No quiere ser presidenta, dice. Pero desde que asumió como Ministra del Trabajo, no ha parado de subir en las encuestas: el posnatal de seis meses, la baja en la tasa de desempleo, y las fiscalizaciones in situ de buses, tiendas y predios la han empinado a los 70 puntos de aprobación. Pero ella dice que es el fin: que cuando termine el gobierno acabará también su carrera política.

Por Stefania Doebbel

Hay demasiados pacientes fuera de sus camas. Varias cabezas se asoman desde las puertas de las habitaciones. Otros cuchichean y preguntan qué pasa, quién viene, por qué hay tanto ruido. Pero la mayoría ya sabe y espera a los lados del hall central, atochando la entrada hacia los dos pasillos. El departamento de maternidad del Hospital Clínico de la Universidad de Chile está alborotado.

Entonces todo comienza.

La ministra subrogante del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), Jessica Mualim, viene subiendo la rampa para llegar hasta el edificio. Habla varios decibeles más arriba de lo que necesita para que la escuche su interlocutora. Varios más arriba de lo que necesita para que alguien crea que la conversación –acerca de todos los beneficios del postnatal de seis meses, que viene a promocionar­– es medianamente natural. Entonces entra a la sala:

— ¡Ay, pero qué guata más linda! –y abalanza sus brazos hasta la barriga de una enfermera jovencita que sonríe mientras mira cómo las cámaras la miran.– ¡Y qué grande! ¿De cuánto tiempo estái? ¡Te apuesto a que es niñito!­ — sigue Jessica. La enfermera responde que no, y entonces Mualim se ríe y cambia de embarazada.

Pero los espectadores no miran a Jessica; todos siguen atentos a la entrada. Un niño le pregunta a su mamá: “¿Quién es esa? Yo creí que venía la otra, la de la tele”, le dice.

Pero Evelyn Matthei, la Ministra del Trabajo y Previsión Social, todavía no llega.

No importa. Más tiempo para que cada cosa esté perfecta. Los asesores de prensa salen de la sala, entran a la sala, miran el reloj, hablan con los periodistas. Quince minutos después, avisan que ya está y todos salen a recibir a la Ministra, a la verdadera.

Evelyn, chaqueta de cuero beige, pantalones negros lisos, se baja del auto y saluda a cada uno de los que la esperan. Entonces camina la misma cuesta hacia la entrada de la sala de maternidad, y mira, una por una, a todas las cámaras que la rodean. Todos fuera de la sala, todos alrededor de Evelyn.

Cuando llega a la entrada del hall, la ministra subrogante la recibe:

— Ministra, como son seis meses de postnatal, le tenemos seis guatitas, cada una más grande que la otra para que celebremos este gran logro! — y le muestra a las seis doctoras, enfermeras, practicantes y funcionarias, que la esperan formadas en medialuna.

— Un gusto. De verdad un gran gusto conocerlas­ — le dice Evelyn a cada una. Y les pregunta lo que les preguntará a todas las mamás con las que hable ese día en el hospital — : ¿Y? Cuéntenme, ¿van a cederles algo del tiempo del postnatal a sus maridos? — Las mujeres se ríen y Evelyn, como si las conociera de siempre, las llama a acercarse, a cerrar el círculo. Baja la voz, y les dice que escuchen, que les dará un consejo:

— Es que, chiquillas, ¿saben qué? Tienen que aprovechar esta oportunidad; si no, los hombres se malacostumbran. Las responsabilidades tienen que ser compartidas. Es la única forma de que sus maridos entiendan la enorme cantidad de pega que significa. Háganme caso.

Las mujeres asienten. Dicen que sí, que lo van a pensar.

Tal vez ellas sí lo hicieron. Pero el resto, todas las demás –las 18 mil madres que han recibido el posnatal desde que entró en vigencia en octubre–, no. Del total, sólo 40 mujeres ha compartido el permiso con el padre.

Evelyn entra al hall, saluda a todas las autoridades, a todas las cámaras, a todos los enfermos que la esperaban a cada lado del pasillo. Un gusto conocerla, realmente un gusto conocerlo, le repite a todos, como si realmente hubieran sido años los que esperó para saludar a ese doctor, a esa enferma, a ese paciente que ve por primera vez. Suficiente: la encargada de la actividad le dice que arriba la esperan las mamitas. Sube las escaleras diciendo que qué lindo está el hospital, que lo conoce de siempre y que qué increíble cómo ha mejorado.

Segundo piso. Una señora en bata rosada, con catéter intravenoso en mano, le grita que por favor venga a saludarla. “Ay, Ministra es que me moría de ganas de conocerla ¡no se imagina!”. Beso. Sonrisa. Foto.

Las letras grandes rojas y amarillas que declaran “sólo personal autorizado” a la entrada del pasillo de la unidad de neonatología hoy no valen. Hoy tiene permiso la patota entera que sigue a Evelyn Matthei. Pero el pasillo es demasiado estrecho, demasiado íntimo. El doctor jefe de unidad recibe a la Ministra y le cuenta, susurrando, de qué se trata lo que viene a ver: la técnica del canguro.

Brazos cruzados, ojos estrechos, cabeza ligeramente ladeada balanceándose de atrás hacia delante tras cada oración: Evelyn está en posición de “te estoy escuchando muy atenta”. Pero no se resiste a callar y se adelanta a completar cada frase. Si no alcanza a adivinar la palabra que viene, la repite asintiendo.

Todo entendido. Ahora, a ver a las mamitas. Evelyn camina y Jessica Mualim la sigue exaltada, apurada, no quiere quedarse atrás. La Ministra hace una pausa en el camino y saluda a una funcionaria del aseo que se había escondido en un huequito diminuto que da un baño. Un huequito del que nadie, salvo Evelyn, se percató.

En la primera sala espera Evelyn, la otra Evelyn, que dice estar tan honrada de recibir a su Ministra tocaya. Se tapa lo que la bata ligerísima del hospital no le cubre, y custodia la incubadora en donde su guagua prematura está encerrada. “¡Pero por Dios! ¡Qué chiquitita! ¡Qué lindura! Cuéntame: ¿de cuántas semanas nació?” Y así sigue la Ministra hasta que, pasados dos minutos, es tan cercana a la madre, que mete la mano dentro de la incubadora y toma el piecito de Araceli. Lo toma y el calcetín, demasiado grande, se sale y deja en evidencia un pie diminuto, del mismo tamaño que el pulgar de la ministra. “¡Uy, se le salió el calcetincito!”, dice Evelyn esforzándose por volver a ponerlo en su lugar. “Ministra, por favor, voltee a la cámara”. Voltea. Le pregunta a la mamá lo que le pregunta a todas.

Beso. Sonrisa. Foto y se va.

En la sala donde las mamás practican el método canguro dos mujeres cargan en su pecho desnudo a sus bebés pequeñísimos: en eso consiste la técnica, que aparentemente disminuye el impacto de estar fuera del útero. Evelyn habla con la más joven.

— Que alguien me pase un lápiz, por favor ­ — pide Evelyn­ — . Dame tu número. Yo te voy llamar, ¿ya? No te preocupes, yo te voy a llamar apenas resuelva tu duda.

El recorrido sigue: una habitación en donde una pareja la espera, y Evelyn pide cargar a la guagua.

Foto.

En otra sala con dos mamás a punto de ser dadas de alta, Evelyn escucha las preguntas de una, mientras Jessica Mualim le expone los mil y un beneficios del nuevo postnatal a la otra.

Foto.

Se topa con un grupo de médicos practicantes y les habla de su hija: que los entiende, que Antonia estudia medicina y ella sabe lo agotador que es.

Foto con los practicantes.

Al final del recorrido, un doctor le regala un libro de cuentos e ilustraciones para niños recién nacidos, y Evelyn vuelve a hablar de sus hijos: “Yo tuve especial cuidado con mis tres hijos de inculcarle la lectura desde chicos. Una persona que lee es una persona que piensa más amplio, que vuela más alto”.

Beso. Sonrisa. Foto y se va.

— Oye, perdón, ¿me equivoqué o no me equivoqué? — pregunta la Ministra, apenas termina la conferencia de prensa.

Un periodista le responde:

— ¿Estaba hablando del tipo de Hidroaysén, no?

— Sí, estoy casi segura de que ese gallo gana mucha plata a costa del medioambiente. Que no está ahí para parar proyectos sino para hacerse rico, que es muy distinto. Pero, les puedo… ¿les puedo confirmar a ver si lo ponen o no lo ponen? Es que no estoy segura. Porque si es verdad, no voy a dudar en decirlo.

Pero ya lo había dicho. A la Ministra, rápida de lengua como suele ser, le habían preguntado acerca de la toma del ex Congreso –del 21 de octubre– y ella se lanzó a decir que, además de toda la falta de respeto y de educación y de decencia y de todo, ahí había gente –refiriéndose a Luis Mariano Rendón, el líder de Acción Ecológica– que estaba “echándose plata a los bolsillos inventando que cuida al medioambiente”.

Esa era la segunda vez en el día que a uno de sus periodistas se le iban las manos a la cabeza. Antes de la conferencia de prensa, en otra de las actividades que Evelyn tenía programada dentro de su visita al Infocap, ya las palabras se le habían resbalado:

— Ven para acá. Tú y yo hagamos un compromiso: que esta sea la última vez que reincides. La responsabilidad es muy grande, ¿ah? Todos los ojos están puestos en ti.

— Sí, Ministra.

Y entonces, rapidísimo:

— Porque si no te voy a ir a matarte y te voy a cortarte en pedacitos, cabro ’e miéchica.

Muchas risas. Pero la bromita no iba para cualquiera: Evelyn estaba frente a 15 presos de la Penitenciaria de Santiago, que tras años de encierro, estaban haciendo un curso de capacitación laboral en el Infocap, “la universidad del trabajador”.

La Directora de Comunicaciones del Ministerio del Trabajo, Carolina Andrade, lo sabe: Evelyn es demasiado rápida, demasiado impulsiva con las palabras. “Es que a ella no le importa, es así: muy directa para sus cosas. Es su carácter, va por la vida de frente. No tiene conflicto de interés, así que no tiene que bajar la cara frente a nadie. Cuando quiere causar polémica, tira una frase y saca conversa para dos meses”, dice.

Así, como es, Evelyn Matthei ha subido veinte puntos en las encuestas. Cuando asumió el cargo de Ministra del Trabajo y Previsión Social, a mediados de enero de este año, marcaba 51% de aprobación según la encuesta Adimark. Ahora, llega al 70%. “Nuestro objetivo es mantenerla entre el 68 y el 70. Hay otros ministros que la superan, pero les va a costar mantenerse, porque son liderazgos más momentáneos. Nuestra estrategia es mantenerla ahí, pero que esté segura”, dice Carolina Andrade.

Para Roberto Méndez, director de Adimark, Evelyn Matthei va a seguir creciendo. “Diría que ella ha tenido un desempeño muy sólido que ha ido mejorando a través del tiempo. Ha sido un crecimiento lento pero consistente; no como otros ministros que se han disparado por eventos exógenos. Mientras estuvo involucrada con los temas femeninos, con el postnatal, empezó a subir de forma acelerada. Me parece que ahora le está dando paso a la Ministra (Carolina) Schmidt (del Sernam)”, dice.

“Cuando empezó a subir harto, le dije: ‘No podemos pasar más de 65%, porque si no, empieza la guerra de los codazos’. No hay nada peor que saltarse los peldaños de la escalera si no la conoces”, razona Carolina Andrade. Ella se planta todas las mañanas en la oficina de Evelyn a discutir las pautas de la semana: todas, antes de las 12 pm para salir en los noticiarios de mediodía; todas, lejos del sector oriente. “Nosotros no hacemos pautas más arriba de Plaza Italia”, detalla Carolina. “No. Nosotros nos metemos donde están los trabajadores”.

Enrique Correa, consultor político y ex ministro del Presidente Patricio Aylwin, reconoce en Evelyn un manejo comunicacional muy concienzudo, que le permite “potenciar su imagen de la forma en que quiera”.

Una de las estrategias ha sido moldear el perfil de la Ministra: mostrar su faceta ruda, la más conocida, la que se ve cuando lidera fiscalizaciones y cuando la lengua no se le traba en decir todo lo que piensa; combinada con la cara femenina, que antes Matthei prefería no explotar. “En el trayecto de su carrera, ella había optado por dejar de lado los temas mujer, para que no la encasillaran y la tomaran en cuenta como economista. Eso era lo que le interesaba”, dice Carolina, quien conoce a Evelyn desde su primera campaña, en el 89, cuando entró a RN y empezó su carrera política como diputada por la Región Metropolitana.

“No es una imagen”, justifica Evelyn. “Yo soy ruda. Pero aquí no me ha costado nada mostrar un lado más cálido, porque yo en realidad soy una persona a la que el tema humano la conmueve mucho; de manera que es algo natural que me sale. Además creo que es una imagen que le hace muy bien a este gobierno. Esto, sin perder la rudeza. Porque cuando uno está en política, uno es mujer. Y si uno quiere estar además en temas que son de hombres, como lo es la economía, desgraciadamente tiene que mostrar una fase muy dura para que te den espacios, para que te crean y puedas asentarte como voz”.

En la visita al Infocap, Evelyn se va del salón luego de terminar la conferencia de prensa. Entra al cóctel, y todos los recién graduados –con sus diplomas bajo el brazo– piden foto con la Ministra. Le hablan de los problemas con Dicom, del desempleo, de que ojalá estas oportunidades –las que les dio el Infocap­– se amplíen cada vez más. Evelyn asiente, felicita, promete y entrega tarjetas a todos para que se pongan en contacto con ella, por cualquier problema. Entonces, uno de ellos le pregunta:

— Ministra, y cuando sea Presidenta ¿nos va a recibir también?

— Uy, no. Eso es mucho lío — le responde ella riendo.

No es el pasado negro con RN, ni su estilo confrontacional, ni que el presidente de su partido diga que ella no tiene el ADN de la UDI. Para Enrique Correa, aunque todas esas barreras se rompieran, Evelyn no podría ser Presidenta:

— No podría por ser hija de quien es hija. De eso nadie se olvida.

Nadie. Especialmente ella, que habla de su padre, igual o más de lo que habla de sus hijos:

— Pero si tu abuelo tiene que haber trabajado con mi padre ­ — le dice a uno de los practicantes en el Hospital Clínico de la Chile, cuando le ve el apellido en la bata.

— ¡Mire, usted, qué bueno! Le voy a mandar a mi padre sus saludos ­­­ — le dice a un hombre mayor que se le acerca en la 35º Feria del Trabajo en el Parque Bustamante a contarle que su hermano fue íntimo de su papá durante el régimen militar. Que cuando él llamaba a su hermano por teléfono, le atendía don Fernando Matthei.

“A mí me da mucha alegría cuando la gente me pregunta por mi papá. Cuando él estuvo en la Junta de Gobierno, nadie sabía que nosotros existíamos. Éramos muy callados, muy hacia adentro. Luego él lo pasó muy mal; incluso lo llamaron traidor. Pero yo creo que finalmente el actuar bien, a largo plazo, es reconocido por la ciudadanía. Y a mí me da mucho gusto ver que él goza de prestigio y respeto. Yo creo que eso también es porque mi padre se destacó por dar sus opiniones de forma sincera, siempre. Incluso gente del partido comunista me pregunta por él”, dice Evelyn.

Pero para la asesora Andrade, el padre no es ningún impedimento en el camino a La Moneda: “Es cierto. Evelyn tiene muchos detractores, pero también un tremendo apoyo. Si hay primarias, ella tiene que ir sí o sí. Ella ha sido una pieza clave para el gobierno y, después de todo lo que ha logrado, ese sería el reconocimiento mínimo. Pero como es difícil que de ahí realmente salga algo, yo creo que Evelyn estaría feliz siendo la primera Ministra de Hacienda mujer”.

Roberto Méndez coincide: “Ella una de las mejores cartas del gabinete. Evelyn Matthei es más que la Ministra del Trabajo; ella tiene mucha experiencia, posición política y buen manejo comunicacional. Dentro de su partido, Longueira (Pablo, ministro de Economía) y ella son las opciones, pero él tiene demasiado control de las fuerzas internas. Claro que si él por alguna razón no está dispuesto, a ella le quedaría despejado el camino”.

Pero Evelyn Matthei ya no quiere ser Presidenta. Dice.

Osvaldo Andrade, el penúltimo Ministro del Trabajo de la Concertación, se enoja. Dice que cómo es posible, que por ningún motivo, que no va a decir ni una sola palabra acerca de Evelyn Matthei. Porque no le corresponde y porque, en realidad, todo lo que puede decir sobre el Ministerio del Trabajo “de la derecha” se resume en una sola frase: “No ha pasado nada”. Y se enoja más: “Nada de nada. Es cosa de revisar cuántas leyes se han aprobado”, dice.

Desde que el gobierno de Sebastián Piñera asumió, se han aprobado 16 proyectos legislativos relacionados con el Ministerio del Trabajo. De esos, nueve durante el período de Evelyn Matthei: siete leyes y dos decretos; entre esos, los que más destacan son la ley de extensión del postnatal de seis meses, que hasta mediados de noviembre se le había entregado a 18 mil mujeres; el reajuste –de diez mil pesos– en el sueldo mínimo; y la eliminación reciente del 7% de descuento en salud a los pensionados, que hasta ahora ha tenido 700mil beneficiarios.

Pero lo más significativo aún está pendiente. Pese a que Matthei celebró la aprobación del Senado para legislar respecto al abuso del multiRUT por parte de las empresas, aún no se ha podido llegar a un acuerdo. El multiRUT ­­–la separación artificial de una empresa en distintos números de Rol único Tributario– es una de las prácticas más extendidas para evadir el cumplimiento de deberes laborales. Al separarse, el número de trabajadores “oficiales”, se divide. Entonces se atomizan los sindicatos, se evita la negociación colectiva y se evade el deber de tener salas cunas.

El senador PS, Pedro Muñoz, integrante de la Comisión de Trabajo y Previsión Social del Senado, cree que aunque la Ministra ha mostrado buena voluntad respecto de la regulación del multiRUT, el freno viene desde el mismo gobierno: “Yo creo que hay una tozudez por parte del Ejecutivo de no modificar nada respecto al concepto de empresas”.

Alexander Páez, sociólogo de la Universidad de Chile e investigador de la Fundación SOL –institución sin fines de lucro que realiza investigaciones, estudios, talleres y asesorías acerca del mundo laboral en Chile– concuerda: “No hay que olvidar que fue la coalición que ahora gobierna la que, luego de que la regulación del multiRUT se aprobará en el Senado, impidió a través del Tribunal Constitucional, que el proyecto pudiera ponerse en marcha”.

La senadora Ximena Rincón (DC), quien preside la Comisión de Trabajo en el Senado, coincide: “La Ministra ha hecho anuncios que todos esperaríamos: dotar a la Dirección del Trabajo de mejores herramientas, fortalecer las organizaciones sindicales, cumplir con la promesa de terminar con el multiRUT; pero dentro del gobierno hay distintas miradas respecto a temas laborales y económicos, y ella no ha logrado llevar a cabo sus metas”.

Hay promesas que sí están, al menos, a medio cumplir. El anzuelo de la campaña de Sebastián Piñera, “crear un millón de nuevos empleos”, apunta hacia arriba. Hasta ahora se han ocupado 570 mil nuevos puestos de trabajo, lo que representa un 57% de la meta. De esas vacantes, 260 mil se han llenado durante el período de Evelyn Matthei. Según el Instituto Nacional de Encuestas (INE), la tasa de desempleo bajó de 7,4% a 7,2% en el trimestre de agosto a octubre, dos décimas que la Ministra celebró, y que no son insignificantes considerando que en el mismo período de 2010 la cifra de desempleados llegaba a un 8%.

La medida para aumentar el empleo ha sido fortalecer la intermediación laboral, a través de 44 Ferias Laborales organizadas por el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (Sence) a lo largo de todo el país, que han ofrecido 74mil puestos , y la creación de una Bolsa Nacional de Empleo virtual (www.bne.cl) que ha ofrecido 120 mil nuevas vacantes.

Sin embargo, la tarea esencial del Sence, la capacitación, está en pésimo estado. Cuando la Ministra Matthei llegó a la cartera, conformó una comisión revisora de las políticas de capacitación e intermediación laboral en Chile: la Comisión Larrañaga. Esta entregó su informe el 17 de noviembre y las conclusiones fueron negativas: no hay ninguna evidencia de que luego de las capacitaciones haya una mejora en el empleo o el salario de los capacitados; y además, un 27% de los 400 millones de dólares que destina el Fisco en capacitación va al quintil más rico. La promesa de Evelyn, claro, es utilizar este estudio para transformar el Sence: modernizarlo y aumentar la calidad de los cursos. Que cada uno de ellos ahora cueste un millón y medio de pesos, en vez de 250 mil, y que dure 500 horas y no 19, como hoy.

El compromiso de campaña no era sólo generar más empleos, sino mejores. Pese a que en su cuenta pública, realizada el 30 de noviembre, la Ministra dijo que un 75% de los empleos generados en su período era asalariado, la Fundación SOL sostiene que la totalidad de ese porcentaje corresponde empleos tercerizados, o sea, vía subcontratación o suministro de personal, lo que se traduce en menores sueldos y menos derechos de organización; además agregan que un 30% de los asalariados trabaja más de 11 horas diarias, antecedentes que hacen que Chile se ubique en la última posición entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), si la medición de calidad del empleo se cruza con el nivel de ingresos.

“Entonces, o no existe una mirada muy fina respecto al problema del trabajo, o se está teniendo un doble discurso”, dice Alexander Páez.

Víctor Martínez, economista de la Secretaría General de la Presidencia (Segpres) respondió públicamente a las irregularidades denunciadas por la Fundación SOL, argumentando que los datos tenían preceptos ideologizados y metodologías confusas.

Respecto de la seguridad laboral, el senador Pedro Muñoz cree que hay demasiadas falencias. “Luego del rescate de los 33 mineros había consenso por parte del Ejecutivo de mejorar en esta materia. Pero los proyectos de ley se retrasaron y hoy sólo tenemos dos propuestas legales del gobierno en el Parlamento”. Una que reformará la Superintendencia de Seguridad Social y otra que mejorará la institucionalidad en materia de seguridad minera.

La Ministra Matthei es optimista: “En poco tiempo tendremos las mejores prácticas del mundo en materia de seguridad laboral”, prometió en su cuenta pública.

— Ministra, por favor ayúdeme. Ministra, usted no sabe por todo lo que yo he tenido que pasar. Llevo cinco meses desempleada, ¿sabe?…

— Ministra, yo le quiero pedir un favor especial: tome atención a la situación que vivimos nosotros los adultos mayores. Yo perdí mi trabajo y nadie quiere contratarme a esta edad…

— Ministra, ¿qué va a hacer con la gente que está en Dicom? Ya cargamos con una deuda y no tenemos chance de conseguir trabajo…

En la Feria Laboral número 35, en el Parque Bustamante, no cabe nadie más. Doscientas mil personas entran y salen buscando alguno de los 14 mil empleos que ofrecen las 94 empresas presentes. La gente, que a empujones se las arregla para llegar hasta la Ministra Matthei –que había ido a inaugurar el evento– hace que para ella cada paso sea una odisea. Todos le dan toquecitos en la espalda, le agarran el hombro. Todos desesperados, le hablan como si tuvieran la oportunidad para que se les cumpliera el deseo. Todos víctimas de un cálculo atrofiado: quién más, sino ella, la propia Ministra del Trabajo, podría conseguirles una pega.

Evelyn, a todos les responde igual, como si les diera un mantra, como si ahí, en esa frase, se concentrara la salvación:

— ¿Se ha metido a la página be-ene-e-punto-ce-ele?

Hasta que un joven le dice:

— Ministra, ¿usted no cree que si acaso existiera una educación gratuita y de calidad no tendríamos que estar todos aquí?

Ella no responde.

Él sigue y repite lo mismo pero ahora más alto. El silencio de la Ministra lo envalentona en su hazaña. Muchos voltean a ver.

El Director del Instituto de Previsión Social (IPS), Juan Bennett, le dice al joven que por favor se ubique, que están en una Feria Laboral. Y toma a Evelyn del brazo para que no enganche, para que siga.

Pero ella se mantiene tranquila.

Evelyn avanza lo poco que puede, como si nada. Mira al joven y con un movimiento de cabeza muy sutil le pide que se acerque. Entonces le dice muy bajo, pero sabiendo –y queriendo– que los demás escuchen:

— ¿Tú diste la PSU?

— Sí.

— ¿Y, cuánto sacaste?

— …

— ¿Cuánto sacaste?

— Como 400 puntos.

— Ah.

Y le corta la mirada, el habla, la dignidad.

A espaldas de Evelyn se escucha una palabra: abortista. Ella dice que lo sabe, que varios de sus compañeros de partido le dicen así. Que se erizan ante el proyecto de ley para restablecer el aborto terapéutico que impulsó con Fulvio Rossi (PS) mientras era senadora por la Quinta Región. Sin embargo, su posición la mantiene armada con un cuartel de argumentos, según ella, irrefutables, que harán “que la inmensa mayoría de los chilenos piense, una vez que entienda el proyecto, que es algo que es obvio”. Cómo podría el Estado someter a una madre a terminar su embarazo cuando ya sabe que el feto viene sin cerebro, que no es viable, que no es humano.

Pero a comienzos de octubre, en el programa radial ADN Contigo, ese último argumento se convirtió en escándalo. Ella misma lo había previsto: días después de impulsar el proyecto, dijo que la discusión se convertiría en un infierno del que ella tenía que restarse. Pero no pudo. Cuando asumió como Ministra del Trabajo aseguró que el tema no le correspondía, que era el turno de otros. Pero no pudo.

En el programa radial hablaba sobre el aborto terapéutico y las palabras le salieron rápido, como si nada, como siempre. Como si dijera pásame la sal, me da permiso, qué lindo tu vestido, qué raro anda el tiempo. Pero no era la sal, ni el permiso, el vestido, o el tiempo: estaba hablando de genética: “Hay veces en que se produce en la fecundación alguna falla y en lugar de dos pares de cromosomas tienes tres, y eso, técnicamente, no es humano”, ilustró.

La llamaron nazi. Los diputados (DC) René Saffirio y Roberto León pidieron su renuncia y consideraron sus palabras como la reedición chilena de la teoría de la raza pura. Dijeron que la citarían a la Comisión de Derechos Humanos, que sus dichos conducirían a un conflicto humanitario. La presidenta del Grupo Down 21 de padres de niños con síndrome de Down dijo que la Ministra incitaba al odio y la discriminación, que ponía en riesgo la vida de los niños.

Antes, en la radio, sin saber lo que se le venía encima, Evelyn siguió hablando. Entonces especificó: “Si tú tienes tres de todos los cromosomas en vez de dos, yo no veo por qué el Estado te obliga a seguir con el embarazo hasta el final”. Y en esa frase alguno que otro auditor más entendido en el tema pudo haberse dado cuenta de que no había tanto disparate: que la Ministra no estaba hablando de los niños con síndrome de Down, quienes tienen una anomalía genética en sólo uno de los 23 pares de cromosomas: un trío en el que debería ser el par número 21; tampoco se refería al síndrome de Patau o el de Edwards, en los que se genera un cromosoma más en el par 13 y 18, respectivamente. La Ministra quería referirse a un fenómeno genético llamado triploidía, que resulta en un feto inviable, puesto que hay un cromosoma de más en cada uno de los 23 pares: en vez de 46 cromosomas, hay 69. Esto, generalmente, da origen a un embarazo molar, con posibilidad nula de sobrevivencia; a una “mola”, como lo llamó la Ministra al tener que salir a aclarar sus dichos.

Entonces, las palabras no le salieron tan rápido: se le enredaron los números, titubeó. Dijo cronosonas y los eehh acentuaron los silencios. Pero en la amenaza fue enfática: dijo que se querellaría por injuria, que le parecía inaceptable, que considerando su trayectoria, “alguien tan liviano, por no decir estúpido, pudiera si quiera creer que ella pensaba que los niños con síndrome de Down no eran humanos”.

René de León, uno de los diputados que junto con René Saffirio, afirmó que iría a dejar una carta a la Moneda, exigiendo la renuncia de la Ministra, se justifica: él no fue el único que entendió mal. Fue Twitter entero, la conductora de televisión Juana Vial — quien escuchó las palabras de la Ministra junto a su hija con síndrome de Down, y se escandalizó — , y varias asociaciones de padres los que entendieron lo mismo que él. Confusión justificada, dice.

Pero para Evelyn no. Salió de La Moneda, y con su papel en mano lleno de cromosomas coloridos, aclaró ante las cámaras la cientificidad y exactitud de sus dichos, y, claro, no perdonó. No está dispuesta a perder el apoyo de todas esas madres que creyeron que la Ministra pensaba que sus hijos eran una aberración, que no eran humanos. Una cosa es que le digan abortista. Otra, muy distinta, es quedarse callada ante “la politiquería barata y asquerosa de algunos” que pretenden desprestigiarla.

“Ese episodio fue uno de los más complicados, comunicacionalmente hablando. No dudo en absoluto de que fue una confusión, pero igualmente el conflicto se podría traducir en una caída que bajara el apoyo que mantiene en las encuestas”, dice Enrique Correa, luego de la polémica.

Él piensa que ese es uno de los pocos defectos que tiene el manejo comunicacional de Matthei: saltar rápido a defenderse, no dejar que nadie le gane en nada. Fernando Paulsen cree que le pasa por “querer dárselas de chora”.

“Evelyn se puede ir de lenguas y usar mal un adjetivo”, la defiende su asesora, Carolina Andrade.. “Pero que se equivoque en una estrategia es difícil; ella se las sabe por libro y es muy prolija, todo lo que dice es porque lo ha estudiado y lo sabe. Después del problema en la radio, nos llamaban de La Moneda: que nos juntáramos con las agrupaciones de apoderados de niños con síndrome de Down, que pidiéramos disculpas. Pero no. Si la Evelyn no había hecho nada malo. Eso era darles la razón. Claro. De ahí tuve que hacerle un montón de pautas potentes para levantarla”.

Ese mañana Evelyn desentonaba. El Ministerio todavía estaba en estreno; apenas llevaba cuatro días a su cargo, y una de sus primeras actividades públicas fue fiscalizar un terminal de buses alimentadores del Transantiago, el de la empresa Gran Santiago S.A. Pero su chaqueta roja punteada de blanco, su peinado armadísimo y el collar de plata que cargaba eran invitados demasiado de honor como para aceptarlos sin aviso. En la empresa Gran Santiago se rehusaron a abrirle la puerta a la Ministra para que fiscalizara las condiciones de los empleados.

Ella, como si nada, siguió caminando hasta encontrar lo que buscaba: un lugar que la justificara para decir lo que tanto quería decir: “Queremos que la Dirección del Trabajo sea tan temida como el Servicio de Impuestos Internos…”, advirtió luego de salir del baño químico que la misma empresa tenía para sus trabajadores a las afueras del terminal. “Que los empresarios, en vez de gastar la plata pagando multas, la gasten mejorando las condiciones de sus trabajadores”, y cerró con un llamado moralista: “Revisen los baños de sus empleados y vean si mandarían a sus hijos ahí”.

Ella, por supuesto, no lo haría. Apenas pudo abrir la puerta verde fosforescente de plástico, asomar rápido la cabeza –la nariz– y sacarla indignada mostrándole a las cámaras de televisión el estado del baño, con su gesto de asco y reprobación. Luego, el reto autorizado a los empresarios porque lo vio con sus propios ojos.

“Ningún empresario va a salir a criticarla, al menos por ahora, porque tiene credibilidad”, dijo Patricio Navia a El Mostrador, luego de esa primera jornada de fiscalización.

Durante este año –de marzo a noviembre– el Ministerio declara que ha realizado más de dos mil controles a las condiciones laborales del personal de buses interurbanos; doscientas más que en el mismo período en 2010. En la última fiscalización, a los buses “Línea Azul”, que encabezó Matthei, mostró un ranking de las empresas de buses más multadas y aseguró que las sanciones han aumentado en un 10%. Por cada infracción –la que más se repite es el incumplimiento de las horas máximas de trabajo– las empresas de este rubro deben pagar 764 mil pesos.

“La fiscalización ha sido uno de los ejes más importantes del Ministerio. En Chile existe una relación insana entre trabajadores y empleadores. Una lógica de confrontación; y mientras no se cumplan las normas laborales básicas, es imposible obtener colaboración”, dice Evelyn, tras once meses en los que la escena del terminal se ha multiplicado.

Ha pasado por los cafés con piernas del Centro de Santiago, por los locales comerciales del Centro de Copiapó, por el barrio Patronato, los predios de San Antonio, en donde trabajadores peruanos vivían hacinados, por los recolectores de basura y las bases de camiones en la Región Metropolitana, por el supermercado Santa Isabel de Talcahuano, que mantenía a sus empleados encerrados en el turno de noche.

Para que la fiscalización fuera efectiva, la mano dura tenía que ir cargada en el fortalecimiento de la Dirección del Trabajo; en transformarla una institución “supermoderna, que realmente se preocupe por los derechos laborales, previsionales y de salud”.

“Ella se ha preocupado fuertemente de hacer hincapié en que va a estar del lado de los trabajadores. Ha tenido un discurso muy contundente en fiscalización. Ha desarrollado un perfil que apuesta fuerte por los derechos de los trabajadores, más que a una línea pro empresarial”, dice Enrique Correa.

Dos en una semana. En Magallanes, lejos de todas las cámaras y las fiscalizaciones, murieron dos trabajadores de la Empresa Nacional de Petróleo (Enap) en una semana. Uno murió por a causa de una descarga eléctrica; el otro, mientras realizaba faenas de limpieza. “En lo mediático se hace gala de las fiscalizaciones. Hay un diseño del gobierno que da la impresión de que todas las actividades están siendo iguales, de que se fiscaliza en todas partes. Pero no es así; si no, no habrían ocurrido estos accidentes. Ahí claramente la Dirección del Trabajo estuvo ausente”, admitió.

Pero en su cuenta pública –una semana antes de que ocurriera el doble accidente– la Ministra dio balances positivos: ha habido 93 mil fiscalizaciones en terreno durante el 2011, se han contratado a 70 nuevos fiscalizadores para la Dirección del Trabajo y se está trabajando en un registro nacional de las condiciones laborales: “Queremos tener una base de datos de todas las empresas: conocer cuánto pagan mes a mes por cotizaciones, detectar cuándo se producen cambios no justificados, revisar el pago de gratificaciones, pudiendo cruzar información con el Servicio de Impuestos Internos, revisar estadísticas sobre accidentes de trabajo. Saber quiénes son los dirigentes sindicales, qué tipo de faenas se hacen. Queremos saberlo todo, sin importar quién sea el empleador”, dijo Matthei.

Los lugares de fiscalización se eligen previendo dónde habría mayor grado de informalidad e incumplimiento; para esto, sirven mucho las denuncias: sólo en el sector del comercio se han recibido 7.546 denuncias durante este año, mil 500 más que en el 2010.

A Patronato lo escogieron por la cantidad de trabajadores extranjeros que tiene, y por el aumento en la cifra de denuncias: de 453 a 575 en lo que va de 2011.

Pero en la calle El Manzano, a una cuadra de la esquina con Santa Filomena, la chica que atendía como siempre en su local, no sabía. La mañana parecía igual. Una más. Pero los funcionarios de la Dirección del Trabajo habían estado preparando el terreno para la inspección de la Ministra Matthei y a la chica ya la tenían bajo sus coordenadas. Iba a ser el segundo blanco del recorrido –corto, preciso– que realizaría Evelyn cuando llegara a fiscalizar.

Luego de pasar por el primer local, donde una trabajadora inmigrante no pudo mostrar la visa de trabajo que le pidieron, la Ministra cruzó la calle a paso firme, seguida por la Directora del Trabajo, María Cecilia Sánchez, la alcaldesa de Recoleta, Sol Letelier, más un enjambre de cámaras y periodistas. Entonces entró a la tiendecita de la chica que no sabía, y que reaccionó tarde. No había espacio ni lugar hacia dónde correr, así que sólo atinó a escabullirse, tan rápido como pudo, hacia el pasillo angostísimo de los probadores.

El tumulto de cámaras intentó seguirla pero la Ministra levantó los brazos y les pidió silencio.

— Es una niña menor de edad y ustedes saben que no puede salir ante las cámaras, así que por favor…

Pero ella sí podía entrar a buscarla. Ella, la directora y la alcaldesa.

— Tranquila, tranquila que no te pueden sacar en la tele — le dice Evelyn Matthei.

— Cuéntanos ¿tú tienes mamá y papá? — le pregunta la Directora del Trabajo. — ¿Ellos te dieron permiso para trabajar acá?

Con miedo, la niña dice que sí a todo.

— Mira, tranquila, si nosotros no te vamos a hacer nada. Nosotros estamos acá para protegerte, ¿ya? Porque a ti lo que te corresponde es estar estudiando — le dice Evelyn — ¿Sacaste cuarto medio? Saca, anda, saca cuarto medio.

— No se asuste, mijita. Háganos caso, que nosotros estamos acá para protegerla — le repite la directora mientras le acaricia el hombro.

A ese local, junto a los otros nueve en donde se encontraron irregularidades, se les dio un plazo de una semana para corregir sus faltas, sin que se les multe. En caso de no hacerlo, tendrán que pagar desde 194 mil hasta once millones de pesos, dependiendo del número de sus trabajadores y de la gravedad de la infracción. De las 7.456 denuncias en el sector del comercio, 6.060 se han transformado en multas.

Las exigencias incluyen que todos los trabajadores extranjeros tengan contrato, que las empresas cuenten con un permiso notarial de los padres en caso de que sus trabajadores sean menores de edad y que cumplan con la obligación de proveer de lugares de descanso acordes con la ley de la silla. Entre otras cosas.

“Me interesa profundamente que la gente sepa que estamos fiscalizando y que vamos a seguir haciéndolo. Se nos ha criticado que vamos a fiscalizar con prensa, pero es totalmente necesario. Porque en la medida en que los empleadores sepan que los podemos pillar, que estamos pendientes, que van a sufrir la vergüenza delante de todo Chile, y que van a salir en la prensa con nombre y apellido, van a empezar a cumplir con las normas del trabajo”, dice la Ministra.

Francisco Javier Errázuriz: nombre y apellido. Al empresario –y ex candidato presidencial de 1989– lo pillaron, salió en la prensa, y todo el país supo acerca de las acusaciones sobre la trata de personas y tráfico ilegal más de 150 inmigrantes paraguayos en sus fundos.

Se abrió un juicio en su contra. Pero Fra-Fra, como se le apoda, fue hospitalizado y sufrió un derrame cerebral.

— Lograron lo que querían. Evelyn: ¿estás contenta? Golborne: ¿te parece lógico que acuses a alguien de ladrón cuando jamás ha robado? Esto ha sido una canallada, no hay ningún ser humano que pueda aguantar tantas ofensas — dijo la esposa de Errázuriz, María Victoria Ovalle, la Toyita, luego de que internaran a su marido.

La familia del empresario dijo que el derrame había sido a causa de estrés. Que era culpa de la persecución política del gobierno.

Pero Evelyn respondió: “Todo el mundo sabe que es bastante raro que Francisco Javier Errázuriz se enferme justo el día de su formalización. Aunque me ataque, todo Chile vio las imágenes de los trabajadores paraguayos; los chilenos saben a quién creerle”, dijo la Ministra tras las declaraciones de la señora Ovalle.

La batalla por quién salía con la respuesta más ácida venía de antes. Desde que la Dirección del Trabajo denunció las irregularidades en la empresa Frutales y Viñedos Errázuriz Ovalle, en mayo, Evelyn y Fra-Fra se lanzaron dardos cada vez más venenosos. Ella llamó públicamente a condenar sus prácticas “de esclavitud”; él respondió más duro: “Posa de izquierda para ocultar su condición de hija de militar golpista”, y siguió: “Nosotros, los liberales, no necesitamos matar gente para imponer nuestras opiniones”.

Luego de que Evelyn cuestionara el diagnóstico del Fra-Fra, el hijo del empresario, Francisco Javier Errázuriz Ovalle, siguió con la tradición de su padre:

— Ella tampoco creía que existían detenidos desaparecidos, torturados y ejecutados políticos mientras trabajaba para el gobierno militar del cual su padre era parte. Esperamos que pronto recupere la cordura y se dedique a trabajar, que para eso le pagamos todos los chilenos y no para andar pauteando a medios de comunicación, o perseguir a grupos económicos.

La instrucción era no responder, no darle más riendas al conflicto. Pero Evelyn no se aguantó. “Yo le decía que para qué, que no le respondiera nada. Pero fue una batalla perdida”, recuerda la asesora Andrade. “En la actividad –la 35ª Feria Laboral– cuando le empezaron a preguntar sobre el Fra-Fra me puse detrás de las cámaras y le hacía un gesto de que no respondiera. Al principio no dijo nada pero luego me miró como diciendo ‘no me aguanté, ya hice la maldad’”.

— Mientras más me ataque la familia de Errázuriz, más honrada me siento, porque en realidad todo Chile ya los conoce. Lo que sucedió con estos trabajadores de Paraguay, todo el mundo lo vio, todo el mundo vio la vergüenza que eso significaba para nuestro país; por lo tanto, que a mí me ataquen por defender a trabajadores y la dignidad de los trabajadores, yo por lo menos me siento muy honrada. Yo me imaginaba que cuando entró a la clínica podía efectivamente haber tenido algo. Por lo tanto, que lo dejaran adentro podía ser cierto o no. Pero después tuve datos de que lo que efectivamente tenía era un hematoma interno por algún tipo de golpe y no un derrame por estrés como habían dicho”.

Y tenía razón: el informe del Servicio Médico Legal publicado el 6 de diciembre, en relación al caso, atribuyó la hemorragia de Francisco Javier Errázuriz a una caída y no al estrés que le habrían generado las acusaciones por trata de ciudadanos paraguayos.

“Yo quiero señalar que voy a seguir con esta actitud de hacer cumplir los derechos de los trabajadores. Si algún empresario, después de las investigaciones de la fiscalía o de la Dirección del Trabajo, tiene problemas de salud, yo, de verdad, lo lamento muchísimo, pero debieran pensar esas cosas antes de no cumplir con las leyes laborales”, dice la Ministra.

“Para nosotros la actividad sindical es sagrada. Es básico para que una empresa pueda funcionar bien. Y para eso necesitamos dirigentes sindicales que conozcan la ley, que tengan criterio, que entiendan la economía abierta y la competencia, que pidan lo que se pueda pedir y no más: necesitamos una actividad sindical moderna y constructiva”, dice Evelyn en su cuenta pública, a la que asistieron varios dirigentes sindicales. Arturo Martínez, Presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), no.

“Las conversaciones con el Ministerio están totalmente cortadas. La Ministra no tiene disposición al diálogo. Ella nos ha agredido verbalmente, por eso no tenemos ningún contacto. Se ha dedicado a fiscalizar los cafés con piernas, a pelear con el Fra-Fra y no a mejorar las condiciones con los trabajadores. Lo único que hace es usar al Ministerio como un marketing”, dice Martínez.

Evelyn admite las diferencias: “Muchas veces los sindicatos son pura reivindicación. Con ciertos gremios hemos tenido conversaciones estupendas y con otros ha sido más difícil. Pero eso es natural. Arturo Martínez es una persona que está muy en la política. Él ha dicho que aspira a que este gobierno no siga y entonces claro que no es fácil el diálogo”, dice.

El presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), Cristián Cuevas, cree que al menos ha habido la disposición para entablar el diálogo: “Ella ha escuchado a las distintas organizaciones sindicales y a los trabajadores del cobre también. Hemos tenido conversaciones extensas, una relación amable, pero ha faltado concretar. Tiene un discurso muy pro-fiscalización, pero en la práctica el trato con las empresas ha sido condescendiente. Le falta sintonía: entender que en Chile se necesita una reforma laboral profunda”, dice.

En cambio, el tesorero de la de la Central Autónoma de Trabajadores (CAT), Abraham Armijo, halaga a Matthei sin freno: “Nosotros hacemos un reconocimiento abierto, la Ministra ha tenido una posición sumamente dispuesta para solucionar los problemas, para concitar la participación transversal de las organizaciones sindicales y abordar materias que no se habían abordado. Nosotros reconocemos su voluntad, independientemente de los resultados que se obtengan en el Senado; ahí lo que prima son los conflictos de orden político”, dice.

Pero el problema pendiente está dentro de su propia casa. Raúl de la Puente, presidente de la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), denunció el despido de mil 200 funcionarios en el sector público y responsabilizó a la Ministra. “En Evelyn Matthei recae la responsabilidad, por eso, nosotros le hemos comunicado a ella del número de despedidos que existe en la Dirección del Trabajo, en el Instituto de Previsión Social, en la Dirección del Crédito Prendario. Todas instituciones que pertenecen al Ministerio del Trabajo. Ella ha quedado comprometida en revisar estos casos y hacer su contacto con el servicio respectivo. Ojalá cumpla”, declaró de La Puente al medio electrónico Información Pluralista.

El vestido corto, blanquísimo, de Evelyn Matthei, encandila. Ella, ahí, sentada sobre el cuero café oscuro del sofá de su oficina de Ministra del Trabajo, también. Evelyn le pide un café a su secretaria, y se disculpa por sacar de la cartera su “almuerzo”: dos toallas Nova que envuelven a un pedacito, la cuarta parte tal vez, de un sándwich de ave pimentón que había empezado a comerse en el auto camino al Ministerio.

— Desde que asumió como Ministra usted ha subido de 51 puntos a 70 en las encuestas, si sigue subiendo…

— No pasa nada. No estoy dispuesta a nada — se adelanta Evelyn.

— ¿Por qué cambió de opinión? En la elección pasada usted dijo que le gustaría ser Presidenta.

— Hay tantos otros que se mueren de ganas. Que lo hagan ellos. Primero, a mí no me van a dar la pasada, y segundo, yo estoy feliz de que no lo hagan. Ya no quiero eso para mi vida. No. Estoy feliz con lo que estoy haciendo, pero quiero dedicarme a otras cosas. Ya son más de veinte años en la política. Ahora tengo otros proyectos.

— ¿Ni siquiera aceptaría un puesto en el gabinete en caso de que el próximo gobierno sea de su coalición?

— Bueno, eso nunca se sabe. Pero tengo ganas de hacer otras cosas, de cambiar.

— ¿Siente que está en la cúspide de su carrera política?

— Sí, probablemente en la cúspide y también en el final. Me gustaría cambiar totalmente de rubro cuando esto termine y dedicarme, por ejemplo, al tema de la educación. Me gustaría hacerlo en alguna escuela o en algún colegio para gente de clase media o escasos recursos. Quisiera fundarlo o irme a trabajar a uno, o tal vez como directora.

— ¿En qué cree usted, Ministra?

— Creo en el progreso. En que Chile ha tenido un progreso in-cre-í-ble. Cuando era chica, yo vivía en la Gran Avenida, en el paradero 54 y veía niños a pata pelada en invierno. Y yo recuerdo las poblaciones callampas que eran hechas con restos. Y así vivía la gente, mucha gente. Entonces hemos progresado mucho. Pero a medida que hemos ido avanzando, la gente exige mayor equidad. Los grados de equidad que había hace 30 años atrás hoy no son permitidos. Entonces estamos en un punto de inflexión en el que, o somos capaces de hacer una sociedad más justa o podemos retroceder.

— ¿Entonces cree que el hombre es perfectible?

— No, para nada. Creo que el hombre tiene una naturaleza que no cambia. Y esa tiene aspectos negativos y positivos. Lo que tiene que hacer un gobernante es saber cómo sacar lo mejor de la gente y premiar al que se esfuerza. Cómo lograr que la gente entienda que si uno se esfuerza puede salir adelante. Para eso es necesarias buenas políticas públicas y entender cómo la gente reacciona; dar los incentivos correctos. Los partidos políticos tienen que considerar la naturaleza humana.

— ¿Qué se necesita para sobrevivir en la política sin que se vuelva tormentosa?

— Una convicción muy grande en lo que está haciendo. Tienes que actuar sobre la base de muchos estudios, de mucho conocimiento. Yo no puedo creer que haya gente hoy día que pueda ser comunista, cuando fracasó en todas partes, en todo el mundo. Al final es la convicción muy fuerte lo que te sostiene.

— Además, ¿hay que tener voluntad de poder, o no?

— Eso hay que tenerlo para todo. Hay que ser muy bueno en lo que uno hace, hay que tener sentido de hacer bien las cosas. Ser el mejor en lo que sea que uno haga.

— ¿Y en una carrera política, lo mejor, lo más alto, no es llegar a ser Presidenta?

Evelyn calla un segundo. Piensa. Pero vuelve rápido y responde:

— No, no, no. Fíjate que no — dice y frunce la cara entera, mientras niega con la cabeza y vuelve a repetir que no, como convenciéndose a sí misma — . ¡Agghhh! Es que lo encuentro insoportable. No. ¡Imagínate! No tener un minuto para ti. Estar con todos los ojos las 24 horas del día. No sé, a lo mejor en otra época. Pero ya pasó el tiempo. Hoy prefiero otras cosas.

Sobre la autora y el trabajo: Stefania Doebbel es alumna de quinto año de Periodismo y esta crónica fue parte de su trabajo en el curso Taller de Crónica, dictado por el profesor Gonzalo Saavedra durante el segundo semestre de 2011. Este trabajo ganó el premio Periodismo de Excelencia Universitario de la Universidad Alberto Hurtado y está publicado en el libro El mejor periodismo chileno 2011.