Después de 16 años al frente de la municipalidad de Providencia, Cristián Labbé hoy se dedica a las consultorías, escribir un libro de historia y dictar clases universitarias. Aunque no descarta volver a la política, asegura que está feliz porque tiene más tiempo para leer, y confiesa que lo que más extraña de ser alcalde es la tranquilidad que le otorgaba el cheque que recibía los días 20 de cada mes.

Por Maximiliano Arce Castro

Pasadas las 11:30 de la mañana de un domingo Cristián Labbé Galilea aparece de chaqueta marrón y pelo engominado en la terraza del Hotel Sheraton en Providencia. No le gusta dar entrevistas en su casa porque ese, dice, es un ambiente privado. Antes de empezar a conversar sobre su vida lejos de la alcaldía –la que perdió en octubre pasado frente a la dirigente social Josefa Errázuriz–, Labbé pide un café y sobre la mesa deja algunos documentos que formarán parte de su sexto libro sobre historia política.

A sus 64 años el ex alcalde –oficial de caballería del Ejército, nieto e hijo de militares, encargado de la seguridad de Augusto Pinochet, ministro secretario general de Gobierno entre 1989 y 1990– se gana la vida hoy realizando consultorías y dando clases en universidades. En marzo pasado hizo noticia cuando debutó en la Finis Terrae y un grupo alumnos colgó un lienzo en el que se leía: “¿Cómo es posible que contraten a un asesino como Labbé?”.

El curso “Evolución del Pensamiento Político en Chile” tiene 22 alumnos inscritos y, según explica, se basa en sus estudios y experiencias que vivió en el Ejército. “La vida militar se centra en formar personas, en seducir para que te sigan en una acción”, dice Labbé, “formar es darle integridad a una persona, esencia de los militares. Los tiempos me colocan en diferentes momentos dependiendo del foco estratégico. Además, mi maestría es en Filosofía Política”.

— ¿Le costó dejar la rutina municipal?
–Cuando se tiene la cabeza ordenada no hay problemas. No puedo ser tan arrogante porque efectivamente sí hay un cambio radical. Como empleado público me llegaba siempre el cheque los días 20. Ahora tengo que empezar a vender. Esa angustia es dura.

— ¿Por eso también tiene las empresas Labbé Consultores y Qualy?
— Es una suma de cosas. Después de la alcaldía tuve que buscar otro foco estratégico. Lo mío es universidad y asesorías. Es muy difícil que me empleen y que vuelva a la política.

— Sus páginas web labbeconsultores.com o qualy.cl no funcionan.
— Problemas tecnológicos. Estamos trabajando para usted.

— ¿Qué es lo que más extraña de ser alcalde?
— Lo que más echo de menos es el cheque, lejos. La tranquilidad de tenerlo. No quiero darme el tiempo de mirar atrás.

— ¿Y lo que menos extraña?
— La odiosidad, que ahora vivo menos. Me duele y me molesta la gente odiosa porque no es necesaria. Hay una intolerancia inmensa en Chile como con la funa a mis clases. ¿Por qué estoy feliz ahora? Porque no estoy expuesto a ese odio.

— ¿Qué le parece la nueva alcaldesa de Providencia?
— Tengo que ser súper humilde al reconocer que hay gente que viene después de uno, y no puedes quedarte anclado en el pasado. Las cosas ocurren porque ocurren, quizás no como yo hubiese querido. Yo no soy quién para criticar si ahora lo están haciendo bien o mal. Y no me interesa.

— ¿Volvería a la política?
 — Nunca hay que decir nunca, pero por ahora, y por un largo plazo, no más.

— ¿Qué cosas le preocupan hoy?
— Primero, armar la caja. Tengo una casa linda, un auto regio, pero debo la mitad. Dar valor agregado y hacer bien las cosas en los proyectos que armo son mis prioridades.

Labbé puertas adentro

Sin el trabajo en la municipalidad, Cristián Labbé ahora tiene tiempo para escribir un libro, ver el programa El precio de la historia del History Channel, leer novelas de Thomas Mann y Balzac, y pasar más tiempo con su familia, en especial con sus 14 nietos.

— ¿Es de los abuelos que malcrían?
— Soy un abuelo a la antigua. Vivo de, para y con ellos, pero también pongo ciertas normas. No todos arriba del hombro. Delante del tata se habla sin garabatos. Si se van a sentar a la mesa se peinan. No somos todos amiguis porque hay que formarlos.

— ¿Por qué nunca ha expuesto a su familia?
— No tenemos conflictos porque me he preocupado de que nada de mi vida privada salga. En ese mundo privado lo pasamos bien todos. Nunca voy a dar una entrevista en mi casa. No es porque sea cagao, es porque no-no-más.

— Su hijo Cristián, en cambio, participó en el reality Mundos Opuestos 2 de Canal 13, ¿lo vio?
— No me gustó para nada que entrara. Fue una gran pelea que tuvimos porque él tomó la decisión solo. Eso es lo que le enseñé, por lo tanto es culpa mía. De ahí no se gana nunca nada.

— ¿Le hubiese gustado que ganara?
 — Al contrario. Quería que lo echaran luego porque ya timbró de correcto, de líder positivo. No se metió en ningún problema. Perdí la batalla con mi hijo.

— ¿Por qué perdió la batalla?
 — Le advertí que los medios lo podían mostrar como otra persona, pero él ganó porque se mostró tal cual es y el público supo. No hay que hiperventilarse.

— ¿Y usted ya no se hiperventila?
 — Uno tiene que encontrarse con su propia identidad. Yo quiero vivir mi vida. Nadie tiene el derecho a estropearle la vida a uno. Si yo quiero aprender a bailar ballet es cosa mía. Es mi vida.

Sobre el autor: Maximiliano Arce es alumno de cuarto año de Periodismo y esta entrevista es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por la profesora Jimena Villegas.