Radiografía a la música emergente universitaria

Radiografía a la música emergente universitaria

Los géneros indie, rock, urbano y pop influyen en los nuevos proyectos musicales a cargo de universitarios. Algunos van todavía más allá y buscan en disciplinas como la literatura, el cine,  en épocas pasadas, como la de los 90’s y 00’s y en estilos como el lo-fi, referentes para su producción. Un puñado de estas bandas encabezadas por jóvenes sub-25 se presentará este jueves 16 de noviembre en la tocata “Lo último” organizada por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Comunicaciones de la UC. El patio de la FCOM será la sede de este evento, que tendrá lugar entre las 17 y las 22 horas. Aquí, una radiografía de los invitados. 

Por José Gubbins (@josejo.se) y Nicolás Stevenson (@_nicostevenson)

Producción por Isidora Blanco (@isii.b) 

17:30

“Santi Persona”: Rock acústico fusionado con nueva trova. 

En 2019, Santiago Javier Castro, 19 años, artista oriundo de Curacaví, comenzó su carrera musical bajo el seudónimo “Santi Persona”, haciendo e interpretando canciones con su guitarra y cultivando el estilo rock acústico con elementos de nueva trova, es decir, música popular tradicional con textos frecuentemente politizados. La cercanía con la música tiene un origen familiar. “Mi papá ha sido una gran influencia en mis gustos, mi mamá también, y mi tío siempre me motivó a tocar instrumentos”, comenta. Castro, estudiante de periodismo en la UC, es el único novato de Comunicaciones presentándose en “Lo último” y dice que en su proyecto busca mostrar la influencia de la música que lo ha marcado, con canciones compuestas por él como “Al pulso de la pasión”. 

17:55

“Frances Cowboy”: Un vaquero solitario en Santiago

Luego de que a los 14 años viera el documental The Devil and Daniel Johnston que retrata la vida del músico y artista tejano del mismo nombre, la estudiante de dirección audiovisual UC Francisca Cortéz no paró de ilustrar y hacer canciones en su pieza. Con esa influencia, comenzó a producir su propia música de estilo Lo-fi —que proviene del concepto en inglés low fidelity, que significa baja calidad y que se caracteriza por exponer música mal grabada para generar nostalgia—, y synth pop —también conocido como tecno pop—de los 80s. En sus producciones, Cortéz habla sobre sentirse triste y fea, y hacer maldades con amigos. En 2022, lanzó su primer EP —extended play, álbum de menor duración—, Midnight Cowboy, que trata de su alter ego: un vaquero solitario que viene de la región a Santiago y se siente alienado. Gran fan de Madonna, Cortéz ha compuesto ocho canciones, y está trabajando en su primer álbum de larga duración, Emotional Cowboy. 

 

18:20

“Del Otro Balcón”: Una propuesta agradable y ligera.

La banda nace en 2020, en plena pandemia, cuando Felipe Donoso, Andrés Napoleoni, Elías Salinas y Héctor Valenzuela, estudiantes de composición musical en la Escuela Moderna de Música y Danza, se juntaban a hacer trabajos para la universidad, a componer y a grabar demos en casa. Algunas de ellas saldrían a la luz tres años después en su primer EP: “Una Vez, Otra Vez”. Hoy solo quedan Andrés y Héctor como dúo, quienes tocan todos los instrumentos, menos la batería, que la asumió el también estudiante de música Felipe Acevedo. Cuando tocan en vivo, Andrés se encarga de la guitarra y Héctor del teclado. “Nos gusta trabajar con un sonido limpio”, dice Héctor. “Nos gusta hacer música agradable y ligera, con melodías fáciles de aprender y armonías claras”.

 

18:55

“José Fue a Cazar Tornados”: Una idea pandémica.

Esta banda santiaguina de indie —subgénero del rock caracterizado por ser independiente—, pop y rock, integrada por estudiantes de distintas carreras como dirección audiovisual en la UC, producción musical en la Escuela Moderna de Danza y Música, psicología en la Universidad Central y derecho en la Universidad de Chile, nació en pandemia. Hoy está compuesta por Tomás Gómez (guitarra), Felipe Villagrán (bajo), Germán Pavéz (voz y guitarra) y Felipe “Ace” Acevedo (batería). “(Teníamos) ganas de formar un proyecto con amigos que siempre habíamos hecho música pero no de manera formal. Después de harto leseo yo hice varias canciones y se las mandé al Ace en forma de maquetas y él hizo demos, formalizando el proyecto”, explica Pavéz. Durante 2022 estrenaron “440”, para luego volver en 2023 con “III (No Me Podías Decir)”. En julio de este año estrenaron “El Pozo Por Envenenar”, su primer trabajo de larga duración.

 

19:30

“Idea Blanco”: Creación feminista que nace de la poesía.

Camila Florez es una joven artista emergente de la escena chilena indie, rock y pop. Oriunda de Talca y egresada de periodismo en la UC, se inspira en la literatura, en autores y poetas. “Soy súper nerd, me encantan los libros”, comenta. Durante la pandemia, en una antología de poemas leyó “Ya no” de la uruguaya Idea Vilariño. “Lo encontraba tan peculiar, tan curioso […]. Cuando estaba buscando nombre, surgió la oportunidad de copiarle el nombre y autonombrarme Idea […]. Luego empecé a ver qué transmitía el nombre, el color blanco. Hay varios escritores que me gustan que tienen apellido Blanco”. Florez comenzó su carrera en 2020 con “Paso Seco de Mujer”, canción feminista contra la violencia de género. Durante 2021 estrenó “Lo Que Ayuda” y “Eso Eres”, con la que ingresó a una playlist oficial de Spotify, siendo número uno de Mujeres del Indie. En diciembre de 2021 estrenó su EP debut: “Textos, Vol. I”, álbum corto de 5 canciones.

 

20:05 

“Candelabro”: Gente “ñoña” haciendo música. 

Esta banda santiaguina de rock alternativo está conformada por Matías Avila (vocalista y guitarra), Carlos Muñoz (bajo), Franko Arriagada (batería), Nahuel Alavia (candelabro y saxo), Luis Ayala (guitarra) y Javiera Donoso (voz y sintetizador); estudiantes de diversas carreras como diseño y letras en la UC, músicos intérpretes en la escuela Arcos e instituto Projazz, y música en la UMCE . Desde 2021 se ha presentado en lugares como la explanada de Matucana 100 junto al compositor indie Simón Campusano, en Espacios Pendientes, y en Sesiones 1215 en Balmaceda Arte Joven junto a la banda Déjenme Dormir. Estrenaron su disco titulado “Ahora o nunca”: “El disco se sitúa entre la locura de salir al mundo pospandemia y vivir muchas cosas por primera vez”, explica Ávila. “Sonoramente tratamos de desarrollar la idea de este nerd rock que venimos proponiendo desde hace un tiempo, que es propio de la idea de gente‘ñoña’ haciendo música”, añade, haciendo alusión a las personalidades que tienen, muy distintas al prototipo “estrella de rock”.

 

20:45

“Déjenme Dormir”: Una forma de rock alternativo noventero en 2023.

Esta banda de indie rock fue creada en Santiago en 2019 por Juan Diego Soto (voz y guitarra). Soto invitó a los músicos Diego “Keko” López (guitarra y segundas voces), Nicolás Yáñez (bajo), Felipe Ibar (batería) y Vicente Reyes (sintetizadores), la mayoría estudiantes de Música en la UNIACC, con la intención de interpretar en vivo su EP debut: “Mirador”.Juntos desarrollan un sonido potente y melancólico que rescata elementos del indie rock y el rock alternativo norteamericano de los 90s. “Me gané el nombre en un cachipún. Yo tocaba en una banda de covers en el colegio que se llamaba Déjenme Dormir”, cuenta Soto. “Para mí al principio tenía sentido, era como algo medio adolecente, pero con el tiempo caché que es un sentimiento universal el ‘déjenme dormir’… ese sentimiento de no me webeen más”. El 28 de octubre de 2022, la banda estrenó su álbum debut: “Neumonía”, y durante el verano de 2023 realizó una gira por el sur de Chile. Actualmente trabaja en su segundo LP a la vez que se presenta en escenarios de la capital. “Vamos a tocar temas nuevos en la tocata de la FCOM”, asegura el vocalista.

Viaje al universo de Taylor Swift en Buenos Aires

Viaje al universo de Taylor Swift en Buenos Aires

FOTO: Marcelo Endelli

El primero de los tres conciertos de la gira The Eras Tour que la cantante dio en el estadio Monumental River Plate paralizó a la capital de Argentina. Miles de swifties llegaron con outfits que imitaban los de la cantante y friendship bracelets que se instauraron con la gira entre los seguidores. Este es el registro de la primera noche de su presentación.

Por: Trinidad Riobó @trinidadriobo

Cae la tarde del jueves 9 de noviembre en Buenos Aires, la capital de Argentina. Tres cuadras en el Barrio Belgrano dentro del radio del estadio River Plate se encuentran con las calles cerradas. Cientos de policías rodean uno de los más grandes complejos deportivos de América Latina que ha sido escenario de eventos culturales de gran envergadura en su historia. Tal como el de hoy, en el que la cantante estadounidense Taylor Swift, una de las artistas actuales más exitosas de la industria, se presenta por primera vez en Sudamérica tras 17 años de carrera. Su gira The Eras Tour ha elevado su nombre a nivel global. En tres horas de concierto, la cantante hará un recorrido por todas sus “eras”, como le llama a los álbumes que han consolidado desde distintos sonidos su prolífica carrera.

Con 33 años y una carrera que comenzó a los 16, Swift cuenta con diez álbumes de estudio —de los que ha regrabado cuatro, los cuales denomina Taylor´s Version—, ha protagonizado diez giras mundiales y cuenta con un patrimonio de más de US $1.000 millones de dólares.

Los swifties —como se les llama a sus fieles seguidores— han hecho fila desde la madrugada a la espera de que las puertas abran a las 16:00 horas. Vienen de todas partes a ver a la cantante: de Argentina, Perú, Bolivia y, sobre todo, de Chile. 

El sol primaveral hace brillar más sus outfits —varios con aplicaciones de lentejuelas— mientras intercambian pulseras —los friendship bracelets que se instauraron con la gira entre los seguidores— que hacen la espera más amena.

Cuando las puertas finalmente se abren, los fanáticos se emocionan, incluso hasta las lágrimas, y corren a toda velocidad las más de cinco cuadras que hay de fila para llegar hasta las puertas del estadio. El recinto —que tiene capacidad para 85.000 personas— cuando habían pasado solo 30 minutos desde su apertura estabaocupado en más de su mitad. 

Si bien The Eras Tour se ha presentado en varios países a la fecha, en cada ocasión la cantante prepara canciones que nunca ha cantado antes de manera acústica y así regala una sorpresa distinta a su audiencia por noche.  A medida que los cientos de seguidores empiezan a ocupar los únicos espacios vacíos del estadio, el rumor es uno solo: “¿Cuáles serán los temas esta vez?”

Cerca de las 18:00 horas, cuando ya han desaparecido los destellos del sol, aparece el primer telonero de la noche, Louta, un cantante argentino, que hace bailar y cantar a los fanáticos que llevan horas esperando con una mezcla de géneros que circula entre el pop, la cumbia y el reggaetón. Tras media hora de show, aterriza en el escenario la siguiente telonera: la cantante y actriz estadounidense Sabrina Carpenter, exponente del pop, quien ha teloneado a Swift en otros países.

El público está entretenido, pero ya quiere empezar a viajar por las eras de Swift. 

Son las 20:45 horas. Han pasado unos pocos minutos desde que Carpenter se retiró, cuando la pantalla led principal se ilumina con un cronómetro que anuncia 2 minutos. El público grita desaforado de la emoción. Al finalizar la cuenta regresiva, el escenario se ilumina con fotos de las eras de Swift mientras van apagándose las luces del resto del estadio. 

En un traje rosado, la cantante estadounidense se convierte en una luz brillante mientras termina de anochecer. El público corea a todo pulmón Miss Americana, de su álbum Lover.

Swift aparece al medio de una pasarela instalada en la cancha del estadio. Los fanáticos ya no solo cantan: también gritan y lloran al son de su música, haciendo retumbar el estadio. Las pulseras luminosas que entregaron a la entrada del concierto encienden de colores todo el horizonte del Estadio Monumental. 

FOTO: Marcelo Endelli

Entonces empiezan a revivir todas las eras de la cantante: Lover, Fearless, Evermore, Reputation, Speak Now, Red, Folklore, 1989 y Midnights. Acompañada de sus bailarines y su banda, Swift toca más de 40 canciones en total. Para todas, se cambia de atuendo y es como si se convirtiera en otra persona. La versión de sí misma que era cuando las compuso.

En medio de la presentación de la era Evermore, al comienzo de Champange Problems, la cantante dedica tiempo a dar unas palabras a su fanaticada: Está gratamente sorprendida, dice. Se siente muy agradecida por el recibimiento que Argentina le ha dado. La visita por primera vez con su show.

Hacia el final del concierto, la cantante deslumbra a sus fanáticos con las canciones sorpresa de la noche: The Very First Night, parte del álbum Red, y Labyrinth, de su álbum Midnights.

Ya en su última y más reciente era, Midnights, Taylor le dice adiós al público que la acompañó en su primera noche en Buenos Aires con sus canciones Mastermind y Karma entre destellos de luz y fuegos artificiales iluminando la ovación.

Trinidad Riobó es estudiante de periodismo de tercer año en la Facultad de Comunicaciones de la UC (@fcomuc). Actualmente, es Secretaria General del CECOM (@cecom_uc), ha participado en distintos programas de Radio UC (@radio.uc) y es actual editora de la revista kmcero.

Cristian Valenzuela, atleta paralímpico: “Cuando me puse las zapatillas por primera vez nunca pensé que iba a ser campeón del mundo”

Cristian Valenzuela, atleta paralímpico: “Cuando me puse las zapatillas por primera vez nunca pensé que iba a ser campeón del mundo”

Del 17 al 26 de noviembre se llevarán a cabo los Juegos Parapanamericanos Santiago 2023, donde deportistas paralímpicos de 33 naciones del continente se enfrentarán en las 17 categorías con las que contará este evento. Entre estas, el Paratletismo, disciplina donde competirá Cristián Valenzuela, corredor no vidente y el primer atleta nacional en ganar una medalla de oro paralímpica para el país.

Por Catalina Aliste (@alis.cataa)

Edición por Catalina Butrón (@catabutron)

Cristián Valenzuela (de negro) junto a su guía Francisco Muñoz, entrenando en el Estadio Nacional. Fotografía del Instagram de Valenzuela (@cristparalympics)

En las afueras de la Asociación de Ciegos de Chile, en la comuna de Independencia, se encuentra Cristian Valenzuela con ropa deportiva negra, audífonos puestos y sosteniendo su bastón. Desde ese lugar, el atleta de 40 años cuenta cómo es que su carrera deportiva “está en el ocaso”. Además se refiere al deporte paralímpico en Chile y cómo vivirá estos Juegos Parapanamericanos Santiago 2023.

Adentro está completamente oscuro, se alcanzan a apreciar las paredes con pintura resquebrajada y por fin al fondo se ve un poco de luz natural. “Perdón, no tengo idea si hay luz, es que aquí no la usamos”, dice Valenzuela riendo. Perdió por completo la vista a los 12 años debido a un glaucoma congénito que acarreaba desde que nació. Tras este hecho, indica, pasó cuatro años encerrado en su casa con una fuerte depresión, hasta que se integró al Colegio Santa Lucía para personas ciegas. “Yo no quería ir a un colegio para ciegos, pensaba que iba a estar sentado en una silla y no hacer nada más que eso”.  Sin embargo, fue en aquella institución donde conoció el mundo deportivo. “Empecé a practicar varios deportes, pero de alguna manera hubo una conexión especial con el atletismo cuando tomo la cuerda y empiezo a correr. Fue clave en mi vida, mi corazón sintió que tenía que quedarme, y no sabía por qué ni para qué”.

Hoy Valenzuela, con ceguera total, compite en las categorías de T-11 (discapacidad visual total o severa), es ayudado por un guía con quien corre a la par, unido por una cuerda en las muñecas de cada uno. Con ellos, cuenta, no necesariamente entabla una relación con el tiempo, pues van cambiando con el tiempo.

 

¿Tuvo a alguien clave que lo alentó?

“Mira…tuve amigos. Tuve un amigo mayor que yo en ese colegio y él era muy deportista. Fue un apoyo y un incentivo constante para todo, o sea, desde salir a la calle con bastón, ser más independiente, hasta la práctica deportiva. Erwin Jiménez su nombre. Yo creo que fue una persona clave como para todo esto”.

 

¿Cómo se dio cuenta de que era bueno y dio un salto a competir internacionalmente? 

“Un profesor en el colegio se acercó y me dijo que había posibilidades de representar a Chile en una competencia. Yo partí haciendo 100-400 metros, una cosa súper distinta a la que hago hoy. De ahí mi primer viaje internacional fue a Brasil a Sao Paulo y fue un torneo para Panamericano específico de atletismo para ciegos y ahí corrí”.

 

Y ¿a qué se dedicaba cuando no era deportista a tiempo completo?

“Cuando empecé de forma más oficial (23 años), trabajaba en el call center de Sodimac. Entrenaba en la mañana, me iba al call center y en la tarde volvía a complementar un poco mi entrenamiento. Tenía que trabajar para financiar mis zapatillas, mi implementación y todo lo que yo necesitaba para poder hacer deporte”.

 

¿En ese momento imaginó que iba a llegar a los Juegos Olímpicos o a vivir de esto?

“Fue fluyendo, o sea, cuando me puse las zapatillas por primera vez nunca pensé que iba a ser campeón del mundo… si me puse las zapatillas, conociéndome, era porque iba a dar todo lo que estuviera a mi alcance por ser el mejor y crecer hasta donde la vida me permitiera”. 

 

¿Cuándo le tomó el peso a lo que estaba haciendo?

“Al principio, desde el desconocimiento, no conocía el nivel internacional, si yo decía ‘ah, son ciegos deben correr súper lento’. Entonces cuando llego a Brasil me doy cuenta de que los tipos son rapidísimos. Y chuta, eran ciegos pero muy buenos. Ahí empecé poco a poco a darme cuenta de que el deporte paralímpico no era algo para jugar. Lo tenía que tomar en serio”.

 

Hasta llegar a los primeros JJOO en que compitió, Beijing 2008. 

“Fue el punto de quiebre para yo decir ‘ya, vuelvo a Chile y me voy a poner a entrenar y la próxima vez que me tope con los mejores del mundo, voy a aguantar una, dos o tres vueltas y bien preparado’. Volviendo a Chile cambié de guía, cambié toda mi planificación y ahí conocí a Ricardo Opazo, que para mí fue una persona clave.

 

¿Por qué tan clave Ricardo? 

“Él era un entrenador con mucha experiencia, pero nunca había entrenado a una persona ciega, pero tuvimos, no sé, la conexión. Creo que el universo de alguna manera nos unió. Yo ahí ya quería ser campeón del mundo, entonces Ricardo me dice: ‘bueno, una cosa es que entrenes para sentirte bien, lo otro es para prepararse y ganar’”.

 

Desde ahí ¿cómo fueron los entrenamientos?

“Muy distintos. Era entrenar para ser campeón del mundo. Me metí en un mundo que yo no conocía, donde al entrenar me dolía el cuerpo y a veces terminaba vomitando. Ricardo me decía: ‘ya párate, tienes que seguir entrenando’. Eso es lo que más le agradezco a él, que nunca me vio como una persona ciega. Nunca me vio como una persona con discapacidad. Entrenaba en un grupo de corredores videntes y yo era uno más”. 

 

Esa búsqueda por ser el mejor del mundo llevó a Valenzuela a estar un 7 de septiembre de 2012 en el Estadio Olímpico de Londres. Él era uno más de los 12 atletas que correrían para la final de los 5000 metros paralímpicos de los JJOO de ese año. Se enfrentaría a grandes corredores, entre los que estaban Francis Karanja, de Kenia, y Jason Dunkerley, de Canadá. 

 

JJOO de Londres 2012… ¿Cómo fue prepararse para eso? 

“Me lesioné subiendo un Transantiago. Me fracturé la tibia. Estuve mucho tiempo parado y (cuando) vuelvo a entrenar, me doy cuenta (de) que estoy muy mal. Yo quería el oro, entonces me pongo a entrenar y entrenar. Soy una persona muy espiritual, intento estar muy conectado y hablo mucho con Dios. En ese momento también, le pedí a Dios que me ayudara, porque sentía que solo no iba a poder”.

 

Y durante la carrera, ¿qué ocurrió? ¿Dios te escuchó?

“Después, analizando un poco, me di cuenta de que esa carrera era para mí. Creo que Dios de alguna manera, sin duda me ayudó para que yo pudiera cumplir mi sueño de ganar esa medalla, porque los kenianos se quedaron atrás. Salió un canadiense a correr muy rápido adelante, pero un ritmo que a mí me acomodaba… Entonces, si yo no le hubiera pagado a los competidores, no habría salido tan perfecto como salió”. (Ríe)

 

¿Y qué te pasó luego de cruzar la meta?

“Yo estaba así como, no sé… en otra dimensión. Muy ido. Todos mis compañeros de selección gritaban, o sea, estaban llorando y yo en un nirvana así muy brígido”.

Valenzuela y su guía en Londres 2012 luego de cruzar la meta. Foto de www.alamy.es

 

Y ¿cómo calificaría el recibimiento en Chile luego del oro?

“Fue un buen recibimiento. Yo supe que nosotros por primera vez (paradeportistas) ganamos portadas de diario. (Salíamos) en todas partes y es bacán sentir eso, aunque yo siento que la valoración hacia el deporte paralímpico, en Chile… no estaba preparado. ‘Qué bacán, él ganó una medalla, aplaudámoslo’. Pero no hubo esa valoración, así como cuando el Nico (Massú) ganó el doble oro en Grecia, y ahí hubo una explosión pero brígida de la gente, que sigue hasta el día de hoy”. 

 

Respecto a eso, ¿qué cree que se debe mejorar en torno al deporte paralímpico entonces?

“El posicionamiento. Que la gente entienda que no somos unos discapacitados que hacemos este deporte para entretenernos. Somos deportistas de alto nivel que nos esforzamos todos los días como una persona sin discapacidad para representar a Chile. Hay un trabajo que hacer. Estamos en un país que no es deportivo, que si no es fútbol difícilmente se valora y a eso súmale que la discapacidad siempre se ha expuesto como: vas en la micro y se sube un ciego a cantar. Voy en el metro y hay una persona con discapacidad pidiendo plata. Todos los años está la Teletón mostrándonos historias terribles de personas con discapacidad que nos hacen llorar y nos hacen meternos la mano en el bolsillo para pagar un poco nuestros pecados…”

A días de los Juegos Parapanamericanos, Cristián Valenzuela ha comenzado a entrenar y analizar corridas. Uno de sus atletas favoritos es el eritreo Zersenay Tadese. Les pide a sus amigos que le describan su ritmo, cómo en la pista pasa del primer mil al segundo, en cuánto tiempo, etc. “Uno se va haciendo una idea de cómo son los corredores a nivel internacional. Uno se las arregla. Como cuando voy al cine y me imagino un poco y lo demás lo preguntaré”, indica el atleta. 

 

¿Cómo te estás preparando para correr este año en los Juegos 2023? 

“Este año ha sido súper raro, he tenido tres lesiones que me ha costado mucho sacarme y hace dos semanas empecé recién a entrenar. Hoy recién hice un poco más…el cuerpo no está como yo pensaba que iba a estar, pero es una realidad y de alguna manera espero el milagro. Voy a hacer todo lo que pueda para llegar lo mejor preparado para encontrar mi mejor versión”.

 

¿Le da más ánimos competir “en casa” (Chile)?

“Preferiría estar compitiendo en Dubai. Me pasa que cuando me pongo la camiseta de Chile, siento que estoy representando un país. No es Cristian Valenzuela que está corriendo, es Chile y no puedo quedar mal”.

 

Dado ese contexto ¿cómo te haces cargo de tu salud mental? Me mencionaste la espiritualidad…

“Yo había ganado varias cosas cuando me dijeron sobre una psicóloga deportiva. Me empecé a contactar con ella y encontré que tampoco era un gran aporte. Con esto no estoy diciendo que se vayan todos para la casa y que no ayudan en nada. Es porque uno mismo va buscando su forma. Yo lo que hago es rezar el día anterior de la carrera y hablar con Dios, decirle: ‘mira, yo hice todo lo que pude hasta aquí y mañana tú define quién gana’. Cuando trabajaba con psicólogos me (repetían) eso de imaginarme ganando, pero lo hago cuando estoy orando”.

 


Catalina Aliste es estudiante de tercer año de periodismo en la @fcom_uc. Esta es su primera vez publicando en un medio. Ha trabajado en asistencia de arte de cortometrajes, y también tiene experiencia en la radio. Actualmente, es encargada de redes sociales del corto de ficción @nuncamefui.corto y del programa de @Radio.UC @productonacionaluc

La disciplina de la mente: el invisible trabajo psicológico detrás de los Panamericanos

La disciplina de la mente: el invisible trabajo psicológico detrás de los Panamericanos

Más de 8.000 deportistas compiten en 39 disciplinas distintas en los Juegos Panamericanos. La mayoría lleva preparándose físicamente desde los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Pero fuera de las canchas y de las pistas también hay tarea, pues el trabajo psicológico es clave para los atletas. Después del retiro en los últimos juegos  por motivos emocionales de la estadounidense Simone Biles, la mejor gimnasta del mundo, se volvió evidente que la fortaleza mental es una prioridad. A pesar de la evidencia, «en el deporte chileno, el psicólogo deportivo es el último eslabón”, afirma un especialista.

Por Nicolás Silva (@nsilvam39)

Editado por Matías Langerfeldt (@cholder___)

Una de las grandes interrogantes en la previa de Santiago 2023 fue la posible presencia de Simone Biles, la campeona olímpica de gimnasia en los JJ.OO. de 2016 y seis veces campeona del mundo en all-around, entre otras distinciones. La noticia no solo era que la estadounidense podía venir a Chile, sino que además volvería a competir tras 2 años de inactividad: en 2021, el año en que se celebró Tokio 2020 pospuesto por la pandemia por COVID-19, sorprendió al mundo tras no presentarse a la final de barras asimétricas. La Federación Estadounidense de Gimnasia comunicó que Biles no estaba en “el lugar mental” idóneo para seguir participando. Tampoco participó de las finales de suelo, barra y barra asimétrica. En conferencia de prensa explicó, sin soltar una lágrima y con gran aplomo, que su decisión pasó por la presión que sintió en las pruebas iniciales. «No quise perjudicar al equipo con una mala actuación y que perdieran la opción de llevarse una medalla”, dijo Biles. 

El capítulo terminó con la multi medallista anunciando un retiro indeterminado por una depresión. ¿El motivo? Una serie de abusos perpetrados en su contra por Larry Nassar, antiguo médico del equipo estadounidense de gimnasia. Finalmente, Simone Biles no aterrizó en Pudahuel, ya que decidió volver al circuito competitivo en el Mundial de Amberes, que terminó hace pocos días. Dos años de ausencia que visibilizaron lo crucial que es la salud mental dentro y fuera de la cancha para los deportistas.

 

 

Pero Biles no fue la única damnificada de Tokio 2020. Luego de su participación en los mismos juegos, el pesista chileno-cubano Arley Méndez se quebró en plena transmisión oficial de TVN: “Me voy a retirar. Tengo muchas complicaciones, ya no me siento a gusto. No doy más”.

Sólo dos meses antes, había estado en el ojo del huracán tras dar positivo en un test de dopaje por consumo de marihuana que lo dejaba fuera de sus primeros JJ.OO. Pero su defensa apeló y redujeron la sanción: la prohibición de competir acabó tres días antes del inicio del certamen. 

El medio nacional esperaba una medalla de Méndez, quien fue campeón mundial de halterofilia —levantamiento de pesas— en 2017. La entrevista post prueba, que prometía ser una fiesta, era ahora una despedida en vivo: “¿Es por el tema del doping, del consumo de marihuana?”, contra preguntó el periodista. Arley confesó “eso lo hice de adrede”. Llorando, reiteró: “yo no quiero levantar más pesas… Llevo meses cansado de esto, estoy sufriendo con dolores y depresiones. Mi carrera se ha ido a la mierda”.

Tras competir en Tokio, otra chilena, la exponente del canotaje María José Mailliard, señaló que le hizo falta su psicóloga. Recién dos años después de estos juegos olímpicos, confesó que antes de Tokio falleció su abuela. Además, acusó violencia psicológica por parte de su entrenador en el mismo periodo. “Necesitaba a mi psicóloga tanto en el proceso como durante la competencia». Tras sus primeros juegos, hoy afirma que su resultado final no pasó sólo por su destreza deportiva.

Pero… ¿cómo entrenar la mente?

“Estás en un bosque, no ves nada, estás de noche, tienes una linterna de mano y una brújula. Tu entorno te dice que no ves nada, tienes que usar una linterna de mano, no te ayuda mucho, pero en la brújula tienes tu norte, sabes para dónde vas, entonces si tienes claro para dónde vas, es más probable que seas capaz de aguantar el entorno”. Así grafica Esteban González, atleta de Team Chile, la agrupación que reúne a los deportistas olímpicos chilenos, lo que es la salud mental deportiva para él. Este psicólogo y especialista de 1500 metros planos suelta esta reflexión minutos antes de iniciar su rutina física, a las afueras del Club Deportivo Universidad Católica. Sostiene que se trata de una habilidad que se va entrenando y que la dureza mental implica saber sobreponerse a la adversidad “como una flexibilidad rugosa”. Para él, la capacidad de adaptación a las circunstancias combinada con una fuerte convicción son la clave hacia el éxito. Un éxito particular, que no se mide con medallas ni cronómetros.

 

Esteban González en la premiación de los Juegos Bolivarianos de Valledupar 2022, tras obtener el bronce en los 1.500m. Foto: Óscar Muñoz Badilla (@fotografiadeportiva en Instagram).

 

El psicólogo deportivo del Centro de Alto Rendimiento (CAR) Antonio Ceresuela asegura que un deportista no cambia su capacidad técnica de un día para otro, sea para mejor o para peor. Sin embargo, la psiquis sí puede llegar a afectar una performance de manera súbita. «Son deportistas que compiten en niveles muy altos, entonces la inseguridad entra al tiro”. Por su lado, la hoy campeona mundial Maillard enfatiza: «el apoyo psicológico es importante sobre todo cuando se tienen problemas externos al deporte. Es importante en el proceso y también a la hora de competir”.

 

María José Maillard posa con su medalla de oro tras coronarse campeona del mundo de los 500m de canotaje. Foto: @cotemailliard (Instagram personal).

 

El costo del resultado en los Panamericanos

Competencias del nivel de los Panamericanos son las que validan si es que los atletas de las distintas disciplinas pueden optar al Sistema de Becas para Deportistas de Alto Rendimiento (PRODDAR), un pago mensual que el Instituto Nacional de Deportes (IND) entrega a quienes “hayan obtenido un logro deportivo destacado a nivel internacional”. Este beneficio también incluye a los cuerpos técnicos.

“Por supuesto que les genera mucha ansiedad”, asegura Ceresuela. González agrega que, aunque le permite sustentarse, “no es suficiente”. Para él, el atractivo principal de Santiago 2023 es la exposición mediática que supone un escenario así, lo que puede atraer la atención de privados que financien de manera particular a los deportistas a través de auspicios o donaciones.

En Chile, el único deporte que obliga a una relación contractual entre los deportistas y sus clubes es el fútbol, que cuenta con 1170 jugadores profesionales al día de hoy. En su mayoría son hombres, aunque actualmente la actividad femenina está en proceso de profesionalización. El mediofondista González es claro: “tú te tienes que mover por ti, nadie te va a ayudar”. Pese a esto, su esperanza es que el atletismo se profesionalice y que así existan herramientas suficientes para vivir de la actividad.

Ceresuela afirma que la mayoría de los deportistas invierten todo lo que tienen (o pueden) en lo esencial para competir en sus disciplinas. “Entonces, obvio que el psicólogo pasa a ser la última prioridad”. Así, el sistema llega a provocar una situación paradójica: la necesidad del incentivo económico genera una ansiedad y una angustia que no pueden tratar, justamente por no contar con los fondos.

Por otra parte, González cuenta que la conexión con la federación ha sido poca. Si bien, ha habido ciertas reuniones donde se han presentado los criterios técnicos sobre las necesidades a largo plazo, dice que nada se ha concretado. Cuenta que hace cuatro años se debió haber presentado un proyecto que nunca llegó a puerto. “Hubo una escala con ciertos criterios para entregar supuestos apoyos [psicológicos y económicos], pero de eso nada ha pasado”. Aunque el psicólogo y atleta también señala “ahora tenemos la oportunidad de que Chile reciba los juegos, yo creo que es un avance muy grande porque se ha invertido”. Tanto para Ceresuela como para González, los Juegos Panamericanos representan una luz de esperanza, por ser el nivel de inversión que ha significado en el deporte nacional. Esperan que esto se vea reflejado no solo en infraestructura, sino que en mejores condiciones para los deportistas a futuro.

Respecto a la salud mental y apoyo psicológico de los deportistas, María José Mailliard reconoce avances en el apoyo entregado por el IND, aunque sigue dependiendo del trabajo con su psicóloga particular. Por su parte, el Comité Olímpico de Chile (COCh) señala en su sitio web que tienen tres psicólogos en su equipo. Según Ceresuela, se enfocan en los deportistas paralímpicos. Pero ninguno de los tres cobra por este trabajo; es ad honorem. Si bien hay especialistas que trabajan en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) y en el IND, la mayoría de quienes atienden lo hacen pagados por los clubes privados o por los mismos deportistas.

«El deporte chileno tiene la estructura de que el psicólogo deportivo es el último eslabón. Si (los deportistas) consiguen ingresos, primero buscan un lugar para entrenar, después un preparador físico, después un kinesiólogo y por último, un psicólogo”, concluye Ceresuela.

El elefante en la habitación 

En los deportes que no son de equipo, la soledad es algo muy común, según el atleta Estaban González: “es un factor de riesgo sobre todo en el deporte competitivo”. Para la canoísta María José Mailliard su psicóloga no es solo un apoyo profesional, es una compañía. “En Tokio me faltó eso”.

Hace poco, González asistió a una junta con otros deportistas durante las Fiestas Patrias. Se trató de una celebración privada, un carrete entre pares. Señala que antes de ese día, no habían tenido un espacio para hablar entre ellos. “Conversamos de la incertidumbre y de la soledad de cara a los Panamericanos; la poca certeza de si nos iban a nominar o no”. Finalmente, Esteban no fue considerado por la federación para la cita pese a cumplir con los requisitos deportivos para participar.

Antes de entrar a San Carlos de Apoquindo, con su bolso al hombro, se detiene y realiza una analogía sobre la visibilidad de la salud mental entre pares: “el elefante en la habitación es una expresión que se usa cuando hay mucha gente que sabe que hay algo que está ahí, pero nadie quiere hablar de él”.

 

El Team Chile durante una actividad previa a los Juegos Panamericanos en el Palacio de La Moneda. Foto: Santiago 2023 (@santiago2023oficial en Instagram).

 

Sobre el autor: Nicolás Silva (@nsilvam39) es estudiante de 4º año de periodismo y, en paralelo, de 1er año de geografía. Se perfila como periodista musical y/o de investigación.

Cuando las mascotas pagan el precio

Cuando las mascotas pagan el precio

Abrir una clínica veterinaria en Chile es tan fácil como abrir un almacén. Los requisitos son dos: una autorización del Servicio de Impuestos Internos y una patente municipal. Esto y la nula fiscalización ponen en peligro a las mascotas.

Por Colomba Bolognesi Raineri (@colobolognesi).

Edición por Catalina Del Río (@catadelirio) y Belén Mackenna (@belenmackenna).

Jeannette Cáceres (52) llevó a Loba, su pastora alemana, al Centro de Esterilización Mariola, ubicado en Peñalolén. Esta clínica veterinaria trabaja con la municipalidad y a través de la página peñalolen.cl ofrece operar a una mascota solo por cinco mil pesos.

Luego de la esterilización, Loba llegó muy desanimada, pero Cáceres imaginó que era por la anestesia. Pasaron las horas y la perrita no se levantaba del suelo, por lo que decidió llamar al centro: “Me dijeron que no me preocupara, que era normal que estuviera decaída”, cuenta.

A las once de la noche, Loba se paró con su mayor esfuerzo y se volvió a recostar, esta vez al lado de su dueña. A Cáceres se le quiebra la voz al recordar: “La tomé de la cara y ya no respondía”. Subió las escaleras corriendo y les gritó a sus hijos: “¡La Loba, la Loba!”. Salieron a paso rápido. “Salimos desesperados, casi dejé la casa abierta. Mis hijos lloraban, gritaban”. La llevó a la veterinaria de turno más cercana que encontró. Tarda unos segundos en recuperar la voz antes de decir: “Llegamos allá y la Lobita llegó sin respiración. Hicieron todo lo que pudieron, pero la Loba murió”.

Cáceres reclama: “Las personas llevamos a las mascotas a la municipalidad porque no tenemos los recursos, pero sí nos preocupamos. Hay instituciones que deben encargarse de esto y veo que no funcionan. No entienden que los animalitos son importantes, parte de tu familia. A la Loba la voy a llorar y extrañar toda la vida”.

El 86% de los chilenos declara tener al menos una mascota -es decir, ocho de cada diez personas-, de acuerdo con la encuesta Cadem realizada en febrero del año 2022. Esta cifra subió 13 puntos respecto del año 2019. El estudio deja en evidencia que las mascotas son consideradas un miembro más de las familias, especialmente para las generaciones Z y millennials. El 98,7% de estos dueños lleva a su mascota al veterinario, según indica la Encuesta Nacional de Tenencia Responsable, realizada por la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo (Subdere) en marzo de 2022.

En Chile, los requisitos para abrir una veterinaria son equivalentes a cualquier otro local de ventas: se necesita una autorización del Servicio de Impuestos Internos y una patente del municipio. No se exige fiscalización sanitaria de ningún tipo de entidad u organismo. El Servicio Agrícola Ganadero (SAG) solo se encarga de regular los medicamentos de uso veterinario que se comercializan.

A diferencia del caso chileno, en Reino Unido desde 2005 existe un programa de cumplimiento de estándares del Real Colegio de Cirujanos Veterinarios que consta de fiscalizaciones periódicas. En España, el ejercicio de la medicina veterinaria en establecimientos particulares debe estar acorde al reglamento de requisitos mínimos para prestar atención sanitaria del Consejo de Colegios Veterinarios de España.

Romy de la Hoz (60) llevó a su perrita Nala a la misma veterinaria que Jeannette Cáceres. Le pareció buena opción por el bajo precio. Dice que, luego de la esterilización, la devolvieron muy rápido y que al otro día Nala tenía la herida abierta. En otro centro le explicaron que a Nala le habían cosido mal los puntos. Agrega que al nuevo veterinario le llamó mucho la atención que no le hubieran recetado antibióticos. De la Hoz cuenta que tuvo que llevarla todos los días a curación y que al final salió mucho más caro.

Para ella, el Centro de Esterilización Mariola es como un matadero. Dice que había por lo menos 15 perros y gatos para operar en el mismo día. Después de su experiencia, comenzó a ver los comentarios de Facebook sobre la clínica y se dio cuenta de que había muchos casos más y que algunos terminaban en muerte.

“Ahora estamos yendo a otra veterinaria, donde nos pidieron exámenes, para esterilizar a nuestra gatita. Ahí uno se da cuenta de que no es llegar y esterilizar a un animalito; en Mariola no exigen nada”, dice De la Hoz.

Mariola González Concha (44) es veterinaria y dueña del Centro de Esterilización Mariola. Actualmente se encuentra en un juicio por una acusación de negligencia por esterilización de una perrita llamada Alicia. González asegura que la acusación es falsa y que muchas veces los dueños “no realizan bien los cuidados posteriores a una esterilización” y por eso responsabilizan a su veterinaria.

Cuenta que en el centro realizan aproximadamente 35 operaciones al día con “un equipo de gente super capacitada”. “Nosotros tenemos una responsabilidad tremenda frente a cada intervención y paciente. Hoy en día las mascotas pasan a ser un hijo más, por eso son súper cuidadosos nuestros protocolos de trabajo y orden”, remata.

Ignacio Espinoza (33) es veterinario y dueño de la veterinaria Dog Vet, ubicada en Lampa. Estudió en la Universidad de las Américas y tiene un diplomado en cirugía. Antes de tener su propio centro, trabajó en municipalidades. Admite que los municipios hacen “esterilizaciones masivas” y que muchas veces faltan medicamentos y equipos para reanimaciones. Califica las condiciones de salubridad como “precarias”.  Agrega que su veterinaria nunca ha sido fiscalizada. En una ocasión, él mismo fue a la Secretaría Regional Ministerial de Salud (Seremi) para que inspeccionaran la máquina de rayos X: “Me dijeron: ‘no, si nadie está fiscalizando, téngala nomás’”.

Clara Hernández (24), estudiante de medicina, también vivió una mala experiencia de esterilización con Kiara, una Pomerania de siete meses. Ocurrió en la Veterinaria del Valle, que está ubicada en Los Trapenses.

Clara relata que, después de la operación, Kiara estaba baja de ánimo y que, al tocarla, lloraba. Al cabo de algunos días, se le empezó a caer el pelo y comenzó a secretar un líquido por la piel. La familia Hernández pasó por muchas veterinarias buscando respuestas y en ningún lugar lograban darle una explicación. Hasta que llegaron a una dermatóloga canina: “Y nos dice preocupada: ‘esto es una quemadura’”. Kiara tenía el 70% del cuerpo con quemaduras de tercer grado.

Les explicó que lo más probable era que Kiara se hubiera quemado por mal uso de una manta térmica (a las que se acude para mantener la temperatura del animal por la baja de presión que experimenta durante la cirugía). La conclusión fue que, en el transcurso de la operación, mientras estaba dormida por la anestesia, debió haberle caído agua a la manta caliente.

Kiara internada por sus quemaduras

Hernández recuerda que en la Veterinaria Del Valle les aseguraron que sí utilizaban esas mantas, pero negaron haber sido los culpables de la quemadura de la perrita. “Nos decían que se pudo haber quemado en cualquier otro lado, con una estufa. Que no teníamos cómo corroborar que habían sido ellos”, recuerda molesta. Kiara quedó internada tres semanas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la Veterinaria Vet’s.

“Estuvimos peleando por su vida. Fue terrible. Muy desgastante emocional y económicamente. Y se murió, la tuvimos que sacrificar”, agrega entre lágrimas. “Como la veterinaria nunca se hizo cargo, aproveché mi cuenta de Instagram y lo subí todo”.

Hernández y su familia querían demandar, pero no tenían suficientes pruebas: “Se necesitaba un peritaje y ya la habíamos cremado. Era un juicio desgastante e imposible de pelear”. Finalmente llegaron al acuerdo. La Veterinaria del Valle se comprometió a pagarles lo que les costó el tratamiento de la veterinaria Vet’s, a cambio de que Hernández y su familia no postearan en su instagram personal más funas respecto al caso.

Alejandra Fuenzalida, dueña de Veterinaria del Valle, recuerda el caso: “Quise evitarme problemas, entonces llegamos a un acuerdo. Les dije: ‘Te pago y no pueden volver a hablar de mí’. Nos acusaban de quemar a un perro y nunca pudieron probar que haya sido acá. Lo deben haber quemado en una peluquería, con un secador”.

Fuenzalida cuenta que cuando recién abrió la veterinaria venían de la municipalidad y del Servicio de Impuestos Internos; fiscalizaban que dieran las boletas y se fijaban más que nada en la parte contable”. Relata que hoy vienen cada vez menos al lugar. “Siempre está todo en orden, por eso yo creo que no han vuelto”, afirma.

Diego Gallegos (35), abogado del Colegio Médico Veterinario (Colmevet), muestra profunda preocupación por los pocos requisitos que existen en Chile para tener una clínica veterinaria. Explica que el Colmevet aspira a que “los establecimientos de salud médico veterinario sean considerados como tal y no sean equivalentes a un boliche de venta de lápices, sillas o herramientas”.

Para él, el problema es que la medicina veterinaria en Chile no está considerada como profesión en el Código Sanitario. Según el artículo 112, los profesionales de la salud son: médico-cirujanos, cirujano-dentistas, enfermeras, matronas, tecnólogos médicos, psicólogos, kinesiólogos, químico farmacéuticos, bioquímicos, nutricionistas, fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales y técnicos paramédicos auxiliares.

“Los médicos veterinarios deberían ser profesionales de la salud y debiésemos tener un registro público, como existe para la salud humana, en la Superintendencia de Salud. Eso es mover una coma en el reglamento, nada más”, dice Gallegos. Asegura que, si fueran considerados profesionales de la salud, existirían mayores regulaciones a la hora de abrir una veterinaria.

Su pronóstico es “desesperanzador”: “Dudo que con la política de hoy logremos, establecer una política pública animal comprensiva con la problemática médico-veterinaria, y mucho menos establecer control ético”, dice. Luego agrega que a pesar de que la discusión del médico veterinario al Código Sanitario lleva por lo menos 15 años, “al final no pasa nada”.

Faride Almarza (19), estudiante de veterinaria de la Universidad Andrés Bello, esterilizó a su perra Luna en la veterinaria municipal de La Cisterna. Después de tres días, Luna estaba acostada en un rincón de la casa sin moverse. “Como era superactiva, me pareció raro. Le hablaba y no me movía la colita”, recuerda. Al mirarle el estómago, se dio cuenta de que estaba morado. Decidió llevarla a otro veterinario. Ahí les dijeron que la ligadura estaba mal hecha, lo que produjo goteras y le hizo perder mucha sangre. Luna estaba con anemia. “Sus órganos terminaron nadando en sangre”, afirma.

Existía la posibilidad de hacerle transfusión de sangre, pero el veterinario le dijo que era muy baja la probabilidad de que Luna sobreviviera, si es que resistía la anestesia. Almarza cuenta que tuvieron que dormir a Luna: “Fue horrible”, comenta cubriéndose la cara con las manos.

Días después notó a través de redes sociales que la suya no era la primera queja a la veterinaria. Es consciente de que casos como el de ella se repiten: “Por eso decidí estudiar veterinaria”, admite con orgullo.

Para el abogado Diego Gallegos, no queda más que cambiar la mentalidad y ver la salud animal al mismo nivel que la humana. Está convencido de que endurecer los requisitos para abrir una clínica veterinaria es el camino: “No va a pasar nada hasta que esto sea un tema público”.

BIO:

Colomba Bolognesi es estudiante de tercer año de Periodismo UC (@fcomuc) y es la primera vez que publica en un medio. Escribir es uno de sus hobbies y la prensa escrita es lo que más le gusta de la carrera.

Marcelo Montecino: El click de un disparo

Marcelo Montecino: El click de un disparo

Marcelo Montecino siempre recordará el 11 de septiembre de 1973 como el día en que decidió convertirse en fotoperiodista. Junto a su cámara, registró más de 300 momentos icónicos de la historia de Chile, como el bombardeo a La Moneda, el funeral de Pablo Neruda y las detenciones del Estadio Nacional. Responsable de la última fotografía en vida del excanciller Orlando Letelier y mentor de Rodrigo Rojas de Negri, este fotógrafo-que padeció de cerca los horrores de la dictadura que le arrebataron la vida de su único hermano- repasa aquí parte de ese pasado. 

Escrito por: Amelie Lefranc @ameliepascale_

Edición: Trinidad Riobó @trinidadriobo 

Fotografía por Amelie Lefranc

Marcelo Montecino salió de su departamento ubicado en plena Plaza Baquedano y se dirigió hacia el Parque Forestal. Iba con sus dos fieles compañeras: una cámara fotográfica y su credencial de prensa. Era la mañana del 11 de septiembre de 1973.Hacía frío y el ambiente parecía cargado de una extraña tensión. Muy pocas personas recorrían las calles y el tráfico era casi nulo. El cielo gris se reflejaba sobre los ventanales de los altos edificios de manera abrumadora manifestando una inusual quietud.

Mientras paseaba en silencio por Plaza Italia fue detenido por dos militares, quienes le reprochaba sacar fotografías. La detención fue breve e interrumpida por los sonidos de una balacera que estalló en el sector, cerca de las torres San Borja. El oficial a cargo le ordenó regresar a su hogar con una breve advertencia: “Si lo vuelvo a ver por aquí, lo mato”.

Sin embargo, como si fuera atraído por una fuerza magnética, Montecino siguió su camino hacia el parque. El reloj marcaba las 11:00 am cuando llegó a la altura del Puente del Arzobispo. Fue en ese preciso instante que su marcha se detuvo en seco. A pocos metros, una ametralladora lo apuntaba fijamente. Inquieto pero seguro, disparó su cámara en aquella dirección. 

Cincuenta minutos más tarde, el silencio de aquel entorno fue interrumpido por el estruendoso sonido de aeronaves que atravesaban con furia el centro de Santiago. Montecino levantó su cámara al cielo, mientras los transeúntes observaban mudos desde las aceras, el humo, el caos y el estupor de esos 15 minutos que cambiaron la historia de Chile. 

……..

Marcelo Montecino es un fotógrafo chileno de ochenta años y  una larga trayectoria en el ámbito del fotoperiodismo. Ha registrado diversos hitos históricos de América Latina, como la dictadura y transición de la democracia en Chile y la guerra en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. A lo largo de su carrera ha recibido importantes reconocimientos, como el Premio a la Trayectoria en Fotografía Antonio Quintana (2017), entregado en el gobierno de Michelle Bachelet.

“Fue muy emocionante”, recuerda Montecino refiriéndose a la premiación, sentado en una silla de roble, en el living de su casa, mientras resopla y hojea las páginas de su libro “50 años”, que reúne gran parte de su obra fotográfica en distintas épocas y países. Montecino da su primera declaración: “Perdón, ayer tuve un mal día, me pelié con todos”, refiriéndose al equipo encargado del lanzamiento de su próximo libro. Detrás de su mal humor habla de un nuevo proyecto en el que ya trabaja. De un bolso negro saca una exclusiva, el borrador de su cuarta publicación: Miedo (1973-1990).

Este libro, realizado en colaboración con su amiga y curadora Andrea Aguad, tiene como fin conmemorar los 50 años del golpe militar, con fotografías desde la última marcha de la Unidad Popular en 1973 hasta el triunfo del plebiscito en 1989. “La obra de Marcelo va mucho más allá del suceso periodístico, tiene que ver con una mirada más poética. Sobre todo, desde el amor hasta la tragedia”, explica Aguad.

Ella lo caracteriza como un hombre discreto, tímido y sensible: “Nos hemos peleado muchas veces, pero siempre desde el cariño”. Samuel Salgado es otro curador que trabajó con Montecino para su última exposición, “Prueba de Vida” (2013), que describe cronológicamente los días previos al golpe militar y los días posteriores. Lo describe como “un fotógrafo valiente, corajudo y singular”.

Montecino volvió a Chile en 2015 con planes de quedarse definitivamente luego de residir más de 50 años en Estados Unidos. Actualmente vive con su esposa Lucy Alexander (74), una norteamericana de Richmond, a quien conoció en un bar en 1974 en Estados Unidos. Tres años después, se casaron y formaron una familia. Tuvieron dos hijos, Tomás y Juan, quienes actualmente residen en Washington. Comunicándose en una mezcla de español e inglés, Montecino y Alexander anuncian que ya llevan 50 años de matrimonio.  «Me encanta estar aquí en Chile, junto a Marcelo y su familia que quiero mucho», cuenta Alexander. 

La vida de Montecino siempre se ha dividido en dos mundos: el chileno y el norteamericano. Nació en Santiago y, en sus palabras, “pertenecía a una familia de la aristocracia provincial de Osorno”. Su núcleo familiar se conformaba por su padre, Marcelo Montecino Montalva, médico y primo lejano del expresidente Eduardo Frei Montalva; su madre Lilian Slaughter, periodista del diario “La Nación”, y su hermano menor Christian. 

“Viví una infancia normal, con todas las enfermedades que tenían los cabros chicos en esos tiempos”, declara. Sin embargo, para Montecino todo cambió con la separación de sus padres, cuando tenía 11 años:  “Ese fue uno de los motivos que llevó a mi madre a partir rumbo a Estados Unidos”.

Adaptarse no fue difícil, el asombro del progreso y los recursos del país que lo acogía se notaban en cotidianidades. El primer acercamiento de Montecino a la fotografía ocurrió justamente en esos años, cuando a los 12 le regalaron su primera cámara fotográfica, una Leica M3, 35 mm, de aluminio y cuero negro, fabricada en Alemania, que lo convirtió en el fotógrafo oficial del colegio.

A los 18 años, en 1962, volvió a Chile. “Llegamos en invierno, encontré que era un país totalmente distinto…  tan feo, tan gris, tan triste”, explica. Pero mientras caminaba por las calles del Barrio Franklin experimentó un nuevo sentir social, algo que lo removió. En un mural, escrito con tiza blanca, casi imperceptible, se leía: “Los obreros no deben tener hijos porque serán pobres fijos”. En silencio, capturó la imagen que años más tarde pasaría a formar parte de su extenso registro.

Montecino describe sus años de juventud como un constante ir y venir entre dos mundos, siempre acompañado de su inseparable cámara. Así también lo recuerda su prima Vivian Montecino. Dice que era un joven inquieto y dueño de unos profundos ojos azules, “Marcelo tenía 27 y yo 20. Él hacía muchas fiestas en su casa, era muy bohemio, con un humor perverso… Todas mis amigas estaban enamoradas de él”, comenta.

El 13 de septiembre de 1973, levantaron el toque de queda a las 11 am. En cuanto se hizo el anuncio, Montecino se apresuró hacia la Plaza de la Constitución montado en su moto negra modelo BD500. El ambiente -dice- era de un silencio abrumador.  Nadie lloraba, gritaba o hablaba. Entre la multitud, su hermano Christian, también fotógrafo, observaba la escena: “Siempre íbamos a los mismos lugares, pero pocas veces nos topábamos”, explica Montecino.

Para él aquella era como una experiencia táctil. Niños y adultos pasaban sus manos por las grandes grietas expuestas en las paredes de la emblemática casa de gobierno, como si esa fuera la única forma de registrar lo sucedido. Lo que más recuerda de aquel día es a un hombre de unos 50 años, con traje y aspecto formal, que lo miró y le dijo: “Saque fotos compañero, para que vean lo que hicieron estos salvajes”. 

Días más tarde, Montecino se dirigió a las oficinas del Ministerio de Defensa para optar a una credencial de prensa. Se la entregaron el mismo día y a pesar de que servía su propósito, era una credencial “informal” o “fulera”, según recuerda. 

Pocas horas después de obtener su nuevo documento, fue detenido en las afueras del Estadio Nacional, mientras sacaba fotografías de los distintos ingresos del recinto. Lo tomaron a él y a dos periodistas extranjeros, encerrándolos en un camarín, sin sus pertenencias. A las cuatro horas los sacaron de forma abrupta. Dice que su credencial lo ayudó a volver a casa rápidamente:  “El toque de queda era a las 5 y me sacaron a las 4:55”.

Al día siguiente volvió al Estadio. Finalmente abrirían las puertas para la prensa internacional. “Fue todo un show. En ese momento había como 7.000 presos y nos mostraron solo unos 1.000”, cuenta Montecino. Una de sus fotos favoritas de aquel día es de su hermano Christian.

La relación que los hermanos Montecino habían construido era de mucha confianza y cercanía. Tenían dos años de diferencia y compartían el amor por la fotografía. Christian llegó a Chile el 2 de junio de 1973 desde Washington, Estados Unidos. Había renunciado a su trabajo como fotógrafo para el Fondo Monetario Internacional y al igual que Marcelo vivió gran parte de los hitos de la represión en el país. 

El 16 de octubre de 1973, a las 3 de la mañana, Christian y cinco vecinos de las Torres de San Borja fueron detenidos en sus departamentos por Efectivos del Ejército en Santiago. “La administradora del edificio fue la que los acusó”, declara Montecino.  Según el Informe Rettig, la detención fue ilegítima. En el caso de Christian Montecino fue un error, pues no militaba en ningún partido, y en el escrito de los detenidos su nombre no aparecía en ninguna parte: “Los llevaron a un túnel y esa misma noche lo mataron sin preguntarle nada”.

El 22 de octubre de 1973, Marcelo Montecino debió enfrentar el terrible dolor de reconocer a su hermano en la morgue. “Cuando llegué me llevaron directamente hacia él, lo vi  y lo reconocí inmediatamente, su cuerpo llevaba el número 3369”. Ese día marcaría un antes y después en su vida. “Sentía mucho dolor y angustia, no pude aguantarlo, es por eso que al mes volví a Estados Unidos”, cuenta Montecino.

Una vez en Washington, continuó colaborando con la prensa chilena y trabajó para revistas y medios como Newsweek y Washington Post Magazine. Durante ese periodo, también participó en actividades con otros chilenos radicados en Estados Unidos. Fue así como floreció una relación de amistad con personajes emblemáticos de la época como con el ex canciller de Salvador Allende, Orlando Letelier, a quien fotografió en la celebración del 18 de septiembre bailando cueca justo tres días antes de morir a causa del atentado que hizo estallar su auto en pleno centro de Washington. Cuenta que también fue cercano de un joven Rodrigo Rojas de Negri, a quien formó y traspasó sus conocimientos. “La muerte de Rodrigo fue terrible. Quedamos muy mal psicológicamente, armamos un vínculo a partir de eso”, comenta Álvaro Hoppe, fotógrafo, colega y amigo de Montecino, a quien conoció durante los años 90, mientras realizaba trabajos para un medio internacional. 

En el ático de su hogar, a lo que Montecino llama su “estudio”, almacena gran parte de sus registros. Alzando una foto antigua destaca las imperfecciones del cuadro, con varios destellos porosos y granulados, que en su visión le entregan toda una esencia de tiempos pasados “Algunas fotos se ven feas e imperfectas, pero ¿acaso no fue así la dictadura?”. Para él, la fotografía siempre debe tener un poder emotivo, no ser tan literal. Para Montecino, el sentido del asombro es parte de la magia de una buena toma, la curiosidad que despierta y como esa foto puede despertar emociones y recuerdos. 

Fotografía del estudio de Marcelo

Bio:

Amelie Lefranc Villa (@ameliepascale_) es alumna de tercer año de la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica (@fcomuc). Ha participado como columnista y colaboradora de producción en Módulo 2 de Radio UC, además  de la realización de diversos trabajos periodísticos en la formación de la carrera. 

El efecto que la pospandemia dejó en la “generación sándwich” chilena

El efecto que la pospandemia dejó en la “generación sándwich” chilena

Durante años, el término “generación sándwich” se ha implementado para referirse al grupo de personas que cuidan de manera simultánea a sus padres e hijos. Tras la pandemia, este grupo quedó aún más expuesto a una rutina agitada y tuvo que adaptarse a nuevas formas de vida. ¿Cómo lo hacen hoy?

Por: Trinidad Riobó Maturana @trinidadriobo

Edición: Sofía Campos @sofiacamposh

 

“Me levanto a las cinco de la mañana y paso a ver a mi hijo a la casa de mis papás porque le cuesta mucho levantarse. Un cuarto para las siete de la mañana estoy en el colegio del que soy directora y como estamos con un problema grave de personal, lo abro yo. Al mediodía tengo que ir a buscar a mi hija al colegio o tengo que llevar a mis papás al doctor. Estoy en el colegio hasta como las cinco, cinco y media, si es que no me sale una reunión. De ahí paso a la casa de mis papás, les compro pan, los acompaño y voy a la farmacia. Después de todo eso, recién llego a mi casa”.        

Cecilia Rebolledo (en el medio), junto a sus hijos.

Este es un día normal para Cecilia Rebolledo (51), directora del colegio Abraham Lincoln de San Bernardo y quien está a cargo del cuidado de sus dos hijos y sus padres. Su hija menor, de 17 años, todavía está en el colegio y su hijo mayor, Sebastián, de 27, padece trastorno bipolar de grado uno desde los 18. Él vive con sus abuelos maternos para acompañarlos durante la noche ante cualquier eventualidad. El padre de Cecilia, con 75 años, tiene Parkinson e inicios de demencia senil, mientras que su madre, con 74, tiene diabetes y problemas respiratorios. ​​“De tener dos hijos ahora tengo cuatro, ya no pueden vivir solos 100% y hay que estar pendiente todo el día”, agrega Cecilia.                                           

El término “generación sándwich” fue empleado por primera vez por la trabajadora social estadounidense Dorothy A. Miller en el artículo “The ‘sandwich’ generation: adult children of the aging” en 1981 y sigue vigente hasta el día de hoy Quienes conforman este grupo son las personas entre los 45 y 60 años que cuidan a sus padres e hijos. “Son los hijos adultos de los ancianos que están ‘en un emparedado’ entre sus padres ancianos y sus propios hijos en proceso de maduración, estando sujetos a una gran cantidad de estrés”, menciona Miller en su publicación. 

También suele denominarse como “la generación del medio” porque está efectivamente ubicada en la mitad y tiene una doble obligación generacional: la población ascendente y descendente.

Aun así, el tema no es tanto la edad de los responsables de sus familiares, sino las consecuencias del rol que ejercen que repercuten en ellos. Según los expertos, el trabajo, el estrés, el aumento de la esperanza de vida y la postergación de las nuevas generaciones son algunos de los factores que influyen en la calidad de vida de este grupo.

Si bien las definiciones contemplan tanto a hombres como mujeres, la realidad actual, asegura Beatriz Fernández, socióloga de la Universidad Católica e investigadora asociada del Instituto Milenio Micare, centro que estudia el cuidado y acompañamiento de personas mayores, personas con discapacidad intelectual y del desarrollo de sus cuidadoras y cuidadores desde todas sus aristas, asegura que son las mujeres quienes asumen la responsabilidad del cuidado. “Debemos evitar eufemismos, finalmente la generación sándwich se compone particularmente por mujeres. Es importante tenerlo en consideración para evaluar las consecuencias del fenómeno”, dice. 

El aumento de la esperanza de vida en la población, postergación de la maternidad y la inserción laboral de las mujeres son tres de los principales factores que han hecho evolucionar la concepción de este grupo. 

En primer lugar, explica Fernández, hay una “transición demográfica hacia un país cada vez más envejecido en donde no todas las personas mayores son dependientes, pero sin duda mientras más años se vive, más probabilidades hay de finalmente tener algún problema de salud y empezar a tener dependencias funcionales”.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la Esperanza de Vida al Nacer (EVN) de los chilenos se ha “triplicado producto de la implementación de políticas de salud pública, la disminución y posterior erradicación de la desnutrición infantil, el aumento del nivel de escolaridad y la universalización de la educación, el incremento en la calidad de vida de la población y la reducción de la mortalidad infantil, entre otros factores”.

A lo anterior, se le suma el hecho de que las mujeres han aplazado la maternidad, teniendo hijos cada vez más tarde. Las generaciones suelen toparse durante un periodo de tiempo mayor, produciendo una doble responsabilidad. “Al haber una tendencia de tener hijos en edades más avanzadas, se genera un encuentro entre la crianza de los hijos junto a los padres que además van a vivir más años. Te topas con esa disyuntiva de necesidades”, agrega la socióloga. 

En Chile la proporción de mujeres que trabajan remuneradamente todavía es baja. “Con la pandemia disminuyeron y hoy día se recuperó, pero estamos hablando del 50%; solo una de cada dos mujeres”, enfatiza la investigadora y socióloga. Según el informe “Igualdad de género en Chile: Hacia una mejor distribución del trabajo remunerado y no remunerado”de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) la tasa de empleo femenino es de un 53,3%, siendo casi 20 puntos porcentuales más baja que la masculina. Los desafíos de la inserción de las mujeres en el mundo laboral siguen vigentes y la situación no se hace más fácil considerando el trabajo que significa el cuidado de otros miembros familiares. 

 

Un nuevo ingrediente: Lo que dejó el COVID-19

Con la llegada de la pandemia, la situación de las cuidadoras se hizo más evidente, puesto a que todos los ámbitos de sus vidas estaban concentrados en un mismo lugar: sus casas. La socióloga Beatriz Fernández explica que lo que sucedió con las mujeres cuidadoras fue que se contrajeron exclusivamente al ámbito doméstico, especialmente las que trabajaban. “La pandemia eliminó todas las posibilidades de apoyo desde el sistema educativo, de mandar a los niños al colegio, al jardín, o que alguien externo viniera a apoyarte. Y además no había división de tiempo ni espacio, sino que estás ahí todo el día en la casa tratando de hacer todo. Y eso efectivamente agudizó o creó problemas de salud mental en muchas mujeres”, explica la socióloga e investigadora.

Nicole Cazenave con su padre. Santiago, 2020.

En 2020, con el decreto del confinamiento, Nicole Cazenave (49), debió trasladar a su padre de 81 años desde su campo en Taulemu, en la región de O’Higgins, a vivir con ella, sus dos hijas universitarias y su marido en Santiago. “La rutina era súper difícil porque el departamento era chico y cada uno estaba en su mundo. Mi papá echaba de menos el campo y despertaba todos los días desorientado. Mis otras dos hijas estaban con sus cosas de la universidad y mi marido salía a trabajar, lo que me tenía histérica porque todos los días tenía miedo de que mi papá se contagiara”.

Tras seis meses viviendo con su padre bajo su cuidado, con su demencia y condición física empeorando, Cazenave y toda la familia se contagió de COVID-19. “No me preguntes por qué, pero supe que esa semana sería la última. Nos sentíamos todos muy mal, pero estábamos todos preocupados por él”, comenta Nicole. “Mi papá se fue tranquilo mientras dormía, pero el golpe fue aún más duro porque de alguna manera u otra, ya lo habíamos integrado a la dinámica familiar cotidiana”.

Ser parte de la generación de mujeres que cumplen con todas las exigencias que requiere el cuidado de dos generaciones, sumado a una creciente inserción laboral, no es fácil. Para muchas, incluso, no existe una manera de hacerlo todo al mismo tiempo, y deben acudir a redes de apoyo. 

María Angélica Regueira es psicóloga familiar hace más de 25 años y actualmente es parte de la red de psicólogos Centro Luminus, centro de derivación psicológica según las necesidades especiales de cada paciente y con distintos estilos de psicoterapia..  Trabaja con familias completas abarcando el ámbito emocional y mental interviniendo transversalmente. Ella enfatiza en que la aceptación de las emociones y sentimientos es una parte fundamental del proceso de cuidado y del hacerse responsable de otros miembros familiares. “Si las emociones no son integradas, si no son elaboradas y discriminadas, en con qué me quedo y con qué no, terminan actuando por sí mismas, más allá de mi voluntad consciente. Y eso, finalmente, en el futuro va generando repercusiones negativas, se instauran patrones distintos, para los hijos y para la descendencia posterior”, dice.

A los 55 años, Guadalupe Rodríguez es directora de un jardín infantil en Las Condes. Es casada, tiene cinco hijos y cinco nietos y cuida de sus padres. “Es difícil compatibilizarlo todo, hago un tetris para organizarme. Siempre está el sueño de tener tiempo para hacer cualquier otra cosa que no sea lo que demanda una familia, pero no es que sea atroz. Estoy feliz, es parte de mi vida. Lo vivo de ese modo y me apoyo en mi familia. En la pandemia tuvimos que aprender a trabajar en equipo y hasta hoy, es lo que más me ayuda”, comenta Guadalupe. 

Por su parte, Fernández, enfatiza en el importante rol que cumple la contención de otros. “Es crucial el rol del entorno. Empezar a cuidar va a generar cambios relevantes sobre cómo hablamos, en tu tiempo, tus recursos, tus redes, etcétera. Pero claramente si tienes una red de contención, llámese pareja, hermano, vecinos, amigos, pensando como la red más informal, por supuesto que vas a poder tener mayor capacidad de resiliencia y que tus síntomas ansiosos y depresivos no gatillen finalmente problemas de salud más profundos”, agrega.

 

Trinidad Riobó es estudiante de periodismo de tercer año en la Facultad de Comunicaciones de la UC. Actualmente es Secretaria General del CECOM, ha participado en distintos programas de Radio UC y es actual editora de la revista KMCero. 

Los influencers que combaten la falta de educación financiera en chile

 

Un estudio del Depósito Central de Valores (DCV) junto a Cadem dio a conocer que un 42 % de los chilenos tiene un nivel bajo de conocimiento financiero; 37 % intermedio y 21 % alto. Frente a esta falta de educación financiera, tres jóvenes influencers se encargan de instruir a sus seguidores en estos temas y tienen gran popularidad: todos cuentan con más de 100 mil seguidores y cada video publicado supera las 10 mil reproducciones.

Por Gabriela Valdés @gabrielaavaldess

Edición Sofía Campos @sofiacamposh y Catalina Butrón @catabutron

“Si gastas más de lo que ganas, ¿cómo vas a ahorrar? No hay bolsillo que resista sin planificar, el gasto hormiga te puede matar, las compras sin control te pueden desangrar, yo ahorro y ahorro por mis sueños (…) Con Peras y Finanzas ya no me siguen los de cobranza”. Así comienza la letra de la primera canción financiera creada por Francisco Ackermann (35), publicada a través de un video que actualmente cuenta con 118 mil reproducciones en Instagram.

Ackermann es ingeniero comercial y hoy se dedica a la industria de las finanzas personales e inversiones como influencer financiero. Actualmente, posee 401 mil seguidores en Instagram (@francisco.ackermann). 

Comenzó a crear este tipo de contenido luego de darse cuenta de que “estaba cayendo en un hoyo financiero”: “En 2020 empecé a trabajar muy duro, me estaba yendo muy bien en mi carrera. Estaba con un sueldo bastante grande como gerente de un emprendimiento que ya había crecido, y yo seguía metiéndome en deudas y a hacer más caro mi estilo de vida. En vez de ponerme a ahorrar, crecer financieramente y tener algún otro tipo de objetivo”. 

Luego de leer Neurona Financiera de Rodrigo Álvarez, influencer y podcaster de educación financiera en Uruguay (@neuronafinanciera), “en tres meses logré ahorrar mensualmente, y ahí dije: ‘heavy, el impacto que tiene esta gente’. Yo le mandé agradecimientos y me motivó a decidir que yo también quería hacer lo mismo. Me dije ‘yo tengo mucho conocimiento en el mundo inmobiliario. ¿Por qué no lo entrego de forma desinteresada, gratuita, a través de alguna plataforma?’. En este caso lo hice a través de un podcast y eso fue el inicio de cómo crear el contenido”. 

Con Peras y finanzas es el nombre del podcast que actualmente (y sumado a la reproducción de los videos de Instagram) llega a 7 millones de personas, según un aproximado entregado por el mismo Ackermann. Además de eso, es el autor del libro que lleva el mismo nombre, que se convirtió en best seller en Chile y al primer mes de lanzamiento fue número uno en las principales librerías del país. 


Imagen: Francisco Ackermann (@francisco.ackermann en Instagram) creador del podcast “Con Peras y Finanzas” y autor del libro del mismo nombre.

Su caso no es el único. Una serie de influencers ha emergido para hacerse cargo del alto desconocimiento financiero por parte de los chilenos y explicar en “fácil” temas como la inflación y por qué es importante cuidar las finanzas personales. Pero, ¿cuáles son sus motivaciones? ¿Qué los inspiró? ¿Realmente ayudan a los chilenos? ¿Cuál es la razón de su popularidad?

El Depósito Central de Valores (DCV) junto con Cadem lanzaron en noviembre de 2022 un Estudio de Educación Financiera conocido como Índice de Conocimiento Financiero (ICF), que evidenció un alto desconocimiento financiero por parte de los chilenos. Reportó que un 42 % de los chilenos tiene un nivel bajo de conocimiento financiero; 37 % intermedio y 21 % alto. 

Junto con esto, los resultados del Estudio de alfabetización y comportamiento financiero en Chile realizado en 2017 por el Centro de Políticas Públicas UC, concluyen que solo aquellos con nivel socioeconómico (NSE) alto superan la nota 4,0, evaluación muy distante del 2,9 que alcanzaron los entrevistados con NSE bajo.

Por otro lado, existe una gran diferencia en cuanto a lo que se conoce como alfabetización financiera entre mujeres y hombres. Estos últimos alcanzaron un promedio de conocimiento de 3.1, mientras que las mujeres solo alcanzaron un 2.6. 

En cuanto a los comportamientos financieros, el estudio demostró que los hombres se desenvuelven mejor que las mujeres. Por ejemplo, en temas de endeudamiento, el 30% de los hombres están en esta situación, versus un 41% en el caso del género femenino.  

Según el Informe Educación financiera en Chile: Diagnóstico e iniciativas de la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras de Chile (ABIF), el nivel de educación financiera de los chilenos es bajo. Este resultado se obtuvo luego de comparar el desempeño de mayores de 18 años en tres preguntas que buscaban medir el nivel de alfabetización financiera. En una muestra de 26 países desarrollados y emergentes, Chile se ubicó por debajo de otros países de la región. En particular, solo un 40 % contestó correctamente una pregunta que busca medir la comprensión del concepto de inflación.

Un reflejo de esto son los datos entregados por el Boletín Estadístico de abril del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en donde por primera vez en 13 meses la inflación muestra signos de moderación, alcanzando un número por debajo de los dos dígitos, un 9,9 %. Sin embargo, el 47 % de los chilenos aún cree que el país está en recesión, esto según datos entregados por Ipsos


Chile se ubicó dentro de los cinco países con menor comprensión del concepto inflación. Datos entregados por el Informe Educación financiera en Chile: Diagnóstico e iniciativas. Elaboración propia.

César Valencia, experto en economía con un Diplomado en Inversiones y Mercados Financieros de la Universidad de Chile (UCH), comenta que la educación financiera “tiene que ver con las cosas más básicas del manejo del dinero. Por ejemplo, manejar un presupuesto, tanto individual como familiar, poder manejar el dinero en términos de administrar y saber ahorrar. Lo otro tiene que ver con cómo funciona el mercado financiero, tasas de interés, tarjetas de crédito, tarjetas de bancos comerciales, crédito hipotecario, crédito de consumo, etcétera”.

Según Valencia la falta de formación en los colegios acerca del tema y la dificultad de ahorrar para aquellas personas que ganan el sueldo mínimo son los principales factores de que exista un desinterés por la educación financiera. Otro elemento es el complicado lenguaje que utilizan los organismos especializados para informar sobre cuestiones financieras. “(A veces) las mismas instituciones tratan de complejizar términos que la verdad no deberían ser tan enredados, y que cualquier persona independiente que no tenga conocimiento en esto, lo pueda entender”, agrega.

Este es el caso de Constanza Macías (21), estudiante de Ingeniería Comercial de la UC, quien confiesa que, a pesar de estudiar algo relacionado con finanzas, “es un lenguaje muy difícil de entender, por eso comencé a seguir influencers en Instagram que explicaran en palabras simples y me ayudaran a ahorrar. Necesitaba a alguien que me enseñara de forma sencilla. Me gusta mucho el contenido que sube ‘Economina’ y siento que he aprendido con ella”.

Javiera Quiroga (35) es una periodista con más de diez años de trayectoria en la industria financiera y gerente general de la plataforma de educación financiera que lleva por nombre “Economina” (derivado de un juego de palabras entre economía y mina) y que actualmente cuenta con más de 188 mil seguidores en Instagram (@economina_cl). Al igual que Ackermann es autora de un libro, el cual salió a la venta en junio de este año y lleva por nombre Hablemos de Plata. Este se convirtió en best seller en Chile y su lanzamiento contó con la presencia del ministro de Hacienda Mario Marcel. Según la descripción del libro de la editorial Penguin, Quiroga “explica de manera simple, pero efectiva, los conceptos más importantes que debemos entender para invertir nuestro dinero, especialmente en tiempos de crisis”.

Quiroga cuenta que la idea de explicar en fácil temas financieros fue algo que mantuvo en la cabeza durante muchos años: “Siempre tuve la intención de hacer algo al ver que mis pares no entendían cosas muy importantes de la coyuntura económica de Chile. (Quise) hacer un lugar que explicara los mismos temas, pero de forma más coloquial, más amigable, que invite a aprender, que invite a informarse”.


Imagen: Javiera Quiroga (@economina_cl en Instagram), autora del libro “Hablemos de Plata”.

Romina Capetillo (35), Co-fundadora en @FinanFest, el primer festival de educación financiera en Chile,  quien actualmente cuenta con más de 135 mil seguidores en Instagram (@romicapetillo), es otra influencer dedicada a crear contenido sobre educación financiera en redes sociales, además de realizar cursos, talleres, charlas relacionadas y ser autora del libro Del desorden al orden, el cual salió a la venta el pasado 1 de julio. 

Capetillo comenzó a ayudar mediante las redes sociales gracias a una situación parecida a la de Ackermann. Romina narra que “esto partió de una experiencia personal, en donde yo llegué a deber hasta 40 veces mi ingreso. Salir de esa crisis financiera me tomó cerca de cinco años”. En ese proceso de salir de las deudas “encontraba que toda la información relacionada  a la educación financiera era muy técnica y poco amigable para una persona común y corriente como yo. Entonces me di cuenta también trabajando en el mercado financiero, que había una brecha en cómo se entregaba la información”.


Imagen: Romina Capetillo (@romicapetillo en Instagram), autora del libro “Del desorden al orden”.

En palabras de Ackermann, “la educación financiera existe hace mucho tiempo y está disponible. Uno puede buscar en YouTube, puede buscar en muchos lados, pero el tema es que en general es muy compleja o con un lenguaje que las personas no entienden, y se frustran”.

Acercando la información

“Somos uno de los grandes referentes hoy día en Chile, al menos”, dice Quiroga, añadiendo que, si bien las redes sociales conllevan odio, su comunidad recibe de buena manera su contenido: “Cuando mis cosas se masifican, van y se la muestran a muchísima gente más. Es puro amor y casi cero odio”. 

Según Capetillo, “las personas agradecen bastante el contenido. Yo diría que, de 100 comentarios, la verdad que 98 son positivos”. Es por eso, que la principal motivación de estos nuevos referentes en materia financiera es ayudar.

Francisco Ackermann señala que tiene “un objetivo claro y todavía no lo logro. Estamos en camino a ayudar a 100 millones de personas en Latinoamérica. Hoy día te diría que en promedio me están viendo unos 7 millones de personas, entonces el trecho que me queda es bastante alto todavía”.

Por otro lado, Romina dice que la motiva “poder seguir acercándome a más personas, saber que con tan solo un video una persona después me escribe y me dice: ‘Romi, logré ahorrar mis primeras diez lucas, para mí es bacán, de verdad siento que ese granito de arena que estoy entregando todos los días da resultado”.

La popularidad y éxito que han alcanzado estos influencers tiene que ver en gran medida con el hecho de referirse a un público más joven en palabras más simples: “Estamos cambiando un chip en distintas generaciones, la mayor cantidad de mensajes que me llegan son de jóvenes, que están invirtiendo pensando en su jubilación. Entonces, si uno logra hacer eso desde edades tempranas, cambiaste el mundo literalmente”, añade Quiroga.      

 

Sobre la autora: Gabriela Valdés es estudiante de Periodismo de cuarto año en la Facultad de Comunicaciones UC (FCOM-UC). Anteriormente, ha realizado trabajos de edición, producción y conducción en radio, y también ha publicado en el medio universitario kmcero. En la actualidad, es la programadora musical de Radio UC.

Sol Serrano, historiadora:  “Yo no me hubiera dedicado a la historia de Chile sin el golpe de Estado”

Sol Serrano, historiadora: “Yo no me hubiera dedicado a la historia de Chile sin el golpe de Estado”

Ganadora del reconocimiento Monseñor Carlos Casanueva de la UC, la Premio Nacional Sol Serrano es una historiadora con 46 años de trayectoria. Columnista en Hoy, una de las primeras revistas de oposición a la dictadura de gran tiraje del país, repasa cómo su paso por este medio a fines de los setenta y principios de los 80 marcó su carrera y vida. “Lo que quedó de mí… para mí, fue lo que escribí en la revista Hoy”.

Por: José Gubbins Correa @josejo.se                                                             

Sentada en un sillón de un cuerpo, en un salón de su departamento frente al Parque Forestal, con la vista fija en el documento impreso que tiene en la mano, Sol Serrano relee una de sus columnas en la revista Hoy, una de las primeras revistas de oposición al régimen militar de gran tiraje.

“Súbitamente comprendo que tengo respuestas para todo. Cuando me dicen orden, yo digo libertad. Cuando me dicen balanza de pago, yo digo costo social. Cuando me dicen democracia protegida, yo contesto soberanía popular. Son verdades profundas que convertiré en un manual de educación cívica si no las repienso en mi fuero interno a partir de las nuevas experiencias. Pero me siento anquilosada. Porque he olvidado cómo se piensa de verdad”.

La columna se titula “Déjenme dudar” y se dedica a denunciar el pensamiento reactivo que se daba en la época de la dictadura. Luego de leer, Sol deja el papel sobre una mesa para luego decir: “Y eso es. Eso fue. Eso no ha cambiado. Esa soy”.

Sol Serrano Pérez, hoy con 69 años, es una de las más influyentes historiadoras del país. Premio Nacional de Historia en 2018 y premio Monseñor Carlos Casanueva en 2023, se licenció en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Chile en 1977. Hizo un Master of Arts en la Universidad de Yale y un doctorado en Historia en la misma Universidad Católica. Sus trabajos más importantes están repartidos en los liceos y universidades a lo largo del país, como el documental “Nuestro siglo” de TVN, o el libro “Chile en el siglo XX” .

—¿Se sigue sintiendo igual a lo que dice en esa columna?

—Parece. Sí. Absolutamente, lo podría escribir tal cual. Y peor todavía, quizás.

Sol entró a estudiar Historia en 1972, pero un año y medio después, en julio, salió del país y se fue a Europa, angustiada por el ambiente polarizado y la tensión.

“Justo me tocó ver toda la llegada de los exiliados. En distintas partes”.

Luego del golpe, Sol, a un océano de distancia, decidió volver a su país y dedicarse a la historia.

“Ese viaje me hizo muy bien para saber al menos lo que no quería. Y lo que no quería era andar dando vueltas por el mundo, ni menos fuera de Chile […]. Yo quería estudiar en Chile. Pasara lo que pasara”.

—¿Y siempre quiso estudiar Historia?

—No. No sabía mucho qué era esto. Cuando volví me puse a estudiar muy seriamente… y me enamoré de la disciplina […]. Bueno, yo no me hubiera dedicado a la historia de Chile sin el golpe de Estado, o sea, ese fue como el hito que me hizo decidir.

Sol volvió en 1974 para retomar sus estudios en Chile y en la UC. Pero no era el mismo Chile, ni la misma universidad. Según ella, en el país, la opinión en la universidad se había perdido, por miedo o desinterés.

“(Estaba) muy angustiada, de qué cresta podíamos hacer. Y entonces, con la Sofía (Correa), nos dijimos que por qué no hacíamos una revista”.

Sol, junto a Sofía Correa y Nicolás Cruz, entonces sus compañeros (más tarde destacados historiadores) y Jorge Correa, estudiante de derecho y hermano de Sofía (luego político y quien en un futuro se casaría con Sol), fundan en 1977 la revista Blanco. Era una revista casera, pagada por sus mesadas, impresa con roneo y corcheteada por ellos. Blanco era una revista pequeña que incluía un artículo de cada uno de los integrantes, de distintos temas y sin relación entre ellos. A veces uno llegaba con uno de poesía y otro de una opinión de un profesor. Una revista anodina, en palabras de la historiadora.

—¿Cuál era la función que cumplía la revista Blanco en el contexto en el que circulaba? 

—Nada, que opinaran los estudiantes, los profesores, temas universitarios…

—¿Y qué valor tenía para usted escribir ahí?

—Era como hacer algo. Tenía esa necesidad. Sí, hacer algo, eso era. Hacer algo por opinar. Hacer algo por manifestar nuestra desazón y nuestro horror con lo que pasaba. Ahora, no lo podíamos decir así.

—¿Y tuvieron problemas con la circulación de la revista?

—Se empezó a producir un rumor de que se estaba armando una alianza DC-izquierda, siendo yo la izquierda, y esto empezaba a cundir. Creo que habíamos sacado con mucha suerte el segundo número —de la misma forma—, cuando uno de nuestros profesores nos dice que estábamos siendo observados. Nosotros no entendíamos nada. O sea, ¿quién iba a mirar a cuatro idiotas escribiendo una cosa? Porque eso era: una cosa.

Aun así, más allá del rumor y esa advertencia del principio, no hubo problemas para la revista, y siguieron sacando números (de la misma manera artesanal). Esto hasta que la legalizaron.

Cuando legalizaron Blanco, al representante legal, que fue Nicolás Cruz, le llegó una carta certificada de la DINACOS (División Nacional de Comunicación Social), citándolo al edificio Diego Portales, sede del Gobierno.

“Ahí nos asustamos. Le avisamos a todo el mundo, y entonces armamos un cuento. Nicolás se puso chaqueta y corbata, yo me conseguí un maletín de cuero, metimos una revista “¿Qué pasa?” adentro… y todo para parecer los estudiantes perfectos de la Universidad Católica. Estábamos aterrados”.

Sol cuenta que Nicolás tuvo que entrar solo al edificio. Mientras tanto, Jorge se quedó en una casa en Lastarria, contactado con abogados de derechos humanos por si Nicolás no salía. Sofía y ella se quedaron abajo, en la puerta.

“Ahora, ¿cómo fue esa reunión? Se me ha olvidado […] Pero no fue tan grave. O sea, lo dejaron irse… Y cuando Nicolás, a los tres cuartos de hora, salió del Diego Portales, la Sofía y yo, que estábamos de loro, le avisamos a Jorge que no pasó nada […]. Pero ¿tú te das cuenta? Toda esta historia por cuatro páginas hechas en roneo, es una ridiculez”.

—¿Y cómo influyó esta revista en quién es hoy?

—En una cierta vocación pública, pero pública, digo, intelectual. Ahora, el escribir… yo vengo de una familia de mucha escritura, entonces, para mí era cualquier cosa menos lejana. La revista Hoy sí que fue distinto, porque me cambió la vida. O sea, porque fue una exposición pública.

 

Periodismo de oposición y crítico

La revista Hoy (1977- 1989) fue el primer medio de oposición con amplio alcance y tiraje en la sociedad en dictadura. La revista, arraigada en la DC, hacía periodismo de oposición, crítico, pero sin caer en un nicho o en la clandestinidad. En el contexto de finales de los 70, este era el único gran espacio de opinión escrita.

Luego de egresar de la universidad, Sol fue invitada a participar de un grupo de historia joven formado por el ICHEH (Instituto Chileno de Estudios Humanísticos), el cual estaba ligado al mundo de la DC. En este grupo estaba Guillermo Blanco, quien era uno de los fundadores y jefe de cultura de la revista Hoy. “A él se le ocurrió que la Sofía y yo fuéramos columnistas. Nosotras nos queríamos morir”.

—¿Y qué la motivó a decir que sí?

—No tenía chance en esa época… de poder hacer algo y no hacerlo […]. Era mi deber moral. Yo no tenía opción sobre eso.

El primer número donde escribió Sol es el 59, que comprendía desde el 12 al 18 de julio de 1978.

—Escribía número por medio.

—Sí, me costaba mucho, y me demoraba mucho, y sufría mucho. Cada columna me costaba el alma. Hasta el día de hoy.

—En su primera columna en Hoy, “La universidad tiene una pena”, usted cuenta el caso de un profesor que un día colapsó y exclamó fuertemente contra las universidades en esa época y la poca opinión e ideales de las instituciones y sus estudiantes. ¿Cómo se decidió a mandar esa columna como la primera?

—Llegó en una conversación en el café de Campus Oriente. Una amiga mía me contó esta historia y yo dije, ‘está es’ […]. La profesora que dice esto, y que yo lo supe por esta amiga, fue Marta Cruz-Coke […]. Ahí le dije a mi amiga que iba a escribirla. Claro que lo hablé con Guillermo Blanco, y cuando la envié, le dije: ‘a ver, no dejemos ni una huella aquí’. Escribieron “un profesor” en vez de profesora y “alguna vez”, para hacerla más ambigua y menos rastreable.

—¿Ud. pensaba lo mismo que esa profesora en la época?

—Sipo, si éramos todos de oposición. Era verdad que no había discusión, se había perdido. Todos conversaban cualquier cosa, nadie se identificaba con nada.

—¿Y es por eso que escribe estas columnas?

—Un poco, sí. Son todas de crítica. Pero ¿desde dónde uno hacía la crítica? Y en eso, sí, yo discutía en esa época, hasta entre los de oposición […]. No somos mejor oposición por quién grita más fuerte que Pinochet es un asesino. Eso ya lo sabemos. El tema es cómo pensamos. Cómo nos hacemos cargo.

Desde la primera, las columnas de Sol Serrano fueron muy bien recibidas por los lectores de Hoy, tanto así que en muchos números enviaban cartas felicitando a la joven y su escritura.

—¿Qué cree que era lo que les gustaba tanto a los lectores?

—Que no era desde donde se solía hablar. Yo hablé, supongo, desde algún lugar raro, que convocó a personas muy diversas, y entonces… le gustó mucho a la gente […]. Tengo una obsesión por la escritura narrativa, y todas tienen (las columnas) una cierta estructura narrativa, y una parte que es más académica, que es más intelectual, creo. Entonces fue esa mezcla.

—¿Cómo se sentía en ese momento esto de estar en ese único espacio y que sus columnas fueran tan bien recibidas?

—Muerta de susto. Muerta de susto y totalmente asombrada.

—¿Susto de que podía traer consecuencias?

—No, yo no tuve nunca ese susto. No, físico no lo tuve nunca. Laboral, sí, lo tuve. No pude entrar nunca en ninguna parte. Cuando quise, después, en los ochenta, entrar a la Biblioteca Nacional, yo vi con mis ojos un oficio de Enrique Montero, que era ministro del Interior, diciendo que yo no podía entrar en la administración pública […] tampoco pude entrar a la Católica (a trabajar) hasta mucho después.

—Y aparte de esto ¿hubo algún episodio que la hiciera dudar de si seguir escribiendo para Hoy?

—Me complicaba… ser… considerada por otros como una persona pública. Yo era una pinche… nada. O sea, no había relación entre la imagen que yo proyectaba y quien yo era […]. La exposición pública siempre me produjo muchas dudas.

—¿Qué significado tiene hoy, para usted, su participación en esa revista?

—Yo creo que me ayudó en algo que nunca he logrado, mayormente, que era… tener una cierta confianza en mi punto de vista. O sea, en ser yo […]. Yo escribí desde mí, desde mi forma de razonar, y desde mi forma de escribir. Y eso un poco fue lo que se quedó […]. Y me formó en la importancia de la historia. Para mirar variables distintas y complejas. Yo creo que la historia siempre me ayudaba a pensar desde lados… no tan canónicos. Odio los cánones. Aún en la historia […]. Entonces, eso. Yo no representaba a nadie, no pretendía. Nunca me arrogué nada. Porque soy historiadora, por sobre cualquier cosa en la vida.

—Y en su trayectoria como historiadora, ¿dónde entra esta participación en medios, como ser columnista de Hoy?

—De mis experiencias, siempre la llamé una cana al aire. Y me siguen siendo una cana al aire. He tenido ofertas de ser columnista, lo he sido, lo volví a hacer un tiempo. Y la verdad es que no me gusta. Porque… cuando genuinamente creo que tengo algo que decir, escribo. Pero porque genuinamente lo quiero hacer […], pero no soy una profesional de la columna. Yo soy profesional de la historia […]. Entonces, en relación a mi vida como historiadora… confirmó mi vida como historiadora. Confirmó mi vocación académica en el sentido de que no iba a ser un personaje público, ni me iba a dedicar a la política. Claro que nadie me creía mucho.

Sol, en su sillón individual, ojea las fotocopias de sus columnas que tiene en frente. Son fotocopias que una vez le regaló un alumno, y la historiadora confiesa que nunca se dio el tiempo de releerlas.

Sol insiste en que su participación en la revista Hoy no es solo su participación en la revista Hoy, sino que se enmarca en algo más grande, y la revista, en ese marco, está lejos de ser lo más importante.

“Lo que va de fondo, que es todo un largo proceso, es ser parte de la construcción de una sociedad democrática. Y en eso siento una gran, gran gratitud, de haber podido participar. De haber sido muy parte de la construcción del 5 de octubre, del cambio de gobierno y del gobierno de Aylwin. Cuando el gobierno de Aylwin terminó, dije, ‘ahora me puedo meter en los archivos’. O sea, siempre estuve en los archivos. Pero, como diciendo: ‘la política dejó de ser para mí un deber moral’”.

—¿Se siente orgullosa de esa Sol que trabajó por la democracia?

—Agradecida, más que orgullosa.

—¿Y la Sol de esa época se sentiría orgullosa de la de hoy? 

—Sí.

—¿Por qué? 

—Porque no tenía nada de claro si iba a lograr algo…

 

Sobre el autor: José Gubbins Correa es estudiante de periodismo y editor de la revista KmCero. Actualmente cursa su tercer año en la Universidad Católica. 

La voz icónica de Cooperativa en dictadura

La voz icónica de Cooperativa en dictadura

El periodista Sergio Campos ha informado a los chilenos por más de 50 años a través de la radio y televisión. Le ha tocado estar frente a los micrófonos en los momentos más críticos de la historia reciente de Chile, como el régimen militar, la vuelta a la democracia y el estallido social. La locución, el periodismo y la pedagogía son las tres pasiones que lo mantienen vigente a sus 74 años. Su primera gran historia como profesional la vivió el 11 de septiembre de 1973 junto a La Moneda y aquí la recuerda.

Por: Sebastián Cornejo I. (@seb.cornejo)

“¡Esta es Corporación, la voz de la revolución!”, vociferó el periodista Sergio Campos Ulloa pegado al micrófono mientras los cazas de guerra de la FACH volaban sobre su cabeza y las ventanas de los edificios aledaños estallaban como tiritas de papel. Solo la angosta calle Morandé separaba la emisora de la casa de gobierno en llamas. 

Era mediodía en Santiago. El cielo estaba completamente apagado por las nubes. Los Hawker Hunter surcaban dejando una estela de plomo y balas. Las tanquetas reptaban hacia La Moneda con sus cañones en alto. Junto al golpe de Estado perpetrado por las Fuerzas Armadas, se estaba emitiendo la última transmisión de Radio Corporación, dial CB-114 AM del Partido Socialista, comprada a El Mercurio dos años antes.

“Fue un estruendo que te remece. Quedas con un vacío de tu existencia, como si te derrumbaras de un andamio. De un golpe”, recuerda hoy Campos, de 74 años, cuando los cohetes Sura P3 reventaron al otro lado de la vereda. Uno por uno, hasta contar 18 en 7 ataques frenéticos y consecutivos. 

Sergio Campos es un comunicador forjado en boletines radiales, con un largo recorrido iniciado en Corporación en 1969. Actualmente cuenta con múltiples galardones en distintas áreas, como la Orden al Mérito Docente y el Premio Nacional de Periodismo. Tenía 24 cuando le tocó locutear su primer hito, y estaba apenas a 50 metros de distancia: “No solo se estaba derrumbando una parte de La Moneda, sino que se estaba derrumbando la democracia en Chile”. Para él, ese día había comenzado mucho antes. 

A la una de la madrugada lo habían citado en los estudios del tercer piso de Morandé 25, debido a los rumores de una posible sublevación de la Armada y el Ejército. Eric Schnake, senador y secretario general de comunicaciones del PS a cargo de Corporación, había advertido horas antes que un convoy de militares estaba patrullando cerca de la antena de radio, ubicada en Vicuña Mackenna. Posteriormente se conocería como el inicio de la Operación Silencio.

Campos repetía “llueve sobre Santiago”, mientras sonaba de fondo la alegre melodía cubana de la Guantanamera. Aquellos eran mensajes cifrados, y acordados con anterioridad con dirigentes políticos, para que oyentes y militantes entendieran que el golpe había comenzado. El presidente Salvador Allende llamó en repetidas ocasiones a la radio para confirmarlo en vivo ante la ciudadanía.

La emisora avanzaba a todo vapor hasta que, a las 9:00 de la mañana, todo quedó en silencio: “La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de radio Portales y radio Corporación…”. Con aquellas palabras el mandatario iniciaba su último discurso por la frecuencia de Magallanes. Todo estaba fríamente calculado.

Aunque el equipo periodístico de Corporación se había repuesto del intento de censura mediante un moderno maletín que les permitía transmitir en FM, la recepción fue extremadamente limitada. Mientras tanto, Miguel Ángel San Martín, jefe de prensa de la radio, le ofrecía a Allende por teléfono ir con los periodistas a defender La Moneda junto a él: “Compañero presidente, Carabineros abandona el palacio, los tanques le rodean. Somos una veintena de personas, y estamos dispuestos a cruzar la calle”, declaró San Martín desde los pisos superiores de la emisora.

“¿Sabe usted cuántos caerían si hiciéramos un pasillo armado para que ustedes crucen la calle? Un solo caído sería demasiado precio. No. ¿Y sabe qué…? No me moleste más…”, contestó Allende, que dejó descolgado el teléfono sobre la mesa de su oficina. 

Preso por educar, preso por informar

El periodista Miguel Ángel San Martín, de ahora 79 años, conoció a Campos cuando este arribó desde Rengo con 12 años a estudiar junto a él en la Escuela Normal José Abelardo Núñez: “Llegó del sur cabrito chico, con pantalones cortos. Nos conocimos mucho, porque como él era hijo único, pasaba conmigo en mi casa”, relata su amigo y exjefe por coincidencia en Corporación. 

Campos recuerda vívidamente cómo, cuando tenía nueve, escuchaba la radio para la elección presidencial entre Eduardo Frei, Jorge Alessandri y Salvador Allende en 1958. Años después convenció al director de la escuela, el papá de San Martín, para abrir una pequeña radio en el colegio. Se llamaba Gabriela Mistral: “Siempre me gustó la radio. En el colegio transmitíamos música, deportes y, por paradojas del destino, marchas militares”, recuerda.

En el colegio se le inculcó la vocación hacia la pedagogía. En 1967, cuando cumplió los 18, se tituló como profesor normalista y, junto a su rol de locutor radial en Corporación, empezó a hacer clases en la escuela Consolidada a niños de escasos recursos y con limitaciones intelectuales: “Mi convicción política empezó cuando era profesor. Creía que un gobierno popular podía sacar a Chile de la miseria”, explica. Además, participó en el Sindicato Unitario de Trabajadores Educacionales, incluso después del golpe.

“¡Dice mi comandante que vaya!”, ordenó un militar a Campos quien, con la tiza en la mano, hacía clases a los niños en 1974. Estaba siendo arrestado junto a otros profesores sindicalistas, por supuestamente conservar literatura marxista en el colegio. Era la segunda vez que lo tomaban detenido. 

La primera ocurrió meses después del golpe, el locutor fue citado a declarar a la Academia de Guerra por las “transmisiones rebeldes” del día 11 del año anterior. Recuerda que esa vez lo hicieron permanecer vendado y de pie durante dos días en un calabozo. Al intentar acomodarse para dormitar el cansancio, recibía patadas e insultos de los militares de guardia. 

Cuando fue liberado tras la segunda detención decidió irse a Argentina. Dos años más tarde regresaría a un Santiago que recuerda como “triste y gris” para incorporarse a las aulas nuevamente.  En 1977, mientras era locutor nocturno en radio Yungay para complementar sus clases con los niños en el día, recibió una oferta que no podía rechazar. Era para leer las noticias en el día, pero en radio Cooperativa.

Cortar el silencio con el filo del micrófono

“¡Urgente. El diario de Cooperativa está llamando!”. A través de la señal 76 AM suena un redoble de tambores. Los pelos de los auditores se encrespan. La cortina icónica de “El diario de Cooperativa” presagia que algo importante acaba de pasar en algún lugar de Chile: “Me pone alerta. Cuando escucho los tambores, paro lo que estoy haciendo y escucho lo que dice la radio”, declara Richard Calderón, fiel auditor del programa de Sergio Campos desde la década de los 80. Ese día de 1985 la radio le contó que habían encontrado los cuerpos de tres hombres en un sitio eriazo en Pudahuel. Estaban degollados.

Sergio Campos conoció con un dolor intenso la identidad de los asesinados por oficiales de Carabineros, debido a los detalles entregados por los reporteros de Cooperativa: José Manuel Parada, Santiago Nattino y Manuel Guerrero. Este último había sido su amigo cercano en la Escuela Normal y colega en la Asociación Gremial de Educadores. El día que fue asesinado vestía una chaqueta café, la cual Campos reconoció que era de él. 

La División de Comunicación Social (Dinacos) del régimen militar clarificó que daría la identidad de los cuatro sujetos a las ocho de la noche. Cualquier medio que osara a infundir la información por su cuenta, se arriesgaba a ser temporalmente clausurada, como ya era costumbre para Campos y su equipo. Lo habían aprendido “a la mala”, tras cubrir las diversas jornadas de protestas durante el inicio de la década de 1980.

Sin embargo, a eso de las 20:05 de la noche, Campos, con el teléfono prestado en la Vicaría de la Solidaridad, lugar de trabajo de Parada, llamó a la radio para hacer el despacho con los nombres.

“Fue fuerte. Era una realidad dura. Las noticias que daba la Cooperativa eran las que más estaban pegadas a la realidad”, rememora Calderón, quien también conoció por la voz de Campos el caso “Quemados”, crimen perpetrado por una patrulla de militares al mando del capitán Pedro Fernández Dittus que prendió fuego a dos manifestantes, de 18 y 19 años, tras ser rociados con parafina en 1986. 

Campos asegura que la censura previa o los cierres forzados nunca le hicieron retroceder. Cuando le tocaba estar fuera del aire, hacía boletines escritos o grababa casetes con testimonios y las mandaba a emisoras hermanas como radio Chilena, Santiago o Carrera, para así seguir informando: “Por supuesto que no paramos, para mí era muy importante la defensa de los derechos humanos, y la solidaridad con la gente que estaba sufriendo. Por eso estuvimos luchando, por la libertad de expresión y para recuperar la democracia”. 

“Usted tiene derecho a saber la verdad, y la verdad está en los hechos”, se volvió el eslogan de Campos, grabándose en la memoria colectiva de los chilenos. Con la astucia que desarrolló en Corporación, dice que entregaba “mensajes subliminales” a los auditores para así sortear el brazo estrangulador de Dinacos: “¡Atención, chilenos! ¡En 20 minutos serán las ocho de la noche!”. Aquello le indicaba a la gente que se avecinaba el caceroleo en contra de la junta.

“En los años 80 hacer un periodismo que buscara defender la democracia requería una cuota grande de valentía”, dice la periodista y locutora Verónica Franco, quien empezó a trabajar en la radio en 1991, cuando Augusto Pinochet ya había entregado el poder. Hoy, cuenta ella que la química entre los dos es “de taquito”, por los 11 años años que llevan haciendo el programa juntos: “Si él ha estado presente dentro de la memoria de tanta gente, como la voz de El diario de Cooperativa en dictadura, es por algo”, agrega.

El guiño del periodista

Campos se tituló de periodista recién en 1995 en la USACH. Fue un acto “casi protocolar” para reflejar formalmente su medio siglo de servicio. Luego sería reconocido con el Premio Nacional de Periodismo 16 años después. Se lo entregó el presidente de la República, Sebastián Piñera. Hoy sigue haciendo clases como profesor en la escuela de Periodismo de la Universidad Central. Sus compañeros de trabajo aseguran que “hay Sergio para rato”, pero él ve la posibilidad de colgar los audífonos de locutor: “Llega un momento donde uno tiene que descansar. El camino ha sido arduo”.

En el sexto piso del Ministerio de Defensa, a pasos de La Moneda y el extinto estudio de Morandé 25, está el jefe de gabinete Francisco Astudillo llamando por celular: “Es que estay muy viejo, Sergio. Ya no sé qué hacer contigo”, bromea. 

Astudillo conoció a Campos en 1996, durante los gobiernos de la Concertación. Recuerda cuando le tocaba trabajar en el turno de noche y su amigo pasaba por Cooperativa desde Megavisión, donde fue conductor de medianoche, a revisar los titulares del día siguiente. Les traía sándwiches a los que trabajaban en los estudios de la radio, ubicada en ese entonces en Providencia: “Sergio es una persona bondadosa, atenta. Siempre tiene una palabra de ánimo y siempre se ha preocupado de los demás colegas”, dice mirando en dirección a la fachada sur del palacio reluciente y blanco pulcro. 

Recubierto de ceniza grisácea, y chamuscado por el fuego ya extinto, ese mismo frontis de ladrillo, pegado con cal y arena, indicaba que el bombardeo había cesado. Sergio Campos y San Martín corrían despavoridos desde las cercanías de ese lugar, tras la irrupción del Ejército y la FACH en el edificio del actual Banco Estado. Ambos iban dejando atrás todo el equipo radial que había sido uno de los más modernos en ese entonces. San Martín dice que presenció minutos antes cómo retiraron por la puerta de Morandé 80, en camilla de lona y cubierto por un chamanto de colores, el cuerpo de Salvador Allende.  

Ambos llegaron a la Alameda y descendieron hasta Manuel Montt desorientados bajo la llovizna, escuchando disparos al aire. Comentaban sin frenar las pisadas el shock que acababan de sobrevivir. 

Al oscurecer, arribaron a la casa del locutor Sergio Neri buscando refugio. Había comenzado el toque de queda que se impondría regularmente por los próximos 14 años. Campos se tumbó en el living y le costó quedarse dormido. Las grabaciones del 11 de septiembre de Corporación, que dejaron escondidas en algún lugar recóndito del pasaje Antonio Varas, y las balas incrustadas en la fachada del edificio de Morandé 25, son hoy como memorias perdidas 50 años después. 

“Yo siempre a Sergio le digo: ‘tú no eres locutor, tú eres un comunicador social’, y como tal eres el más importante en Chile”, sentencia San Martín, quien esa noche descansó también en la casa de Neri pensando cómo había fracasado la democracia en Chile.

Campos, con un tono innato de profesor, comenta que hoy su misión sigue siendo inspirar: “Uno tiene que estimular a las nuevas generaciones de periodistas para que puedan alcanzar un desarrollo óptimo. Eso a la gente le hace mucho sentido y me siento muy gratificado por ello”, recalca. Actualmente sigue despertando a los chilenos a las 6:00 A.M en punto para dar las noticias con su característica voz de tenor grave, junto a los tambores de El Diario de Cooperativa.   

Sobre el autor: Sebastián Cornejo (@seb.cornejo) es estudiante de tercer año de Periodismo en la FCOM UC (@fcomuc). Es director del medio estudiantil El PUClítico (@el_puclitico). Se ha dedicado a cubrir política universitaria de la UC y las elecciones FEUC desde 2021. Además, es editor del Kmcero (@revistakmcero).