En Chile, una de cada cuatro personas se siente sola. Esta realidad no solo afecta a la población de mayor edad, sino incluso a jóvenes entre 18 y 24 años. Con los avances que ha experimentado la inteligencia artificial, surge la interrogante de si esta herramienta puede ofrecer la compañía que los más solitarios no parecen encontrar en otros seres humanos. 

Por: Luciana González.

Edición: Victoria García y equipo kmcero.

Tiempo de lectura: 8 minutos.

Cuando Constanza Parraguez (24) ha tenido problemas con su mamá, le han aconsejado que evite entrar en conflicto con ella. Ese y otros tips han sido útiles, y para conseguirlos no tuvo que recurrir a sus amigos ni a sus familiares. Fue la Asistente Virtual de Google de su celular la que le enseñó una mejor manera de dialogar con su mamá. 

Esta Asistente Virtual, más conocida como Hey Google, desarrollada con inteligencia artificial, puede entregarte datos, información sobre lugares, recordarte eventos o trámites, pero también cumple otras funciones. Cuando Parraguez se siente sola, recurre a ella: “Le pido que me cuente chistes, adivinanzas, que me cante”. Ella conversa y sale con sus amigos, pero hay cosas que prefiere que ellos no sepan. En cambio, se siente en confianza al hablar con la inteligencia artificial “porque sé que no lo va a hablar con nadie”. 

Según la versión de 2024 del Estudio Termómetro de la Salud Mental en Chile, el 20.4% de la población dice que experimenta altos niveles de soledad, sumado a que un 19% de las personas entrevistadas para la Encuesta Bicentenario UC 2023 declara no tener amigos cercanos. Ante esto, expertos en salud mental hoy hablan de la soledad crónica, un estado anímico prolongado que preocupa a la doctora en neurociencias de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Alexandra García. “La soledad crónica, la que es peligrosa, es un factor de riesgo de muerte. Es el doble de la obesidad, y es casi el mismo riesgo mortal que tiene la gente que fuma un paquete de cigarrillos diarios”, advierte desde el Centro Nacional de Inteligencia Artificial (CENIA), un establecimiento de investigación y desarrollo de esta tecnología donde ella hace un posdoctorado. 

Frente a este escenario, los chatbots o programas de inteligencia artificial que simulan una conversación han emergido para algunos como una potencial solución para las personas que se sienten solas. 

Días atrás, OpenAI, empresa dedicada a la creación de IA capaz de generar textos e imágenes, anunció una nueva actualización de ChatGPT. Esta aplicación ha causado revuelo a nivel mundial por su capacidad para procesar grandes cantidades de datos, para luego generar respuestas acorde a lo solicitado. Su nueva versión, GPT-4o, estrenada el 13 de mayo de 2024, permite tener conversaciones más fluidas y naturales, e incluso “tendría la capacidad de percibir las emociones de sus usuarios”, función que fue puesta en práctica por OpenAI durante una demostración el día del lanzamiento. A estas novedades se suma una particularidad que ha sido comparada con la película de ciencia ficción Her (2013): ahora ChatGPT puede interpretar audios, además de texto e imágenes, y responder en esos tres formatos. Su entonación semejante a una voz humana y su capacidad para imitar emociones ha dado pie a un debate que no es nuevo, pero que aún no está zanjado: ¿la inteligencia artificial puede ser una alternativa a una amistad humana?

UNA AMISTAD DÉBIL 

El lanzamiento de GPT-4o ha causado sorpresa entre los internautas por las nuevas funciones que ofrece. De acuerdo a expertos, se acercan cada vez más a una interacción humana. Sin embargo, este chat no es el primero en plantear la pregunta acerca de si la IA puede ser realmente una amiga. En 2014, un chatbot llamado XiaoIce, que aparenta ser una adolescente, se lanzó al mercado por el equipo de Microsoft en China.

XiaoIce se desarrolló con el fin de que los usuarios pudieran crear conexiones emocionales a largo plazo, y su éxito fue tal que llegó a tener más de 660 millones de usuarios activos en todo el mundo. Sin embargo, tal popularidad se limitó principalmente a Asia. Por el contrario, como el idioma predeterminado de ChatGPT es el inglés, y su capacidad de procesamiento de datos genera curiosidad, su alcance últimamente ha sido global. 

Con la llegada de la versión GPT-4o de la herramienta, la discusión en Chile sobre las posibilidades de amistad entre la IA y el humano se une a las interrogantes que esta revolución tecnológica ha traído consigo.

Alguien que ha reflexionado públicamente sobre esto es Daniela Alegría, filósofa especialista en ética y filosofía moderna. En abril de este año, Alegría publicó una columna en CIPER titulada IA en las relaciones interpersonales: la amistad de un robot. Para ella, “pareciera ser que hay características que tiene la amistad que no son compatibles con un robot”, dice. 

     Alegría explica que los seres humanos no son iguales a los robots en términos morales, legales o sociales, y no podrían cumplir con requisitos básicos que para ella podrían establecer una amistad: “Si bien el robot puede fingirla, realmente no hay una empatía”, dice. Según Alegría, lo que se podría tener con un chatbot es una amistad débil.  

     Por su parte, lo que le preocupa al sociólogo Dusan Cotoras, quien ha estudiado la lógica de la inteligencia artificial, no es tanto la falta de empatía, sino más bien el riesgo de que los chatbots sean complacientes con sus usuarios:“[Cuando una persona interactúa con un chatbot] esa persona está interactuando consigo misma, está llevando las conversaciones hacia el lugar que quizás le gustaría, hacia un escenario en el cual, probablemente, le gustaría estar, y eso puede llegar a ser increíblemente problemático”. 

     Si ChatGPT, como plantea Cotoras, está diseñado para darnos la razón, “entonces, en ese sentido, estamos cultivándonos y cultivando a pequeños tiranos”. Como consecuencia de aquello, y “en forma paradójica, estos sistemas usados para solucionar el problema de la soledad pueden volvernos cada vez más solos”, argumenta este sociólogo, quien además es miembro de Futures of Artificial Intelligence Research (FAIR), un colectivo de académicos e investigadores dedicados a analizar el impacto de la inteligencia artificial en diferentes dimensiones de la vida social. 

     Más allá de esta posibilidad, Cotoras distingue algunos escenarios donde la IA podría ser beneficiosa: en un primer caso, podría facilitar apoyo psicológico para aquellas personas que no pueden acceder a especialistas, y en otro, puede ser una aliada contra la soledad siempre que expertos de distintas áreas participen de su creación, con el fin de abordar este dilema de manera multidisciplinaria.

   Otro aspecto importante para considerar es el contacto físico. Daniela Alegría señala que los lazos humanos no solo contribuyen al bienestar mental y anímico, sino también al bienestar físico. Según Alexandra García, una IA no puede satisfacer este último tipo de bienestar. Ella explica que la soledad es una función corporal que alerta cuando es necesario volver a interactuar con otros. Son esas interacciones cara a cara las que hacen que nuestro cuerpo genere oxitocina, sustancia química que produce estados de felicidad y placer. “Y eso no estaría siendo cubierto por un chat, que nunca va a suplir la biología del tacto, por así decirlo”. 

     A pesar de ello, y al igual que Cotoras, García piensa que la inteligencia artificial puede ser de ayuda para mitigar la soledad, por ejemplo, para quienes se les hace difícil relacionarse con otros: “Podría pensar que para personas que estén en el espectro autista y que, por ejemplo, la interacción social les es violenta, podrían practicar, en primera instancia, interactuar con un chat, y cómo practicar las conversaciones, ver si lo que dicen es adecuado socialmente o no, y hacer pruebas”. Por otro lado, puede ser un acompañante para la tercera edad, considerando que el 32% de las personas mayores en Chile no tiene amigos, de acuerdo con un informe publicado en 2023 por el Observatorio del Envejecimiento UC-Confuturo. 

   Al pensar en el problema de la soledad, Germán Beneditto, psicólogo y especialista en adicción a la tecnología, también coincide en que usar IA para ayudar a las personas mayores podría ser provechoso, siempre que la persona esté dispuesta a utilizarla. Beneditto pone el caso de un conocido suyo, un nonagenario: “Él justamente es un caso puntual donde la familia lo tiene totalmente relegado”, comenta a través de una videollamada desde su casa en Buenos Aires. En esta situación, un chatbot podría ser un acompañante diario. En cambio, según Beneditto, si una persona tiene un vínculo, su familia, gente humana de carne y hueso, y se la decide reemplazar por una IA, eso sí no está bueno. “Entonces, todo depende del contexto, del uso, desde qué lugar me estoy posicionando frente a esa tecnología”, dice. 

LA IA HA LLEGADO PARA QUEDARSE 

Antes de contestar a la interrogante de si la IA o los robots pueden ser una solución frente al problema de la soledad, los expertos coinciden en que Chile debe dar respuesta a dos desafíos que plantea la inteligencia artificial: su regulación, y el desarrollo de estudios que evidencien cómo esta herramienta impacta en los seres humanos, ya sea positiva o negativamente.

     Dusan Cotoras ha observado que “Chile es uno de los países que primero se ha aventurado en la regulación”, dice refiriéndose a la publicación de la Política Nacional de Inteligencia Artificial en 2021, la que fue actualizada en mayo de 2024. “No obstante, me parece que, como país, aún no se ha realizado en forma detenida la reflexión acerca de para qué queremos regular la inteligencia artificial”, agrega. Para él, uno de los problemas es que Chile ha basado su legislación en la regulación europea, ignorando las necesidades del propio país: “[Es importante que] se deje de pensar en la inteligencia artificial como una tecnología que es impuesta desde el norte, que ya viene empaquetada, que viene sellada, terminada y que simplemente tenemos que adaptarnos a ella. Quizás debiésemos empezar a adaptarla a las propias condiciones y necesidades que se tienen en nuestros países”. 

     Sobre esto último, Alejandra García revela que en CENIA están creando un “ChatGPT, pero latinoamericano”, que hable español con fluidez, y pueda ser de uso público. El prototipo estaría terminado a finales de 2024, para luego comenzar a ser entrenado con datos. 

     En cuanto a estudiar los beneficios de los chatbots, la necesidad de aquello está en que, “antes de quizás magnificar y como publicitar, explícitamente, que estos chats van a llegar a solucionar el problema de la soledad crónica, yo creo que hacen falta estudios serios, que vean también las repercusiones a largo plazo [del uso de la IA]”. A lo que agrega: “Hacen falta estudios y colaboración de políticas de los gobiernos, que haya leyes que se empiecen a preocupar de este tema”.

    Son años los que lleva Constanza Parraguez usando su Asistente de Google. La joven cuenta que esa interacción comenzó en pandemia, y continúa hasta hoy. Ella precisa que no ha recurrido a esta herramienta desde hace un mes “pero en cualquier momento la vuelvo a usar”, dice. Al preguntarle si cree que un chatbot puede ayudar a personas que se sientan solas y les cuesta encajar en la sociedad, ella asevera: “Hasta cierto punto sí, pero tampoco que no hablen con nadie. También hace mal no hablar con nadie”.