Desde el 11 de septiembre de 1973, la vida de la nieta de Salvador Allende ha estado marcada por Chile y México, más el dolor y la fortaleza de su clan. La directora del documental “Allende mi abuelo Allende”, estrenado en 2015, mantiene su compromiso permanente con la memoria de su abuelo y familia. 

Por Amanda Astudillo Cañas @amandastudillo

Marcia Tambutti (52) forma parte del clan de siete nietos de Salvador Allende, o el “Chicho”, como le dice ella. Es hija de la exdiputada y actual senadora socialista, Isabel Allende. Prima de la ministra de Defensa, Maya Fernández. Nieta de Hortensia Bussi, la “Tencha”. Tres mujeres reconocidas por su rol público, político y por la historia familiar. Pero, ¿quién es Marcia?

Es bióloga y hace seis años trabaja en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) como encargada de biodiversidad. También es presidenta del directorio de la Fundación Salvador Allende, siendo la única nieta que participa en tal organización. Entre todos los miembros de su familia, Marcia destaca por querer enfrentar el dolor y los silencios que han acarreado. “Es parte de esa generación que necesita conocer más y que quieren preguntar más”, dice su madre. Y así lo plasmó Tambutti en su largometraje Allende mi abuelo Allende, que estrenó en 2015 y que obtuvo el galardón a mejor documental en el Festival de Cannes. Felipe Vio (52), pareja de Marcia, dice que ella “se ha dedicado a rescatar la memoria familiar, por un lado, y la memoria política histórica de lo que fue el Chicho y la Unidad Popular”.

Marcia creció y estudió en México, donde vivió el exilio durante los 17 años de dictadura. Tiene el acento y costumbres del país. En su departamento ubicado entre las calles Lota y Ricardo Lyon hay distintos artefactos de artesanía mexicana, como catrinas. También tiene una pequeña fotografía del Chicho. La foto está sin marco, apoyada en un librero, y muestra al expresidente en una playa de Algarrobo, donde la familia tenía la casa de veraneo. Es el único elemento familiar a la vista en su living

Entre el libro Los Fusileros y Charles Darwin’s, Marcia alberga esta fotografía que transmite todo lo que es para ella su abuelo: un hombre “muy encantador, muy cálido, apoyador y cómplice”.

El 11 de septiembre se cumplieron 50 años del golpe de Estado que marcó la vida de Chile, de sus habitantes y por supuesto de Marcia. Tanto para ella como su familia, es un período que provocó muchas pérdidas y sentimientos de vacío que generan dolor hasta la actualidad. “50 años de un golpe militar, que además obligó a mi abuelo a quitarse la vida. El decidió hacerlo, pero si no hubiera habido golpe mi abuelo hubiese estado vivo y hubiese terminado su mandato”, dice Marcia respecto a lo que le produce el aniversario. 

Salvador Allende se suicidó el mismo 11 de septiembre de 1973. Luego, en 1977, la hija más cercana al expresidente, Beatriz, se quitó la vida en Cuba, donde vivía el exilio. Cuatro años más tarde, en el mismo país, Laura, hermana de Allende, también se suicidó. Y en 2010 el hermano de Marcia, Gonzalo, decidió terminar con su vida, tema del que no quiso referirse. 

A pesar del dolor que le produce el aniversario, Marcia está comprometida a trabajar por la memoria, le impresiona el “sueño colectivo” que significó el período de la Unidad Popular y aún siente presente el legado humano y político de su abuelo en el país y en el mundo. Es más, en el pasado Día de los Patrimonios, la nieta de Allende recibió a más de 300 personas en la casona ubicada en Guardia Vieja, donde vivió el exmandatario. 

Entre Chile y México

Días después del golpe de Estado, la familia Allende separó sus rumbos producto del exilio. Isabel y Carmen Paz se fueron junto a su madre, Hortensia, a México. Marcia llegó a tal país con tan sólo 1 año y 10 meses de vida. En cambio, Beatriz se fue a Cuba. Felipe Vio dice que ella es heredera de la carrera que forjó su mamá y abuela respecto al compromiso con la UP, Allende y la memoria.

La vida de Marcia en México fue, en sus palabras, “hippie flower. Esto lo atribuye a las libertades que gozaba en el colegio y que en Chile no existían. Como por ejemplo, no tenía notas y no había una jerarquía entre profesores y estudiantes. Para acercarse a la cultura chilena, Marcia asistía en Ciudad de México a la “Casa Chile”, donde aprendió el acento y costumbres como las empanadas. 

Cuando volvió a Chile en 1989, en democracia, las diferencias entre ambos países la impactaron, y finalmente no se pudo adaptar. “Llegué a la Universidad de Chile, en el primer año de democracia, y sentí que era un lugar militarizado. (…) La forma como era me golpeó muchísimo”, dice Marcia, quien retornó a México a estudiar biología. 

¿Te sientes más chilena o mexicana?

Yo siempre digo que eso es como preguntarle a alguien si quiere más a su mamá que a su papá. Son preguntas que uno no puede responder. No me pienso ni como chilena ni como mexicana. En Chile me siento chilena y cuando estoy en México me siento mexicana. 

Cuando estaba haciendo su magíster en Inglaterra, Marcia sintió por primera vez que no conocía parte de su historia familiar: “El hecho de no estar ni en Chile ni en México, me di cuenta que no sabía nada de mi familia, del Chicho, de cómo vivía con la Tencha, más cosas de la infancia, de mi mamá, mis tías. Entonces ahí decidí que tenía que hacer una investigación y luego (…) que se volviera un documental”. El 2007 Marcia volvió a instalarse en Chile, donde vive actualmente.

Allende mi abuelo Allende

Entre el mar del litoral central y la casa donde veraneaba su familia, Marcia está junto a su madre, su tía Carmen Paz y dos de sus primas en Algarrobo. La nieta del expresidente las llevó de viaje al lugar donde Isabel asegura haber pasado “los mejores momentos de su vida”.

Esa es la escena final de “Allende mi abuelo Allende”, dirigido por Marcia, que se estrenó en 2015 y obtuvo “El ojo de oro”, el premio a mejor documental en el Festival de Cannes.

El periodista Eduardo Labarca, que ha escrito sobre el expresidente, dice en una columna de opinión publicada el 2015 en El Mostrador que “el mérito de Marcia Tambutti es mantener en todo momento el clima de un encuentro familiar. (…) Y en sus ansias de saber y comprender ‒ ¿cómo era el Chicho? ‒ se convierte en fiscal y lanza las preguntas que en la familia jamás se habían formulado en voz alta”. Por otro lado, Felipe señala que “Marcia juega justamente el rol de la catete, ir a empujar a esa gente y decir pero hablemos de estas cuestiones”.

Camila Villagrán (50) conoció a Marcia en México, donde se hicieron amigas hasta el día de hoy. Ella asegura que mientras Tambutti hacía el documental sí conversaban de la historia familiar y de los dolores. “No siento que sea un tema tabú para ella”, dice.

“Esto era la mirada no país (…) era una mirada hacia dentro, hacia los dolores familiares y las ausencias, a tratar de cerrar esas sensaciones de lo que te falta, de una familia que no quería hablar”, dice Marcia respecto al documental.

¿Por qué no querían hablar? 

Básicamente porque pensaron que era la mejor manera de sobrevivir al dolor. (…) Íbamos sumando dolores todo el tiempo. Y además con el deber de ser fuerte. Mi familia, sobre todo mi abuela, sentía que no podía claudicar. 

¿Tú sientes que esa postura de fortaleza se traspasó a los demás integrantes de la familia?

No. (…) Más bien lo que se traspasó fue no me preguntes porque esto me duele, no toques este tema. Eso es lo que se traspasó. Y lo que se heredó es una autocensura, un silencio que se convierte en autocensura. Y eso es muy fuerte porque al hacer la película me di cuenta de que nunca había hablado de este tema ni con mi hermano. 

No imaginé que iba a tener esa resistencia por parte de mi familia. Ni ellos eran conscientes, y la primera vez que se dieron cuenta fue cuando les mostré la película. Ósea lo primero que me dijeron fue: “Que difícil te fue hacer esto”. Estaban súper sorprendidos de darse cuenta que todos habían puesto resistencia de alguna u otra manera. Maya, Carmen Paz, mi madre, esas figuras muy fuertes en la familia están todo el tiempo cortando, censurando, metiendo silencio. 

¿Cuándo hablas de estos temas te pasa también que hay cosas que no quieres hablar?

Espero que no. Pienso que hice el camino exactamente inverso y pienso que obligar a mi familia a hablar de ciertos temas, empujarlos, hizo que ahora los hablemos abiertamente.

¿Sientes que cerraste ese ciclo?

Yo creo que los ciclos que son muy dolorosos, los duelos, si hay algo que he aprendido es que no se cierran. Hay etapas donde son más llevaderos, pero a veces se disparan dependiendo de cómo estés. Sobre todo con muertes tan dolorosas como son los suicidios o lo que pasó con Chile. Hay onces de septiembre donde uno realmente está muy sensible y lo único que quiere es irse a llorar, y otros donde sientes que puedes más. 

¿Crees que serías diferente si él estuviera vivo?

Sí, por supuesto… Sí.

Sentada en el sillón que está pegado al ventanal de su departamento, Marcia tiene la mirada fija hacia Providencia. 

¿Qué significa ser nieta de Allende?

(Suspira) Eso es raro porque yo no hice nada para ser nieta, en el fondo es lo que me tocó vivir. No puedo hacer nada al respecto, pero con la película me di cuenta como todos lo que trabajaban o compartían con él, tenían una adoración. (..) Entonces yo creo que claramente hubiera estado encantada igual que los demás. 

A 50 años del golpe de Estado, la nieta de Allende asegura que son fechas dolorosas, pero que “el Chicho está vivo en términos de que las aspiraciones políticas que tenía, son muy vigentes aún, como fortalecer la democracia y disminuir la desigualdad”. Además, espera que “no ocurra lo que pasó con mi familia de que los dolores y los silencios en personas muy involucradas, hacen que muchas veces no hablen en lo interno”, dice Marcia.