Ilustración Mathias Sielfeld

Un equipo formado por 34 chilenos está concursando en el Google Lunar X Prize, una carrera internacional por llevar un robot a la Luna para que realice varias pruebas. Si ganan, no solo se quedarán con los 20 millones de dólares del premio mayor, sino que también será la primera vez que Chile alcance el satélite natural.

Por Valentina Echeverría

Habrá 150 grados Celsius de temperatura, pero eso es parte del plan. El calor hará que se abran las patas del robot AngelicvM-1, que en su modo cerrado mide 10 x 10 x 10 centímetros. Las aspas dejarán de abrazar el cuerpo redondo y darán un giro de 180 grados, tomando la misma forma esférica, pero esta vez envolviendo la nada. Entonces las delgadas patas se moverán como una rueda y el AngelicvM-1 saldrá a recorrer la Luna, tomar fotos y grabar videos para intentar ganar una competencia. ¿Un gran triunfo? Sí. Pero depende de que antes otros fallen.

Si todos sale bien, se espera que la escena anterior ocurra a finales de 2014, cuando el equipo chileno AngelicvM envíe su robot a la superficie lunar en el contexto del concurso Google Lunar X Prize. El desafío consiste en lograr que un robot alcance el satélite, recorra al menos 500 metros y transmita a la Tierra imágenes HD y videos en tiempo real, antes de que termine el año 2014.

Los equipos que participan deben ser financiados al menos en un 90% con fondos privados y el primero que logre la misión ganará 20 millones de dólares. Además, hay tres premios menores: el segundo equipo en cumplir los objetivos ganará 5 millones de dólares y hay otros 4 millones para quienes cumplan misiones específicas, como detectar agua. También se entregará un millón de dólares al equipo que más promueva la diversidad en la exploración espacial. Los premios expirarán cuando algún equipo los gane, o después del 31 de diciembre de 2014.

El robot AngelicvM-1 es el único representante de Chile en esta competencia y viajará en un cohete del equipo norteamericano Earthrise, el que enviará a Sagan: su rover –o vehículo lunar– en el mismo cohete, el que saldrá primero a explorar la Luna. Para que los chilenos ganen la competencia no sólo tienen que llegar antes que los otros equipos y lograr que AngelicvM-1 cumpla su misión, sino que –además– deben esperar que Sagan falle.

Detrás del equipo nacional está AngelicvM Inversiones, dueña de la fundación AngelicvM y financista del proyecto, el que ha significado una inversión de cerca de 3 millones de dólares. 34 personas participan en el grupo de trabajo, de los cuales 22 son voluntarios. 15 trabajan desde la Universidad Austral en Puerto Montt: dos ingenieros informáticos, un ingeniero aeroespacial y doce estudiantes de informática. El resto –supervisores, encargados de áreas específicas y administradores– coordina los avances en Santiago y se comunican por teléfono, correo electrónico y Skype con el grupo en Puerto Montt.

Gerardo Rocha Haardt –hijo del fundador de la Universidad Santo Tomás, Gerardo Rocha Vera, protagonista del llamado “Caso Rocha” y muerto en 2008– es el presidente de la fundación AngelicvM. Como piloto de aviones, dice, siempre se ha sentido atraído por el tema aeroespacial y decidió subscribirse a un boletín informativo de la fundación X-Prize, el que promueve la competencia en distintos campos. Fue así como en 2007 se enteró de la carrera por llevar un robot a la Luna y decidió participar.

“Me pareció una aventura bien osada, es un desafío inmenso. Mi primera impresión fue ‘¿cómo vamos a hacer esto?’”, dice Benjamín Correa, director ejecutivo de la fundación. El equipo se inscribió el último día de plazo, el 31 de diciembre de 2010, tras pagar 50.000 dólares. Aportando su experiencia y contactos en el mundo aeroespacial, el candidato a astronauta chileno Klaus von Storch ayudó en el proceso.

34 personas trabajan en el desarrollo del AngelicvM-1.

Invitaron a todas las universidades del Consejo de Rectores a participar del proyecto y finalmente se incorporaron las universidades de Concepción, de Santiago (Usach) y Austral. La primera se encargó de la cohetería hasta que el equipo se dio cuenta de que no alcanzaban a desarrollar un cohete propio, por lo que decidieron contratar el servicio a los norteamericanos de Earthrise. La Usach trabajaba en el área de mecánica, pero finalmente abandonó el proyecto porque el trabajo de la Universidad de Concepción incluía el suyo. La tercera institución, la Austral, se mantiene hasta hoy trabajando en la robótica.

El profesor de la Universidad Austral Mauricio Henríquez diseñó un robot inspirado en insectos, imitándolos en la forma redonda del robot y sus patas delgadas y rápidas –las que serán construidas de litinol, un material inteligente que se expande con el calor–. En total, el AngelicvM-1 pesará un kilo y los chilenos deberán pagarle a Earthrise, la empresa que transportará al androide, 1,6 millones de dólares por ese peso. Las piezas se mandaron a fabricar a Francia pues, según el supervisor de proyectos del equipo Jorge Vidal, en Chile no existe la tecnología necesaria para desarrollar las partes. El ensamblaje de los fragmentos comenzará durante el segundo semestre de este año en un laboratorio aeroespacial que se construye en Curacaví. Ahí se fabricarán dos modelos iguales: uno para realizar pruebas y otro idéntico para ser enviado al espacio. Se espera que después de agosto de 2014 entreguen el AngelicvM-1 a Earthrise, para que despegue a la Luna en diciembre de ese año.

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En este momento hay 23 equipos participando en la competencia. Cuando se cerraron las inscripciones había diez más, pero tres de ellos se fusionaron y los restantes se bajaron de la carrera. Solo hay dos representantes de Latinoamérica: un equipo brasileño y AngelicvM. No se sabe de ninguno que planee despegar este año. Hay equipos que han atrasado su viaje, como los españoles de Barcelona Moon, quienes tenían planificado hacerlo en 2013, pero lo pospusieron un año.

La manera en que los distintos grupos se enteran de lo que están haciendo sus rivales es en los Summits: reuniones anuales donde los equipos, si quieren, muestran sus avances. Algunos son más crípticos y usan los diez minutos que tienen para contar historias o chistes, porque prefieren mantener en reserva el desarrollo de sus proyectos. El Summit 2013 se realizó en Chile el 3 y 4 de abril. Un grupo de participantes fue por el día a conocer Viña del Mar e hicieron caminatas en el Cajón del Maipo. Según el avance que vieron en la reunión, los chilenos piensan que están dentro de los cinco más adelantados.

A pesar de su optimismo, en AngelicvM dicen que no les preocupa perder la carrera. Lo que de verdad les importa es llegar a la Luna, porque, dicen, esa es su apuesta a largo plazo. Quieren insertar a Chile en el mundo aeroespacial y aprovechar la competencia para llevar “un mensaje de fe, de paz y de unidad”.
“No importa que no ganemos el premio, nuestro objetivo es colocar a Chile en la Luna”, comenta Jorge Vidal. Si lo logran, sería la primera vez que el país estaría representado en el satélite natural.

En Chile no hay una Agencia Espacial ni tampoco actividades estatales de fomento a la exploración en el espacio. La historia nacional en esta área es breve: el primer satélite chileno construido fue el FASat-Alfa, lanzado al espacio en 1995, pero una falla impidió que se separara del satélite ucraniano con el que viajaba. Tres años después, el FASat-Bravo se convirtió en el primer satélite chileno en orbitar la Tierra hasta 2001, cuando falló la batería y quedó inutilizable. El tercero fue llamado FASat-Charlie, se lanzó en 2011 y actualmente está operativo.

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El Summit 2012 de la Google Lunar X Prize se realizó en Washington DC. El equipo chileno fue el último en exponer. Los representantes eran Gerardo Rocha, Klaus von Storch y el jefe del desarrollo del rover, Mauricio Henríquez. Cuando empezaron a mostrar las imágenes del modelo de su robot, algunos competidores mostraron sorpresa. El grupo que se había inscrito el último día llevaba más avances que muchos de los presentes

“Los equipos de Estados Unidos son unos monstruos. Estamos compitiendo contra un Mercedes Benz y yo estoy acá partiendo con una Citroneta. Pero resulta que la Citroneta está avanzando”, asegura Jorge Vidal: algo parecido a la fábula de la liebre y la tortuga, pero en versión aeroespacial.

Sobre la autora: Valentina Echeverría González es alumna de quinto año de periodismo y este artículo corresponde a su trabajo en el curso Taller de Edición en Prensa Escrita, dictado por el profesor Rodrigo Cea.