De la sala de clases al estadio: testimonios de una práctica profesional

De la sala de clases al estadio: testimonios de una práctica profesional

En roles de producción, conducción y animación, un puñado de estudiantes de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica hizo su práctica profesional en los Juegos Panamericanos Santiago 2023. La experiencia les exigió entrevistas espontáneas, trabajos en producción y despachos en vivo. ¿Qué lecciones les dejó? 

 

Por Florencia Cabello Troncoso (@floo.re) y Nicolás Stevenson Flaño (@_nicostevenson)

Tiempo de lectura: 8 minutos

 

El estudiante de cuarto año Raúl Esteban (23) nunca imaginó que su primer despacho en vivo resultaría de esa forma. Trabajaba como practicante en Panam Sports Channel, el canal oficial de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos a nivel internacional. Desde el inicio de los juegos asistía en producción periodística, es decir, estaba a cargo de crear contenido para el programa del canal. Esto significaba conseguir entrevistas con medallistas, buscar datos para bloques históricos, traer invitados de equipos internacionales y muchas otras tareas que fueran saliendo en el momento.

Raúl llevaba más de un mes en ese rol el 23 de octubre pasado. Ese día, cuando se encontraba asistiendo a una reportera del canal para un despacho en vivo, ella le confesó que no manejaba un buen inglés. Por esa razón,  no iba a poder entrevistar a la escaladora estadounidense Piper Kelly, quien había ganado el oro en la prueba de velocidad femenina en escalada.

Raúl no lo dudó: vio una oportunidad y la aprovechó. No conocía a Kelly, tampoco manejaba su disciplina, pero hablaba inglés, que en ese contexto era lo más importante. Empoderado  se lanzó a hablar al aire por primera vez.

Así es cómo logró salvar al canal de perder una buena entrevista en vivo al realizar una exitosa conversación con la atleta. En ella pudo, sin nerviosismos y en un fluido inglés, dialogar con la escaladora acerca de su desempeño, la obtención del reconocimiento y profundizó en lo que significó para ella alcanzar su mejor marca en la competencia.

Tal como Raúl, decenas de estudiantes de periodismo debutaron en sus roles durante los Juegos Panamericanos Santiago 2023, uno de los eventos deportivos más grandes e importantes de América que por primera vez tomó lugar en Chile. Entre el 20 de octubre y el 5 de noviembre, este certamen le abrió las puertas a cientos de deportistas del continente, pero también fue para muchos estudiantes de periodismo su primera instancia profesional. 

A diferencia de otros frentes mediáticos, estos juegos deportivos significaban una intensidad mayor a la habitual para periodistas profesionales. Para los universitarios Raúl Esteban, Sofía Maldonado, Alejandra Rojas y Diego Vargas Santiago 2023 se convirtió en una escuela de rigor y disciplina en tiempo real sin espacio para las equivocaciones.

 

El camino hacia los Panamericanos

Era principios de agosto. Alejandra Rojas (22) recién iniciaba el segundo semestre universitario cuando recibió una notificación de su polola. En el mensaje, la productora audiovisual estadounidense Van Wagner, encargada de la presentación deportiva y del entretenimiento, mediante la productora nacional La Oreja, buscaba estudiantes de periodismo que quisieran ser parte del evento y trabajar con ellos. El mensaje no especificaba mucho más y ella no tenía mayor interés en participar. Nunca había sido una amante del deporte ni tampoco la cautivaba esa área del periodismo. Pero probó: ¿qué era lo peor que podría pasar? Envió su CV casi de inmediato y sin muchas expectativas.

La respuesta no tardó en llegar. Le solicitaron una entrevista y sin darse cuenta tenía un contrato en su correo esperando a ser firmado. “En algún minuto, cuando me llegó la primera oferta, dudé. No sé de deportes así que, ¿qué iba a hacer ahí?”, menciona. Pero luego recordó la entrevista y cómo la calmaron haciéndole saber que no era un requisito conocer el funcionamiento de ellos. Ella debía aplicar el criterio periodístico, es decir, enfrentarse a lo desconocido, buscando aproximarlo a todo tipo de público.

No lo dudó, imprimió el contrato y lo firmó. 

Otra fue la piedra de tope para Sofía Maldonado (23). Este era su último semestre universitario. Hoy trabaja en su reportaje de investigación final, por lo que ir a buscar una práctica profesional en un evento deportivo de esa envergadura significaba dedicarle menor cantidad de tiempo a lo urgente.

Sin embargo, no podía dejar de pensar en su sueño desde que tiene memoria: locutear en los Juegos Olímpicos. “Esa es mi meta. Desde que entré a periodismo he querido trabajar para llegar allí”, confiesa. 

Tras meditarlo, se decidió y escribió a La Oreja.

Al ver el tatuaje que cubre todo su antebrazo derecho se intuye que Diego Vargas (21) es amante del fútbol. En su piel lleva a un niño de espaldas con la camiseta número 10 de Colo-Colo, cargando una pelota blanca y negra en sus manos. 

Podría ser perfectamente él: Desde que tiene memoria, tiene una pelota en sus pies. Fue su pasión por este deporte lo que lo llevó a ser periodista “de fútbol” y no al revés. Pero luego de la experiencia en Santiago 2023 su visión se transformó. 

“Yo siempre quise ser periodista. No periodista deportivo, quería ser periodista de fútbol, que son dos cosas completamente diferentes. Y es algo de lo que me puedo dar cuenta ahora”, explica Diego. Desde el 1 de julio hasta el 5 de noviembre, trabajó como practicante en Santiago 2023, dándose cuenta que el periodismo deportivo abarca mucho más que solo el fútbol, uno de los aprendizajes más fuertes que tiene tras los juegos. “(La práctica) redefine mi gusto de lo que yo quería hacer en el futuro. Me quiero enfocar en el periodismo deportivo, no en el fútbol”, agrega.

Sofía vislumbró en los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos una oportunidad única para cambiar el paradigma del periodismo deportivo. El certamen la convenció de que estos eventos podrían ser el catalizador necesario para ampliar el enfoque que se tiene de ellos siendo estudiante. “Siempre he querido que el periodismo deportivo se enfoque en otros deportes que no sean fútbol. Es difícil (cambiar esa idea) en Chile, pero este ambiente de los Panamericanos nos da un pie para quizás hacerlo”.

 

La experiencia en Santiago 2023

El Parque Deportivo Estadio Nacional, recientemente renovado para Santiago 2023, fue una infraestructura multidisciplinaria que no solo se transformó en el espacio de trabajo para los distintos atletas. En las mismas instalaciones, Diego y Raúl encontraron una segunda casa durante los juegos con el equipo que los recibió.

Para los ya casi egresados, el principal trabajo fue hacerse cargo de la producción de “Sin Fronteras”, un programa estilo matinal que transmitía el canal durante los días de competencias. Entre las 10:00 y 13:00 horas, en el bloque matutino, y las 17:00 y 20:00, en el horario de la tarde, los practicantes tuvieron que nutrir al programa de contenido. Para ello, armaban notas sobre distintos atletas, recopilaban archivos históricos de las competencias, conseguían medallistas para entrevistarlo en vivo y se encargaban de lo que se fuera necesitando para el programa en el día a día.

Además, uno de las cosas que buscó la transmisión fue mostrar cómo las culturas visitantes se desenvuelven en el país anfitrión. “Vino (gente) del Papelón Sabroso, que es un lugar de comida venezolana a mostrar la gastronomía venezolana. Y así con diferentes países, brasileños a bailar, unos chilenos vinieron a bailar cueca. Porque a Panam (Sports Channel) lo ve el resto de países en latinoamérica, transmite oficialmente todos los juegos. Tenemos que tener metido en la cabeza que no somos un canal chileno”, comenta Diego.

Con el set del programa dentro del recinto, los practicantes tenían todo el parque para hacer sus labores. Así es como pudieron conocer también a los protagonistas de las competencias. 

Raúl recuerda haber acompañado hacia el set de entrevistas al hondureño de 42 años y competidor de Taekwondo, Miguel Ferrera, deportista con basta trayectoria en las artes marciales.

En este trayecto un niño, sin saber a quién tenía enfrente, le preguntó al atleta dónde se encontraba el gimnasio del arte marcial. “En verdad es alguien importante, y la convivencia es súper natural”, reflexiona el estudiante sobre lo que le parece una escena que grafica la espontaneidad con la que todos —las estrellas del deporte latinoamericano y su audiencia— deambulaban en el universo temporal al que los juegos dieron origen.

“Lo que me ha sorprendido es el nivel de cercanía que llegas a tener con los deportistas. Conocer su lado humano. Se ven siempre en la tele tan distantes, pero hay personas terrible humildes, terrible piola. Eso me ha sorprendido mucho, la convivencia que hay acá, parece una burbuja. Como un mundo diferente”, agrega Diego.

¿Qué tal la experiencia? Esa fue la pregunta que una compañera del colegio de Diego le hizo sobre el trabajo que estaba realizando en los juegos. “Una locura, siento que estoy en Disney”, respondió él.

Raúl coincide en que la experiencia de haber estado en los juegos lo hizo sentir como  recorriendo un parque de diversiones como Walt Disney World. Los practicantes, hasta ahora, sienten que vivieron una fantasía, ajena a la realidad, similar a la que se experimenta cuando uno se siente habitando un mundo que solo vive en la ficción en el parque del ratón más famoso del mundo.

Para Sofía los Panamericanos fueron surrealistas. 

El miércoles 18 de octubre fue el primer día que se reunió con su equipo. Ella podría haber explotado de felicidad, por supuesto que los nervios no faltaban, pero su emoción era mayor. Se estaban conociendo entre todos y en su presentación ella les confesó que, al estar allí parada y formar parte de ese equipo, estaba cumpliendo un sueño.

En esa misma instancia se enteró de que sería animadora de las competencias de voleibol en el Arena Parque O’Higgins, donde se llevó a cabo esta disciplina. Al día siguiente, cuando comenzó su trabajo, dejó atrás su personalidad tímida y comenzó a bailar, cantar y celebrar frente a miles de personas. Algunos desus conocidos quedaron impresionados, pues no sabían que Sofía podía ser así de desinhibida y ella tampoco. Lo que hizo fue conducir una verdadera fiesta, parecida a un concierto de música o a un programa de televisión.

“Conocí una parte de mí que no sabía que tenía o quizá lo sabía, pero me daba vergüenza explorarla y aquí eso ya no lo tengo. Bailo al frente de 13.000 personas, hago el ridículo si es que tengo que hacer el ridículo, todo para hacer sonreír a la gente durante siete horas. Estoy muy orgullosa de mí”, confiesa.

Entre bailes, dinámicas y concursos, la química entre los animadores mantenía cautivos a cada asistente al partido, espectadores y jugadores. Sofía lo supo cuando al acabar el evento, el público la empezó a reconocer. “Va a sonar rarísimo, pero he firmado camisetas, ¡con mi nombre, Sofía!”, confiesa aún incrédula. 

Alejandra tuvo un rolmás técnico. Fue productora asociada en BMX racing, es decir, la mano derecha del productor general del deporte. Eso le significó ser el nexo entre los trabajadores del evento y organizarlos para que todo saliera de la mejor forma posible.

En rugby 7 fue field manager, una suerte de encargada en terreno, donde realizó tareas similares a las de BMX, pero desde la cancha. Allí se convirtió en los ojos y oídos de quienes estaban detrás de escena, encargándose de que la transmisión funcionara correctamente, desde las pantallas hasta el entretenimiento. Allí, dice,  la comunicación y el compañerismo fueron esenciales. “Se notaba de inmediato que todo se hacía muy en buena onda. Eran todos muy simpáticos, todos querían trabajar en equipo y atraer a más gente a esta fiesta Panamericana que se empezó a formar”, comenta.

 

Una proyección después de la experiencia 

El último día de BMX racing, Alejandra revisaba cuáles serían sus tareas de la jornada cuando su jefe la llamó. Le informó que ella debía hacerse cargo del entretenimiento, pidiéndole que organizara a los anunciadores, al DJ y a los bailarines.

Estaba asustada, tenía sus dudas con respecto a si lo lograría o no, sabía que sería difícil, pero no se esperaba que terminaría siendo también lo mejor de su experiencia. “Fue muy motivante ver que mi jefe tuviera ese nivel de confianza en mí. Y lo logré. Poder hacerlo, que saliera bien y que me felicitaran al final, fue lo más bacán de todo”, dice con una sonrisa. “Me estoy demostrando a mí misma un buen desempeño, que soy buena trabajadora sobre todo en un ámbito laboral como este, bajo presión”, comenta.

A pesar de la intensidad del trabajo que significaron los Panamericanos, debido a la cantidad de cosas que ocurrieron en una corta cantidad de tiempo, Diego no podría estar más feliz. Asegura que la experiencia se disfrutó en todo sentido, aun tras largas jornadas de trabajo. “Llegaba a mi casa, me acostaba, cerraba los ojos y sonreía. Y me quedaba dormido así, sonriendo”, cuenta. 

Y agrega: “Sabemos que somos privilegiados de la experiencia que estamos viviendo. Creo que más allá de que sea como un impacto laboral, como trabajar por primera vez y que sea en algo así, yo lo veo más como, no tanto como algo complicado ni duro, sino que como una tremenda oportunidad”.

Alejandra no puede estar más feliz de haber enviado ese correo solo por un ‘veamos qué pasa’. De no haber sido por ese impulso, jamás hubiera descubierto que el periodismo deportivo era una opción viable en su carrera profesional.

“Me cambió el modo de ver el futuro, de ver todas las opciones a las que puedo llegar. Eso no significa que vaya a cambiar full mi switch, pero definitivamente quiero seguir siendo parte de estas instancias”, asegura. 

Con los Panamericanos y Parapanamericanos ya finalizados, Raúl, Alejandra, Sofía y Diego, debieron volver a sus actividades académicas. Por estos días extrañan la intensidad y alegría de las últimas semanas, pero se llevan para siempre recuerdos inolvidables grabados en su memoria. 

La realidad de Chile por los lentes de Teleanálisis

La realidad de Chile por los lentes de Teleanálisis

En 1984, en plena dictadura y cuando las protestas contra el régimen comenzaban a ser algo regular en la calle, pero casi inexistente en los medios de comunicación, Fernando Paulsen, Augusto Góngora y Dragomir Yankovic dieron inicio al noticiero de oposición Teleanálisis. Hoy, es una iniciativa reconocida y galardonada a nivel internacional por sus aportes filantrópicos, pero, en ese entonces, el trabajo periodístico era un mundo diferente, marcado por el reporteo bajo amenaza, la distribución confidencial y una vocación de hierro. 

Por: Antonia Sanzana Schwabe (@anto_sanzana)

Edición: Florencia Cabello Troncoso (@floo.re)

 

«La noche del 16 mayo 1984, María Loreto Castillo y Héctor Muñoz Morales fueron detenidos por individuos de civil que lucían brazaletes y conducidos hasta un lugar secreto en donde sufrieron atroces torturas», decía el periodista Augusto Góngora. A sus espaldas estaban las torres de alta tensión donde Loreto y Héctor fueron torturados. Con esa escena, comenzó el primer episodio de Teleanálisis, tal vez el principal medio de comunicación audiovisual opositor a la dictadura.

Se trató de un noticiario mensual que, desde octubre de 1984 hasta mayo de 1988, se dedicó a registrar las manifestaciones sociales en contra del régimen de Augusto Pinochet y lo que estaba siendo oculto por la censura en los medios tradicionales. Nació como proyecto anexo de la revista Análisis, dirigida por Juan Pablo Cárdenas, cuando Dragomir Yankovic y Jorge Leiva propusieron hacer en formato audiovisual, la sección de entrevistas que hacía el periodista Fernando Paulsen. Paulsen habló con Yankovic y Leiva sobre la propuesta, pero llegó a decirle a Cárdenas “no tiene ningún sentido hacer las entrevistas en formato audiovisual”. Ante el desconcierto de su director, explicó: “Yo creo que podemos hacer algo mucho mejor”. Así, nació Teleanálisis, un anexo de la revista Análisis que apuntaba a imitar el formato televisivo, de ahí su nombre.

Tal fue su impacto, que en 2004 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), declaró a algunos episodios del noticiero como parte del Programa Memoria del Mundo para “garantizar que no continúe el deterioro de la memoria histórica de violaciones de derechos humanos ocurridas durante la dictadura militar”. Al día de hoy, el trabajo de los periodistas, camarógrafos y trabajadores de Teleanálisis ha sido valorado de manera internacional por su valentía y sacrificio. El periodismo en época de dictadura no era un ejercicio fácil.

“El periodista que te diga que no tenía miedo de salir a reportear en ese tiempo, está mintiendo”, afirma Paulsen. Eran tiempos tensos y delicados, en los que todos los periodistas estaban bajo amenaza permanente y con agentes de la División Nacional de Comunicación Social (DINACOS) respirándoles en la nuca para cada publicación, agrega. El lanzamiento de Teleanálisis fue especialmente trascendental, pues fue el primer medio audiovisual que mostró las protestas, la pobreza y el verdadero ambiente que se vivía; en contraste con los canales de televisión, que eran fuertemente regulados por la DINACOS. Entonces, la elección del primer capítulo fue muy importante. 

“Lo primero que tuvimos muy claro es que queríamos mostrar las movilizaciones”, dice Paulsen. Desde mayo de 1983 las protestas fueron mensuales, pero no se las estaba registrando. El primer reportaje del primer capítulo de Teleanálisis cubrió la Jornada por la Vida convocada por el Cardenal Raúl Silva Henríquez el 9 de agosto de 1984. Que estuviese patrocinada, organizada y protegida por la Iglesia, les otorgaba considerables garantías, porque el régimen era reacio a actuar de manera violenta contra ella. Esto significó una gran masa de gente y, por supuesto, la inédita presencia de Teleanálisis para documentar de manera audiovisual el evento. En cámara, aparecía el Vicario de la Solidaridad, Monseñor Ignacio Gutiérrez, condenando abiertamente al régimen: “Nos preocupan los allanamientos a los que están siendo acostumbradas casi a diario las poblaciones del pueblo pobre. Los amedrentamientos, las detenciones arbitrarias, la existencia de la tortura…”, se le ve decir en el programa. 

Para los periodistas no era diferente. Juan Pablo Cárdenas recuerda que estuvo preso cinco veces, una de ellas con reclusión nocturna durante 541 días por un artículo en el que criticaba directamente a Pinochet. Con esto, los equipos editoriales se vieron obligados a tomar medidas. No salir a reportear solos, reportarse cada dos o tres horas y hablar en código por los teléfonos, que en ese tiempo eran fijos. Pero quizá una de las precauciones más innovadoras tomadas por el equipo de Teleanálisis fue la de los ‘petos de prensa’, ideada por la periodista Patricia Collyer, una de las reporteras de la iniciativa. “Le pedí a mi mamá que los hiciera. Eran unos petos beige, hechos en casa, con letras azules cocidas que decían PRENSA por delante y por atrás”, cuenta ella entre risas. 

Los periodistas chilenos no usaban ese tipo de acreditación, lo hacía la prensa extranjera. Durante el régimen, abundaban corresponsales que cubrían lo que ocurría en nuestro país. Según Cárdenas, no fueron expulsados porque para Pinochet siempre fue prioritario cuidar las relaciones con otros países. Esos periodistas usaban petos. “No todos los carabineros se fascinaban pegándole palos a los periodistas”, explica Paulsen. Y relata que mayor era el cuidado, justamente por las altas probabilidades de ser extranjeros. “Fue una muy buena idea de la Paty”, sonríe. 

Pero sin importar las soluciones que encontraran, estar en la calle no era suficiente. En aquellos tiempos, una de las cosas más importantes para el trabajo periodístico era para varios el “dateo”. Siendo todo tan oculto, callado y puertas adentro, saber lo que ocurría en el día a día era complejo. “La fuente de información más importante, era la Vicaría de la Solidaridad. Pero uno tenía que tener también una red de gente que te diera datos. Sindicatos, asociaciones de estudiantes, agrupaciones, gente retirada del ejército”, cuenta Collyer.

En tiempos de censura, la información es un arma muy valiosa, y eso no fue diferente para el régimen. Patricia asegura que para el caso degollados, en marzo de 1985, la información llegó desde adentro. Fue la misma Central Nacional de Informaciones (CNI) la que delató a Carabineros por los asesinatos. 

Justamente por “dateo” de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile fue que llegaron a la que es considerada una de las marchas estudiantiles más recordadas de la época. Uno de los integrantes del equipo en los años posteriores de Teleanálisis, Rodrigo Moreno, recuerda el que fue un evento significativo en las filmaciones del programa; el disparo a María Paz Santibáñez en las afueras del Teatro Municipal de Santiago durante una protesta contra el rector de la Universidad de Chile, José Luis Federici. “Yo no estaba en ese momento, pero recuerdo que llegaron ese día a la oficina vueltos locos, desesperados, al borde del llanto y nos muestran lo que grabaron. Nosotros quedamos impactados”, dice Moreno. 

Góngora inmediatamente dio la orden de hacer copias de la cinta, tomar el material que tenían y evacuar, porque preveía un allanamiento. Eran los únicos que tenían evidencia del hecho. “No nos llegaron a allanar ese día, pero durante las dos o tres semanas posteriores teníamos un auto estacionado abajo que nos estaba vigilando”, recuerda Moreno. Años más tarde, ese video grabado por Teleanálisis sería la prueba que obligó al juez a desmentir la versión del régimen, que culpaba a María Paz por provocación, y a condenar al carabinero. El documentalista e historiador Julio Rubilar, quien lleva años desarrollando una cinta sobre el medio, reconoce el hito como algo sin precedentes: “Lo que hace Teleanálisis con ese registro es desmentir, por primera vez, una versión oficial de la dictadura usando imágenes”.

Pero lograr poner el lente frente a los hechos no era el único desafío. Porque, ¿qué es de un noticiario que nadie ve? El método de difusión fue uno de los obstáculos que primero debieron atravesar. Resolvieron que el formato del noticiario sería en VHS; irónicamente y a propósito, la misma tecnología que el régimen introdujo. Los receptores principales eran sindicatos, obispados, iglesias, juntas de vecinos y organizaciones estudiantiles, porque así aseguraban algo de masividad; pero otra porción de las personas que lo recibían, lo hacían por suscripción personal. Parte considerable de esas suscripciones personales fueron atraídas por Augusto Góngora desde sus redes en el Ictus, donde trabajó haciendo contenido durante años y ya era un rostro reconocido.

La principal característica que dificultaba la divulgación de Teleanálisis era su clara línea editorial de oposición y rebeldía ante el régimen. Entonces, no podía existir un medio sin permiso de la DINACOS y Teleanálisis decidió no pedirlo, pues, claramente, sería denegado. Así que el equipo, con asesoría jurídica, encontró la forma de no ser estrictamente un medio de comunicación. 

La primera medida tomada para protegerse técnicamente del escrutinio del DINACOS, fue incorporar una leyenda antes de cada capítulo que rezaba: ‘Prohibida su difusión pública en Chile’. Al “prohibir” su propagación en Chile, no era un medio de comunicación, así que se liberaban de tener que solicitar autorizaciones. “Fuimos un poco ingenuos al pensar que eso podía de alguna manera protegernos”, admite Paulsen, “pero lo pusimos por si acaso, no perdíamos nada. Igual, ninguno de nosotros realmente creía que eso significaba nada para la dictadura”, comenta. 

Para el lanzamiento de la revista Análisis habían usado una estrategia similar, presentándola como una revista académica al amparo de la Academia de Humanismo Cristiano, dirigida por el cardenal Raúl Silva Henríquez y no como un medio de comunicación; así que no tenían razón para no intentarlo. Finalmente, su propuesta fue un éxito.

La siguiente traba era la entrega de los VHS. Rodrigo Moreno recuerda que la información de los afiliados era información confidencial: “Teleanálisis tenía una lista con las personas suscritas, pero todos esos nombres eran alias. Había una sola persona en todo el equipo que sabía la verdad de quién recibía la cinta mensual”. Esa persona era Cristian Cruz, quien hacía todas las entregas a pie, con una bolsa ni muy grande ni muy pequeña, tocando puerta por puerta los hogares de los inscritos.

Uno de los hogares que recibió el primer capítulo de Teleanálisis fue el de un amigo del periodista Óscar Sepúlveda. Recuerda que esa tarde llegó a una comida con algunos de sus más cercanos, sin saber que lo que terminarían viendo sería a Augusto Góngora frente a las torres de alta tensión, narrando la tortura de Loreto Castillo y Héctor Muñoz. “Fue muy sorprendente y celebramos mucho que por fin se podía empezar a saber lo que estaba pasando”, cuenta. Sepúlveda en ese entonces trabajaba en el diario La Segunda, donde recuerda que la censura era absorbente. Con esa comparación en mente, podía de verdad  apreciar lo que él mismo define como un nuevo espacio de libertad.

Óscar destaca con convicción la labor de los periodistas de oposición en esos años, convirtiéndose en uno de ellos después para el diario La Época. En especial, resalta la labor de Augusto Góngora. “Augusto fue un símbolo de la democracia y de la libertad de expresión. Aportó mucho y siguió aportando después, porque lo que había en él era verdadero amor a la verdad”. Julio Rubilar califica la actitud de los participantes del noticiario como valiente y admirable, sobre todo luego del asesinato del periodista José “Pepe” Carrasco, integrante de la revista Análisis, en septiembre de 1986. 

“Todos entendimos el mensaje”, recuerda Paulsen, “¿Qué significa que pesquen al vicepresidente del Colegio de Periodistas, lo lleven al lado del cementerio y le metan nueve balas? Estaba clarísimo. ‘No sigan hueveando’”. Pero siguieron hueveando. Y con más motivación que nunca. “Todos, en la revista y en Teleanálisis, estudiamos periodismo para hacer periodismo”. 

José Rodríguez, encargado audiovisual del Departamento de Documentación del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, con años de distancia y una carrera de trabajo involucrado al resguardo y la valoración de Teleanálisis, destaca dos grandes aportes del proyecto: Por un lado, dice, fue un registro de la época que permitió ver y estudiar una perspectiva entonces oculta; y por otro, muchas personas se vieron representadas por primera vez, pues los medios tradicionales no las estaban retratando.

Tanto Paulsen como Collyer, Moreno y Cárdenas contestaron la misma pregunta. “¿Alguna vez dudaron de lo que estaban haciendo?”. La respuesta fue siempre la misma. “Nunca”.

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Antonia Sanzana (@anto_sanzana) es estudiante de tercer año de periodismo de la Pontificia Universidad Católica. Ha participado en Radio UC como columnista de Punto Cero y conductora de Estudio 660. Es ayudante de los cursos de Semiología y Teoría de la noticia. Esta es su primera publicación en un medio. 

49 años sin Diana

49 años sin Diana

Diana Arón es uno de los nombres entre 20 detenidos desaparecidos de origen judío durante la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Egresada de Periodismo de la Universidad Católica y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, su rastro se perdió el 18 de noviembre de 1974. Su familia y amigos aún no saben qué fue lo que realmente le pasó. 

Por: Ronit Bortnick (@ronit_bortnick)

Edición: Amanda Astudillo (@amandastudillo)

Fotografía: Memoria Viva

En la tradición judía, uno de los principales rezos cuando alguien fallece es el Kadish de duelo, plegaria que solo puede ser dicha por cónyuges, padres, hijos y hermanos. Además, únicamente debe ser recitado en presencia de un Minián, que es la asistencia mínima de diez hombres judíos mayores de 13 años. “Durante 30 años no pudimos juntar diez personas para decir Kadish por nuestros hermanos, porque en la comunidad que yo conocía, los amigos de mipapá, eran de derecha, por lo tanto, el tema no se hablaba”, afirma Ana María Arón (79), hermana de Diana Arón, detenida desaparecida en 1974, durante la dictadura de Augusto Pinochet. Recién en 2007 lograron decir Kadish por las víctimas que egresaron del Instituto Hebreo, colegio de la comuna de Lo Barnechea.

Diana Frida Arón Svigilsky nació en Santiago el 15 de febrero de 1950, en el seno de una familia chileno-judía, en la que sus padres tenían roles importantes dentro de la comunidad. Su papá, Elías Arón, fue parte del directorio del Instituto Hebreo y su madre, Perla Svigilsky, presidenta de la Organización Mundial de Mujeres Sionistas (WIZO abreviado en inglés) en Chile. Tras egresar del colegio viajó a Israel, y al volver al país, en 1968, entró a estudiar Periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Allí conoció a María Loreto Rebolledo (73): “Muy rápidamente nos hicimos amigas”, recuerda Rebolledo, actual decana del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile. Tenían un grupo de amigos de izquierda, del cual era parte Cecilia Olmos, a quien conoció en los primeros años de carrera. Se reunían a conversar de “ciertos temas, cierto tipo de libros y de cosas”. La relación con Rebolledo se estrechó cuando Arón la invitó a la Población 26 de enero (Hoy población La Bandera), que era una de las tomasmás emblemáticas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), ubicada en el sector sur de Santiago. Fue ese el momento en que ambas empezaron a militar.

Ana María Arón describe a su hermana como “una niña joven llena de ideales. Le gustaba cantar, leer y la fotografía. Era muy querendona de su familia”. Agrega que tenían una relación muy cercana, porque, antes del golpe de Estado, su hermano Raúl se fue a Estados Unidos y sus padres migraron a Israel.

Diana Arón fue detenida por agentes de la DINA hace 49 años, el 18 de noviembre de 1974, en avenida Ossa. Al intentar escapar, fue alcanzada por cuatro balas, según lo que los propios policías de la DINA le dijeron a Luis Muñoz González, su pareja. Para ese entonces, ella ya era parte del Comité Central del MIR. Tenía 24 años, estaba embarazada de siete meses y fue llevada al centro de tortura Villa Grimaldi.

Surgimiento y persecución del MIR

El MIR surge el 15 de agosto de 1965 de una confluencia de tres grupos: militantes socialistas jóvenes, comunistas y una vertiente trotskista. Según el historiador Mario Garcés, lo que los une es la Revolución Cubana de 1959, que provocó que la izquierda más revolucionaria abogara por cambios políticos más radicales, mediante el enfrentamiento directo con el Estado y la clase dominante.

En Chile, tras la elección de Oscar Naranjo Arias, quien pertenecía a la coalición izquierdista Frente de Acción Popular, como diputado por Curicó y Mataquito, la derecha apoyó a Eduardo Frei Montalva en su candidatura a la Presidencia de la República en el año 1964. En consecuencia, Frei terminó ganándole a Salvador Allende las elecciones. 

Garcés señala que este evento “precipita la idea de que por vía electoral la izquierda nunca iba a conquistar el gobierno”. Por lo tanto, añade, “había que generar un tipo de organización distinta, que de alguna manera se separara de esta tradición electoral de la izquierda”. Según él, el MIR se creó “con esa voluntad revolucionaria, pero con muy pocos recursos y pocos recursos políticos como para iniciar una guerra armada”. 

El historiador añade que “los primeros años del MIR son bastante débiles”. Sin embargo, en el año 1969 se establece una corriente juvenil “más guevarista, seguidora de la corriente cubana más pura”. Se impone acusando al sector trotskista de ser incapaz de ejecutar la revolución. “Hay un discurso muy claro, pero nunca una preparación beligerante, ni siquiera el día del golpe”, agrega Garcés.

Según Mario Garcés, Pinochet sabía que la izquierda chilena no tenía ninguna capacidad de enfrentar el golpe de Estado y consideraba al MIR como “los comunistas más peligrosos y eventualmente la mayor oposición a la dictadura”. Para afrontar este “peligro”, Manuel “Mamo” Contreras, jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), “termina con la izquierda chilena y sus principales expresiones”, dice Garcés. Solo entre los años 1974 y 1975 hubo “180 miristas muertos”, afirma el historiador. Entre ellos, Diana Arón. 

Cuando ella estaba en Villa Grimaldi, fue interrogada por Miguel Krassnoff, militar en aquella época y hoy condenado por crímenes de lesa humanidad. “Krassnoff era nieto de un cosaco, quienes armaron pogromos. Además, su padre fue colaborador nazi”, dice Maxine Lowy (63), titulada en estudios latinoamericanos en Estados Unidos. Agrega que, posterior al Holocausto, el abuelo y el papá de Krassnoff fueron ejecutados por las fuerzas soviéticas, lo que dejó en él “una rabia tanto contra judíos como contra comunistas”.

“Y aquí tenía ante él una judía, mirista y opositora a la dictadura”, cuenta Lowy. En el archivo digital de Memoria Viva, se señala que Krassnoff dijo: “No solo es comunista esta perra, sino que además es judía. Hay que matarla”. Arón habría fallecido el 10 de enero de 1975. 

Ana María Arón cree que el proceso de desaparición es distinto al de la muerte: “Nunca tienes la seguridad de si tu hermana está viva o no está viva”. Afirma que dejó de ser una persona que tiene una hermana para “transformarse en una persona que busca a su hermana”, golpeando puerta por puerta en búsqueda de información: “Es saber que alguien murió, pero no tienes evidencia, no hay cuerpo, no hay dónde enterrarla ni dónde hacer un duelo concreto”.

La comunidad judía chilena en la dictadura

Entre los años 1932 y 1941, llegaron 13.000 judíos a Chile provenientes de Europa, convirtiendo al país en el tercer destino de refugiados en Latinoamérica. Para el año 1959 ya vivían más de 30.000 en tierras chilenas. Valeria Navarro, presidenta del Centro Progresista Judío y secretaria de estudios de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Diego Portales, señala que muchos de los que arribaron escapando, por ejemplo, de los nazis y los gobiernos soviéticos, empezaron a abandonar el territorio durante el gobierno de Allende. 

Navarro dice que tenían miedo a las estatizaciones o a las expropiaciones de sus bienes: “Un miedo incontenible a lo que podría significar un gobierno de izquierda”. Esta migración masiva les generó problemas a quienes se quedaron, porque “se fueron gran parte de los que apoyaban económicamente a la Comunidad Judía”.

Navarro señala que el Comité Representativo de la Colectividad Israelita “marcaba siempre esta idea de que eran neutrales”. Un ejemplo de eso es que el presidente de la Comunidad Judía de la época, Gil Sinay, mandaba saludos al presidente “cuando era electo”. Navarro dice que “es distinto ser neutral en un gobierno democrático a ser neutral a uno que toma el poder por la fuerza y viola los Derechos Humanos”. Para ella, “esa neutralidad esconde una aceptación”. En el año 2017, conversó con Sinay: “Me dice: ‘¿Quiénes son esos judíos desaparecidos? Nadie, nunca participaron en la comunidad, son solamente judíos de apellido’”.  

De acuerdo con Lowy, Moshé Tov, embajador de Israel en Chile en ese momento, “abrió la embajada y protegió a muchos, pero él fue una de las personas clave en crear el vínculo Israel y Chile para la venta de armas”. Después del bloqueo norteamericano en el año 1978, el Estado judío se convirtió en uno de los principales proveedores de armas del gobierno de Pinochet.

“Perpetuar la memoria”

María Loreto Rebolledo ya estaba en el exilio en Buenos Aires cuando supo lo que le había pasado a su amiga. Se enteraba de las noticias de dos formas: a través de un microfilm que sacaban del país o por personas que viajaban y le contaban. Rebolledo, con lágrimas en los ojos, agrega: “De las tres amigas que éramos, Diana murió, Cecilia estuvo presa y yo alcancé a salir”. Recuerda que sentía que no merecía vivir: “Al resto de la gente que estuvo en lo que tú estuviste le pasaron estas cosas. Es una cuestión casi como de culpa, que es muy rara”. 

El periodista Eduardo Santa Cruz (73) también fue compañero de Arón en la universidad. “Yo siempre sentí que ella era una especie de hermana mayor”, recuerda. Cuenta que ella sabía dactilografía, por lo que, cuando les pedían leer un libro, conseguían un ejemplar y “Diana lo copiaba a máquina para todos mientras alguien le iba leyendo”. 

Hoy, Ana María Arón es psicóloga especializada en trauma y profesora emérita de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y dice: “Trabajar con víctimas de traumas complejos e injustos debe tener mucho que ver con lo que pasó con Diana”. A ella, afirma, le ayuda a “perpetuar la memoria de las personas que se fueron temprano, como Diana, y seguir haciendo algo de lo que ella hubiera hecho, trabajar con la gente más desprotegida”. 

María Loreto Rebolledo aprovecha la ocasión de dar esta entrevista para recordar de manera pública a su amiga. Agrega que, en privado, siempre está recordando: “Yo veo a Ana María y es ver a la Diana. Cada vez que Cecilia viene a Chile es ver a la Diana”, agrega.

A 49 años de la desaparición de Diana Arón, su hermana siente que tiene la herida cicatrizada, ya bien sanada: “Cuando digo cicatrizada es que está la cicatriz, y yo sé que estuvo, no me voy a olvidar, pero no me sangra”. 

 

La doble finalidad que cumplirá la Villa Panamericana

La doble finalidad que cumplirá la Villa Panamericana

Construida en un total de 21 meses, tiempo récord para Chile, ha sido la encargada de albergar alrededor de 6000 deportistas durante la realización de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos. Una vez finalizada esta fiesta deportiva, la edificación cumplirá el sueño de la casa propia de 1355 familias.

Por: Benjamín Rojas (@benja_rojas21)

Edición por: Belén Mackenna (@belenmackenna)

Saliendo de la estación de metro Cerrillos, perteneciente a la Línea 6, a mano izquierda se ven 17 edificios de entre seis y 17 pisos, de distinto tamaño. Son de color negro, celeste y plomo, repartidos en cuatro lotes dentro del Parque Bicentenario de Cerrillos. Un poco más allá, se distingue una escultura más alta que las rejas que delimitan el terreno con un pilar de color celeste. Es una pluma con pelos verdes, amarillos y rojos, tales como las de Fiu, la mascota oficial de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos que comenzaron el 20 de octubre y se extenderán hasta el 25 de noviembre. Así se ve el ingreso a la Villa Panamericana, el espacio que tiene la función de recibir a más de 6000 deportistas de los 41 países participantes de Santiago 2023.

 Foto tomada por Claudia Gajardo, guardia del recinto

El Mundial de Fútbol de 1962 fue el evento deportivo internacional más importante que Chile organizó en cuanto a relevancia e inversión económica. Después de 61 años, el país volvió a ser el anfitrión de un torneo internacional de grandes magnitudes con los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos. 

Según el presupuesto propuesto para este año, la inversión total del Estado fue de $333.431 millones de pesos para el desarrollo de los Juegos, de los cuales $121.011 millones de pesos corresponden a lo invertido en infraestructura. Este ítem incluyó a la Villa Panamericana que se entregó el 14 de septiembre, 43 días antes del inicio de los Juegos, en una ceremonia a la que asistió el presidente Gabriel Boric, el director ejecutivo de la Corporación, Harold Mayne Nicholls, la ministra Secretaria General de Gobierno, Camila Vallejos, el ministro de Vivienda y Urbanismo, Carlos Montes, y algunos deportistas del Team Chile. En la inauguración, las autoridades y atletas cortaron la cinta y recorrieron el recinto.

Tras alojar a quienes participen durante los dos meses que duran los juegos, las residencias pasarán a ser viviendas sociales para 1.355 familias que no cuentan con casa propia. “Finalizadas las actividades deportivas, estos departamentos serán refaccionados, según se necesite, y serán entregados a la ciudadanía, a través de nuestros subsidios DS19 y DS49”, afirmó el ministro Montes. Según la Cámara Chilena de la Construcción, en el informe “Déficit habitacional en Chile: Evolución y análisis de la crisis de vivienda” existe una carencia de 1.089.000 de ellas a nivel nacional. “Serán parte de la meta que el presidente Gabriel Boric nos puso, como ministerio, de entregar 260 mil soluciones habitacionales al terminar su Gobierno”, aseguró el ministro.

 

“El peso de ser el país anfitrión”

Este complejo de 6,4 hectáreas se construyó en un total de 21 meses. Las constructoras responsables de darle vida al proyecto fueron Mena y Ovalle S.A. y DLP S.A. Se distribuyeron la edificación de las torres, donde Mena y Ovalle se encargó de la construcción de nueve y DLP de ocho.

Ulises Tello, gerente del proyecto por parte de DLP S.A., cuenta que la construcción se inició en 2021, en plena pandemia, con la incertidumbre que reinaba en ese momento. “Concretarlo ha sido un logro importante, considerando que al proyecto inicial se agregó la implementación de espacios para los deportistas con discapacidad, sin tener la alternativa de pedir más plazos, dado que el evento ya estaba calendarizado”, afirmó. 

La constructora también se enfrentó a la escasez de mano de obra y a la crisis económica que generó alzas en los insumos y materiales de construcción. En el proceso no se podían olvidar de la finalidad que cumpliría la Villa Panamericana al finalizar de los Juegos, mencionó Tello. “Para nosotros entregar este proyecto un 100% en septiembre de 2023 fue un gran desafío”, dijo. Y agregó que no solo se trató de cumplir con las expectativas de los organizadores: “Sino (que también) de los deportistas y de todos los chilenos, ya que somos el país anfitrión. Tener la capacidad de trabajar en espacios para personas con discapacidad fue igualmente relevante”, comentó.

En cuanto a los departamentos, se trata de espacios de entre 30 a 55 m2 aproximadamente, que varían de 1, 2 y 3 dormitorios, y 1 o 2 baños. Todos con living comedor y cocina. Están completamente terminados, con sus revestimientos de pisos, muros, accesorios de baño. Como equipamiento incorporan ventanas de termopanel en dormitorios, muebles de cocina, luminarias, cortinas en dormitorios y calefón.

Fotos extraídas de ciudadpanamericana.cl

 

Deporte las 24 horas en Cerrillos

La Villa Panamericana traerá un gran impacto en la zona de Cerrillos, de acuerdo con Israel Jiménez, coordinador del Departamento de Deportes de la municipalidad de Cerrillos. “Los juegos son como un punto de inicio para que la cultura deportiva de los vecinos y vecinas y de los chilenos en general tenga un cambio positivo en virtud de los valores y los beneficios que trae el deporte en la vida de las personas”, afirmó. Y dijo que buscaba que, con este hito, creciera la inversión y las instalaciones deportivas, y la posibilidad de tener más adhesión a distintas actividades físicas. 

“(No solo me refiero) desde el punto de vista del Estado sino también del rubro privado, y ahí entran todo tipo de iniciativas, multicanchas, canchas de pádel, canchas de tenis (…) Esperamos que Cerrillos se transforme en una comuna donde el deporte se viva las 24 horas”, aseguró.

Amanda Cerna es atleta paralímpica y ha participado en los dos últimos Juegos Parapanamericanos, en Toronto 2015 y Lima 2019. En ambas ocasiones la atleta se quedó en las Villas Panamericanas, y enfatiza en la importancia de estas residencias: “Creo que es fundamental poder tener un buen descanso, recuperarnos de los entrenamientos y obviamente estar bien para la competencia los días previos”. 

Cerna está participando en los Parapanamericanos de nuestro país, que se desarrollarán hasta el 26 de noviembre, y las expectativas que tenía sobre la Villa se cumplieron: “Hemos descansado bien, no hemos pasado frío a pesar de que los días igual están helados (…) Yo diría que está casi a la altura de lo que fue Toronto 2015, e incluso un poco más avanzado de lo que fue Lima 2019”, dice. “Tiene harto espacio, harta naturaleza, muchos espacios con ciclovías, como para estar aquí o salir a hacer deporte. Es un espacio súper bonito y creo que sí podría ser una vivienda digna”.

Cuando las mascotas pagan el precio

Cuando las mascotas pagan el precio

Abrir una clínica veterinaria en Chile es tan fácil como abrir un almacén. Los requisitos son dos: una autorización del Servicio de Impuestos Internos y una patente municipal. Esto y la nula fiscalización ponen en peligro a las mascotas.

Por Colomba Bolognesi Raineri (@colobolognesi).

Edición por Catalina Del Río (@catadelirio) y Belén Mackenna (@belenmackenna).

Jeannette Cáceres (52) llevó a Loba, su pastora alemana, al Centro de Esterilización Mariola, ubicado en Peñalolén. Esta clínica veterinaria trabaja con la municipalidad y a través de la página peñalolen.cl ofrece operar a una mascota solo por cinco mil pesos.

Luego de la esterilización, Loba llegó muy desanimada, pero Cáceres imaginó que era por la anestesia. Pasaron las horas y la perrita no se levantaba del suelo, por lo que decidió llamar al centro: “Me dijeron que no me preocupara, que era normal que estuviera decaída”, cuenta.

A las once de la noche, Loba se paró con su mayor esfuerzo y se volvió a recostar, esta vez al lado de su dueña. A Cáceres se le quiebra la voz al recordar: “La tomé de la cara y ya no respondía”. Subió las escaleras corriendo y les gritó a sus hijos: “¡La Loba, la Loba!”. Salieron a paso rápido. “Salimos desesperados, casi dejé la casa abierta. Mis hijos lloraban, gritaban”. La llevó a la veterinaria de turno más cercana que encontró. Tarda unos segundos en recuperar la voz antes de decir: “Llegamos allá y la Lobita llegó sin respiración. Hicieron todo lo que pudieron, pero la Loba murió”.

Cáceres reclama: “Las personas llevamos a las mascotas a la municipalidad porque no tenemos los recursos, pero sí nos preocupamos. Hay instituciones que deben encargarse de esto y veo que no funcionan. No entienden que los animalitos son importantes, parte de tu familia. A la Loba la voy a llorar y extrañar toda la vida”.

El 86% de los chilenos declara tener al menos una mascota -es decir, ocho de cada diez personas-, de acuerdo con la encuesta Cadem realizada en febrero del año 2022. Esta cifra subió 13 puntos respecto del año 2019. El estudio deja en evidencia que las mascotas son consideradas un miembro más de las familias, especialmente para las generaciones Z y millennials. El 98,7% de estos dueños lleva a su mascota al veterinario, según indica la Encuesta Nacional de Tenencia Responsable, realizada por la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo (Subdere) en marzo de 2022.

En Chile, los requisitos para abrir una veterinaria son equivalentes a cualquier otro local de ventas: se necesita una autorización del Servicio de Impuestos Internos y una patente del municipio. No se exige fiscalización sanitaria de ningún tipo de entidad u organismo. El Servicio Agrícola Ganadero (SAG) solo se encarga de regular los medicamentos de uso veterinario que se comercializan.

A diferencia del caso chileno, en Reino Unido desde 2005 existe un programa de cumplimiento de estándares del Real Colegio de Cirujanos Veterinarios que consta de fiscalizaciones periódicas. En España, el ejercicio de la medicina veterinaria en establecimientos particulares debe estar acorde al reglamento de requisitos mínimos para prestar atención sanitaria del Consejo de Colegios Veterinarios de España.

Romy de la Hoz (60) llevó a su perrita Nala a la misma veterinaria que Jeannette Cáceres. Le pareció buena opción por el bajo precio. Dice que, luego de la esterilización, la devolvieron muy rápido y que al otro día Nala tenía la herida abierta. En otro centro le explicaron que a Nala le habían cosido mal los puntos. Agrega que al nuevo veterinario le llamó mucho la atención que no le hubieran recetado antibióticos. De la Hoz cuenta que tuvo que llevarla todos los días a curación y que al final salió mucho más caro.

Para ella, el Centro de Esterilización Mariola es como un matadero. Dice que había por lo menos 15 perros y gatos para operar en el mismo día. Después de su experiencia, comenzó a ver los comentarios de Facebook sobre la clínica y se dio cuenta de que había muchos casos más y que algunos terminaban en muerte.

“Ahora estamos yendo a otra veterinaria, donde nos pidieron exámenes, para esterilizar a nuestra gatita. Ahí uno se da cuenta de que no es llegar y esterilizar a un animalito; en Mariola no exigen nada”, dice De la Hoz.

Mariola González Concha (44) es veterinaria y dueña del Centro de Esterilización Mariola. Actualmente se encuentra en un juicio por una acusación de negligencia por esterilización de una perrita llamada Alicia. González asegura que la acusación es falsa y que muchas veces los dueños “no realizan bien los cuidados posteriores a una esterilización” y por eso responsabilizan a su veterinaria.

Cuenta que en el centro realizan aproximadamente 35 operaciones al día con “un equipo de gente super capacitada”. “Nosotros tenemos una responsabilidad tremenda frente a cada intervención y paciente. Hoy en día las mascotas pasan a ser un hijo más, por eso son súper cuidadosos nuestros protocolos de trabajo y orden”, remata.

Ignacio Espinoza (33) es veterinario y dueño de la veterinaria Dog Vet, ubicada en Lampa. Estudió en la Universidad de las Américas y tiene un diplomado en cirugía. Antes de tener su propio centro, trabajó en municipalidades. Admite que los municipios hacen “esterilizaciones masivas” y que muchas veces faltan medicamentos y equipos para reanimaciones. Califica las condiciones de salubridad como “precarias”.  Agrega que su veterinaria nunca ha sido fiscalizada. En una ocasión, él mismo fue a la Secretaría Regional Ministerial de Salud (Seremi) para que inspeccionaran la máquina de rayos X: “Me dijeron: ‘no, si nadie está fiscalizando, téngala nomás’”.

Clara Hernández (24), estudiante de medicina, también vivió una mala experiencia de esterilización con Kiara, una Pomerania de siete meses. Ocurrió en la Veterinaria del Valle, que está ubicada en Los Trapenses.

Clara relata que, después de la operación, Kiara estaba baja de ánimo y que, al tocarla, lloraba. Al cabo de algunos días, se le empezó a caer el pelo y comenzó a secretar un líquido por la piel. La familia Hernández pasó por muchas veterinarias buscando respuestas y en ningún lugar lograban darle una explicación. Hasta que llegaron a una dermatóloga canina: “Y nos dice preocupada: ‘esto es una quemadura’”. Kiara tenía el 70% del cuerpo con quemaduras de tercer grado.

Les explicó que lo más probable era que Kiara se hubiera quemado por mal uso de una manta térmica (a las que se acude para mantener la temperatura del animal por la baja de presión que experimenta durante la cirugía). La conclusión fue que, en el transcurso de la operación, mientras estaba dormida por la anestesia, debió haberle caído agua a la manta caliente.

Kiara internada por sus quemaduras

Hernández recuerda que en la Veterinaria Del Valle les aseguraron que sí utilizaban esas mantas, pero negaron haber sido los culpables de la quemadura de la perrita. “Nos decían que se pudo haber quemado en cualquier otro lado, con una estufa. Que no teníamos cómo corroborar que habían sido ellos”, recuerda molesta. Kiara quedó internada tres semanas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la Veterinaria Vet’s.

“Estuvimos peleando por su vida. Fue terrible. Muy desgastante emocional y económicamente. Y se murió, la tuvimos que sacrificar”, agrega entre lágrimas. “Como la veterinaria nunca se hizo cargo, aproveché mi cuenta de Instagram y lo subí todo”.

Hernández y su familia querían demandar, pero no tenían suficientes pruebas: “Se necesitaba un peritaje y ya la habíamos cremado. Era un juicio desgastante e imposible de pelear”. Finalmente llegaron al acuerdo. La Veterinaria del Valle se comprometió a pagarles lo que les costó el tratamiento de la veterinaria Vet’s, a cambio de que Hernández y su familia no postearan en su instagram personal más funas respecto al caso.

Alejandra Fuenzalida, dueña de Veterinaria del Valle, recuerda el caso: “Quise evitarme problemas, entonces llegamos a un acuerdo. Les dije: ‘Te pago y no pueden volver a hablar de mí’. Nos acusaban de quemar a un perro y nunca pudieron probar que haya sido acá. Lo deben haber quemado en una peluquería, con un secador”.

Fuenzalida cuenta que cuando recién abrió la veterinaria venían de la municipalidad y del Servicio de Impuestos Internos; fiscalizaban que dieran las boletas y se fijaban más que nada en la parte contable”. Relata que hoy vienen cada vez menos al lugar. “Siempre está todo en orden, por eso yo creo que no han vuelto”, afirma.

Diego Gallegos (35), abogado del Colegio Médico Veterinario (Colmevet), muestra profunda preocupación por los pocos requisitos que existen en Chile para tener una clínica veterinaria. Explica que el Colmevet aspira a que “los establecimientos de salud médico veterinario sean considerados como tal y no sean equivalentes a un boliche de venta de lápices, sillas o herramientas”.

Para él, el problema es que la medicina veterinaria en Chile no está considerada como profesión en el Código Sanitario. Según el artículo 112, los profesionales de la salud son: médico-cirujanos, cirujano-dentistas, enfermeras, matronas, tecnólogos médicos, psicólogos, kinesiólogos, químico farmacéuticos, bioquímicos, nutricionistas, fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales y técnicos paramédicos auxiliares.

“Los médicos veterinarios deberían ser profesionales de la salud y debiésemos tener un registro público, como existe para la salud humana, en la Superintendencia de Salud. Eso es mover una coma en el reglamento, nada más”, dice Gallegos. Asegura que, si fueran considerados profesionales de la salud, existirían mayores regulaciones a la hora de abrir una veterinaria.

Su pronóstico es “desesperanzador”: “Dudo que con la política de hoy logremos, establecer una política pública animal comprensiva con la problemática médico-veterinaria, y mucho menos establecer control ético”, dice. Luego agrega que a pesar de que la discusión del médico veterinario al Código Sanitario lleva por lo menos 15 años, “al final no pasa nada”.

Faride Almarza (19), estudiante de veterinaria de la Universidad Andrés Bello, esterilizó a su perra Luna en la veterinaria municipal de La Cisterna. Después de tres días, Luna estaba acostada en un rincón de la casa sin moverse. “Como era superactiva, me pareció raro. Le hablaba y no me movía la colita”, recuerda. Al mirarle el estómago, se dio cuenta de que estaba morado. Decidió llevarla a otro veterinario. Ahí les dijeron que la ligadura estaba mal hecha, lo que produjo goteras y le hizo perder mucha sangre. Luna estaba con anemia. “Sus órganos terminaron nadando en sangre”, afirma.

Existía la posibilidad de hacerle transfusión de sangre, pero el veterinario le dijo que era muy baja la probabilidad de que Luna sobreviviera, si es que resistía la anestesia. Almarza cuenta que tuvieron que dormir a Luna: “Fue horrible”, comenta cubriéndose la cara con las manos.

Días después notó a través de redes sociales que la suya no era la primera queja a la veterinaria. Es consciente de que casos como el de ella se repiten: “Por eso decidí estudiar veterinaria”, admite con orgullo.

Para el abogado Diego Gallegos, no queda más que cambiar la mentalidad y ver la salud animal al mismo nivel que la humana. Está convencido de que endurecer los requisitos para abrir una clínica veterinaria es el camino: “No va a pasar nada hasta que esto sea un tema público”.

BIO:

Colomba Bolognesi es estudiante de tercer año de Periodismo UC (@fcomuc) y es la primera vez que publica en un medio. Escribir es uno de sus hobbies y la prensa escrita es lo que más le gusta de la carrera.

El efecto que la pospandemia dejó en la “generación sándwich” chilena

El efecto que la pospandemia dejó en la “generación sándwich” chilena

Durante años, el término “generación sándwich” se ha implementado para referirse al grupo de personas que cuidan de manera simultánea a sus padres e hijos. Tras la pandemia, este grupo quedó aún más expuesto a una rutina agitada y tuvo que adaptarse a nuevas formas de vida. ¿Cómo lo hacen hoy?

Por: Trinidad Riobó Maturana @trinidadriobo

Edición: Sofía Campos @sofiacamposh

 

“Me levanto a las cinco de la mañana y paso a ver a mi hijo a la casa de mis papás porque le cuesta mucho levantarse. Un cuarto para las siete de la mañana estoy en el colegio del que soy directora y como estamos con un problema grave de personal, lo abro yo. Al mediodía tengo que ir a buscar a mi hija al colegio o tengo que llevar a mis papás al doctor. Estoy en el colegio hasta como las cinco, cinco y media, si es que no me sale una reunión. De ahí paso a la casa de mis papás, les compro pan, los acompaño y voy a la farmacia. Después de todo eso, recién llego a mi casa”.        

Cecilia Rebolledo (en el medio), junto a sus hijos.

Este es un día normal para Cecilia Rebolledo (51), directora del colegio Abraham Lincoln de San Bernardo y quien está a cargo del cuidado de sus dos hijos y sus padres. Su hija menor, de 17 años, todavía está en el colegio y su hijo mayor, Sebastián, de 27, padece trastorno bipolar de grado uno desde los 18. Él vive con sus abuelos maternos para acompañarlos durante la noche ante cualquier eventualidad. El padre de Cecilia, con 75 años, tiene Parkinson e inicios de demencia senil, mientras que su madre, con 74, tiene diabetes y problemas respiratorios. ​​“De tener dos hijos ahora tengo cuatro, ya no pueden vivir solos 100% y hay que estar pendiente todo el día”, agrega Cecilia.                                           

El término “generación sándwich” fue empleado por primera vez por la trabajadora social estadounidense Dorothy A. Miller en el artículo “The ‘sandwich’ generation: adult children of the aging” en 1981 y sigue vigente hasta el día de hoy Quienes conforman este grupo son las personas entre los 45 y 60 años que cuidan a sus padres e hijos. “Son los hijos adultos de los ancianos que están ‘en un emparedado’ entre sus padres ancianos y sus propios hijos en proceso de maduración, estando sujetos a una gran cantidad de estrés”, menciona Miller en su publicación. 

También suele denominarse como “la generación del medio” porque está efectivamente ubicada en la mitad y tiene una doble obligación generacional: la población ascendente y descendente.

Aun así, el tema no es tanto la edad de los responsables de sus familiares, sino las consecuencias del rol que ejercen que repercuten en ellos. Según los expertos, el trabajo, el estrés, el aumento de la esperanza de vida y la postergación de las nuevas generaciones son algunos de los factores que influyen en la calidad de vida de este grupo.

Si bien las definiciones contemplan tanto a hombres como mujeres, la realidad actual, asegura Beatriz Fernández, socióloga de la Universidad Católica e investigadora asociada del Instituto Milenio Micare, centro que estudia el cuidado y acompañamiento de personas mayores, personas con discapacidad intelectual y del desarrollo de sus cuidadoras y cuidadores desde todas sus aristas, asegura que son las mujeres quienes asumen la responsabilidad del cuidado. “Debemos evitar eufemismos, finalmente la generación sándwich se compone particularmente por mujeres. Es importante tenerlo en consideración para evaluar las consecuencias del fenómeno”, dice. 

El aumento de la esperanza de vida en la población, postergación de la maternidad y la inserción laboral de las mujeres son tres de los principales factores que han hecho evolucionar la concepción de este grupo. 

En primer lugar, explica Fernández, hay una “transición demográfica hacia un país cada vez más envejecido en donde no todas las personas mayores son dependientes, pero sin duda mientras más años se vive, más probabilidades hay de finalmente tener algún problema de salud y empezar a tener dependencias funcionales”.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la Esperanza de Vida al Nacer (EVN) de los chilenos se ha “triplicado producto de la implementación de políticas de salud pública, la disminución y posterior erradicación de la desnutrición infantil, el aumento del nivel de escolaridad y la universalización de la educación, el incremento en la calidad de vida de la población y la reducción de la mortalidad infantil, entre otros factores”.

A lo anterior, se le suma el hecho de que las mujeres han aplazado la maternidad, teniendo hijos cada vez más tarde. Las generaciones suelen toparse durante un periodo de tiempo mayor, produciendo una doble responsabilidad. “Al haber una tendencia de tener hijos en edades más avanzadas, se genera un encuentro entre la crianza de los hijos junto a los padres que además van a vivir más años. Te topas con esa disyuntiva de necesidades”, agrega la socióloga. 

En Chile la proporción de mujeres que trabajan remuneradamente todavía es baja. “Con la pandemia disminuyeron y hoy día se recuperó, pero estamos hablando del 50%; solo una de cada dos mujeres”, enfatiza la investigadora y socióloga. Según el informe “Igualdad de género en Chile: Hacia una mejor distribución del trabajo remunerado y no remunerado”de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) la tasa de empleo femenino es de un 53,3%, siendo casi 20 puntos porcentuales más baja que la masculina. Los desafíos de la inserción de las mujeres en el mundo laboral siguen vigentes y la situación no se hace más fácil considerando el trabajo que significa el cuidado de otros miembros familiares. 

 

Un nuevo ingrediente: Lo que dejó el COVID-19

Con la llegada de la pandemia, la situación de las cuidadoras se hizo más evidente, puesto a que todos los ámbitos de sus vidas estaban concentrados en un mismo lugar: sus casas. La socióloga Beatriz Fernández explica que lo que sucedió con las mujeres cuidadoras fue que se contrajeron exclusivamente al ámbito doméstico, especialmente las que trabajaban. “La pandemia eliminó todas las posibilidades de apoyo desde el sistema educativo, de mandar a los niños al colegio, al jardín, o que alguien externo viniera a apoyarte. Y además no había división de tiempo ni espacio, sino que estás ahí todo el día en la casa tratando de hacer todo. Y eso efectivamente agudizó o creó problemas de salud mental en muchas mujeres”, explica la socióloga e investigadora.

Nicole Cazenave con su padre. Santiago, 2020.

En 2020, con el decreto del confinamiento, Nicole Cazenave (49), debió trasladar a su padre de 81 años desde su campo en Taulemu, en la región de O’Higgins, a vivir con ella, sus dos hijas universitarias y su marido en Santiago. “La rutina era súper difícil porque el departamento era chico y cada uno estaba en su mundo. Mi papá echaba de menos el campo y despertaba todos los días desorientado. Mis otras dos hijas estaban con sus cosas de la universidad y mi marido salía a trabajar, lo que me tenía histérica porque todos los días tenía miedo de que mi papá se contagiara”.

Tras seis meses viviendo con su padre bajo su cuidado, con su demencia y condición física empeorando, Cazenave y toda la familia se contagió de COVID-19. “No me preguntes por qué, pero supe que esa semana sería la última. Nos sentíamos todos muy mal, pero estábamos todos preocupados por él”, comenta Nicole. “Mi papá se fue tranquilo mientras dormía, pero el golpe fue aún más duro porque de alguna manera u otra, ya lo habíamos integrado a la dinámica familiar cotidiana”.

Ser parte de la generación de mujeres que cumplen con todas las exigencias que requiere el cuidado de dos generaciones, sumado a una creciente inserción laboral, no es fácil. Para muchas, incluso, no existe una manera de hacerlo todo al mismo tiempo, y deben acudir a redes de apoyo. 

María Angélica Regueira es psicóloga familiar hace más de 25 años y actualmente es parte de la red de psicólogos Centro Luminus, centro de derivación psicológica según las necesidades especiales de cada paciente y con distintos estilos de psicoterapia..  Trabaja con familias completas abarcando el ámbito emocional y mental interviniendo transversalmente. Ella enfatiza en que la aceptación de las emociones y sentimientos es una parte fundamental del proceso de cuidado y del hacerse responsable de otros miembros familiares. “Si las emociones no son integradas, si no son elaboradas y discriminadas, en con qué me quedo y con qué no, terminan actuando por sí mismas, más allá de mi voluntad consciente. Y eso, finalmente, en el futuro va generando repercusiones negativas, se instauran patrones distintos, para los hijos y para la descendencia posterior”, dice.

A los 55 años, Guadalupe Rodríguez es directora de un jardín infantil en Las Condes. Es casada, tiene cinco hijos y cinco nietos y cuida de sus padres. “Es difícil compatibilizarlo todo, hago un tetris para organizarme. Siempre está el sueño de tener tiempo para hacer cualquier otra cosa que no sea lo que demanda una familia, pero no es que sea atroz. Estoy feliz, es parte de mi vida. Lo vivo de ese modo y me apoyo en mi familia. En la pandemia tuvimos que aprender a trabajar en equipo y hasta hoy, es lo que más me ayuda”, comenta Guadalupe. 

Por su parte, Fernández, enfatiza en el importante rol que cumple la contención de otros. “Es crucial el rol del entorno. Empezar a cuidar va a generar cambios relevantes sobre cómo hablamos, en tu tiempo, tus recursos, tus redes, etcétera. Pero claramente si tienes una red de contención, llámese pareja, hermano, vecinos, amigos, pensando como la red más informal, por supuesto que vas a poder tener mayor capacidad de resiliencia y que tus síntomas ansiosos y depresivos no gatillen finalmente problemas de salud más profundos”, agrega.

 

Trinidad Riobó es estudiante de periodismo de tercer año en la Facultad de Comunicaciones de la UC. Actualmente es Secretaria General del CECOM, ha participado en distintos programas de Radio UC y es actual editora de la revista KMCero.