Un estudio reciente sobre desperdicio de alimentos en hogares chilenos mostró que nueve de cada diez ciudadanos bota comida a la basura. Debido a este problema han surgido iniciativas con el objetivo de evitar esta situación y distribuir productos que iban a ser desechados. Desde la academia sugieren que la solución venga desde la sensibilización de todos los actores.
Por Juan Flores / Edición: Francisca Martínez
La pérdida de alimentos en Chile es un problema real. Según el segundo estudio “Fast Waste” de Maggi e Ipsos sobre desperdicios alimenticios en los hogares chilenos, publicado en 2024, el porcentaje de personas en Chile que admite generarlos subió del 43% (2023) al 69% (2024). Esta comida termina en rellenos sanitarios donde se degrada y libera compuestos orgánicos como el gas metano. Este gas de efecto invernadero tiene una capacidad entre 82 y 86 veces mayor que el dióxido de carbono para atrapar el calor, comenta Tamara Ortega, directora ejecutiva de Fundación Basura, organización surgida en 2015 que busca enfrentar el desperdicio de alimentos.
Ante este problema crónico y arraigado, el auge de iniciativas como Fundación Basura, pero también Fundación Banco de Alimento de Lo Valledor —agrupación que rescata excedentes alimentarios del mercado mayorista para redistribuirlos a comunidades vulnerables— y Goodmeal —plataforma online chilena que conecta a personas con comercios para rescatar alimentos próximos a vencer— han surgido como una respuesta esperanzadora. Estas organizaciones no solo trabajan para reducir el impacto del desperdicio de alimentos, sino que también buscan generar un cambio cultural, enseñando a las personas a valorar y a aprovechar mejor los recursos alimenticios.
“Nosotros como sociedad le hemos perdido el respeto a la comida. Esta pasa a ser desechable”, comenta el académico Luis Sáez, jefe de carrera de Ingeniería en Agronegocios de la Universidad de Santiago de Chile (USACH). Él considera que la solución a este problema pasa por el desconocimiento. “Es clave que la ciudadanía entienda el proceso. Es relativamente fácil, la gente reflexiona rápidamente y dice que solo era que no se había dado cuenta (del desperdicio de alimentos)”.
Manola Olea, académica del Departamento de Nutrición y Dietética de la Universidad de Concepción, coincide en que es de suma importancia sensibilizar a la población. Para ella lo ideal sería que no se desperdiciara alimento. Cree que una solución es planificar las compras de la semana evitando el exceso de comida.
“El mayor desafío es dar a conocer lo que es un banco de alimentos”, comenta Hugo Espinoza, director ejecutivo de la Fundación Banco de Alimentos de Lo Valledor, sobre este tipo de organización. “Es un concepto nuevo en el país”, dice. “En Latinoamérica estos tienen más de treinta años. Nosotros recién llevamos diez”.
Tamara Ortega, de Fundación Basura, coincide en este aspecto: “Hay una barrera sociocultural que se debe superar”. Para Ortega la solución está en conocer qué es el compostaje —proceso en que la materia orgánica, como restos de frutas o verduras, se descompone gracias a la acción de microorganismos y lombrices creando un abono natural — o elegir frutas o verduras no tan bonitas en la feria.
La basura como un constructo social
Para Fundación Basura su primer mandamiento es que la basura no existe. “En el mundo no hay ningún otro ser vivo que produzca basura. Todo se reintegra de alguna forma. Nosotros como especie humana creamos el concepto de basura como un constructo social. Nos pusimos de acuerdo para poner en una bolsa negra todo lo que nos molestaba y así desaparecerlo de nuestra vista”, menciona Ortega.
Para Luis Sáez de la USACH la idea de que la basura no existe es posible. “Se pueden reducir casi al mínimo los residuos orgánicos de los hogares consumiendo y conservando de buena forma los alimentos. Lo que no se puede comer se debe compostar”, explica.
Espinosa dice que Fundación Banco de Alimentos de Lo Valledor nació porque se percataron que mucha de la fruta y verdura que no se vendía en el Mercado Lo Valledor, ubicado en Avenida Maipú 3301, en la comuna de Pedro Aguirre Cerda, se botaba a la basura, aun cuando era apta para el consumo humano. “Buscamos entregar estos alimentos de forma más digna a las personas que venían buscándolo”, agrega. En 2023 recuperaron cerca de 750 toneladas de frutas y verduras, lo que se tradujo en casi cinco millones de raciones de comida entregadas.
Para Manola Olea, académica del Departamento de Nutrición y Dietética de la Universidad de Concepción, los bancos de alimentos son una buena alternativa para enfrentar este fenómeno, pero no por sí solos. Comenta que los beneficiarios de estas instituciones en muchas ocasiones reciben grandes cantidades de alimentos recuperados, pero no saben aprovecharlos y terminan siendo desperdiciados de todas formas. Ella menciona que es por una falta de sensibilización.
La Fundación Banco de Alimentos de Lo Valledor, consciente de este problema, logró convenios con la Universidad Bernardo O’Higgins y la del Desarrollo para educar a los beneficiarios en coordinación con las escuelas de nutrición y dietética. Se hacen operativos que incluyen la manipulación de alimentos, técnicas para mejorar la preparación y se enseñan recetas para maximizar el rendimiento de frutas y verduras.
Por otro lado, aplicaciones digitales como la de Goodmeal, la más popular en Chile, con más de 93 mil seguidores en Instagram, han buscado promover el consumo responsable. Goodmeal fue creada por los ingenieros comerciales Rodrigo Haydar y Maximiliano Acosta a mediados de 2020 y permite a los usuarios adquirir el stock sobrante de 2.500 tiendas, incluidas grandes cadenas como Starbucks y Dunkin’ Donuts, así como también en pequeños negocios de barrio, con un descuento hasta de un cincuenta por ciento.
“Intentamos aprovechar (nuestro alcance) para que la gente entienda las consecuencias y por qué es importante hacer algo al respecto. Damos consejos para que las personas puedan aplicarlos en su día a día. Estos son para recuperar o para almacenar de mejor manera los alimentos”, menciona Acosta.
Sáez agrega que en Chile entre un 15 y un 16% de la población sufre inseguridad alimentaria, es decir, no tiene acceso regular y permanente a comida. Esto coincide con lo presentado en el Informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y nutrición en el mundo de 2024 publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. En este documento se reveló que en el país más de tres millones de personas presentan inseguridad alimentaria moderada o severa. Esto significa que han sufrido una disminución en la calidad o cantidad de alimentos debido a la falta de dinero u otros recursos. Olea menciona que se estima que con los alimentos que se desperdician a nivel mundial se podría alimentar al 64% de la población que sufre hambre en América Latina y el Caribe.
Alargar la vida útil de los alimentos
El Mercado de Lo Valledor genera tres mil kilos de residuos todos los días. Desde ahí la Fundación Banco de Alimentos de Lo Valledor selecciona lo que es apto para el consumo humano y lo distribuye a más de sesenta organizaciones. Una de ellas es la del Hogar de Ancianos Misabuelitos, ubicado en Ramón Ángel Jara 1682, Cerro Navia, al norponiente de Santiago.
Alicia Sánchez, cocinera del lugar, comenta que hace cuatro años reciben cien kilos de comida semanalmente desde la Fundación Banco de Alimentos de Lo Valledor. Lo que más abunda son frutas y verduras. Con esos alimentos pueden cocinar el almuerzo y la cena de los residentes y los trabajadores del hogar que suman veinte personas. “Sin esa ayuda no somos nada”, dice Sánchez.
Antes de ser beneficiarios del banco de alimentos dependían de aportes voluntarios y la comida que los familiares de los residentes llevaban. Agrega que en el hogar no se desperdician alimentos. La fruta y la verdura se congela o se cuece para alargar su vida útil. Además se hace la comida justa para el día.
Sánchez asegura que esto fue posible gracias a las distintas capacitaciones que recibieron por parte de estudiantes de nutrición de la Universidad Bernardo O’Higgins. “Venían todos los miércoles a enseñarme cómo manipular los alimentos y cómo guardarlos para que duren más”.
Tamara Ortega de Fundación Basura cree que la solución está en educar. Esto es lo que hace su programa “Ferias Libres Cero Desperdicio”, que consiste en instancias en las que se le enseña a los locatarios a recuperar alimentos que no se vendieron, con el fin de que sean donados a organizaciones de ollas comunes o sean compostados. Desde 2021 trabajan con municipios y gremios de feriantes en comunas como Maipú, Quinta Normal, Cerro Navia, Providencia, Macul, Puente Alto y Peñalolén. “La idea es instalar esto para que el municipio pueda replicarlo de forma autónoma”.
Si bien el 2 de junio de 2021 Carolina Schmidt, ex ministra del medioambiente, presentó la “Estrategia Nacional de Residuos Orgánicos” —que planteó como objetivo que para 2040 aumentara a un 66% el compostaje a nivel país—los académicos tienen clara su postura. “Nosotros queremos que ese alimento siga alimentando a la población. El compostaje es cuando ya no se puede utilizar”, dice categórico Sáez.
En relación con esta estrategia, en un esfuerzo conjunto del Ministerio del Medio Ambiente, de Hacienda y de Salud, el 11 de agosto de 2023 se ingresó un proyecto de ley que busca promover el reciclaje de residuos orgánicos para evitar que lleguen a rellenos sanitarios. Este obligaría a los municipios a ofrecer sistemas de recolección puerta a puerta, implementar camiones especializados en el reciclaje, además de promover la entrega de composteras y vermicomposteras para los hogares.
Un punto en común entre los distintos expertos es que la solución a este problema debe involucrar a todos los eslabones de la cadena. Según Olea, abordar esta problemática requiere la participación activa de todos los sectores. Para ella, las medidas deben partir de políticas públicas que establezcan el marco para el cambio, extendiéndose luego a las empresas, los consumidores y, finalmente, a las organizaciones no gubernamentales. Actualmente este se encuentra en discusión en la Cámara de Diputados.
Tamara Ortega de Fundación Basura cree que debe ser algo que se trabaje de forma colaborativa. “Por un lado, las políticas públicas tienen que apoyar, y por otro, la industria debe tener un diseño donde se puedan gestionar los residuos. Finalmente como consumidores tenemos que poner en acción lo que podamos recibir de los otros dos actores. La idea es que a futuro tengamos una cultura de gestionar nuestros desechos orgánicos tanto de manera individual como colectiva”, dice.
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Juan Flores es un estudiante de cuarto año de periodismo. Participa en Radio UC en @entrepixeles.uc, programa de videojuegos, como conductor y reportero. También es ayudante del Test de actualidad. Es su primera vez publicando en un medio.