Ha luchado toda su carrera como escritora contra la violencia de género y se ha convertido  en una de las figuras más influyentes en la historia de la literatura chilena y latinoamericana. Hace casi medio siglo, fundó el colectivo Ergo Sum, donde reúne semanalmente a distintos grupos, principalmente compuestos por mujeres, para desarrollar talleres de relato breve y novelas en donde enseña a empoderarse a través de la escritura. Tras haber lanzado su último libro, “Costras”, Barros reflexiona sobre el impacto de las heridas causadas por la violencia de género.

Por Tomás Zúñiga 

Edición por Catalina Aliste

Son cerca de las siete de la tarde y el bohemio bar El Retiro, ubicado en la comuna de Providencia, comienza a llenarse. La clientela ese día son en su mayoría mujeres, de diversas edades. Lo que las une es que todas  son amigas y alumnas de la escritora Pía Barros, quien presenta su último libro, “Costras”. Se trata de una publicación de 88 páginas que reúne 60 microficciones que relatan distintas intensidades del dolor. “(Es un libro que) para mí tiene que ver con todo el latido de ser mujer”, dirá más tarde Barros, dueña de una voz ronca y profunda que la caracteriza. “Para ser mujer siempre hay una herida grande, y las heridas siempre tienen costras”, agrega.

Con un sombrero rojo tipo vaquero y una bufanda del mismo color, Barros agradece la compañía ese día, mientras un coro femenino grita frente a ella “¡premio nacional, premio nacional!” 

A sus 68 años, Pía Barros trabaja día a día en contra de la violencia de género, siendo esta su principal bandera de lucha. Además de “Costras”, cuenta con más de quince libros publicados, entre los que destacan títulos como El tono menor del deseo (1991), Hebras (2020) y Una antología insumisa (2022).

Además de ser una prolífica escritora, Barros se dedica a la enseñanza a través de sus talleres en Ergo Sum, un colectivo literario que ella misma fundó en la década de los 70.

 Escribir para hacer comunidad

“¿Quién soy? Antes que nada, feminista. Después vienen las cosas a las que me dedico”, explica Barros, para quien el feminismo representa algo más allá que simplemente una corriente ideológica. La escritora dice que es una forma de comprender la vida, de relacionarse con las personas, lo que plasma en sus cursos y en cada una de sus obras.

Luego, agrega: “La gracia de nuestro trabajo es que reverbere. Que no solo se quede en algo pasajero, sino que siga resonando en las vidas de quienes leyeron un texto con el paso del tiempo”.

Desde niña, Barros lee todo lo que tiene cerca. 

“Leer me ayudaba a escapar del mundo de los grandes, donde todos me decían qué hacer, mientras que ellos hacían lo contrario”, recuerda. “En los libros encontré un espacio seguro, donde sabía cómo y cuándo iban a terminar las cosas. En la vida, en cambio, uno no sabe qué va a pasar”.

A medida que fue creciendo, esta pasión por la lectura se extendió también a la escritura. “En un comienzo empecé a escribir para contar un mundo que era cierto, donde lo que reflejaba en el papel era más verdadero que lo que yo veía. Cuando le leía a alguien lo que había escrito, me sentía dentro de la historia, como un personaje más. Probablemente, desde ahí que estoy loca”, comenta Barros, mientras ríe.

Con un estilo único, marcado por la dureza y fuerte personalidad de su obra, reconoce en Julio Cortázar, Antonio Skármeta y Marguerite Duras algunas de sus principales influencias, mientras que declara su fanatismo por la literatura latinoamericana. “Todo lo que leemos nos influencia. Pero por más que pueda decir que (Marcel) Proust, quien por cierto me aburre enormemente, es quien más me marcó, estaría mintiendo. Porque los cuentos que aprendí en el campo me influenciaron de igual manera”, comenta la escritora, quien se crió y vivió en Melipilla hasta los 17 años.

En 1976, con 20 años, mientras cursaba la Licenciatura en Castellano en la Universidad de Santiago, Pía Barros fundó el colectivo Ergo Sum, con el objetivo de darle espacio y visibilizar las experiencias, principalmente de mujeres, a través de distintos talleres de relato breve y novela. 

“Nos conocimos el 75, en un taller clandestino, donde reuniones de más de dos personas ya se consideraban peligrosas. Desde ahí, todo lo que hemos hecho juntas ha sido peligroso”, comenta Gabriela Aguilera, escritora y amiga de Pía hace casi 50 años. Dentro de estos grupos se han formado escritoras y escritores como Andrea Jeftanovic, Carla Guelfenbein o Pedro Lemebel, quien publicó su primer y último libro de la mano de Barros.

Durante estos años, cientos de personas han pasado por sus talleres, los que ha realizado sin pausa, principalmente en su casa en la comuna de La Reina. En ellos, sus integrantes pueden experimentar el proceso creativo bajo el cual la autora trabaja y exponer sus propias creaciones literarias en el formato de un libro-objeto,  el cual desafía el diseño tradicional al presentar el contenido literario a través de piezas hechas a mano con materiales y formas diversas, como casas de papel, botellas, cajas de fósforos o pañuelos desechables. 

Para Barros, la libertad que se puede plasmar en este tipo de textos es única. “La primera publicación que realizamos en este formato fue en una caja de pañuelos de cartón. Por fuera parecía una cosa de niños, pero por dentro estaba lleno de todo lo que se censuraba en ese entonces”, recuerda.  

María Angélica Guzmán trabaja como académica en la Universidad Católica Silva Henríquez y se unió a Ergo Sum en enero de 2022. Desde entonces, ha participado en distintas ediciones de los talleres de relato breve. Durante cada sesión se trabaja un tema distinto, a partir del que las alumnas desarrollan un cuento corto durante una hora. Posteriormente, leen sus textos en público, abiertas a recibir la retroalimentación. “Es una mujer que no solo te corrige, sino que también te acompaña. A pesar de su reconocimiento, tiene cero aires de grandeza. Es una persona muy humana”, comenta la docente.

Gloria Gálvez es amiga de Barros desde la universidad y participó en las primeras ediciones de los talleres. Sin embargo, debido al exilio político que la mantuvo fuera del país por más de 30 años, volvió recién en 2022 a incorporarse a Ergo Sum. “A lo que volví a Chile me integré de inmediato a los talleres, aunque a pesar de la distancia nunca perdimos el contacto amistoso”, señala. 

Al igual que Gálvez, María Angélica Guzmán destaca en la escritora ese insaciable compromiso con el trabajo comunitario y agrega también cómo la dura personalidad de Barros aporta en este desarrollo. “Tiene un carácter sólido, fuerte. Pero eso no se contrapone con su capacidad de entregar el apoyo necesario para generar un buen ambiente en sus talleres”, comenta.

 Más allá de los reconocimientos

A pesar de que Barros intenta eludir el reconocimiento público, la escritora ha sido galardonada en distintas ocasiones por su extensa obra: Fue Premio Altazor en 2011, Premio Lygia Fagundes Telles en 2015 y tuvo una nominación que ella misma decidió declinar al Premio Nacional de Literatura en 2022, debido a que, en sus propias palabras, ella solo se dedica a escribir, porque “competir es siempre un espacio de violencia”. 

Sin embargo, lo que menos le gusta es cuando se utilizan conceptos como “pilar”, “creadora” o “pionera” para referirse a su importancia en la historia de la literatura chilena. “En los 80 se referían a mí como ‘la escritora erótica. No, yo no fui la primera, ni tampoco la segunda. María Elena Gertner o Mariana Cox Balmaceda empezaron mucho antes que yo. No existe eso de carácter fundacional”, explica Barros.

Macarena Lobos, historiadora, decidió en 2010 comenzar a realizar su tesis doctoral acerca de la vida y obra de la escritora, que tituló “La valiente: opresión y subversión en la narrativa de Pía Barros”. “Es una de las grandes voces dentro de la narrativa breve en Latinoamérica. Una mujer feminista, con un trabajo sumamente rupturista en una época donde era más complejo hacer lo que hizo”, comenta. En un principio, la tallerista no quería ser analizada en una tesis, porque siente que con ese tipo de cosas se coloca a las personas en un pedestal. “No me gusta hablar de mí misma, me da un poco de vergüenza. Pero al final me convenció”, señala Barros con gran alegría al recordar ese momento. 

Una de las características que más resaltan en Barros es su gran disposición por ayudar al otro, sin importar cuán difícil pueda llegar a ser. Cuando Lobos recibió el visto bueno de su tutora de tesis, comenzó enseguida a coordinar un encuentro con la escritora. “Le mandé un correo en la tarde de un día súper frío en julio. A los pocos minutos, recibí respuesta. Me dijo que fuera a su casa al día siguiente, pero que estaba con neumonía. Llegué y estaba acostada en cama, fumando, igual que siempre. Es todo un personaje. Siempre que voy a verla me devuelvo con un recuerdo de la visita”, dice. 

A su vez, Lobos también trabajó en conjunto con la escritora Andrea Jeftanovic en la creación del libro “Una antología insumisa” (2022), compilado que reúne las principales obras largas de Pía Barros. 

Dentro de esta recopilación, se incluyen varias de sus principales obras, que fueron elegidas principalmente debido a la postura rebelde e insubordinada bajo la que fueron escritas. En este sentido, Lobos destaca la importancia de “El lugar del otro”, que habla acerca de las repercusiones de la dictadura en las segundas generaciones, es decir, las hijas e hijos de quienes fueron víctimas de la opresión cívica militar ejercida en nuestro país.

Lobos cuenta que, al principio, la idea no entusiasmó mucho a Barros. “La hacía sentir vieja”, recuerda. Y no dudó en decírselo: “Me dijo que cuando ya te empiezan a hacer tantos reconocimientos es porque tienes un pie al otro lado”, comenta la historiadora con una sonrisa.

Tomás Zúñiga es estudiante de quinto año de Periodismo en la @fcomuc. Durante el año 2024 fue panelista en el programa 2 Copas al día. Es su primera vez publicando en Kmcero.