El preocupante aumento de los accidentes cerebrovasculares (ACV) en adultos jóvenes menores de 45 años, con un alza del 40% en los últimos años, alerta a los especialistas. Entre las principales causas destacan el consumo excesivo de comida ultraprocesada, alcohol, tabaco y drogas.

Por: Cristóbal Navarro Prelle / Edición: Francisca Martínez

El pasado miércoles 4 de septiembre de 2024, Diego Brieba, de 23 años, estudiante de quinto año de Ingeniería Comercial de la Pontificia Universidad Católica de Chile, comenzaba su segundo día de práctica profesional en el banco BCI. Pero no esperaba culminar su jornada siendo víctima de un accidente cerebrovascular (ACV).

El reloj marcaba las 9:30 de la mañana. Brieba llevaba solamente media hora de jornada laboral cuando comenzó a sentir un mareo que nunca había experimentado. El joven decidió tomar un vaso de agua y se dirigió al baño de la oficina. Allí comenzó a sentir un dolor de cabeza que describe como una “fatiga muy fuerte y me dieron ganas de tumbarme de inmediato”.

Cuando el reloj marcó las 11:00 de la mañana, Brieba se dirigió a la enfermería del edificio donde trabajaba: “Tenía la presión en 153 cuando el rango normal de presión alta termina en 139. Ahí la enfermera me dice que vaya a la clínica porque nada de lo que me diera me iba a ayudar”.

Brieba llegó cerca del mediodía por su cuenta a la Clínica Alemana de Vitacura. Un scanner con contraste no le arrojó un diagnóstico concreto. Pero una resonancia magnética le confirmó que había sufrido un accidente cerebrovascular (ACV) isquémico en el cerebelo región del encéfalo cuya función es controlar el equilibrio para caminar y mantenerse parado, entre otras funciones motoras.

Según la ciencia, este es un tipo de ACV que ocurre cuando un vaso sanguíneo que irriga sangre al cerebro es bloqueado por un coágulo de sangre. Pero también existen los accidentes cerebrovasculares hemorrágicos, que se producen cuando un vaso sanguíneo de una parte del cerebro se debilita. Por consecuencia, hay una ruptura que provoca una hemorragia que lo diferencia del ACV isquémico.

Estas patologías han ido en aumento en Chile y el mundo, especialmente en adultos menores de 45 años. Una reciente publicación de la revista inglesa The Lancet Neurology reveló que los casos de ACV en personas de 45 años se han incrementado en un 40% en los últimos años.

Para Brieba, este diagnóstico “fue sorprendente porque no tenía predisposición familiar a sufrir algo de este estilo”. Al estar con medicamentos calmantes y relajantes para disminuir los malestares que tenía, no le tomó tanto el peso a lo que le había sucedido.

Sin embargo, uno de los aspectos que más le llamó la atención fue un comentario de los mismos profesionales que lo atendieron: “El doctor me dijo: ‘esto últimamente es más común de lo que crees. En la última semana, hemos tenido tres casos como el tuyo de ACV en adultos jóvenes’”.

El neurólogo y neurocirujano de la Clínica Alemana, Manuel Campos, comenta que: “Está asociado al estrés y al consumo de tabaco en cualquiera de sus formas”. Agrega que “esto no es algo demostrado, pero es empírico porque cada vez vemos más gente estresada y adicta al cigarrillo”. En el caso de Brieba, se encontraba estresado por el comienzo de su práctica profesional.

Esta situación preocupa a expertos del mundo de la neurología. Según el Departamento de Estadísticas e Información de Salud de Chile (DEIS) en 2023, de las 109.800 muertes que se registraron, casi el 25% fueron a raíz de un problema en el sistema circulatorio entre los que están considerados los ACV sin importar su tipo.

Lo ha observado también la neuropsicóloga Catalina Pérez, quien integra el Instituto Chileno de Neurología, que acompaña a los pacientes en su proceso de rehabilitación luego de sufrir un ACV.

De manera complementaria, ella trabaja en el área de neurorrehabilitación de la Clínica Los Coihues, dedicada exclusivamente a atender a quienes necesitan algún tipo de tratamiento relacionado con la neurología.

“Uno de mis primeros pacientes tenía 25 años y había sufrido este tipo de accidente. Algo que para mí en un inicio fue raro porque no era muy común”, dice.

Según el neurólogo y neurocirujano de la Clínica Alemana, Manuel Campos, “la gente joven hoy tiene el gen del riesgo más activo, por lo que va más acelerada en todo sentido”. De acuerdo con el especialista, esto llevaría a muchos a desestimar los factores de riesgo que los han llevado a padecer enfermedades que antes eran más bien exclusivas del mundo adulto.

Descifrando el fenómeno

Para comprender el aumento en los casos de ACV es necesario considerar el contexto de los factores de riesgo que han ido en ascenso en los últimos años.

Según el neurólogo Manuel Campos, existen siete factores de riesgo que pueden multiplicar las posibilidades de padecer este tipo de patologías. Estos son hipertensión arterial, diabetes y colesterol elevado no controlados, además de sedentarismo, obesidad, tabaquismo y estrés. “Son los factores que se pueden prevenir para no sufrir un ACV”, dice.

Llevando estos riesgos a la población chilena menor a 45 años, el panorama no es muy alentador. Diferentes estudios demuestran el alza de algunos de estos. Por ejemplo, una encuesta realizada por el Programa de Conocimiento e Investigación en Personas Mayores (CIPEM) de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo  arrojó como resultado que un 87% de los jóvenes de 11 a 17 años a nivel nacional no realiza actividad física. Es el grupo con mayor porcentaje de inactividad del país.

El sedentarismo es un factor clave que puede llevar al desarrollo de obesidad. Según un estudio publicado en The Lancet, Chile registra la tasa más alta de obesidad infantil en Latinoamérica, alcanzando un 30%. Esta condición no solo afecta la salud de los niños en el presente, sino que también puede desencadenar graves consecuencias en su bienestar como adultos jóvenes.

La obesidad y sedentarismo pueden asimismo gatillar hipertensión y diabetes. Según la última Encuesta Nacional de Salud, el 30% de la población adulta de Chile tiene hipertensión y las cifras de diabetes han aumentado un 3% en los últimos siete años.

Para los especialistas, otro factor que múltiples veces es omitido, y del cual no existe demasiada evidencia concreta en el país, es el uso de drogas. Entre ellas, la cocaína puede llegar a ser de las más perjudiciales para la salud. Los estudiantes de enseñanza media en el país tienen, junto a Colombia y Canadá, la mayor prevalencia de consumo de cocaína con un 2,5%, según el informe de Consumo de Drogas en las Américas realizado el 2019.

Dominique Lister, neuróloga de la Clínica Universidad de los Andes, explica que el consumo de cocaína puede aumentar las posibilidades de sufrir un ACV: “Puede implicar un alza importante en la presión arterial. Esto puede conducir a que un vaso sanguíneo del cerebro se rompa, produciendo un ACV hemorrágico y un posterior derrame cerebral”. 

Un accidente cerebrovascular puede dejar diversas secuelas que afectan a las personas tanto a corto como a largo plazo. Entre ellas están la pérdida de movimiento muscular y de memoria, la parálisis en un lado del cuerpo, las dificultades con el habla, y los problemas de equilibrio. 

Consecuencias escondidas y la importancia de la prevención

Entre las secuelas del ACV, las de carácter psicológico suelen pasar desapercibidas, a pesar de que pueden representar desafíos significativos para que las personas recuperen la normalidad en sus vidas tras enfrentar esta condición. A la neuropsicóloga Catalina Pérez le ha tocado trabajar con personas que reconocen entre sus mayores dificultades la de volver a sentirse seguras luego de sufrir un ACV. Es el caso de la matrona titulada de la Universidad Autónoma Paulina Olave.

Olave hoy tiene 25 años, y a los 21 sufrió un ACV que le causó daños psicológicos que significaron dificultades para vivir el día a día. Tuvo que aprender a desligarse del miedo constante de sufrir un nuevo ACV. La neuropsicóloga Catalina Pérez reconoce familiar la situación; su misión es ayudar a sus pacientes a lidiar con el temor que a veces puede ser muy paralizante. Esto debido a que las personas pueden perder confianza en sí mismas y necesitar terapia a largo plazo.

Cuando Olave sufrió el ACV en 2021 no tuvo ningún impedimento físico posterior a la intervención quirúrgica debido a la hemorragia. A pesar de esto, “hay que vivir con constante precaución, miedo a no caerse, a hacerse una herida”, dice y agrega que le cambió su forma de afrontar el día a día “porque uno vive pendiente”. 

Olave destaca el rol que tuvo la terapia psicológica a la que acudió durante los últimos cuatro años. “Los primeros dos años fueron críticos, sobre todo el primero, para poder retomar actividades simples como salir sola de la casa”, agrega. “Actualmente gracias a la ayuda psicológica puedo decir que estoy bien”.

Pérez comenta que “el proceso de terapia es bastante largo. Trabajamos mucho la identidad del paciente, porque la persona que solías ser antes no es la persona que es hoy (post ACV) y eso es muy traumatizante”.

“Lo primero que trabajamos con las personas que sufren un ACV es la terapia narrativa, la terapia conductual y la terapia de aceptación y compromiso para trabajar en la autoestima del paciente”, dice Pérez. 

Según ella, para contrarrestar las secuelas a largo plazo es de vital importancia actuar de forma rápida y trabajar en la prevención de los ACV a nivel país.

Dominique Lister, neuróloga de la Clínica Universidad de los Andes, reafirma que los ACV “son muy tiempo dependientes. Es muy distinto una persona que sufrió uno y consultó a los minutos o a las horas o dejó pasar días por motivos de acceso”.

Según la especialista los ACV isquémicos reflejan el 80% de estos eventos y “hoy existen tratamientos altamente eficaces para desobstruir el vaso sanguíneo que está tapado. Pero para eso se requiere una ventana terapéutica que es de menos de cuatro horas y media”.

Manuel Campos dice que la prevención debe comenzar a temprana edad: “En los colegios se le debería enseñar a todos los factores de riesgo que pueden gatillar en un ACV”.

Campos hace énfasis en la importancia de asistir a un servicio de urgencia si una persona “sea cual sea su edad sufre de déficit neurológico, pérdida de fuerza en un brazo, mala coordinación, visión borrosa o doble, problemas para articular palabras, para tratar de mejor forma un ACV”.

En cuanto a la prevención, la dra Lister, neuróloga de la Clínica Universidad de los Andes Lister, dice: “Ojalá hacerse el tiempo de hacer ejercicio, comer sano y no ser sedentario. La mejor forma de tratar un ACV es previniendo y la mejor prevención es con hábitos de vida saludable”, sentencia Lister.

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Cristóbal Navarro Prelle es estudiante de cuarto año de Periodismo en la @fcomuc. Ha tenido participaciones como panelista y conductor en el programa @jugodepelotas de Radio UC. Es su primera vez publicando en un medio.