Retrato de Pedro Lemebel dentro del libro escrito por Catalina Mena. Fotografías por María Esperanza Palma/Km Cero.

Pedro, seguimos conectados

Una conversación virtual que duró siete meses mostró el lado más íntimo de Pedro Lemebel. Cinco años después de Conversaciones por Chat, publicada en Revista Paula, la periodista Catalina Mena se vuelve a encontrar con la figura del escritor chileno, a través de un libro que lleva el nombre del fallecido cronista y que recopila los aspectos más excéntricos de su vida.

Por Antonia Di Filippo e Ignacia Munita

La relación entre Catalina Mena (53), periodista, y Pedro Lemebel, escritor, comenzó en tiempos de fragilidad. Aunque ambos tenían amigos en común y se movían por el mismo círculo, no se conocían. Eso hasta que en 2014, Catalina le mandó una solicitud de amistad por Facebook que dio paso a una relación de compañerismo y amistad, que duraría hasta la muerte de Lemebel en enero de 2015.

Este año Catalina Mena publicó un perfil de Pedro Lemebel para la editorial Hueders. Cuatro meses se demoró en sacar adelante un libro que mezcla la figura icónica del autor chileno con su arraigada marginalidad y fragmentos de sus libros más conocidos. Mena se dedicó a leer todo los textos relacionados con Lemebel y entrevistó a quienes formaban parte de su entorno más íntimo. Desde su casa en Providencia, relajada, cuenta sobre su relación con la Yegua del Apocalipsis y el proceso de creación del libro.

— ¿Cuál era tu aproximación a Lemebel antes de hacerse amigos?

— Sabía quién era, lo había visto desde mediados de los ochenta, que es cuando él funda, junto a Francisco Cazas, las Yeguas del Apocalipsis. Ahí él empezó a meter ruido y justo en ese tiempo comencé a participar de lo que era el mundo underground en dictadura. Comenzó todo un movimiento y habían muchas manifestaciones culturales que sucedían en el Trolley, en Matucana y otros espacios, por lo que las Yeguas andaban por ahí y nosotros las veíamos.

“Aprendí un poco de cómo él gestiona las contradicciones, cómo él se permitía ser católico, homosexual, comunista y le daba una coherencia. Yo creo que esa defensa de la contradicción es lo que nos hace humanos”, cuenta Mena sobre su visión de Lemebel.

— ¿Qué impresión te daba Pedro Lemebel?

— Yo le tenía un poco de miedo, porque su imagen era medio terrorífica y agresiva. Además, como era más chica, creo que no lograba entenderlo muy bien.

En la revista Paula, Catalina Mena desarrolló su carrera como periodista. Desde el medio le encargaron una entrevista con el reconocido cronista chileno, pero como había sufrido un cáncer a la laringe y estaba recién operado de las cuerdas vocales, Lemebel no quería hablar. “No, ¡qué morbo!, todos se van a reír de mi voz de Doctor Mortis”, recuerda Mena que le dijo Pedro. Así que ella tuvo que encontrar otro modo de llegar al a su fuente y así nació Conversaciones por Chat.

— ¿Por qué crees que quiso darte la entrevista?

— Yo creo que hubo algo bien azaroso ahí. Justo coincidió con un periodo mío muy solitario, en el que uno se mete más a redes sociales y andas un poco más sin planes, por decirlo de alguna manera. Yo le mandé una solicitud de amistad por Facebook y empezamos a chatear. Fue súper loca la situación. Estuvimos hartos meses así y comenzamos a formar una relación virtual. Yo creo que por el lado personal, quizás no habríamos sido amigos, no teníamos mucho por dónde. Pero él también se encontraba en un momento de fragilidad, había perdido la voz y estaba enfermo. Siento que hay una ley que se da cuando las personas están en momentos de debilidad, que les permite conectar y entenderse mejor.

— ¿Cómo decidiste escribir la entrevista?

— Al principio no sabía cómo lo iba a armar, pensaba en reproducir las caritas felices y esas cosas en la revista, pero finalmente quise darle un formato más tradicional. Igual se nota la diferencia con un diálogo en vivo. El chat es fragmentario, uno escribe, después hace una pausa y pone un oye, espérame, que me están tocando el timbre, pasa un rato y vuelves. Hay una serie de cortes y uno habla cosas sin importancia. No es como en una entrevista en vivo, en la que uno trata de ser inteligente o coherente. En el chat también salió mucho más la ternura de él, que yo no conocía. Lo encontré mucho más tierno de lo que yo creía. Además, no era egocéntrico, también me preguntaba por mí, le interesaban mis cosas, lo que yo le decía de mí. Entonces, en el fondo no fue una entrevista, sino que fue una conversación.

Cuando Catalina hizo el primer borrador de lo que publicaría, se lo mostró a Pedro. A él le gustó, lo editó y después de eso, se publicó. En 2015 el trabajo ganó el Premio Periodismo de Excelencia de la Universidad Alberto Hurtado en la categoría de entrevista y, a los cinco meses, Pedro Lemebel falleció. Para la autora este reconocimiento fue muy significativo. “Son cosas que no te pasan mucho en el periodismo, que es un trabajo más de frustraciones que de alegrías. Es tan árido y mal pagado y uno se saca la cresta. En este caso algo funcionó y fue importante para mi carrera”, confiesa.

Fragmento de “Conversaciones por Chat”, Revista Paula, 2014

¿Cómo te has sentido hoy?
Gracias a que he estado atenta, estoy viva. Ahora entro a la quimio, la kimono. ¿Sabes que una amiga loca me decía el otro día: “¿Cuándo te vas a hacer la kimono?”? Y yo no lo entendía. Era la quimio, pos niña. Y la loca le puso así para desactivar la violencia del tratamiento. Encontré tan lindo eso. ¿No lo encontrái así, muñeca?

De una manera creativa tu amiga lo desecha, pero, por otro lado, está negando lo heavy que es.
Mira teresiana, no es tan fuerte. Tampoco el cáncer es tan dramático, ahora es más popular, de cada 10 personas tres tienen a un conocido con esta enfermedad. También la medicina es mejor que hace 10 años y más efectiva. Ya. Sin querer llegamos al tema escabroso. Pero bueno, es así. Ya. Se me quitó el humor. Esto no es como el sida, que le lleva reggaetón. Esto hay que hablarlo con música de Wagner. Hay gente que me dice que tengo que dar la batalla. Que hay que pelearla. Esas frases bélicas a mí me cargan. ¿Viste que como dice la Susan Sontag la medicina usa ese lenguaje de guerra? Yo no lo uso, simplemente me trato. Yo lo contengo, lo evaporo. Y espero salir bien de esta experiencia límite. Como ha sido toda mi vida. Si no me mató la dictadura ni me mataron los cafiches malandras que enredé en mis sábanas, ni me mataron los amantes delincuentes de una noche, no me va a matar esto. Creo ser fuertona. Bastante fuertonga, dijo la loca. Y lo otro es que el cáncer es para los ricos. ¿Viste lo caro que es? Cada veinte días tengo que tener un palo y medio. Es más caro que ponerte tetas. O sea, niña, mi cancerito de laringe no está en el auge, ¿cachái?

Igual das la batalla, aunque no te guste la palabra y aunque digas que no eres feliz.
No poh. Yo nunca fui feliz. A mí nadie me quiso, pero el amor ya no me importa porque como torta. De marihuana jajá.

Porque eres pesado. Pateador de perra.
Un poco. ¿Y bosnia?, Oye ¿por qué se patea a la perra y no al perro? Eso es misógino. Pobre perra.

Hasta ahora te tenía terror. Pensaba que eras demasiado heavy metal.
Quizás lo fui. O era un chico solo frente al mar humano y no me quedaba otra que escupir ese paisaje de familia feliz. Me acuerdo de Peter Pan espiando por la ventana a la familia de Wendy, viendo la única felicidad que le sería negada para siempre.

¿Entonces no se trata de ser feliz, sino de vivir nomás?
Si te refieres a la intensidad, sí. Pero ahora no puedo ni tomar copete ni drogas, no tengo intensidades fácticas. Cuando escribí Adiós Mariquita linda fue en plena época carretera. Y una señora me dijo un día: “Oiga, usted en este libro siempre está curado o volado”. Y era cierto, todo ese tiempo fue de una farra memorable. Ahora me interesa más el ayahuasca. Un tema, un temazo. Yo le digo “la náusea celestial”. Es fuerte la cosa. Y es sagrada.

Piquero literario

El libro cuesta $9000 y es de la colección Hueders Chilenos.

Un año después de la muerte del autor chileno, la editorial Hueders contactó a Catalina y le encargaron un perfil para una nueva colección llamada Hueders Chilenos. En un principio, le pidieron que escribiera sobre Roberto Matta, pero ella quiso proponer a Pedro Lemebel. “Matta era un personaje demasiado oficial, así que preferí a Lemebel, que aún era material valioso y al que se le podía sacar provecho”, relata. La editorial aceptó la propuesta y ella se dispuso a investigar. “Era la primera vez que escribía algo tan largo, aparte estaba acostumbrada a formatos más breves y textos de ensayo”, cuenta. Con una voz suave y pausada, con la mirada calma y las manos sobre su pelo, habla sobre la producción de su libro.

Llama la atención que el libro tiene solo 62 páginas. ¿Por qué tomaste esta decisión?

— La primera versión del libro era tres veces más larga, pero me pidieron algo pequeño y entonces lo achiqué, tuve que seleccionar. Es verdad que un libro más gordo es como más rimbombante y este se ve como un librito, no más — asoma una sonrisa — . Pero la verdad es que encuentro que puede llegar a ser aburrido. A mí me gusta la síntesis y en mi profesión uno desarrolla la capacidad de apretar. Además, traté de no emitir juicios y no escribir desde mí, quería desaparecer lo más posible. Mi intención siempre fue hacerlo mediatizado, como si fuera una película. Creo que esto falta en el periodismo, la observación, más que estar uno dirigiendo y manipulando la narración, y eso apliqué en este libro. Yo no tengo pretensiones de escritora ni de nada. Esto es como un reportaje, pero más grande no más.

“Siento que hay una ley que se da cuando las personas están en momentos de debilidad, que les permite conectar y entenderse mejor”, dice Catalina.

— En torno al proceso de investigación. ¿Cuánto tiempo te llevó? ¿Qué dificultades tuviste?

— Debo haber entrevistado a unas 20 personas, no tantas. Estuve haciendo el perfil como cuatro meses, pero no me dedicaba solamente a eso, igual estaba trabajando en otras cosas. Lo primero que hice fue la documentación, leer todo lo que se ha escrito sobre él. También todos sus libros y artículos, así que fue un reporteo mucho más grande, porque era la primera vez que escribía algo tan largo y en eso estuve como dos meses. Después me centré en las entrevistas, que fue complicado, porque de repente no me las daban. La familia de Pedro, por ejemplo, nunca me pescó, no pude hablar con ellos.

En tu libro hablas de que hay “Lemebelitos” o personas que han adoptado la manera de escribir de Lemebel. ¿A ti te pasó eso?

— La manera de escribir no. Pero sí aprendí un poco de cómo él gestiona las contradicciones, cómo él se permitía ser católico, homosexual, comunista y le daba una coherencia. Yo creo que esa defensa de la contradicción es lo que nos hace humanos, porque todos tenemos esas paradojas. Uno puede decir soy feminista y a la vez ser más convencional y esa es la tesis que traspasa mi mirada sobre Lemebel. Comprender esto, nos hace más libres hacia nosotros mismos y también hacia los demás. A su vez, está relacionado con el amor, con el vínculo, con poder relacionarte con la diferencia, aceptar la diversidad y no ser tan dogmáticos.

— ¿Qué fue lo que más te costó del libro?

— Lo que más me costó fue hacer la estructura. No tenía mucha experiencia haciendo perfiles, pero fue un aprendizaje. Lo que tenía claro era que no quería hacer algo cronológico, desde el día en que nació hasta el día en que murió. Sin embargo, para darle sentido, sí tenía que haber una cierta cronología y esta debía cruzarse con otros temas. A esto se le sumaba que yo quería expresar una idea que atravesara todo el texto, que es la de Lemebel como un best seller marginal. Tenía mucha información, así que hice lo que en arte es conocido como matar la tela y sin mucho pensar, me puse a escribir para no ahogarme en ese abismo que es la tela en blanco. Recuerdo que tenía una línea continua, de la cual salían varios subtemas. A mí me sirvió tirar todo el material en una mesa para ir sacando pedazos de un papel e ir pegándolo con scotch en otro, y así ir armando el libro.

Catalina tiene ganas de seguir escribiendo. Una expresión de intriga y secreto se apodera de su rostro, y cuenta que en el futuro planea escribir otra biografía, esta vez acerca de Sergio Larraín, reconocido fotógrafo chileno que estuvo en la agencia Magnum, por encargo de la editorial de la Universidad Diego Portales.

Sobre la autora: Antonia Di Filippoes estudiante de Periodismo y escribió este reportaje como parte parte de su práctica interna en Km Cero. La coautora fue Ignacia Munita en el Taller de Edición en Prensa, y fue editado por Trinidad Rojas como editora de Km Cero.