Algunos dueños de talleres de bicicletas entienden que su trabajo es mucho más que un negocio. Por eso, en sus locales buscan desarrollar un sentido de pertenencia con el barrio que los acoge y, al mismo tiempo, promover la amistad con sus clientes.
Por Arístides Progulakis
Fachada de La Bicindad, ubicada en Maturana 579, en el Barrio Brasil.David Torres, de La Bicindad, tiene 30 años y además de mecánico es diseñador. En el barrio ha pintado más de 15 murales.“Este barrio es como mi pueblo. Tengo mi taller, conozco a gran parte de la gente y vivo por acá”, dice David Torres. En la foto, algunas de las herramientas de La Bicindad.Scarlette Torrealba tiene 24 años y estudia filosofía además de trabajar en La Bicindad. En la foto instala los rayos en la llanta de una bicicleta que arma.Al interior de la bicicletería Euskadi –ubicada cerca de la esquina de Ricardo Cumming con Erasmo Escala– también hay un taller de ropa y una “cocinería de sushi”.Camilo Hurtado, tiene 26 años y es licenciado en historia. Hace dos años trabaja a tiempo completo en el taller de Euskadi junto a Pedro Aguirre.La bicicletería Euskadi pretende transformarse en una cooperativa con socios que puedan ocupar libremente el espacio del taller. “Somos como un club de ciclismo. Incluso les enseñamos a arreglar las bicis”, cuenta Pedro Aguirre.“Antes que vender algo bonito, les aconsejamos llevar calidad”, dice Camilo que en la foto aparece revisando un sistema de frenos.En Matucana, a un par de cuadras de la Alameda, el taller Cycles Lagos aún no tiene un letrero más grande porque sus dueños no han conseguido la patente municipal.Alexander (21 años) y Juan Lagos (40) junto a la imagen de su padre, de quien heredaron el taller y el oficio. “Si alguien no queda conforme con el trabajo, lo hacemos de nuevo sin costo”, dice Alexander.
***
Sobre el autor: Arístides Progulakis es alumno de quinto año de Periodismo y este fotoreportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Fotografía Periodística, dictado por la profesora Consuelo Saavedra.
