SECCIÓN: CIUDAD

Preocupación, temor y molestia: el diario vivir de los vecinos del Parque del Recuerdo Cordillera

Los funerales de alta peligrosidad han aumentado en Chile. En 2022 se registraron 380 y los cortejos fúnebres son algo cada vez más común. Para llegar al Cementerio Parque del Recuerdo Cordillera, las carrozas deben atravesar por el barrio Altos de Manquecura de Puente Alto, el cual ha visto alterada su tranquilidad a causa de la inseguridad y el ruido de los funerales. Esto ha afectado directamente el diario vivir de los vecinos del entorno.

Por: Vicente Rodríguez (@vicenterodrigueez)

Editado por Paula Witt (@paulawittret)

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Es un día tranquilo en la calle Santa Rosa del Peral en Puente Alto. Paola Valenzuela (49), vecina del sector, espera como de costumbre que su hijo Alonso llegue a la casa luego de su jornada escolar. En medio de la calma y el silencio de la villa Altos de Manquecura, ubicada en la misma comuna, comienza a escuchar cómo se aproximan las bocinas de un nuevo cortejo fúnebre, que pasará por afuera de su casa en dirección al Cementerio Parque del Recuerdo Cordillera. Muchos pensamientos cruzan por su mente: “¿será un funeral peligroso?”, “¿se topará Alonso con él?”. La preocupación y temor la llevan a advertir a su hijo por teléfono, entrar su vehículo estacionado frente al portón de la casa y resguardarse hasta que pase el alboroto.

Los cortejos fúnebres han impactado directamente el diario vivir de los vecinos de Altos de Manquecura. Inaugurado en 1998 y con 59 hectáreas de terreno, el Parque del Recuerdo Cordillera se sitúa en la calle Santa Rosa del Peral, una de las vías principales de la villa puentealtina. Para llegar al recinto es necesario cruzarla. El cementerio se caracterizó mucho tiempo por sus áreas verdes, silencio y la tranquilidad de las casas que lo rodeaban. Sin embargo, estos últimos años, la frecuente llegada de funerales con ruidos como bocinazos, gritos, fuegos artificiales y balazos ha vulnerado la paz y seguridad que los vecinos ostentaban.

Paola Valenzuela vive en Santa Rosa del Peral desde 2008, junto a su esposo Javier y sus tres hijos: Cristóbal, Renata y Alonso. “Decidimos mudarnos por la tranquilidad de la zona, al estar alejada de grandes avenidas. Cuando llegamos daba un poco de miedo vivir cerca del cementerio por el silencio y la soledad, pero con el pasar de los años, el alboroto de los funerales peligrosos que empezaron a llegar cambió el estilo de vida que teníamos. Vivimos siempre alerta”, cuenta Paola.

“Afortunadamente nunca nos ha ocurrido algo, pero sí hemos pasado hartos sustos”, dice. Su hijo Alonso está cursando primero medio en el Colegio Manquecura, ubicado a unos pocos minutos de su casa. Desde séptimo básico, vuelve caminando una vez terminadas las clases, y para ella es una preocupación el posible encuentro con algún funeral de alta peligrosidad. La comunicación a través de sus celulares es clave para advertir a Alonso acerca de la llegada de un cortejo fúnebre.

Para Paola es preferible evitar que su hijo se encuentre con el evento por la agresividad de algunos asistentes, de la cual ya ha sido víctima. Una tarde de 2022, mientras preparaba el almuerzo, comenzó a escuchar el sonido de las bocinas que indicaban la llegada de un nuevo cortejo fúnebre al cementerio. Ante la alerta, interrumpió la actividad y fue a comprobar que el portón permaneciera cerrado. En ese momento, se percató de que su camioneta estaba estacionada afuera, pero ya era demasiado tarde para entrarla: las bocinas y los gritos se escuchaban en plena Santa Rosa del Peral. “Mientras pasaba el cortejo escuché sonar la alarma de la camioneta, pero creí que se debía al ruido. Cuando pasaron todos los autos, fui a entrar el mío y me di cuenta de que uno de los vidrios había sido roto. Por eso había sonado la alarma”, cuenta Paola.

La frecuencia de los funerales ruidosos y de alta peligrosidad se ha vuelto común en el Parque del Recuerdo Cordillera, al estar situado cerca de comunas de alta peligrosidad. Francisco Collao, Supervisor de Seguridad del parque, da una estimación acerca de estos eventos. “Casi el 90% de los servicios viene tocando bocinas, ya es algo normal. Estos eventos de alto riesgo, donde viene gente agresiva y con conductas peligrosas, ocurren semanalmente. Y los más peligrosos, donde vienen acompañados de Carabineros, entre dos a cuatro veces al mes”.

A pesar de que el cementerio fue fundado con la intención de otorgar un espacio de descanso para los difuntos de las comunas aledañas, el parque recibe funerales de diferentes sectores de Santiago. Aquellos calificados como de alta peligrosidad, luego de haber sido investigados previamente, suelen tener una convocatoria masiva, por lo que el servicio de Carabineros es fundamental para poder controlar a los asistentes. “En esos casos, Carabineros toma el mando; cierra las calles, restringe el acceso de vehículos y revisa a todas las personas que asisten al funeral. De hecho, ahí es cuando suelen tomar gente detenida por causas pendientes o portar armas”, explica Collao.

Carabineros se prepara ante estos eventos a través de un sistema de datos que permite evaluar la peligrosidad del funeral. “A través de escalas de medición que toman factores de riesgo como el lugar de residencia del fallecido y de los acompañantes, el número de detenciones y la gravedad de los delitos, se determina el contingente de Carabineros que acompañará al servicio y determinará la ruta más segura”, explica el teniente David Guzmán.

Aunque existe una organizada preparación por parte de las fuerza policiales, la inseguridad de los vecinos se hace presente en las visitas inesperadas de asistentes de alto riesgo, y durante los trayectos de funerales calificados como insuficientemente peligrosos para requerir el apoyo de la fuerza pública.

Karla Méndez, vecina de Altos de Manquecura, visita semanalmente la tumba de su abuelo en el Parque del Recuerdo Cordillera. Un día, cerca de las 14:00 horas, Karla se encontraba en silencio mirando la lápida de su ser querido. En medio de la calma que entrega la naturaleza del recinto, se percató de la llegada de un escandaloso grupo que venía a visitar la tumba de alguien. Intentó desviar su atención de quienes ingresaban, por miedo a que le hicieran algo. Mientras pasaban, el silencio se convirtió en gritos y desorden. Karla, molesta por la interrupción, miró al grupo buscando empatía y comprensión, pero la única respuesta que recibió fue un “qué pasa”, intimidante. Para evitar cualquier conflicto, dejó seguir el alboroto. “Cuando me fui, avisé lo que ocurrió al personal del cementerio y me pidieron disculpas, además de decir que no podían hacer nada”, recuerda.

Junto a la inseguridad, el temor y la preocupación, el ruido causado por los cortejos fúnebres es una de las principales molestias en el diario vivir de los habitantes del sector. Eva Muñoz reside en Santa Rosa del Peral hace 22 años y la contaminación acústica es uno de los principales factores por el que se arrepiente de haber comprado su casa. “Cuando llegamos había funerales, pero eran tranquilos. Nunca dimensionamos el ruido que íbamos a tener que soportar y normalizar, indebidamente, al vivir al lado de un cementerio”, cuenta.

Eva vive junto a su hija y sus cuatro mascotas, dos perros y dos gatos. Como responsable de la familia, se ha visto obligada a acostumbrarse a la incomodidad generada por las bocinas y los gritos que pasan por fuera de su hogar. Sin embargo, Rocío, su hija de 13 años, y sus mascotas, han sido los más perjudicados. Eva recuerda que cuando Rocío era más pequeña, no entendía a qué se debían los ruidos. “Pensaba que era una celebración, de hecho, una vez salió al antejardín a mover una bandera de colores mientras pasaba uno de los funerales”. Con el transcurso de los años, entendió que el alboroto que formaba la columna de autos era parte de un funeral. En el presente, Rocío está cansada y se resiste a normalizar los molestos sonidos que la han acompañado desde recién nacida y que le impiden concentrarse para estudiar o para descansar durante el día. En más de una oportunidad le ha hecho saber el enojo a su madre, pero Eva solo puede consolarla.

De sus mascotas, los perros son los más perjudicados. Cada vez que el bullicio aparece, los animales buscan un lugar donde esconderse por el estrés que les genera el ruido. “Trato de reunirlos para tranquilizar a los dos. Se ponen muy nerviosos y tengo que hacerles cariño para que se sientan seguros”, cuenta. La mayor preocupación de Eva es cuando tiene que dejar solas a sus mascotas para ir a trabajar. “Si acompañados se ponen nerviosos, me da pena imaginar lo que sienten cuando pasa un funeral y no hay nadie en la casa”, expresa.

El cementerio ha implementado dos acciones para atenuar el problema de la comunidad: instalar carteles en la entrada del lugar, en los que se pide silencio; y notificar a través de un grupo de WhatsApp, entre los vecinos y el Coordinador de Comunidades, la próxima llegada de los funerales peligrosos para que cada hogar tome sus propias medidas.

Así y todo, vecinos como Paola no están contentos con las medidas que ha tomado el recinto.

Al ser consultada, el área de Comunicaciones del Parque del Recuerdo Cordillera no quiso referirse a la problemática. Paola ha denunciado su preocupación y molestia en más de una ocasión, pero las respuestas no la han dejado conforme. “Me dicen que hacen todo lo que está a su alcance y me mandan a reclamar a la municipalidad”, cuenta.

La Municipalidad de Puente Alto está informada sobre el problema gracias a las quejas que han hecho vecinos como Paola. Desde 2022, la única acción que implementó para combatir la inseguridad fue la instalación de una caseta de seguridad en la calle principal del barrio, Diego Portales.

Miguel Padilla es uno de los inspectores municipales que trabaja, en turnos de ocho y diez horas, en la caseta que tiene acceso a todas las cámaras de la municipalidad de la comuna. Su trabajo consiste en revisar los dispositivos y notificar a la central si ve que ocurre algo que atente contra de la seguridad de las personas, para que ellos notifiquen a Carabineros. “Mi labor se limita a eso. No puedo meterme si pasa algo afuera de (la caseta), porque no tengo nada para defenderme y mi vida estaría en juego”, dice Padilla.

Si bien la caseta ha hecho sentir más seguros a los vecinos de los robos, no se han aplicado medidas efectivas para finalizar con la inseguridad y molestia de la comunidad. Desde la seguridad del municipio y del cementerio, Miguel Padilla y Francisco Collao, coinciden en la incapacidad de poder ayudar más ante los funerales de alta peligrosidad. Para ambos, Carabineros son los únicos habilitados para presentarse como una autoridad ante la agresividad de algunas personas. “No hay mucho más que hacer”, dice Collao. “Si Carabineros tiene poco respaldo, ¿qué nos queda a nosotros?”.

Vicente Rodríguez tiene 20 años y es estudiante de tercer año de Periodismo en la FCOM-UC (@fcomuc). Anteriormente, ha publicado en el medio digital “La Arenga del Abuelo”.