Del televisor led al Dicom, en cómodas cuotas

Ilustración Mathias Sielfeld

Con acceso fácil a tarjetas de crédito y bancarias por medio de las tiendas de retail, hoy más de 125 mil jóvenes de entre 18 y 25 años figuran en Dicom. A diferencia de países como Estados Unidos donde el acceso a créditos para jóvenes está normado legalmente, en Chile no hay leyes que discriminen según edad ni capacidad de pago.

Por Camilo Castellanos

En Occidente, la muerte de Dios fue el preludio de un increíble folletín metafísico, que continúa en nuestros días (…) Una vez desvanecido este sueño, hubo diversas tentativas para prometerle al individuo un mínimo de ser (…) Todas estas han fracasado hasta el momento, y la desdicha ha seguido extendiéndose.

La publicidad es la última tentativa hasta la fecha. Aunque su objetivo es suscitar, provocar, ser el deseo, sus métodos son, en el fondo, bastante similares a los de que caracterizaban a la antigua moral. La publicidad instaura un superyó duro y terrorífico, mucho más implacable que cualquier otro imperativo antes inventado, que se pega a la piel del individuo y le repite sin parar: “Tienes que desear. Tienes que ser deseable. Tienes que participar en la competición, en la lucha, en la vida del mundo. Si te quedas atrás estás muerto”.

El mundo como Supermercado, Michel Houellebecq

Jóvenes entran y salen. Jóvenes con sus amigos, con sus parejas, con sus padres y madres; jóvenes solos. El laberinto los absorbe. Pilas y pilas de ropa marcan el camino a seguir. Pasean por pasadizos ordenados especialmente para ellos. “2×1 en todas las poleras para mujer, exclusivo con tarjeta Ripley”, “15% de descuento en todo vestuario y calzado de 6 a 12 cuotas con tarjeta La Polar”, “Venta especial de CMR, 50% de descuento con el uso de la tarjeta”. Es el Mercado Central un primero de enero, solo que el olor abrumador a pescado es la música de fondo, los mariscos son artificiales y los gritos de los vendedores quedaron camuflados entre la ropa de última moda, escritos en letreros de promociones y avances en efectivo.

Un televisor led sobresale en el medio del pasillo, LG 42 pulgadas Full HD 3D, $329.990 al contado; $19.359 mensuales a 24 cuotas, se lee en el letrero. Los jóvenes se detienen frente a la pantalla, la miran, se prueban los lentes que entrega la tienda, hablan de lo cuático que sería llevárselo. Se sienten como en su casa, en lo que podría ser su casa, sonríen y se acomodan en sus sofás frente al televisor por unos minutos. Vuelven a la realidad y continúan su camino a ritmo lento y despreocupado, como si fueran por un parque viendo flores y pájaros; solo que en un parque las flores y pájaros no se las pueden llevar en cuotas.

125.409 de los jóvenes de entre 18 y 25 años que se pasean por los malls ya están en Dicom. Según la encuesta de Endeudamiento y Conocimiento del Sistema Financiero en Jóvenes del Instituto Nacional de la Juventud (Injuv) –publicada en 2013, y que estudió a personas entre 18 y 24 años–, el 30% tiene deudas o créditos a su nombre, y de este porcentaje el 24% es por deudas por tarjetas de crédito –bancarias y de casas comerciales–, el 19% por créditos de consumo y el 56% por créditos universitarios.

Las tiendas parecen un espejo frente a otro espejo. Misma distribución, mismos productos. Piso uno: ropa de hombre, accesorios y ropa deportiva. Piso dos: ropa de mujer, accesorios y perfumería. Piso tres: tecnología, televisores. Piso cuatro: hogar y atención al cliente. En un mall es difícil saber en cuál tienda se está si no lo estuvieran recordando los letreros con promociones donde figura el logo y una foto de la tarjeta de la tienda, casi siempre con nombre propio de algún rostro publicitario, como Stefan Kramer y Javiera Contador en ABCDIN.

En los centros comerciales más exclusivos, como el Portal la Dehesa y el Alto Las Condes, los maniquíes se confunden con los jóvenes que pasan, todos con rasgos anoréxicos. En los más populares, como el mall Plaza Norte y el Florida Center, los maniquíes, ahora con proporciones humanas, se siguen confundiendo con los jóvenes que pasan. Aquí la publicidad es más directa, una voz en off anuncia las promociones del día, mientras que todos los espacios donde no hay productos están llenos de letreros de avances en efectivo de 500 mil pesos con tarjeta La Polar, compra hoy y elige comenzar a pagar en tres meses más con tarjeta Cencosud…

La ropa y accesorios son interrumpidos por máquinas, que parecen tragamonedas de casinos, de Banco Falabella, tarjeta La Polar, tarjeta Ripley para consultar saldos, estado de cuenta corriente, cambio de clave secreta, etcétera.

Un producto invisible está inserto en la mayoría de las promociones y es una de las mayores fuentes de ingreso de las grandes tiendas. El retail financiero ofrece desde seguros de viajes, hasta descuentos por usar tarjeta CMR, Cencosud, Ripley y las demás. Su gran gancho es la compra en cuotas. Al retail no le conviene el ahorro.

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Cuarto piso: hogar, servicios, atención al cliente.

Entro a Falabella del mall Parque Arauco. Un espejo frente a otro espejo.

Camino lentamente, como si estuviera en un parque, mientras me adentro por el pasillo. Cama de una plaza, cama de plaza y media, cama dos plazas… Refrigeradores de una plaza, refrigeradores de plaza y media, refrigeradores de dos plazas. Livings armados y listos para llevar en estilo minimalista, estilo moderno, estilo retro. Cocinas a 24 cuotas, lavadoras a 12, descuentos con tarjeta CMR.

Al fondo hay cubículos de atención al cliente que, como los de cualquier banco –solo que estos atienden en horario continuo de mall, sábado y domingo–, esperan a los nuevos deudores con una sonrisa medio falsa y medio verdadera, del vendedor que, con un terno y una corbata verde pistacho que pareciera que brilla en la oscuridad, va a recibir una comisión por cada tarjeta que logre entregar.

Viajes Falabella, Seguros Falabella, CMR… Un póster donde aparece una chica subida a caballito sobre un joven, con caras de estar pasándola bien, me dice que sonría porque CMR es mi entrada a los mejores espectáculos. Tomo un papel con el número y espero con la misma cara de aburrimiento que las 10 personas que me acompañan en las sillas.

— Tengo 23 años, soy estudiante y no tengo trabajo, ¿qué necesito para conseguir una tarjeta de crédito?

— De 18 a 21 años, necesitan aval de los padres, mientras que de 22 en adelante se les puede entregar la tarjeta si son estudiantes de tercer año o más de alguna universidad, con el monto mínimo de 60 mil pesos. ¿En qué universidad estudia?

— En la Universidad Católica.

— Por favor, acompáñeme para imprimir su hoja de notas y comprobar que es alumno regular.

Me hacen pasar a las oficinas donde abro en un computador el portal web de mi universidad. Al lado mío, un tablero blanco dice los porcentajes –probablemente comparados al mismo mes del año pasado– que marcan metas a las que deben llegar los vendedores. Metas de tienda, metas de electrodomésticos, metas de avances, metas de CMR. Abajo, dos líneas muestran el acumulado y lo que falta para conseguirla. Una presión que se refleja en cómo la vendedora repite constantemente que solo va a tardar cinco minutos sacar la tarjeta.

Sin comprobación de ningún ingreso fijo, en una hora, me entregan una tarjeta de crédito con un cupo de 60 mil pesos, el cual puede aumentar en caso de que pague las cuotas a tiempo. Además, me regalan otra tarjeta, una Red Compra, ambas con la falsa promesa de la vendedora –solo expuesta luego de recibir el primer estado de cuenta– de que no me harían ningún cobro extra hasta después de un año. Esto sucede en CMR de Falabella, empresa que tiene más de dos millones de tarjetas en utilización actualmente.

Nicolás Bunster, subgerente de marketing de CMR, dice que no tienen una estrategia netamente enfocada a los jóvenes. “Lo que hacemos hacia los jóvenes es generar alianzas con nuestra tarjeta CMR Visa, con las cuales se puede acceder a elementos que sí utilizan, como a McDonald’s con 50% de descuento”, señala Bunster. Sin embargo, enfatiza que es un producto transversal: “No tenemos un marketing enfocado en el público juvenil, porque somos bastante cuidadosos de entregar una herramienta como es el crédito a gente que normalmente pueda pagarlo… Damos cupo limitado con el objetivo de ver si la persona tiene una adecuada conducta crediticia”.

“Si no tienes ingreso no puedes pagar la tarjeta. Sería irresponsable de nuestra parte entregarle una tarjeta a alguien que no puede pagarla”, enfatiza Bunster.

Para el ejecutivo la tarjeta es una “herramienta para cumplir los sueños del cliente”. Dice que de no ser por el acceso a crédito, muchos de los chilenos no podrían adquirir los bienes que tienen actualmente. Lo compara con el crédito hipotecario.

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Daniela es gordita y tiene el pelo negro y largo. Tiene 22 años y cursa tercer año de Ingeniería en Turismo en la Universidad Andrés Bello. Tuvo una emergencia. Necesitaba dinero de manera urgente y lo primero que pensó fue en ir a una tienda de retail a pedir una tarjeta. El 24% de los jóvenes de 18 a 24 años dice que la principal razón por la que se ha endeudado ha sido una emergencia o imprevisto, muy cercano al 30% que dice que ha sido por la educación, según los datos del Injuv.

— La necesidad. Si uno necesita urgente tiene que sacarla nomás –dice Daniela–, era para un regalo para mi pololo, no tenía plata y la única forma era una casa comercial. Era urgente, si hubiera tenido plata no la sacaba.

Daniela estaba caminando por la Alameda cuando vio un edificio neoclásico afrancesado, con dos gigantescos ventanales postmodernistas que parecen grandes ojos rectangulares que reflejan como espejos la calle. “Hites, Hites, Hites”, se lee en letras blancas sobre una franja gruesa azul de unos dos metros de alto, la cual divide al edificio dejando la parte afrancesada hacia arriba y una especie de arcos coloniales abajo, que parecen una boca abierta con colmillos. Por donde entró Daniela.

— Sí, poh, me endeudé porque la ocupé, pero la pagué al tiro.

En menos de una hora Daniela, que vive en Peñalolén con sus padres y no tiene trabajo, consiguió una tarjeta de crédito con el menor cupo que da la tienda: $40.000 pesos que puede ir aumentando dependiendo de su comportamiento crediticio. Pudo comprar el regalo para su pololo y gastar en resto de la plata junto a una amiga en maquillajes.

Daniela no ha cerrado la tarjeta pero asegura que no la volvió a usar para no endeudarse.

“El abuso que se ha cometido es la irresponsabilidad de las empresas emisoras de tarjetas de crédito, que le entregan tarjetas a jóvenes que no tienen renta demostrable, no tienen un trabajo permanente o están cesantes. Se las entregan sin ninguna comprobación ni siquiera de domicilio…” dice Hernán Calderón, director de la Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios (Conadecus).

Calderón agrega que con esta entrega indiscriminada, lo que se está buscando es que los padres se hagan cargo de las deudas, ya que no hay una comprobación de cuánto es el cupo al que puede acceder una persona con un sueldo y qué responsabilidad de compromiso de pago tiene. Esto, según él, sería la razón por la cual más del 20% de los jóvenes estaría en las listas de morosos según el informe Platinum desarrollado por la empresa Equifax, la misma que es responsable del célebre informe Dicom.

Según el Injuv, para el 21% de los jóvenes de 18 a 24 años endeudados, sus padres se hacen cargo de la deuda. Para el 7%, nadie se hace cargo.

Andrés Sepúlveda, abogado que en 2011 destapó el fraude e irregularidades de La Polar antes que las instituciones fiscalizadoras –cuando hizo un análisis económico para el estudio jurídico Gutiérrez y Silva–, cree que hay otro incentivo para endeudar a los jóvenes. “Tiene que ver con la actitud de las entidades financieras al momento de entregar créditos. Se basa en que obtienen mayores beneficios entre más endeudada esté la persona, es una política comercial para atar a los clientes a determinadas entidades, que no puedan elegir libremente y se tengan que quedar con una institución por la deuda”, señala el abogado. Esto, según él, se relaciona con un criterio netamente económico, en el cual el 75% que no está sobre endeudado cubriría las pérdidas de ese 25% que sí lo está y hace que el negocio siga siendo redondo.

Sepúlveda dice que además estaría relacionado con las altas tasas de interés que tienen los jóvenes por pertenecer a grupos riesgosos. “Acá no solo sufre la persona que está sobre endeudada, sino que también la que no, porque debe cubrir el riesgo de ese 25%”.

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Ingreso a La Polar del mall Plaza Norte, un espejo en frente de otro espejo, pregunto en la caja a una vendedora si me pueden dar una tarjeta de crédito siendo estudiante y comienza a moverse la maquinaria. Un llamado y aparece una persona que está entre una ejecutiva de cuentas de un banco y una vendedora de ropa de la tienda. Falda negra, blazer negro y un pañuelo rojo. Ella es la encargada de llevarme a las oficinas de atención al cliente y ver si me pueden entregar la tarjeta. Cinco de los cubículos tienen una función especial: “Consultas”, “acuerdo conciliatorio”, “repactaciones unilaterales”, como una herida todavía sangrante del fraude que estafó a cerca de un millón de personas y que mostró el poder que pueden tener las empresas de retail sobre los consumidores.

— Por favor coloque su índice derecho en el lector de la huella… ¿Tiene tarjeta en algún banco u otra tienda?

Sin ni siquiera preguntar mi número de rut y nunca haber registrado mis antecedentes en La Polar, una base de datos que debe provenir de varias empresas es la encargada de decir si soy apto o no para recibir una tarjeta de crédito.

— Lo sentimos, no entregamos tarjetas de crédito a estudiantes sin sueldo fijo.

Paula Avilés, encargada de marketing de ABCDIN, empresa que promociona sus productos con el humorista Stefan Kramer haciéndose pasar por políticos, deportistas y gente de la farándula, asegura que sus estrategias no están dirigidas a menores de 25 años por políticas de la empresa y que los jóvenes bajo esta edad no pueden acceder a las tarjetas. ABCDIN tuvo el mayor índice de reclamos –cantidad de reclamos promedio mensual por cada 10.000 deudores– en el Sernac Financiero en el primer semestre de 2013.

Sin embargo, los requisitos que tiene la tienda para acceder al crédito, que aparecen en un poster donde está Kramer –representándose a él mismo– mostrando una tarjeta con su nombre, dicen que un menor de 24 años puede tener la tarjeta de crédito si muestra una renta mínima de $250.000 pesos y 6 meses de antigüedad en el trabajo.

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Lorena vive en Cerro Navia junto a sus padres. Todos los días viaja desde allá hasta Providencia para estudiar Administración de Empresas en Recursos Humanos en la Universidad Andrés Bello. Los fines de semana va a trabajar en un pub de Bellavista, donde gana un poco más de $200.000 pesos mensuales. Fue al banco por un trámite puntual y le ofrecieron una tarjeta de crédito.

— Yo tengo Cuenta Rut en el BancoEstado. Como la utilizaba harto ellos me ofrecieron la tarjeta de crédito. Me dijeron: “te la vamos a dar porque tienes muchas transacciones”. Sí me he endeudado con esta tarjeta. Tiene un monto súper bajo de $200.000 pesos que es como para gente que estudia y trabaja, porque tu capacidad de endeudamiento no es mucha tampoco, poh, entonces no te dan cupos muy grandes.

BancoEstado fue el banco con más reclamos en el Sernac Financiero en el primer semestre de 2013.

Lorena asegura que la tarjeta está solo a su nombre y que por lo mismo, en caso de no pagar, no van a embargar la casa de sus padres, a pesar de que registró ese domicilio en el banco. No ha llegado a estar en Dicom por la deuda, ya que logra pagar antes con lo que le entra del pub. “Algo entiendo de Dicom”, asegura.

Las políticas internas de las empresas son las que deciden cuándo entregar un crédito y cuándo no. No hay una regulación que tenga una segmentación etaria y los criterios de selección establecidos para todas las instituciones son muy generales.

Gran parte de los créditos en Chile no son entregados por bancos, sino por organizaciones intermedias que funcionan como instituciones financieras, pero que en la mayoría de los casos tienen una normativa diferente. Estas pueden ir desde una simple empresa telefónica que da un préstamo de 1.000 pesos a sus usuarios, hasta grandes casas comerciales que entregan créditos por sumas millonarias.

La ley de Protección de los Derechos del Consumidor, que es la encargada de regular todas las operaciones comerciales, se aplica en el caso de los servicios que entregan las instituciones financieras, como el retail financiero. Esta ley establece elementos generales: qué información se le debe dar al consumidor, cómo se deben cobrar las cuotas y el interés, cómo se castiga a la publicidad engañosa, etcétera.

Otra ley que influye de manera directa al retail financiero y a los bancos en la entrega de créditos es la número 18.010, que establece las normas para las operaciones de crédito. Esta norma, entre otros aspectos, fija el interés máximo convencional. Como explica la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras en su página web: “Este interés no puede exceder en más de un 50% el interés corriente que rige al momento de la convención. El interés corriente es el interés promedio cobrado por los bancos y sociedades financieras establecidas en Chile en las operaciones que realicen en el país (…) Corresponde a la SBIF determinar las tasas de interés corriente”. Estos promedios se establecen en relación con las operaciones efectuadas durante cada mes y las tasas resultantes se publican en el Diario Oficial y en la Superintendencia.

En noviembre de 2013 el Congreso aprobó una ley que reduce el interés máximo convencional de manera progresiva por dos años. El experto en derechos del consumidor de la Universidad Adolfo Ibáñez, Alan Krausz, habló con Radio Cooperativa luego de ser comunicada esta noticia y señaló lo positivo que puede ser para los segmentos más riesgosos en la entrega de créditos, al que pertenecen los estratos socioeconómicos más bajos y las personas jóvenes. “Particularmente en el segmento de las tarjetas de crédito no-bancarias, la gran mayoría de los operadores del segmento medio, medio-bajo, cuando calculan la tasa de interés mensual, aplican el máximo de esta tasa”, enfatizó. Sin embargo, otros creen que esta baja afectará negativamente a las empresas y que no se debería poder fijar el interés.

La ley redujo el interés máximo del 54% al 37%, lo que beneficiará a los préstamos de hasta $4,6 millones. Esto permitirá reducir la práctica de las empresas que cobran intereses altos a las personas que pagan –quienes suplen al porcentaje de los que están sobre endeudados–, situación que se da sobre todo en los sectores riesgosos, como el de los jóvenes.

Andrés Sepúlveda, el abogado que destapó el caso La Polar, explica que en general se aplica la misma normativa tanto para las empresas de retail como para los bancos o entidades financieras que son prestamistas, pero que no son controlados por las mismas entidades. “Los bancos y la mayoría de las instituciones financieras tienen una regulación directa a manos de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF). El retail, en términos generales, cuando se organiza como sociedad anónima abierta, su controlador principal es la Superintendencia de Valores y Seguros”, agrega. El abogado dice que estas entidades son los reguladores directos y tienen facultades inspectoras. Sin embargo, también el Sernac cumple un rol fiscalizador. Funciona como parte interesada en la protección de los derechos del consumidor y, aunque no tiene facultades de regulador directo, sí puede inmiscuirse en las operaciones cuando estas pasan a llevar los derechos de los consumidores.

Sepúlveda dice que los países deberían tener leyes de protección al consumidor segmentadas según la capacidad de pago. Sin embargo, las normativas de protección no tienen una división etaria, ni de ningún otro tipo, que diferencien los derechos de un consumidor joven sin ingresos propios, a los de uno con mayor poder de compra. Esta situación se replica en varios países de la región, como Colombia, donde las leyes de protección al consumidor y de entrega de créditos son iguales para todos.

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Un ejemplo del endeudamiento juvenil en la región es Perú, donde según información de la Central de Riesgos Crediticios, el 14% de los jóvenes entre 18 y 25 años que tiene tarjetas de crédito, registra incumplimientos de pago de más de 61 días. Las cuales ya serían deudas con irregularidades para Dicom.

En España el 37% de los jóvenes de 18 a 35 años solicitaron créditos en Navidad para poder pagar en cuotas los regalos, según una encuesta realizada por la Dirección General de Salud y Consumidores de la Comisión Europea. Solo el 12% de ellos conoce sus derechos fundamentales respecto a los créditos de consumo. Esto llevó a que la Unión Europea retomara la campaña “Para-Piensa-Actúa”, la cual busca informar a los consumidores sobre sus derechos en las principales ciudades de España.

En Inglaterra, un estudio realizado a 1.500 personas de 18 a 30 años, hecho por The Co-operative Group concluyó que vivir endeudado se ha vuelto en la “nueva normalidad” para los jóvenes de este país. Los préstamos estudiantiles, tarjetas de crédito, préstamos en general y sobregiros, son las principales causas de la deuda.

Casi un tercio de los encuestados admitió que oculta el estado de sus finanzas a sus padres y la cuarta parte de ellos reconoció que estaba recibiendo apoyo financiero de sus papás, lo que incluye ayuda en el pago de las deudas.

En este país ha aumentado en un 35% el número de personas que tienen dificultades para el manejo de los pagos, esto según un estudio realizado por el Money Advise Service (MAS), en comparación a datos recogidos en 2006.

Luego de que se publicaran estas estadísticas, Charity Personal Finance Education, fundación dedicada a la educación financiera de los jóvenes, advirtió que en este país los jóvenes están entrando en la vida adulta con deficiencias en su comprensión de los asuntos financieros: uno de cada ocho –entre 14 y 25 años– dijo no saber lo que es un sobregiro.

El Gobierno de Inglaterra, está centrando sus esfuerzos en la educación financiera y busca que se vuelva obligatoria en todas las escuelas secundarias.

En Estados Unidos, una encuesta realizada por Rent.com a 1.000 arrendatarios de todas las edades, muestra que tres cuartas partes de los jóvenes entre 18 y 24 años que son arrendatarios gastan más de lo que ganan al mes. El 20% supera sus ingresos por un monto mayor a 100 dólares todos los meses. Muchos de estos jóvenes están al borde de la quiebra esperando recibir su siguiente sueldo.

Estas deudas no están destinadas a entretención, como se podría esperar de este rango de edad, sino que a pagar gastos básicos. El 42% gasta la mayor parte de su presupuesto en la renta y es seguido por un 22% que lo hace en comida.

Un estudio de la Universidad Estatal de Ohio determinó que los adultos-jóvenes están acumulando deudas de tarjetas de crédito más rápido que otros grupos de edad y son más lentos al pagar. El sitio web Time Business and Money publicó una noticia que relacionó este estudio y la encuesta de Rent.com. En el artículo Lucia Dunn, coautora y profesora de economía en la Universidad Estatal de Ohio, dijo que, si esta situación continúa, es posible que en el futuro haya personas de edad avanzada con serios problemas económicos. “Mucha gente está pidiendo prestado en las tarjetas de crédito a niveles que no son suficientes para poder pagar al final de su vida (…) Podemos esperar que más personas lleven su deuda de tarjeta de crédito hasta la muerte, lo que podría implicar pérdidas para los bancos emisores”, señala la economista.

Esto se da a pesar de que en los últimos años ha habido un aumento en el número de jóvenes estadounidenses, de 18 a 29 años, que no usa tarjeta de crédito. Número que se ha duplicado, pasando de un 8% en 2007 a un 16% a finales de 2012, según un estudio realizado por Fair Isaac Corporation (FICO), empresa que da servicios para el análisis y toma de decisiones. Lo cual podría estar mostrando que se está optando por el mejor hábito de consumo: pagar al contado.

La disminución en el uso de tarjetas redujo la deuda promedio de los jóvenes de US$3,073 a US$2,087 por persona en cinco años, lo cual los benefició aumentando al 11,2% la calificación de crédito como “excelente”, por encima del 8,6% que había en 2005.

Esto se puede deber, en gran parte, a que se volvieron más estrictos los requisitos para la entrega de tarjetas de crédito. The Credit Card Accountability Responsibility and Disclosure Act de 2009, realizado por el congreso de Estados Unidos y firmado por el Presidente, que se hizo efectiva en 2010, endureció las normas para la entrega de tarjetas de crédito exigiendo, entre otros requisitos, que los menores de 21 años tengan un aval o generen ingresos mensuales suficientes para hacer los pagos de la tarjeta. Un cambio de normativas que se efectuó luego de la crisis de 2008, la que tuvo entre sus causas la entrega indiscriminada de créditos hipotecarios.

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El campus tiene un patio de cemento, los jóvenes se dividen en pequeños grupos por actividad que realizan. Los más preocupados repasan presentaciones mientras caminan, son seguidos por los grupos de estudio con papeles llenos de líneas del resaltador y los más relajados, acostados encima de las piernas y barrigas, fuman cigarrillos.

En las universidades privadas como San Sebastián y Andrés Bello, en todos los grupos, los relajados y los estresados por el estudio, hay al menos un miembro con una deuda por créditos para la educación, que deben comenzar a pagar 18 meses después de que se gradúen con un máximo del 10% de su sueldo –en caso de cesantía se suspende el cobro por seis meses y hay un seguro por invalidez–. Del 30% de los jóvenes entre 18 y 24 años que tiene deudas o créditos a su nombre, el 56% tiene deudas por créditos universitarios. Y estudien, trabajen o estén cesantes, el 24% de ese mismo grupo está endeudado con tarjetas de crédito y el 19%, por créditos de consumo.

Daniela, con su tarjeta en Hites que asegura no usar más para no endeudarse, ya debe 4 millones de pesos por pagar su carrera y le quedan dos años para terminar. Su profesión tiene como promedio, al cuarto año de haberse graduado, un sueldo de un poco más de 600.000 pesos de los cuales le pueden cobrar máximo el 10% para cubrir el crédito.

Patricia Pinto tiene un crédito desde que entró a la universidad hace tres años. “Mi deuda ya debe ir en unos… son como dos millones el arancel… no sé, no he sacado la cuenta, pero definitivamente harto más de tres millones”, dice. Estudia en la Universidad San Sebastián una de las carreras peor pagadas en Chile: Pedagogía en Lenguaje. Al cuarto año de haberse graduado, Patricia puede ganar alrededor de 580.000 pesos mensuales.

Nicole Martínez, primer año de Derecho en la Universidad Andrés Bello. Dice que cuando se gradúe va a estar debiendo alrededor de 15 millones de pesos.

— No siento que me pueda afectar tanto más adelante — dice mientras fuma — es máximo el 10% del sueldo

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Marcelo Díaz estudia Periodismo en la Universidad Católica. Pidió el Crédito de Fondo Solidario en la Universidad de Chile para pagar los dos millones y medio que no tenía, cuando decidió cambiarse de Derecho en otra universidad a Periodismo en la UC. Además, él también vivió otra forma de endeudamiento.

Cuando entró a la Universidad de Chile y tenía solo 19 años, le ofrecieron la (CMR), tarjeta de Falabella, la empresa con más reclamos a la tarjeta de crédito no bancaria en el Sernac Financiero en el primer semestre del 2013. Era especial para estudiantes, decidió obtenerla, se endeudó por cerca de 200.000 pesos y, por demorarse en pagar, entró en la lista de Dicom.

— Me demoré en pagar la deuda simplemente de flojo, por no ir a pagar, porque pensé que no era tanta plata y que no iba a pasar nada. Falabella mandó la deuda a una empresa de cobranza la cual te amenaza con acciones judiciales si no pagas. Así que ahí recién la pagué y en ese momento me informaron que yo iba a quedar en Dicom por eso.

— ¿Tenías claro que si no pagabas ibas a entrar en Dicom?

— No lo tenía claro, nunca le tomé el peso, no me importaba, era pendejo y pensaba que simplemente pagando todo se olvidaba.

Que 125.409 jóvenes de 18 a 25 años estén en Dicom refleja en parte el sobre endeudamiento de este rango de edad. Sin embargo, este número aumenta sustancialmente cuando se busca el total de morosos del país sumando diferentes listas. Equifax, la empresa encargada de Dicom, tiene un informe Platinum en el cual reúne la información de los morosos de Dicom, junto a otras empresas de información.

“Los deudores morosos aparecen en los registros correspondientes, de Equifax o de otros bancos de datos como el de TransUnion –relacionado con la Cámara de Comercio y el retail– o Sinacofi –que depende de los bancos–, cuando los plazos de pago de sus deudas están vencidos y los acreedores publican las deudas impagas. El Informe Platinum consolida información de protestos y morosidades de diferentes fuentes [además del Dicom]”, explica Loreto Moreno encargada de comunicaciones de Equifax. Este informe da un total de 325.558 jóvenes de entre 18 y 25 años morosos en Chile, lo cual representa a más del 20% de las personas entre estas edades.

Luego de 90 días de no pagar una deuda con las casas comerciales, estas declaran esa cuenta como cartera vencida. Cuando esto sucede, las empresas afiliadas hacen que la persona aparezca en Dicom con la peor calificación, además de seguir acciones judiciales.

Estar en esta lista afecta principalmente a los jóvenes con trabas en diferentes ámbitos, de manera especial en el acceso a créditos y para conseguir empleo.

“Hace un tiempo traté de postular a la cuenta corriente joven del Banco Santander, me evaluaron y no me aprobaron. Supongo que fue por estar en Dicom, nunca supe el real porqué”, dice Marcelo Díaz.

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Un tatuador lentamente comienza a dibujar línea tras línea un código de barras en la nuca de las personas, línea gruesa, línea delgada; el dolor de las agujas entrando en la piel persiste en todo momento mientras se tiene el sonido de fondo de la máquina tatuadora, como un zumbido de un insecto al que no se puede matar. Sin embargo, el tatuaje no es permanente.

Hay cuatro tipos de deudas en Dicom, la primera y menos grave es la llamada “Deuda vigente”, que solo implica que se tiene una morosidad que se está pagando. Esta categoría no presenta mayores inconvenientes para el deudor. Sin embargo, a medida que el tatuaje sigue avanzando y la piel está cada vez más sensible al dolor, la deuda puede convertirse en tres tipos de “Deuda con irregularidades”.

Si la persona tiene un atraso en los pagos de 30 a 60 días, su deuda tiene la calificación de “Deuda morosa”, si el atraso es de 61 a 90 días se llama “Deuda vencida” y por último, cuando ya el tatuaje está terminado, si se demora más de 91 días es considerada una “Deuda castigada”.

Un código de barras que marca en especial a los jóvenes y les impide acceder a créditos y, en algunos casos, conseguir empleo.

“Cuando es una ‘Deuda Castigada’ se entra a la lista de deudores de la Superintendencia de Bancos y, en el caso del retail, además, al Boletín de Informaciones Comerciales de la Cámara de Comercio de Santiago. Esta última, tiene el monopolio de la información de deudores comerciales y lo que hace es venderle la base de datos a Dicom. Empresa que es una mera comercializadora de informes comerciales y financieros”, dice Hugo Traslaviña, periodista que expuso en el libro Llegar y llevar el fraude tras el caso La Polar.

El tatuaje no es permanente. Para salir de Dicom hay que pagar la deuda o deben pasar cinco años desde que se entró al registro. Al pagar, la empresa prestamista es la encargada de sacar a la persona y el trámite dura alrededor de una semana. Además, hay herramientas jurídicas que permiten proteger al deudor de embargos.

Si se está en el Boletín Comercial y la deuda es superior a 300 mil pesos hay que cancelar un servicio de eliminación. La diferencia está en que Dicom se centra en clientes morosos de las tiendas, supermercados o comercios, que tienen contratos con esa empresa, mientras que en el Boletín Comercial se publican las deudas de mutuos hipotecarios, préstamos o de créditos de bancos o sociedades financieras, protestos de letras, cheques y de sociedades administradoras de créditos para compras en casas comerciales, entre otras.

Ángel Mairana, abogado de S.O.S Deudores, empresa que entrega asistencia jurídica para que las personas no sufran acciones judiciales por su morosidad, como es el embargo de bienes, dice que las políticas en Chile son extremadamente flexibles y se tornan abusivas cuando la persona cae en morosidad. “La salida que entregan estas instituciones es la repactación, como si fuera una ayuda, pero en realidad es un negocio para las instituciones financieras, ya que suman los intereses, estos los capitalizan y hacen pagar al cliente con otra tasa de interés. Es decir, una deuda de 10 millones de pesos en la primera repactación se puede convertir en 18 ó 20 millones”, señala Mairana. El 14% de los jóvenes de 18 a 24 años ha repactado sus deudas y el 17% se endeudaría para pagar un crédito.

“Se produce un efecto adverso en contra de los jóvenes, porque ellos generalmente no tienen deudas muy altas, pero como no tienen un trabajo estable con qué responder, no tienen con qué pagarle al banco, no tienen acceso al crédito y aunque dicen que en los trabajos no piden Dicom, lo siguen haciendo. En definitiva, no pueden conseguir trabajo”, asegura Mairana, quien además dice que en su empresa alrededor del 10% de sus clientes son jóvenes, pero que la mayoría de las personas menores de 25 años no tienen ingresos suficientes para conseguir una asistencia jurídica de este tipo. Según el Injuv, el 41% de los jóvenes endeudados de 18 a 24 años cree que no va a dejar de estarlo en los próximos 12 meses.

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Nicolás Duhalde, ahora exdirector del Instituto Nacional de la Juventud –la entrevista se realizó cuando ejercía el cargo– cree que no debería haber más regulación en la entrega de créditos. Para él, muchos de los jóvenes que acceden a estos y después no los pueden pagar son irresponsables. El 78% de los jóvenes, según la encuesta realizada por la institución que él dirige, piensa que sí se deberían restringir más el acceso a créditos a los jóvenes que no trabajan.

Duhalde cree que se debe apuntar hacia la educación financiera y no hacia la regulación de las empresas. “Tomar los créditos es una libertad de los jóvenes. Las casas comerciales no los endeudan, son ellos los que toman las deudas, pero al mismo tiempo unos lo hacen de manera irresponsable y eso es lo que tenemos que atacar hoy”, dice Duhalde.

El 32% de los jóvenes cree que el acceso a créditos les entrega mayor libertad.

Para el exdirector del Injuv los jóvenes deberían seguir tres principios antes de acceder a un crédito: primero, saber el nivel de renta o nivel de paga que pueden lograr una vez que tenga la tarjeta. Segundo, conocer qué tipo de crédito es, cuánto van a terminar pagando finalmente y, en tercer lugar, conocer cuál es el nivel de deuda que les permita estar solventando mensualmente. “No estar tomando deudas en forma irresponsable que finalmente no van a poder pagarlas”, enfatiza.

Esto es lo que el Injuv junto al banco BBVA pretendió enseñar a través de un curso de educación financiera entregado –con beca– para 2.000 personas, que se realizó en octubre del año pasado y que se repitió para otros 2.000 interesados en diciembre. Esta ha sido la única iniciativa que se ha concretado para enseñar a los jóvenes sobre el sistema financiero. El Sernac Financiero también tiene programas dirigidos a enseñar un buen uso de las herramientas financieras y está desarrollando diversas actividades para educar a los consumidores, por ejemplo, un programa de Educación Financiera para 30 colegios de la Región Metropolitana y otros 30 en regiones.

A pesar del énfasis en la educación, el Sernac reconoce que hay una responsabilidad por parte de las empresas. “Es tarea de los jóvenes no cargar sus mochilas con más deudas de las que puedan asumir ellos y sus familias, pero también es tarea de las empresas que deben ser socialmente responsables y entregar créditos a quien pueda hacerse cargo de pagar. Las empresas deben ser profesionales y dar información para que los estudiantes sepan qué están contratando, el costo final del crédito, y las consecuencias de la deuda”, señaló la institución a través de su departamento de comunicaciones. “Pierden los jóvenes que comienzan su vida laboral estando en Dicom y con una mochila cargada de deudas; pierden sus familias que viven la angustia de hacerse cargo de las consecuencias de la deuda, pierden las empresas porque no les pagan”.

La institución explica que hay una responsabilidad social que deben tener las empresas más allá de lo que dice la ley. En ese sentido, señala el Sernac, las institución debería preocuparse de las consecuencias que implica dar un crédito a quien no puede pagarlo, no solo deben cumplir la ley sino que deben considerar las repercusiones que tiene el negocio.

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Luego de usar los 60 mil pesos de cupo autorizado para mi tarjeta, decidí pagar la deuda y cerrar la cuenta. Entré a Falabella del mall Costanera Center. El laberinto de pilas de ropa me absorbe. Un espejo frente a otro espejo.

— Su deuda es de 61.500 pesos.

— Cómo, si mi cupo es de $60.000

— Debe pagar gastos administrativos.

— Le pregunté a la vendedora y me dijo que no tenía que pagar nada extra hasta después del primer año.

— Lo siento, eso es lo que sale en el sistema.

Pagué los 61.500 pesos. Luego, revisando el contrato, me daría cuenta de que lo que me dijo la vendedora no era cierto y sí debía pagar gastos administrativos y mantención de la tarjeta Red Compra. Al igual que el 48% de los jóvenes, siento que no me explicaron bien los costos asociados.

24 horas después, tiempo necesario para cerrar la tarjeta luego de pagar, llegué de nuevo a las oficinas de Falabella. Lo que me demoré una hora en conseguir, ya se estaba volviendo el trabajo de varios días para poder romper las tarjetas.

Al cerrar la tarjeta de crédito CMR, me dijeron que la segunda tarjeta, la Red Compra, no pertenece a CMR, sino a Banco Falabella, por lo cual luego debía ir a ese lugar a realizar el trámite. Indagando con la encargada, me enteré de que en sus datos figuraba con un sueldo de 400 mil pesos –que no declaré y menos tengo– y que ella aseguró que solo eran números que introducían en el sistema.

Pilas y pilas de ropa marcan mi camino de salida. “Venta especial de CMR, 50% de descuento con el uso de la tarjeta”, “10% de descuento en colchonería con tarjeta Ripley”. Paseo sin ningún apuro por los pasadizos especialmente diseñados para mí, como si estuviera caminando por un parque.

Un televisor led se interpone en mi camino: LG 42 pulgadas Full HD 3D, $329.990 al contado; $19.359 mensuales a 24 cuotas. Lo observo por un rato, calculo el espacio que necesita para estar en living de mi casa. Me siento en el sofá de la tienda, me pruebo los lentes que entregan y pienso en lo cuático que sería llevármelo.

Sobre el autor: Camilo Castellanos es exalumno de Periodismo y esta crónica corresponde a su trabajo en el curso Taller de Crónica, dictado por el profesor Gonzalo Saavedra durante el segundo semestre de 2013