsó la creatividad y el ingenio de los artistas. “En El Trolley podía manifestarse el alma verdadera que afuera estaba reprimida, censurada. Era otra casa, tenías la misma libertad que tenías en tu pieza”, afirma Griffero.

“Configuró, desde cualquier punto de vista cultural, un espacio de resistencia. Pero no solo política, también de género, de una opción distinta de vestirse, de querer escuchar otra música o de querer conectarse con el planeta”, reflexiona García Huidobro sobre cómo El Trolley se convirtió en un espacio de renovación en todos los sentidos. 

Para Carmen Pelissier era una cosa de sobrevivencia. Cada personaje que interpretó lo “vivió deliciosamente”. Para ella, El Trolley se convirtió en un espacio de creación, intensidad y peligro. “El miedo convivía junto con esta pasión orgásmica de la creatividad”, afirma la actriz.

Verónica García Huidobro recuerda que en los últimos años de El Trolley comenzó a sentir que la situación se estaba volviendo más agresiva, pero la idea de vivir sin el teatro era insostenible. “He tenido muchos momentos de la vida en que lo único que me ha levantado ha sido el teatro. Si yo no tuviera conmigo esa vocación, no sé si estaría viva”, confiesa. 

Había un enemigo en común que los unía. La adrenalina y el idealismo hacían que algunos no sintieran temor, y Lina Boitano, contadora de El Trolley, era una de ellas. Había muchas ansias de poder expresar y decir lo que no se podía decir públicamente, tanto así que el miedo pasaba desapercibido. Sin embargo, sí sintió terror en el Festival de Teatro de Córdoba en 1986, Argentina, durante una gira de la obra “Cinema Utoppia”. Boitano cuenta que, en plena dictadura, irse de gira fuera del país para montar una obra que trataba sobre la drogadicción y el exilio no era menor. “No sabíamos si íbamos a volver. Nos poníamos de acuerdo para no hablar mucho. Éramos los más oscuros, por así decirlo. 

Con la llegada de la democracia en 1989, cada uno de los artistas dejó El Trolley atrás para enfocarse en sus propios objetivos, aunque todos recuerdan la década de los ochenta como uno de los periodos más creativos e intensos de sus vidas. “No es superable. No quiero nada menos de lo que ya hicimos, nada va a alcanzar eso”, cuenta emocionada Carmen Pelissier. “Si no colaboraba artísticamente con lo que estaba ocurriendo, me iba a quedar anudado de por vida”, reflexiona Juan Coderch, baterista de Bandhada, sobre su rol como músico en tiempos de dictadura. 

A pesar de que fueron tiempos difíciles, de crímenes impunes, represión y censura, los personajes sienten nostalgia sobre esos años y lo que lograron gracias a El Trolley. “Es lejos lo mejor que he hecho en mi vida. Me dio la oportunidad de ser partícipe de un proceso trascendental”, confiesa la actriz Andrea Lihn.

Rodrigo Pérez, Alfredo Castro y Andrea Lihn

 


 

Sobre la autora: Carolina Silva Brousset está en tercer año de periodismo en la Universidad Católica. Una de sus pasiones es la escritura y la investigación y, anteriormente, hizo su práctica interna en Módulo 2 de Radio UC donde estuvo a cargo de la columna de efemérides musicales. 

Deepfake: cómo la Inteligencia Artificial está transformando la delincuencia en Chile

Deepfake: cómo la Inteligencia Artificial está transformando la delincuencia en Chile

En los últimos años, el desarrollo de la inteligencia artificial ha propiciado el fenómeno del deepfake, una técnica de manipulación a través de la alteración del rostro y la voz. Si bien ha proliferado en memes y ha impulsado la creatividad digital, también se está utilizando para cometer estafas y crímenes en Chile. ¿Qué resguardos se pueden tomar?

Por: Daniel Moreno C. 

Edición: Belén Mackenna

Tiempo de Lectura: 8 minutos

En los últimos meses se ha hecho conocido un video de Oil Profit, una plataforma fraudulenta de inversión en el que voces autorizadas como el presidente Gabriel Boric, el periodista Daniel Matamala y el empresario Leonardo Farkas, llaman a internautas a invertir en petróleo y en empresas públicas como Codelco, prometiendo ganancias de un millón de pesos con una inversión mínima y de manera automática. Si bien los cibernautas se dieron cuenta de la falsedad del vídeo, este es un aviso de cómo el deepfake y otras formas de IA están incursionando en el mundo del fraude.

Según el diccionario de Cambridge, el deepfake es un video o grabación de sonido que reemplaza la cara o la voz de alguien con la de otra persona, de una manera que parece real. El concepto deriva de deep learning (aprendizaje profundo) y fake (falsificación). Para crear un deepfake se necesita entrenar un modelo de Inteligencia Artificial, lo que usualmente se hace a través de redes generativas antagónicas (GAN por sus siglas en inglés). Las GAN tienen dos algoritmos: uno cumple el rol de “generador” y el otro de “discriminador”.  El generador se encarga de utilizar los datos disponibles (imágenes y sonidos) para generar rostros y voces humanas con el contenido que se desea, mientras que el discriminador se encarga de detectar la veracidad o falsedad de los resultados producidos por el generador. De esta manera, ambos modelos compiten continuamente entre sí para que los datos generados sean cada vez más sofisticados y difíciles de detectar. 

Sobre los modelos que hacen deepfakes, Felipe Urrutia, investigador del Centro Nacional de Inteligencia Artificial (CENIA), afirma que “pueden ser entrenados para que puedan incrustar una cara y esta se mueva en concordancia con respecto a su entorno. Tú lo puedes entrenar con muchos ejemplos y lograr que el modelo lo replique. Eso es por el uso de arquitecturas que se crean y por el uso de más datos y modelos más grandes, permitiendo que con el tiempo los resultados mejoren exponencialmente, siendo difícil determinar hasta donde se puede llegar”.

Los anuncios de Oil Profit circularon por las redes de meta por lo menos desde el mes de agosto. Desde ese entonces fueron denunciados por usuarios, y recientemente los anuncios fueron retirados de las plataformas. Cabe destacar que redes como Instagram o TikTok han probado modelos para intentar etiquetar de manera automática el contenido generado con IA subido a sus servidores. Pero de acuerdo con el newsroom de este último, siguen en la etapa de pruebas.

La evolución del deepfake

Por el momento, no se puede determinar el número de denuncias por fraudes y estafas utilizando deepfake a nivel nacional. René Araneda, comisario de la Brigada de Cibercrimen de la Policía de Investigaciones, sostiene que los funcionarios de la institución recibieron “seminarios y recursos sobre los peligros de su propagación con fines delictuales en el país”. Además, el oficial sostiene que están al tanto de su creciente masificación en países como Estados Unidos y que “en cualquier momento pueden llegar acá con fuerza, falta que se vuelva mediático o que empecemos a trabajar con un número mayor de denuncias”.

Otro de los delitos en los que está siendo utilizado el deepfake es el ya conocido “cuento del tío”. De acuerdo con cifras de la PDI, durante el primer semestre de 2022 se recibieron 1.650 denuncias de estafas telefónicas, más de la mitad de las 2.992 de todo el año 2021. Además, al enfocarse en la comparación de junio de ambos años, el aumento es de un 58%, pasando de 277 denuncias en 2021, a 440 en 2022. Este aumento no debiera ser una sorpresa considerando las nuevas técnicas utilizadas por los delincuentes. Con el “cuento del tío”, los delincuentes, además de contactar al objetivo de la estafa por redes sociales y mencionar información de un familiar (la supuesta víctima), están comenzando a incluir en su repertorio audios con la voz clonada de esta última. Esta técnica es realizada con generadores de voz, cuentan desde la PDI, para la cual solo se necesita tener registrado desde antes la voz de la persona, siendo una llamada previa o un audio en las redes sociales más que suficiente.

Según el sitio DeepMedia, una plataforma estadounidense especializada en IA, alrededor de 500.000 videos y audios con deepfakes se habrán compartido a nivel global durante el 2023. Esta cifra está relacionada a la cada vez menor cantidad de barreras de entrada que existen para el uso de estas herramientas. 

Andrés Bustamante, cofundador de Asimov, una consultora especializada en innovación digital e IA, comenta que hasta hace unos pocos años el proceso de hacer un deepfake era mucho más complicado y, por ende, un fenómeno poco común. “La evolución del deepfake ha sido primero con plataformas más complejas como Stable Diffusion (uno de los primeros generadores de imágenes con IA), que las tenían que operar programadores o gente experta en audiovisuales. Hoy el proceso está mucho más difundido gracias a la aparición de plataformas mucho más simples de usar y con softwares que hacen el proceso de manera directa como HeyGen” (programa que convierte textos en videos generados con IA con avatares y voces realistas). 

En el caso de las estafas, Bustamante afirma que crear y difundir fraudes como los de Oil Profit hoy en día es mucho más fácil, y serán situaciones cada vez más recurrentes en el futuro. “Una persona con habilidades limitadas en tecnología puede acceder a herramientas más baratas, simples y que se pueden usar en el celular. Solo hay que buscar personas que no estén familiarizadas con estas posibilidades para hacerlas caer”, dice.

La manera de protegerse

En el caso chileno, el 24 de abril de este año, la Comisión de Ciencias y Tecnología de la Cámara de Diputados presentó un proyecto de ley que busca regular los sistemas de inteligencia artificial, la robótica y las tecnologías conexas, en sus distintos ámbitos de aplicación. Eric Aedo, presidente de la comisión, resalta que el proyecto que hoy sigue en tramitación incluye el control sobre los deepfakes y que tiene como foco evitar la suplantación de identidad.  “Estamos siguiendo la línea de los países europeos, que han hecho esfuerzos en delimitar barreras éticas para las empresas del rubro, pero asumimos que toda esta legislación va a quedar corta. La velocidad de cambio de la IA es enorme, pero sí hay que poner un marco jurídico para proteger a las personas”.

Felipe Urrutia respalda el proyecto de la comisión, planteando que se le pueden añadir más criterios a futuro: “Una garantía debería ser que se pueda identificar a la empresa cuyo servidor sea utilizado para generar contenido malicioso. Este año, la compañía británica de inteligencia artificial Deepmind desarrolló una marca de agua que permite identificar el contenido que ha sido generado de manera sintética. Podría ser un requisito dentro del marco legal hacerlas obligatorias, pero también eventualmente podría salir un modelo que, al igual que las GAN (redes antagónicas neuronales entrenadas para obtener resultados más realistas), sea entrenado para que quite estas marcas”. 

En el caso de los usuarios, Carlos Franco, director del Observatorio de Datos de la Universidad Adolfo Ibáñez, sugiere el uso de la herramienta INVID, un software de verificación de video, para detectar de manera específica la presencia de deepfakes en videos: “INVID es un muy buen ejercicio porque trabaja cuadro por cuadro. Lo que hace es desintegrar, separar o hacer una disección del video para ofrecerte cuadro por cuadro, foto por foto y hacer análisis integrados. De todas formas, ni esta ni ninguna herramienta es 100% eficiente en la detección de deepfakes”.

Debido a esto, Franco defiende el fact checking como una conducta saludable que permite verificar la veracidad de un video o audio a través de su contenido. Además, recomienda sitios como Mala Espina Check y FastCheck, ambas plataformas surgidas en Chile tras el estallido social. Este último es el portal que verificó la falsedad de los anuncios de Oil Profit. 

Daniel Moreno (@danielmorenoc) es estudiante de segundo año de periodismo de la Pontificia Universidad Católica. Se perfila como periodista cultural e internacional.