Los estudiantes que querían cambiar Chile (y por qué creen que su papel en la nueva discusión constitucional no debe ser secundario)
Se esperaba que 2022 fuera clave para resolver las demandas que movilizaron a miles de chilenos en 2019 con el estallido social. Pero el año pasado terminó sin una nueva Constitución y el 2023 comenzó con otro proceso. Un grupo de ex secundarios, que estuvo tras las protestas mil días atrás, repasa su camino y se refiere al futuro trazado hoy ante un nuevo proyecto constitucional.

Por Sofia Campos Hernández @sofiacamposh
8 minutos de lectura ⏰
La demanda por una nueva Constitución fue una de las principales razones por la que miles de chilenos se movilizaron en octubre de 2019. Sin embargo, terminó 2022 y Chile siguió sin una carta magna renovada.
El mismo Presidente Gabriel Boric mencionó semanas atrás: “no podemos seguir dilatando más la discusión constituyente. Nuestra patria, nuestros ciudadanos, requieren certezas, y la verdad es que la negociación constitucional entre los partidos se está extendiendo más de la cuenta”.
Tras más de 100 días de discusiones entre fuerzas políticas por un nuevo proceso constituyente, de acuerdo a lo estipulado, el 12 de diciembre se llegó al “Acuerdo por Chile”, en el que se definió un Consejo Constitucional con 50 integrantes electos por la ciudadanía, un Comité de 24 expertos y una hoja de ruta para el nuevo proceso constituyente.
Una propuesta distinta a lo que votó la ciudadanía al inicio del proceso, que se manifestó a favor de una Asamblea Constituyente compuesta por miembros elegidos democráticamente por voto popular, pero cuyo proyecto fue rechazado en un plebiscito ciudadano en septiembre pasado.
Los ahora ex secundarios que dieron paso a las movilizaciones del estallido social por medio de evasiones masivas fueron invadidos por una “desilusión” debido al fallido proceso.
Hoy sienten que mucho por lo que lucharon se diluyó cuando la ciudadanía votó Rechazo. Sin embargo, creen que su papel para que el país llegara hasta aquí no fue secundario. “Creo que toda la reactivación política de vuelta a la democracia se debe a los movimientos de los estudiantes. Ellos fueron los primeros en alzarse en contra de las normas y en contra del sistema y dieron paso a nuevos procesos como agentes de cambio”, dice David Morales (21), quien en 2019 era estudiante del Liceo José Victorino Lastarria y hoy es alumno de tercer año de Sociología en la Universidad de Chile.
Coincide Catalina Alegría (20), estudiante de Tecnología Médica en la Universidad Diego Portales y exalumna de tercero medio del Liceo Nº1 Javiera Carrera en 2019, quien participó de las manifestaciones. Según ella, los estudiantes siempre han sido “más arriesgados”.
“Ven las cosas desde un punto de vista distinto en comparación a una persona adulta”, dice. “(Los estudiantes) son los principales responsables de los cambios que se hicieron y que se van a generar en la sociedad”.
“Que la ciudadanía participe y sea realmente informada”
Si bien David Morales quiere que se cambie la Constitución del país, no apoya el mecanismo que plantea el “Acuerdo por Chile” para conseguirlo. Él defiende la idea de un organismo 100% elegido por votación popular. Además, insiste en la importancia de que la ciudadanía y quienes participen del órgano redactor no olviden su estrecho compromiso con el cambio social: “En este segundo proceso constitucional no (debería) faltar el involucramiento popular, y cuando digo popular me refiero a la totalidad de la población del país. Al fin y al cabo, este proceso concierne a toda alma que se encuentre habitando el territorio nacional”, menciona.
“La Constitución es algo que va a regir para todos y si no se considera a la totalidad de la población va a ser súper difícil que cumpla su función y, a la vez, sea equitativa para todos”, complementa Catalina Alegría. “Además, para que realmente sea un proceso democrático tiene que haber involucramiento popular y existir instancias en donde la ciudadanía participe y sea realmente informada”.
El sentimiento de desilusión durante 2022 también invadió a Maximiliano Ormeño (21), estudiante de tercer año de Ingeniería en Robótica en la Universidad Católica y ex alumno del Instituto Nacional. Ormeño cuenta que “al principio sí pensaba que iban a cambiar las cosas. Cuando se empezó a hablar de la nueva Constitución y de la Asamblea (Constituyente), uno sí tenía hartas esperanzas de que se iban a hacer bien”. Incluso, siguió de cerca todo el proceso constituyente, pero fue perdiendo la fe en el camino.
Tras la desilusión espera haya una lección, lo que hace que mire con esperanza lo que sigue para Chile en la redacción de su Constitución: “Espero que se haya aprendido de los errores ocurridos en el proceso anterior para no volver a caer en los mismos problemas. Sin embargo, esa confianza va a depender mucho de las decisiones que se tomen en cuanto a los expertos designados y en cómo quede conformado el grupo de los 50 electos”, menciona Ormeño.
Matías Rodríguez (20), ex alumno del Instituto Nacional y quien ahora estudia Ingeniería Eléctrica en la Universidad Técnica Federico Santa María, confiesa que en el estallido se dio “un sentimiento de unidad que fue desapareciendo con el tiempo con el tema del Apruebo y el Rechazo”, lo cual también impulsó su decisión de no interesarse en la política actual.
El pasado 18 de octubre se cumplieron tres años desde que ocurrió el denominado estallido social en Chile. Si bien hubo protestas de conmemoración en distintos puntos del país, no guarda relación con lo que Ormeño recuerda ocurrió en 2019.
En octubre de 2020, la encuesta Pulso Ciudadano de Activa Research reveló que 41,8% de los encuestados percibía que los estudiantes secundarios y universitarios habían sido responsables de la planificación del 18O.
Cuando a Ormeño le preguntan por qué cree que el movimiento secundario por el alza de los 30 pesos gatilló el estallido y, con ello, el proyecto de una nueva Constitución, dice que la clave fue converger con la ciudadanía. “Se sentía con fuerza la valentía de que podíamos hacer algo por cuenta propia”, cuenta.
Aunque en la actualidad no está involucrada en temas relacionados a la política social, Catalina Alegría sí tiene una política personal incentivada por el 18O. Hoy es “mucho más selectiva” con quienes componen su círculo cercano y evita tener roces valóricos con quienes se desenvuelven en su mismo ambiente. Además, cuenta que esto la motivó a “debatir mucho más de lo normal porque toda la gente se volvió más consciente de lo que ocurría en el país”. Alegría cuenta que su principal conflicto en la lucha estudiantil previa al estallido fue que, como a los escolares no les subieron el pasaje del metro, había gente que decía “¿para qué se movilizan si no les afecta a ustedes?”. Era percibida solo como “estudiante y chica”, invalidando sus motivos de movilización en 2019.
Algo todavía más específico dice haber experimentado Millaray Caquilpan (19), alumna en 2019 del Colegio Excelsior y actualmente estudiante de Derecho en la Universidad Diego Portales. Asegura que, en su colegio mixto, un profesor la hizo sentirse en desventaja por ser estudiante, pero también por ser mujer: “Decía que éramos muy chicas, que hablábamos demás y que no sabíamos el impacto que podía causar. Eso solo ocurría con las que éramos mujeres y no con el resto de los compañeros”.
Catalina Alegría cree que el camino trazado por los secundarios fue clave para haber llegado hasta aquí. Por lo mismo, ante el nuevo proyecto constitucional cree que es fundamental que no se pierdan de vista los reales motivos por los que la gente se manifestó en 2019. “En el proceso anterior veíamos que los constituyentes velaban por lo que les convenía a ellos y no descifraban lo que necesitaba la población. Ahora deben tener en cuenta a la ciudadanía y no perder de nuevo el sentido social”, menciona.
“Cicatrizar las heridas abiertas que tienen los ciudadanos de Chile”
A David Morales, el 18O lo llevó a cambiar su hoja de ruta y decidir estudiar Sociología y dejar de lado Psicología.
“Me tomó fuerte el debate interno de ¿para qué sirve ayudar a una persona individualmente cuando la sociedad entera genera un contexto para que las personas se sientan mal y se produzcan este tipo de situaciones? El estallido fue un empujoncito más en esa dirección, porque ciertamente fue un fenómeno social de gran envergadura y eso me motivó a estudiar las relaciones humanas”.
Pero para Morales hubo situaciones que a los secundarios se les fueron de las manos y no beneficiaron para nada el movimiento. Aunque no participó de ellas, situaciones como “el que baila, pasa” (que consistían en cortar una calle e impedir el paso de vehículos para que quien los conducía se bajara y bailara con los manifestantes) son de las que Morales cree que le hicieron un flaco favor a la notoriedad y voz que podían alcanzar como movimiento.
“Con la maduración del movimiento y la mía propia, llegué a la conclusión de que no hay mucho bien que pueda salir de una acción en que terminas perjudicando al propio pueblo”, dice. “Si hubiéramos direccionado mejor ciertas situaciones, nos podrían haber servido para reivindicar todas las luchas que se estaban alzando en la calle, pero había situaciones donde nos dejamos llevar por el furor del momento e hicieron perder peso al movimiento”, confiesa. Por ejemplo, la destrucción de indumentaria y transporte públicos que, dice, fueron “la punta de la lanza” con la que el “octubrismo” es hoy recordado con una idea de violencia desenfrenada.
Catalina Alegría cree que fueron totalmente innecesarios los saqueos a los almacenes pequeños: “Eran personas que realmente les costaba mantener su trabajo y comprar su mercadería para venderla”, dice. Y agrega: “Todos quienes participamos en marchas hemos visto cómo los que realmente van por la causa pelean con quienes van a destrozar todo. Obviamente defienden cuidar las cosas, porque (destruir) no es nuestro motivo”.
“En las evasiones masivas se destrozaban lugares públicos como la infraestructura de los metros, que solo los frecuentaban las clases media y baja. Si yo tuviera que cambiar algo de las movilizaciones, es que no se habría perjudicado a nuestra propia clase”, dice Felipe Carrasco (21) quien hasta hace poco estudiaba Licenciatura en Física en la Universidad de Chile y recién acaba de recibir los resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES).
Con el tiempo, el estallido ha pasado a ser un recuerdo para los estudiantes. “Es loco ver a la distancia todo lo que generaron las manifestaciones estudiantiles”, añade Carrasco, para quien las movilizaciones pingüinas se caracterizaban por ser protestas contra problemas que aquejaban netamente a los secundarios. Sin embargo, en las que generaron el estallido la demanda “no era algo solo de los secundarios, sino que era un tema que le afectaba a todos los que ocupaban el transporte público”, dice el estudiante.
Si bien para Carrasco el pasado rechazo al proyecto constitucional todavía es como una derrota propia, sí cree que hoy “las élites saben que nosotros queremos cambios y tal vez se puedan conseguir”.
Catalina Alegría cree que ad-portas de la nueva etapa, lo más importante es la transparencia del proceso.
“(Es importante) que todos reciban la información como corresponde y que las campañas sean limpias. También sancionar y corregir la información que es falsa porque la gente se rige fácilmente por eso”, finaliza.
Para Carrasco, la participación de expertos es lo que brindará solidez al nuevo proceso constituyente “siempre y cuando la ciudadanía esté presente dando su voz, para que no sea una propuesta constitucional redactada solo por los políticos de siempre o expertos”, dice el ex secundario. “Sino que sea hecho por y para la población y que ayude a cicatrizar las heridas abiertas que tienen los ciudadanos de Chile”.