Sename reconoce fracaso en política de adopción de menores
El 68% de los niños que se encuentra bajo protección del Servicio Nacional de Menores (Sename) tiene más de ocho años de edad. Por esa razón el Estado no iniciará el trámite que declara que pueden ser adoptados. La falta de padres interesados y el cuidado por la reputación del sistema, son las causas invocadas por el organismo, que deja a la mayoría de estos menores institucionalizados de por vida y conviviendo con infractores de la ley. María Fernanda Galleguillos, jefa del Departamento Nacional de Adopción del Sename, reconoce: “Hemos fallado en restituir el derecho de vivir en familia a todos los menores”.
Por Mariangel Berríos y Dominique Soriagalvarro
Violeta Lara (24) recuerda que una tarde se peleó con un grupo de compañeras del hogar Rodolfo Rencoret, administrado por el Servicio Nacional de Menores, ubicado en Puerto Montt, donde vivía desde los ocho años. Las funcionarias de la residencia la castigaron todo el día encerrándola en la cocina y prohibiéndole las visitas del grupo cristiano CVX. Violeta cuenta que ese día, a tres meses de cumplir los 18 años, decidió escaparse del hogar. Acercó el camarote a una ventana del segundo piso y amarrando las sábanas se descolgó hasta llegar al suelo. Ella cumplía con las condiciones para ser adoptada: sus padres la habían abandonado, sus abuelos estaban muertos, su tía la maltrataba y nunca fue a visitarla. “Yo veía cómo las más chicas del hogar se iban. A mí igual eso me daba pena, porque no tenía a nadie”, dice Lara. Pese a eso, el Estado nunca inició el trámite que le daba esa posibilidad.
En junio de 2016 el diario La Tercera publicó un diagnóstico hecho por el Sename donde se identifica a 1.334 menores viviendo bajo su protección, que están en estado “crítico”, con: “potencial riesgo vital y patologías mentales complejas” (ver reportaje). La cifra vino a reforzar la urgencia de revisar un sistema en crisis por falta de recursos y personal calificado. La Comisión de Derechos Humanos del Senado dedicó la sesión del 22 de junio a analizar el sistema de adopción en Chile y estableció que era imperativo que la Presidenta dé suma urgencia al proyecto de ley que reforma integralmente dicho sistema.
En Chile existen 12.442 niños sin cuidado parental y alta vulnerabilidad, según cifras del Servicio Nacional de Menores. Es decir, viven carencias económicas y afectivas. De acuerdo a datos obtenidos por Ley de Transparencia, hasta abril de 2016, 159 niños han sido declarados en condiciones para ser adoptados, pero aún no han sido vinculados con una familia. De esos 159 menores, solo 10 tienen ocho años y más (ver respuesta).
Carlos Soto, psicólogo y jefe en la Región Metropolitana de la Unidad de Adopción del Sename, señala que, a mayor edad de los niños, menor es la posibilidad de encontrar padres interesados en su adopción. “Aunque la ley establece que se pueden iniciar causas hasta los 18 años, en la práctica nosotros vemos que esto no es posible. Cuando analizamos si iniciamos una causa de susceptibilidad o no, es también proyectar si en el futuro tendremos una familia. No podemos iniciar cualquier causa, porque el sistema de adopción se desprestigia si no encuentras una familia”, afirma el experto.
Hasta abril de 2016, 159 niños han sido declarados en condiciones para ser adoptados, pero aún no han sido vinculados con una familia. De esos 159 menores, solo 10 tienen ocho años y más.
Según la Ley de Adopción 19.620, para que un menor sea declarado como candidato a la adopción, un Tribunal de Familia debe haber realizado una investigación que determine alguna de estas situaciones: que el niño fue cedido — al Sename u organismo colaborador-, que fue víctima de abandono o la inhabilidad parental de sus progenitores, que aplica cuando éstos vulneran los derechos de sus hijos. Después, se debe citar a los familiares hasta el tercer grado de parentesco y corroborar que ninguno es apto para el cuidado del niño. Este proceso puede extenderse entre seis meses y dos años.
Soledad Navarrete, asistente social de la Unidad de Adopción del Sename en la Región Metropolitana, señala que cuando a un niño no le inician los trámites para que sea adoptado, incluso aunque la institución sepa que no tiene la posibilidad de vivir junto a su familia de origen, recae en todas las partes del sistema de protección la responsabilidad de que ese menor permanezca en residencias toda su vida. “Es responsabilidad de los jueces y de los consejeros técnicos que tuvieron a la vista todos esos informes, sin que les hiciera ruido lo que estaba pasando. Es responsabilidad de nosotros como unidad no haber llegado a tiempo ni visto las alarmas que el sistema nos daba. No habernos coordinado con los directores de los centros. Cuando el enlace fracasó y ese menor tiene que necesariamente vivir hasta la adultez en un lugar de protección, todos los operadores del sistema fracasaron y el precio lo paga el niño”, concluye.
Mientras los directores de los hogares y los jueces deciden, en los tribunales, iniciar los trámites de adopción, los niños crecen en hogares del Sename o en uno de los cuatro organismos colaboradores autorizados por dicha institución: Fundación Chilena de la Adopción (FADOP), Fundación San José, Fundación Mi Casa y el Instituto Chileno de Colonias y Campamentos. Hasta el 1 de abril de 2016 dichos organismos habían declarado como adoptables a tres niños entre los ocho años y la mayoría de edad, mientras que el Sename ha declarado a siete.
“Cuando el enlace fracasó y el menor tiene que necesariamente vivir hasta la adultez en un lugar de protección, todos los operadores del sistema fracasaron y el precio lo paga el niño”, dice la asistente social del Sename, Soledad Navarrete.
“El Sename ha ido promoviendo la adopción de niños mayores, pero para la institución la adopción de niños mayores son cinco o seis años. A los niños de ocho prácticamente ni siquiera se les hace trámite de susceptibilidad de adopción, porque no hay familias postulantes para niños grandes”, explica Yanett Maldonado, asistente social, quien en su rol de evaluadora externa del Sename participa hace diez años en el proceso de declaración de idoneidad de los padres. Es decir, determina si éstos pueden adoptar o no.
Las opciones de los menores que no son vinculados con sus parientes y que no fueron adoptados son limitadas: algunos permanecen en el sistema de protección del Sename hasta la mayoría de edad viviendo en Centros de Administración Directa (CREAD), en Programas de Familias de Acogida o en Centros Residenciales. Otros, se escapan en busca de una vida lejos de las instituciones. Otros infringen la ley, continuando su ruta a través de las distintas áreas del Sename, pasando del sistema de protección a la reclusión.
Vivir en protección
Violeta recuerda que cuando era niña todos los días veía cómo sus amigos se iban al colegio en la mañana. Ella tenía ocho años, pero eso no era impedimento para que a esa misma hora cortara leña y preparara el pan a sus seis primos. Durante la tarde salía a las calles de Futrono y en los semáforos limpiaba los parabrisas de los autos estacionados. Al llegar a la casa su tía le quitaba todo el dinero y si no cumplía con sus tareas la mujer la golpeaba . Las marcas de los castigos, en su cara y brazos, motivaron la denuncia de una vecina. Así llegó al hogar del Sename donde insistieron en vincularla con su familia de origen, por lo que nunca pudo declararse su susceptibilidad para ser adoptada.
Los expertos coinciden en que lo más difícil de probar y el motivo que extiende el proceso de declaración de adopción, es la inhabilidad parental. Por esto la iniciación de una causa para que el menor sea adoptado puede tardar 16 meses en promedio. “Es el director del hogar quien inicia el proceso cuando se da cuenta que la situación de abandono del niño no se va a modificar, entonces los jueces debemos analizar los informes que llegan desde el Sename para poder declarar a ese niño como adoptable”, explica Luz María Barceló, jueza del 4° Juzgado de Familia de Santiago.
En el último Anuario Estadístico del Sename, que data de 2015, se señala que de 510 adopciones concretadas, 62 corresponden a niños de ocho años y más. Esto equivale al 12% del total de menores adoptados.
La abogada y consejera técnica del Sename, Cecilia Erazo, es la encargada de registrar y seguir las causas de susceptibilidad de adopción en el 4° Juzgado de Familia de Santiago. Erazo indica que este año, hasta el 13 de junio, el Tribunal de Familia de Santiago ha declarado como adoptables a seis menores y ninguno de ellos supera los ocho años de edad. “El sistema te obliga a que la edad se vuelva un criterio para iniciar la causa de adopción. Los niños más grandes tienen más daño y por eso he estado años con causas abiertas, sin tener familias que los acojan”, asegura Erazo.
María Fernanda Galleguillos, jefa del Departamento Nacional de Adopción del Sename, reconoce: “No todas las familias están dispuestas a hacerse cargo de niños mayores o con alguna dificultad. Como unidad hemos fallado en restituir el derecho de vivir en familia a todos los menores, porque tú no puedes obligar a alguien a que acepte un niño”.
En el último Anuario Estadístico del Sename, que data de 2015, se señala que de 510 adopciones concretadas, 62 corresponden a niños de ocho años y más. Esto equivale al 12% del total de menores adoptados. Esa cifra considera tanto las adopciones en Chile como aquellas en que los menores migran para integrarse a familias extranjeras. Al analizar solo las adopciones en Chile, el porcentaje de niños mayores de 8 años que son adoptados baja al 5%, esto es, solo 21 menores de un total de 408 adoptados (ver documento).
María Elena González, directora ejecutiva de FADOP, comenta que la fundación no trabaja con niños mayores de seis años, ya que es muy complejo encontrar padres interesados en adoptar menores de esa edad. “A lo largo de nuestra historia, que son 30 años, solo hemos colaborado en la adopción de dos niñas mayores de ocho años”, afirma.
La mayoría de los niños que superan los ocho años de edad, que no son re-vinculados con su familia de origen, están destinados a vivir institucionalizados. De los 4.161 menores bajo protección en la Región Metropolitana, el 68% tiene entre ocho y 18 años de edad, según información entregada por el Sename en respuesta a una solicitud de transparencia (ver respuesta).
La Ley N° 16.618, creada en 2004 y que forma los Tribunales de Familia, indica que la permanencia de un niño en una residencia no debe superar el año y debe ser revisada cada seis meses. “Actualmente no contamos con el personal necesario, ni el trabajo intersectorial para que esto se cumpla. Todos los tiempos se dilatan, porque los distintos organismos involucrados en eso, como el Registro Civil o el Servicio Médico Legal, a veces tardan seis meses en enviarnos un solo papel. Entonces los informes llegan tarde a manos de los jueces”, dice Carlos Soto, jefe de la unidad de Adopción del Sename en la Región Metropolitana. Coincide en ello la jueza del 4° Juzgado de Familia de Santiago, Luz María Barceló, quien explica que un factor es el retraso en los informes de los hogares del Sename. “Estos informes no llegan en el período que deberían, demorando hasta seis meses, que es el doble de lo legal. Todo esto va retrasando el proceso”, asegura Barceló.
Nel Greveen, jueza del Tribunal de Familia de Pudahuel explica que las demoras en la revisión de los casos afectan la oportuna iniciación de trámites de adopción y también en los seguimientos de los niños que se encuentran en el sistema de protección: “lo que propicia que los menores vivan por largos períodos en los centros”.
Actualmente, de acuerdo a datos entregados por el Sename vía transparencia, 4.156 menores viven entre uno y tres años en alguna institución, mientras que el 13% permanece entre cinco y más de diez años (ver respuesta).
“Hay chicos que pasan tanto tiempo institucionalizados que en los hogares forman un grupo humanos que consideran su familia. Otros que por malas decisiones de tribunales son entregados a familiares que no se hacen cargo y terminan siendo delincuentes. El sistema no está del todo articulado para que la ayuda llegue de forma oportuna”, aclara Verónica Bravo, asistente social y evaluadora externa del Sename.
La influencia de los que infringen la ley
El 8 de junio de 2007 entró en vigencia la Ley 20.084, que establece un sistema de responsabilidad para los adolescentes infractores a la Ley Penal, quienes entre los 14 y 18 años de edad cometan delitos. Sin embargo, la ley no define sanciones ni procedimientos para los niños entre ocho y 14 años que infringen la ley. Los menores dentro de ese rango etario que incurren en delitos son enviados a centros de protección del Sename, donde conviven con los menores que nunca fueron adoptados.
El Sename cuenta con un equipo de 24 evaluadores externos para la Región Metropolitana, quienes además de realizar esta labor, trabajan como asistentes sociales o psicólogos en fundaciones y organismos colaboradores. Para este reportaje fue contactada la totalidad de ese equipo evaluador. Siete accedieron a colaborar. De ellos, cuatro aseguran que los menores que nunca fueron adoptados ni declarados susceptibles de adopción conviven con menores que cometen delitos. Los evaluadores explican que la situación se da principalmente en los Centros de Administración Directa (CREAD) del Sename, los que acogen a más niños, y no en casas de acogida privadas.
“Una vez, estábamos en la pieza donde veíamos tele en el hogar y unos compañeros que habían estado castigados por robo comenzaron a incendiar objetos. Al final la pieza se quemó entera. Estos niños siguieron viviendo en el hogar, hasta que se escaparon un día”, relata Rodrigo Godoy, que vivió 12 años en Fundación Mi Casa.
Rommy Lindemann, asistente social evaluadora externa del Sename, que trabaja en el Programa de Reparación y Maltrato (PRM) de la misma institución, explica: “Los menores vulnerados en sus derechos que no son adoptados, que han delinquido y tienen menos de 14 años se van a los CREAD. Si en un hogar no lo reciben o no hay vacantes, el juez determina que debe irse a algún lado. Así todos los niños llegan a los CREAD”, afirma Lindemann.
“Los niños que infringen la ley y tienen menos de 14 años van a parar a los CREAD, pero lo más grave aún es que hay niños de más de 14 que han cometido delitos y han estado en centros de reclusión y al cumplir su sentencia son derivados por los jueces a protección y llegan a los CREAD con conductas de cárcel. Influencian a los niños que han sido vulnerados en sus derechos, abusan de ellos, los maltratan, les quitan sus cosas y descompensan a los que tienen problemas psicológicos”, cuenta un educador del Centro de Administración Directa Pudahuel, quien pidió resguardar su identidad.
Rodrigo Godoy (50), egresado de Fundación Mi Casa, vivió 12 años en la institución y sabe bien lo que implica convivir con quienes alguna vez han infringido la ley. “Una vez, estábamos en la pieza donde veíamos tele en el hogar y unos compañeros que habían estado castigados por robo comenzaron a incendiar objetos. Al final la pieza se quemó entera. Estos niños siguieron viviendo en el hogar, hasta que se escaparon un día”, relata. Violeta Lara (24) se fue de la residencia hace cinco años, pero cuenta que durante el tiempo que vivió en ella tuvo que convivir con compañeras que robaban o que abusaban de las otras niñas. “Un día me puse un pantalón que le gustó a otra chica, como ella era la que movía a todo el grupo, las incitó para que me pegaran si no le daba la ropa”, recuerda.
Al no poder distinguir si un menor de 14 años ha delinquido o no, estos terminan invariablemente mezclados con quienes no han sido adoptados.
Luego de la muerte de un joven de 17 años en el interior del centro de reclusión juvenil de Til Til, el año 2013, Ciper publicó un artículo sobre el nivel de violencia al interior de los centros del Sename. Con fotografías mostró a menores portando armas. “Los portadores de esas ‘armas’ son llamados perros o soldados al servicio de un vivo (líder), rol que cumple el joven que se encuentra al medio de la foto, montado sobre otro interno a quien le mantiene su rostro aprisionado con una toalla y que recibe el nombre de perkins, mientras el vivo hace un gesto con el dedo mayor de su mano derecha. Los perkins suelen ser los jóvenes más vulnerables, de los cuales el vivo y los soldados terminan abusando incluso sexualmente. El vivo, por lo general, nunca aparece como conflictivo delante de los educadores o interventores”, dice el texto (ver artículo).
Uno de los factores que incide en que los menores pertenecientes a los programas de protección del Sename convivan en los mismos centros con los menores que han infringido la ley tiene que ver con la falta de claridad de las rutas que siguen los niños dentro del sistema. En 2014 y 2015 el Sename fiscalizó los hogares bajo su administración. El documento indicó: “reparos por la carencia de mapas de procesos donde se definan las responsabilidades y plazos, que esclarezcan los flujos donde transita el niño/a”. También reconoció: “falta de registro sistemático de los niños/as en ADOPSEN” (base de datos de la Unidad de Adopción del Sename) y la falta de orden y registro en las carpetas con el historial de los menores en el Sename (Ver documentos: 1– 2). Al no poder distinguir si un menor de 14 años ha delinquido o no, estos terminan invariablemente mezclados con quienes no han sido adoptados. El informe mostró que esta falencia era crítica en la Región Metropolitana. “No existe un argumento válido para el incumplimiento de esta responsabilidad”, reconoció la institución en dicho documento (ver respuesta).
La ruta por un sistema sin protección
Es sábado y a las diez de la mañana suena cumbia por los parlantes de la casa N°2 del Centro Cerrado de Reclusión Tiempo Joven, ubicado en San Bernardo. Los adolescentes se levantan por grupos y en pijama van a buscar su desayuno, una taza de leche fría y un pan. Es una excepción que a esa hora se encuentren en pie un fin de semana. Pero 20 de los 23 reclusos de esa sección, participarán en el campeonato de damas organizado por los funcionarios. Entre ellos, hay un joven que fue declarado apto para ser adoptado, pero nunca concretó el enlace con una nueva familia. Creció en las residencias del Sename, delinquió y terminó cumpliendo condena en este centro.
En la Región Metropolitana hay 7.749 menores viviendo en centros de reclusión, tanto cerrados como semicerrados (ver documento). Según información obtenida por Ley de Transparencia, 92 de estos menores provienen del sistema de protección y solo tres estuvieron alguna vez declarados como susceptibles de adopción, pero no concretaron el enlace (ver documento).
“Es impresionante pensar en la cantidad de duelos que acumulamos quienes fuimos niños, niñas y adolescentes institucionalizados, ya que la sociedad decidió que éramos merecedores de protección y no fue capaz de ofrecernos algo más humano”, reflexiona Rodrigo Orellana que vivió durante 15 años en un hogar.
Víctor Martínez, educador de trato directo en Tiempo Joven y presidente del Sindicato de Funcionarios del Sename Provincial del Maipo, afirma: “En mis más de veinte años trabajando acá, he podido constatar que muchos jóvenes pasan por todas las instancias del Sename. Ingresan a protección cuando son muy pequeños, pasan a Galvarino, Pudahuel y llegan a reclusión. Al no tener una red de apoyo o una familia que los contenga, están en un círculo vicioso donde entran y salen del sistema”.
Bien lo sabe Matías Orellana (48), quien llegó de tres años a la residencia N°1 de Fundación Mi Casa. No tiene mayores recuerdos de su familia biológica, tampoco recibió visitas durante los 15 años que vivió en el hogar. A los ocho años intentó irse, cansado de los golpes que le daba el “tío” para evitar las malas conductas, cuenta. Vagó pidiendo dinero, hasta que se encontró con una adolescente que vivía en la calle y, asegura, fue ella quien lo convenció de que volviera a la institución. Luego de tres días, regresó al hogar y permaneció de manera continua hasta la mayoría de edad. Nuevamente a la deriva, Orellana fue acogido por una vecina de la fundación con la que vivió hasta terminar sus estudios.
Su experiencia en el hogar de menores lo motivó a crear la Fundación de Egresados de Casas de Menores (ECAM), con el fin de ayudar a los jóvenes que se encuentran institucionalizados y asesorarlos una vez que salgan de los hogares. Orellana está consciente de las marcas que deja la institucionalización. “Es impresionante pensar en la cantidad de duelos que acumulamos quienes fuimos niños, niñas y adolescentes institucionalizados, ya que la sociedad decidió que éramos merecedores de protección y no fue capaz de ofrecernos algo más humano”, reflexiona.
La psicóloga Lorena Bustamante trabaja hace diez años como evaluadora externa y explica: “A los niños que son más grandes les afecta en mayor medida pasar más tiempo institucionalizados, porque están tan dañados y no generan vínculos de familia. Muchos de ellos son adoptados por matrimonios extranjeros, pero esto también afecta, porque cuando quieran buscar sus raíces vendrán muchas más crisis y les cuesta más encontrar sus orígenes si quieren buscar de dónde vienen y para dónde van”.
El daño que puede generar permanecer tantos años viviendo en residencias, es directamente proporcional al tiempo que los menores permanecen en el sistema de protección, aclara Erika Villalobos, asistente social del Departamento de Adopción del Sename. “Cuando hemos llegado tarde como sistema, cuando se han tomado decisiones, más bien cuando no se han tomado decisiones, nos suele pasar que los niños se van quedando y también nos pasa que a veces la familia biológica no termina siendo nunca una opción para que ellos vuelvan a vivir con ellos, por eso estimamos que lo más importante es estimular los Programas de Preparación para la Vida Independiente, para que estén en un entorno protegido”, explica Villalobos.
El Programa de Preparación para la Vida Independiente, comienza después de que el adolescente cumple 15 años y una vez que el Sename haya comprobado la imposibilidad de vincularlo con familiares. Es implementado por los asistentes sociales y psicólogos de cada centro de protección y se lleva a cabo de acuerdo a la evaluación de cada menor.
Pero Orellana es crítico del programa mencionado, ya que según él los planes de preparación comienzan días antes de egresar y consisten solo en charlas sobre la vida fuera del hogar. “Vimos desaparecer de nuestras vidas, de un momento para otro, a nuestros compañeros mayores quienes al alcanzar los temidos 18 años eran egresados del sistema. Cuando no estaban preparados educacionalmente, ni emocionalmente y lo peor, sin una familia que los contuviera. Para quienes les seguíamos en edad, ese momento era como si un hermano mayor desapareciera. Era como si se hubiera muerto”, cuenta Orellana.
Durante el transcurso de esta investigación se consultó a los jefes de las unidades de adopción a nivel regional y nacional sobre las evaluaciones e iniciativas que fomentan la adopción de niños mayores de ocho años. Fernanda Galleguillos, jefa del Departamento Nacional de Adopción del Sename, respondió que el servicio realiza charlas y talleres en las primeras reuniones de quienes estén interesados en adoptar. “Se ha instalado la lógica de que realmente tenemos que ampliar la mirada. Se están haciendo procesos nuevos con los futuros padres, se están realizando talleres de sensibilización y eso ha permitido ir subiendo la edad de los niños que son adoptados en Chile”, asegura Erika Villalobos, asistente social del Departamento de Adopción del Sename. Durante las tres sesiones dedicadas a esto, se presenta un power point con testimonios, videos y reflexiones para sensibilizar a los asistentes sobre las consecuencias de la institucionalización en los menores (ver documento).
Consultado por los documentos que den cuenta del análisis que ha hecho el organismo sobre la política de adopción de menores, sus procesos, metas, plazos, criterios y enfoques sociales si corresponde, el Sename respondió que: “Nos resulta imposible entregar información que pueda dar respuesta a sus requerimientos. Nuestro Servicio no cuenta con documentos relativos a evaluaciones que se hayan realizado respecto a políticas de adopción y sus procesos” (ver respuesta).
Sobre las autoras: Mariangel Berríos y Dominique Soriagalvarro son estudiantes de Periodismo y escribieron este reportaje en el curso Taller de Periodismo Avanzado impartido por la profesora Paulette Desormeaux.