Abrir una clínica veterinaria en Chile es tan fácil como abrir un almacén. Los requisitos son dos: una autorización del Servicio de Impuestos Internos y una patente municipal. Esto y la nula fiscalización ponen en peligro a las mascotas.

Por Colomba Bolognesi Raineri (@colobolognesi).

Edición por Catalina Del Río (@catadelirio) y Belén Mackenna (@belenmackenna).

Jeannette Cáceres (52) llevó a Loba, su pastora alemana, al Centro de Esterilización Mariola, ubicado en Peñalolén. Esta clínica veterinaria trabaja con la municipalidad y a través de la página peñalolen.cl ofrece operar a una mascota solo por cinco mil pesos.

Luego de la esterilización, Loba llegó muy desanimada, pero Cáceres imaginó que era por la anestesia. Pasaron las horas y la perrita no se levantaba del suelo, por lo que decidió llamar al centro: “Me dijeron que no me preocupara, que era normal que estuviera decaída”, cuenta.

A las once de la noche, Loba se paró con su mayor esfuerzo y se volvió a recostar, esta vez al lado de su dueña. A Cáceres se le quiebra la voz al recordar: “La tomé de la cara y ya no respondía”. Subió las escaleras corriendo y les gritó a sus hijos: “¡La Loba, la Loba!”. Salieron a paso rápido. “Salimos desesperados, casi dejé la casa abierta. Mis hijos lloraban, gritaban”. La llevó a la veterinaria de turno más cercana que encontró. Tarda unos segundos en recuperar la voz antes de decir: “Llegamos allá y la Lobita llegó sin respiración. Hicieron todo lo que pudieron, pero la Loba murió”.

Cáceres reclama: “Las personas llevamos a las mascotas a la municipalidad porque no tenemos los recursos, pero sí nos preocupamos. Hay instituciones que deben encargarse de esto y veo que no funcionan. No entienden que los animalitos son importantes, parte de tu familia. A la Loba la voy a llorar y extrañar toda la vida”.

El 86% de los chilenos declara tener al menos una mascota -es decir, ocho de cada diez personas-, de acuerdo con la encuesta Cadem realizada en febrero del año 2022. Esta cifra subió 13 puntos respecto del año 2019. El estudio deja en evidencia que las mascotas son consideradas un miembro más de las familias, especialmente para las generaciones Z y millennials. El 98,7% de estos dueños lleva a su mascota al veterinario, según indica la Encuesta Nacional de Tenencia Responsable, realizada por la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo (Subdere) en marzo de 2022.

En Chile, los requisitos para abrir una veterinaria son equivalentes a cualquier otro local de ventas: se necesita una autorización del Servicio de Impuestos Internos y una patente del municipio. No se exige fiscalización sanitaria de ningún tipo de entidad u organismo. El Servicio Agrícola Ganadero (SAG) solo se encarga de regular los medicamentos de uso veterinario que se comercializan.

A diferencia del caso chileno, en Reino Unido desde 2005 existe un programa de cumplimiento de estándares del Real Colegio de Cirujanos Veterinarios que consta de fiscalizaciones periódicas. En España, el ejercicio de la medicina veterinaria en establecimientos particulares debe estar acorde al reglamento de requisitos mínimos para prestar atención sanitaria del Consejo de Colegios Veterinarios de España.

Romy de la Hoz (60) llevó a su perrita Nala a la misma veterinaria que Jeannette Cáceres. Le pareció buena opción por el bajo precio. Dice que, luego de la esterilización, la devolvieron muy rápido y que al otro día Nala tenía la herida abierta. En otro centro le explicaron que a Nala le habían cosido mal los puntos. Agrega que al nuevo veterinario le llamó mucho la atención que no le hubieran recetado antibióticos. De la Hoz cuenta que tuvo que llevarla todos los días a curación y que al final salió mucho más caro.

Para ella, el Centro de Esterilización Mariola es como un matadero. Dice que había por lo menos 15 perros y gatos para operar en el mismo día. Después de su experiencia, comenzó a ver los comentarios de Facebook sobre la clínica y se dio cuenta de que había muchos casos más y que algunos terminaban en muerte.

“Ahora estamos yendo a otra veterinaria, donde nos pidieron exámenes, para esterilizar a nuestra gatita. Ahí uno se da cuenta de que no es llegar y esterilizar a un animalito; en Mariola no exigen nada”, dice De la Hoz.

Mariola González Concha (44) es veterinaria y dueña del Centro de Esterilización Mariola. Actualmente se encuentra en un juicio por una acusación de negligencia por esterilización de una perrita llamada Alicia. González asegura que la acusación es falsa y que muchas veces los dueños “no realizan bien los cuidados posteriores a una esterilización” y por eso responsabilizan a su veterinaria.

Cuenta que en el centro realizan aproximadamente 35 operaciones al día con “un equipo de gente super capacitada”. “Nosotros tenemos una responsabilidad tremenda frente a cada intervención y paciente. Hoy en día las mascotas pasan a ser un hijo más, por eso son súper cuidadosos nuestros protocolos de trabajo y orden”, remata.

Ignacio Espinoza (33) es veterinario y dueño de la veterinaria Dog Vet, ubicada en Lampa. Estudió en la Universidad de las Américas y tiene un diplomado en cirugía. Antes de tener su propio centro, trabajó en municipalidades. Admite que los municipios hacen “esterilizaciones masivas” y que muchas veces faltan medicamentos y equipos para reanimaciones. Califica las condiciones de salubridad como “precarias”.  Agrega que su veterinaria nunca ha sido fiscalizada. En una ocasión, él mismo fue a la Secretaría Regional Ministerial de Salud (Seremi) para que inspeccionaran la máquina de rayos X: “Me dijeron: ‘no, si nadie está fiscalizando, téngala nomás’”.

Clara Hernández (24), estudiante de medicina, también vivió una mala experiencia de esterilización con Kiara, una Pomerania de siete meses. Ocurrió en la Veterinaria del Valle, que está ubicada en Los Trapenses.

Clara relata que, después de la operación, Kiara estaba baja de ánimo y que, al tocarla, lloraba. Al cabo de algunos días, se le empezó a caer el pelo y comenzó a secretar un líquido por la piel. La familia Hernández pasó por muchas veterinarias buscando respuestas y en ningún lugar lograban darle una explicación. Hasta que llegaron a una dermatóloga canina: “Y nos dice preocupada: ‘esto es una quemadura’”. Kiara tenía el 70% del cuerpo con quemaduras de tercer grado.

Les explicó que lo más probable era que Kiara se hubiera quemado por mal uso de una manta térmica (a las que se acude para mantener la temperatura del animal por la baja de presión que experimenta durante la cirugía). La conclusión fue que, en el transcurso de la operación, mientras estaba dormida por la anestesia, debió haberle caído agua a la manta caliente.

Kiara internada por sus quemaduras

Hernández recuerda que en la Veterinaria Del Valle les aseguraron que sí utilizaban esas mantas, pero negaron haber sido los culpables de la quemadura de la perrita. “Nos decían que se pudo haber quemado en cualquier otro lado, con una estufa. Que no teníamos cómo corroborar que habían sido ellos”, recuerda molesta. Kiara quedó internada tres semanas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la Veterinaria Vet’s.

“Estuvimos peleando por su vida. Fue terrible. Muy desgastante emocional y económicamente. Y se murió, la tuvimos que sacrificar”, agrega entre lágrimas. “Como la veterinaria nunca se hizo cargo, aproveché mi cuenta de Instagram y lo subí todo”.

Hernández y su familia querían demandar, pero no tenían suficientes pruebas: “Se necesitaba un peritaje y ya la habíamos cremado. Era un juicio desgastante e imposible de pelear”. Finalmente llegaron al acuerdo. La Veterinaria del Valle se comprometió a pagarles lo que les costó el tratamiento de la veterinaria Vet’s, a cambio de que Hernández y su familia no postearan en su instagram personal más funas respecto al caso.

Alejandra Fuenzalida, dueña de Veterinaria del Valle, recuerda el caso: “Quise evitarme problemas, entonces llegamos a un acuerdo. Les dije: ‘Te pago y no pueden volver a hablar de mí’. Nos acusaban de quemar a un perro y nunca pudieron probar que haya sido acá. Lo deben haber quemado en una peluquería, con un secador”.

Fuenzalida cuenta que cuando recién abrió la veterinaria venían de la municipalidad y del Servicio de Impuestos Internos; fiscalizaban que dieran las boletas y se fijaban más que nada en la parte contable”. Relata que hoy vienen cada vez menos al lugar. “Siempre está todo en orden, por eso yo creo que no han vuelto”, afirma.

Diego Gallegos (35), abogado del Colegio Médico Veterinario (Colmevet), muestra profunda preocupación por los pocos requisitos que existen en Chile para tener una clínica veterinaria. Explica que el Colmevet aspira a que “los establecimientos de salud médico veterinario sean considerados como tal y no sean equivalentes a un boliche de venta de lápices, sillas o herramientas”.

Para él, el problema es que la medicina veterinaria en Chile no está considerada como profesión en el Código Sanitario. Según el artículo 112, los profesionales de la salud son: médico-cirujanos, cirujano-dentistas, enfermeras, matronas, tecnólogos médicos, psicólogos, kinesiólogos, químico farmacéuticos, bioquímicos, nutricionistas, fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales y técnicos paramédicos auxiliares.

“Los médicos veterinarios deberían ser profesionales de la salud y debiésemos tener un registro público, como existe para la salud humana, en la Superintendencia de Salud. Eso es mover una coma en el reglamento, nada más”, dice Gallegos. Asegura que, si fueran considerados profesionales de la salud, existirían mayores regulaciones a la hora de abrir una veterinaria.

Su pronóstico es “desesperanzador”: “Dudo que con la política de hoy logremos, establecer una política pública animal comprensiva con la problemática médico-veterinaria, y mucho menos establecer control ético”, dice. Luego agrega que a pesar de que la discusión del médico veterinario al Código Sanitario lleva por lo menos 15 años, “al final no pasa nada”.

Faride Almarza (19), estudiante de veterinaria de la Universidad Andrés Bello, esterilizó a su perra Luna en la veterinaria municipal de La Cisterna. Después de tres días, Luna estaba acostada en un rincón de la casa sin moverse. “Como era superactiva, me pareció raro. Le hablaba y no me movía la colita”, recuerda. Al mirarle el estómago, se dio cuenta de que estaba morado. Decidió llevarla a otro veterinario. Ahí les dijeron que la ligadura estaba mal hecha, lo que produjo goteras y le hizo perder mucha sangre. Luna estaba con anemia. “Sus órganos terminaron nadando en sangre”, afirma.

Existía la posibilidad de hacerle transfusión de sangre, pero el veterinario le dijo que era muy baja la probabilidad de que Luna sobreviviera, si es que resistía la anestesia. Almarza cuenta que tuvieron que dormir a Luna: “Fue horrible”, comenta cubriéndose la cara con las manos.

Días después notó a través de redes sociales que la suya no era la primera queja a la veterinaria. Es consciente de que casos como el de ella se repiten: “Por eso decidí estudiar veterinaria”, admite con orgullo.

Para el abogado Diego Gallegos, no queda más que cambiar la mentalidad y ver la salud animal al mismo nivel que la humana. Está convencido de que endurecer los requisitos para abrir una clínica veterinaria es el camino: “No va a pasar nada hasta que esto sea un tema público”.

BIO:

Colomba Bolognesi es estudiante de tercer año de Periodismo UC (@fcomuc) y es la primera vez que publica en un medio. Escribir es uno de sus hobbies y la prensa escrita es lo que más le gusta de la carrera.