La marca del 18O en la Feria Santa Lucía

Durante las protestas del 18O, la feria de artesanos más grande y vistosa de la ciudad se convirtió en un punto de refugio para peatones y manifestantes. Eso dejó huella en la oferta actual de cuatro puestos, que encapsulan en sus productos y mercancías el estallido social y la transformación de la ciudad, de la zona cero y de sus visitantes.

Por Mattias Sandoval Gatica @mattibenja

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Entre morrales de cuero, piezas de orfebrería lapislázuli y artículos textiles a telar provenientes de distintas partes de Chile y del continente, una nueva oferta de productos sobresale en algunas de las vitrinas reabiertas de la Feria Santa Lucía: Son poleras negras con consignas políticas, pañuelos de colores verde manzana y morado con motivos activistas, banderas de todos los portes que adhieren a movimientos y causas sociales, fotografías de manifestaciones, barricadas y grafitis también estampadas en poleras.

En los días más álgidos de las protestas por el 18O, en vez de ser vandalizada como muchos inmuebles de su cuadrante, el centro de artesanos más grande de la ciudad se convirtió en el lugar de refugio para peatones pero también para manifestantes.

En algunos casos, sus locatarios incluso asistieron de agua con bicarbonato a quienes habían sufrido el impacto de lacrimógenas. “Algunos (locatarios) simpatizaban con ellos”, dice Sebastián Silva, vendedor de fotografías en la feria. “Otros -lo hacían también- por miedo a que sus puestos fueran destruidos”.

Como sea, su paso y la coyuntura de la ciudad y del país dejaron huella en este espacio. A mil días del estallido, visitamos cuatro locales que encapsulan en sus productos y mercancías, la crisis social y la transformación de la ciudad, de la zona cero y de sus visitantes.

De pósters de Elvis Presley a poleras estampadas del FPMR

Francisco Muñoz

En la feria hay varios puestos que venden poleras, pero sobresale el de Francisco Muñoz, vendedor en el local 60, que ofrece entre sus prendas, poleras con estampados de Salvador Allende, el Che Guevara y Victor Jara, además de símbolos como el de la bandera mapuche y el del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Lleva 31 años con su puesto, aunque en el pasado vendía pósters de cantantes como Elvis Presley, Jimi Hendrix y Bob Marley. Eso sí, cuenta, dejó de apostar por ellos, pues su hija, con quien trabajaba en un comienzo, se fue a estudiar al extranjero y él se quedó solo en el local. “Empecé con las poleras porque era muy difícil para mí el tener que imprimir -yo solo- 100 o 200 motivos de artistas y rockeros (…) así que empecé con la venta de poleras con consignas políticas”, señala Muñoz. Sin embargo, agrega, para el estallido aumentaron notoriamente las ventas de estas últimas: “Me fue muy bien”, dice, “(aunque) las consignas políticas ya no eran las mismas que antes”.

Muñoz dice que fue uno de los aproximadamente 10 locatarios que estuvo el 18O que siguen trabajando en sus puestos hasta hoy.

La mayoría de las poleras que ofrece son de color negro de base: es el más cotizado. Las tallas son estandarizadas y van desde la S a la XL. Sin embargo, explica Muñoz, hay que tener suerte para encontrar las tallas M o L, porque son las más compradas por su más frecuente clientela: estudiantes de la capital, tanto escolares como universitarios. Muñoz, sin embargo, asegura que la reposición de poleras es semanal.

“Quise que la feria tuviera un espacio de memoria chilena”

María Jesús Pueller

Si bien las fotos no fueron un producto muy cotizado durante el estallido, con el tiempo se volvieron artículos preciados, dicen Sebastián Silva y María Jesús Pueller, fotógrafos y vendedores en el local 14 de la feria. Las fotografías las presentan en diferentes formatos: cuadros enmarcados, posters, postales, tarjetas, plastificados, entre otros. Los tamaños dependen del formato de la fotografía, y van desde el polaroid de 7 x 10 centímetros hasta cuadros con vidrio y enmarcados de 30 x 50 centímetros.

Silva y Pueller llegaron a instalarse hace poco a la feria. Por mucho tiempo, Silva vendió sus fotografías en las calles de Santiago. “Sentí que con tanto negocio de extranjero le faltaba memoria a la feria”, dice. “Mucha gente que viene para acá llega con la noción de que la feria estaba cerrada (…) Mi idea es volver a poner a esta feria emblemática en el mapa y que cuando alguien quiera hacer algún regalo, venga acá”, agrega. Por su parte, Pueller dice que varios clientes le han comentado que la feria ya no es la de antes: la ven muy industrializada con muchos productos, todos idénticos, de destinos como Perú, desplegados en la mayoría de los locales.

Silva y Pueller denominaron a su vitrina principal “Galeria Memoria”: en sus paredes, se pueden observar instantáneas que han tomado ellos mismos. Hay fotos de protestas tras el estallido, de las marchas del orgullo gay y del movimiento feminista, manifestaciones indígenas, protestas estudiantiles y de grafitis de la ciudad. Entre ellas, incluso, ofertan una polera que tiene estampada una fotografía que muestra a la Virgen del Carmen de la Iglesia de San Francisco de Borja en medio de llamas durante el 18 de octubre del 2020.

“Nuestra galería está marcada en gran parte con temas sociales porque queremos mostrarle o hacerle recordar -a la gente que viene- momentos que forman parte de nuestra historia”, dice Silva.

“La gente compraba los pañuelos y se iban directo a las marchas”

Ana Luisa Peso

Otra de las ventas que se han incrementado estos últimos años es la de los pañuelos de género de forma cuadrada de 50 x 50 centímetros, usualmente lucidos por los clientes en las muñecas, en el rostro y en el cuello. Algo que bien sabe Ana Luisa Peso, dueña del local 120–2. Peso dice que fue la que partió vendiendo pañuelos con consignas en la feria, que fueron un boom durante el estallido.

“Yo fui la que traje primero los pañuelos aquí en la feria y se vendían demasiado bien. Por eso varios negocios empezaron a vender también pañuelos (…) La gente pasaba aquí a comprarse un pañuelo y se iba directo a marchar”, asegura.

Aparte de ser locataria y vendedora, Peso es socia y accionista de la feria Santa Lucía, donde lleva 34 años trabajando. De hecho, es de sus primeras artesanas: “Yo empecé en la calle tirando pañitos, arrancándome de la policía, trabajando en Paseo Ahumada, Bellavista, Providencia y Apumanque (…) después me instalé en un Sindicato de Artesanos en el Persa Bulnes hasta que nos invitaron a venir a trabajar aquí”, cuenta.

Los pañuelos que ofrece en su local son muy variados: verdes en apoyo al aborto, morados en adhesión al movimiento feminista y multicolores en representación del colectivo LGBTQI+. También tiene pañuelos con los símbolos de pueblos originarios como el mapuche, pehuenche y la wiphala (presente en varios países sudamericanos, especialmente en Bolivia), además de íconos del estallido como el “perro matapacos”. Los compran, dice, personas de todas las edades, pero en su mayoría jóvenes que los ocupan como un accesorio más. Los pañuelos no solo están en este local; se encuentran en varios puestos de la feria Santa Lucía. Sin embargo, hay que darle créditos al de la señora Ana Luisa, por ser el primero en traerlos a la feria.

Artículos del 18 de septiembre desplazados por los del 18 de octubre.

Teresa Ferreira, dueña del local número 103, artesana y confeccionadora de trajes, vestidos y accesorios de huasos y chinas, se ha dedicado por 38 años a la venta de productos típicos chilenos. Antes vendía en una feria artesanal de Estación Central, y hace cinco años está en Santa Lucía. A pesar de que por décadas ha tenido asegurada la venta de ponchos, cinturones de cuero, chupallas, espuelas, vestidos floreados y pañuelos bordados, sobre todo en los meses de agosto y septiembre, Ferreira cuenta que a partir de octubre de 2019, los productos más comprados en la tienda no fueron específicamente los relacionados con el 18 de septiembre, sino que con el 18 de octubre.

Desde entonces, cuenta, ha vendido también muchos pañuelos de género, también con motivos activistas, pero sobre todo muchas banderas, tanto la chilena como la mapuche, que ella misma confecciona en tela de raso y strech, en medidas de 90 x 60 y 135 x 90 centímetros.

“Durante el estallido -las banderas- se lograban vender muy seguido, casi todos los días”, dice.

Y si bien después del estallido la venta de banderas mapuches aumentó notablemente, Ferreira agrega que esta empezó a decaer tras el proceso constituyente: “Se siguen vendiendo, pero ya no es como antes, ahora es mucho menos”.