La metamorfosis de un jardín en la boca del metro

Tras el estallido social, en la que era la salida principal de la estación de metro Baquedano surgió el “Jardín de la Resistencia”, un lugar de reunión apodado así por sus visitantes esporádicos: algunos vecinos y protestantes. Aunque sus flores, tocatas y muros de consignas intenten mantener la revuelta encendida, su destino es incierto tras el reciente anuncio de las primeras excavaciones de la línea 7.

Por Catalina Córdova @catacocoo, Amanda Contreras @amand4.c0m, Francisca Cares @whocaresfran y Sofía Salvo @_solfia

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Dos grúas, un general ausente y una rotonda que podría dejar de existir. A casi tres años del estallido social, la Plaza Italia todavía es una pregunta abierta.

Si volverá el General Baquedano no se sabe. Mientras tanto, reposa con su caballo Diamante en el patio del Museo Histórico y Militar. Su plinto debería trasladarse también.

En cambio, por una orilla ya se asoma el nuevo proyecto del eje Alameda-Providencia. Metro de Santiago comenzó a trabajar en las obras de la línea 7, a la vez que mantiene cerrada la entrada que da a Vicuña Mackenna con la Alameda.

Semanas atrás, se anunció un plan de recuperación de fachadas de la zona cero y alrededores. Impulsado por las alcaldesas de Santiago y Providencia, Irací Hassler y Evelyn Matthei, en conjunto con el subsecretario de Desarrollo Regional y Administrativo, Nicolás Cataldo, busca mejorar y restaurar los espacios urbanos aledaños a la Plaza Italia.

Ambos anuncios podrían implicar que la plaza más icónica de Santiago ya no fuera la misma de antes. Y que la salida principal de la estación de metro Baquedano, la plaza hundida de Plaza Italia, desaparezca.

En ese zócalo ha emergido el “Jardín de la Resistencia”, un espacio ciudadano que así han denominado sus visitantes (algunos vecinos y protestantes) que han hecho lo posible por mantener encendido ahí el verano antes de la pandemia: como si fueran a sonar arriba las batucadas y las consignas de las marchas.

En los muros se leen mensajes como “Camarada, la poesía es todo lo que se define con la palabra revolución”, en letras pequeñas. “Ni un paso atrás, la lucha continúa”, en rojo y negro. “Somos naturaleza resistente”, en azul oscuro. “Que la lucha tiene sentido cuando palpita en las venas”, color rosado.

Pero no hay nadie.

En cambio, están los cactus. También los rayitos de sol. Cuidadosamente ordenados en filas, intercalados con banderas mapuches y rodeados de piedras, están los cardenales que siguen plantados en la orilla. El lugar está limpio y banderines de colores se mueven con el viento.

El “Jardín de la Resistencia” comenzó a funcionar en enero de 2020 y fue un proyecto del Cabildo Barrio Seminario, conformado por un grupo de vecinos de Providencia que se reunía cada sábado en plaza Bernarda Morín (entre Condell y Salvador). Tras barajar distintas locaciones, optaron por este lugar por lo céntrico: allí instalaron plantas nativas y les pusieron pequeños carteles con los nombres de las personas fallecidas durante la revuelta para honrarlos. Con el tiempo, se organizaron para mantenerlo limpio y gestionar el regado con agua proporcionada por Prosit, una fuente de soda aledaña al lugar. De a poco empezó a llegar gente a participar.

Hoy siguen manteniéndolo, aunque lo hacen de modo más esporádico. Al lugar también llegan visitantes de distintos lados de Santiago, de todas las edades, que se conocieron en las manifestaciones, compartieron barricadas, historias y ollas comunes.

Javiera Delaunoy, paisajista, vecina del lugar y miembro del Cabildo Barrio Seminario, cuenta que este jardín surgió para “traer la naturaleza a las movilizaciones” y también para homenajear a las víctimas del estallido.

“Quisimos hacer un lugar de memoria, que el jardín fuera testigo de todo lo que estaba ocurriendo, desde los abusos hasta las demandas. Pero nuestro foco era sobre todo el tema de la naturaleza”, dice. “Parte de las principales demandas fueron medioambientales, estaban muy a flor de piel, y nos parecía que traer la naturaleza al centro de las movilizaciones era algo super simbólico y de alto impacto”.

“Queremos que las plantas echen raíces, convirtiéndose en un espacio donde se genere un lugar de memoria mucho más arraigado”, agrega el antropólogo y fotógrafo José Aguilera quien ha tomado registro de este jardín desde que comenzó a crecer.

“Sometido al dominio de lo público”

Sin un público fijo en el sector, hoy el apodado “Jardín de la Resistencia” es un lugar abierto: cualquiera puede visitarlo.

El surgimiento de este espacio no es del todo espontáneo, de acuerdo a la paisajista Javiera Delaunoy. La integrante del Cabildo Barrio Seminario dice que este lugar está inspirado en los “guerrilla gardening” (agricultura de guerrilla), movimiento ciudadano surgido en los 70 en Nueva York que por medio de la plantación de flores y/o vegetales en zonas abandonadas, no permitidas o públicas, tuvo propósitos políticos y activistas.

“(El origen del jardín está en) la acción de no tener que pedir autorización a nadie, de llegar, de actuar en el territorio y agregar naturaleza a la ciudad”, cuenta Delaunoy.

Mónica Vargas, doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, plantea que los jardines en la ciudad “responden a la idea de tomarse los lugares públicos para construir íconos de un espacio protegido de reunión y vínculo de la ciudadanía. Está la necesidad de volver a lo natural y al encuentro”.

Sin embargo, el perfil de Instagram @jardindelaresistencia da ciertas pistas de cómo su funcionamiento ha decaído en el tiempo: En el pasado, las consignas políticas también habían sido escritas en lienzos y en bastidores de madera y los encuentros incluyeron velatones, plantaciones de árboles traídos de otras regiones, invitaciones a meditar, tocatas, ollas comunes y ferias. En uno de sus posteos, la cuenta dice: “Esperamos que cuando dejen de ocupar los dañinos gases lacrimógenos podamos convertirlo en algo más. Quién sabe si algún día podremos disfrutar de un huerto comunitario en este punto tan neurálgico de la ciudad”.

Pero si por algunos tramos de tiempo, las actividades en este espacio fueron semanales, la última publicación de este perfil data de hace cinco semanas.

Aunque aún no está claro qué pasará con el “Jardín de la Resistencia” cuando comiencen los trabajos de restauración anunciados por las municipalidades de Santiago y de Providencia, el arquitecto y docente de la UC, José Rosas, considera que este espacio ‘‘tendría que ser sometido al dominio de lo público o de lo colectivo”.

Para Rosas es un tema complejo “que hay que negociarlo para que todos se sientan beneficiados”, agrega. “Acá lo que ha habido es una toma por parte de un grupo, yo no lo estoy criticando, estoy diciendo que se tomaron un espacio público e impiden la libre circulación de los transeúntes por ahí”.

Hace una semana, el mismo tema fue parte de un debate virtual. El arquitecto Iván Poduje twitteó que “(había) que tapar este foso con una losa de hormigón, o lo seguirán usando como santuario del octubrismo Ayahuasca”.

Para Poduje, esa definición se relaciona directamente con la “idealización de la violencia” que se dio en el estallido social, homenajeando un “culto a la fealdad”.

“El aporte que ese espacio entrega a la ciudad es bastante discutible, porque en realidad está abandonado, nadie lo cuida, nadie lo mantiene. Se pusieron pastos sintéticos sobre el cemento, cosa que es una brutalidad. Es un pasto que no duró nada”, dice el arquitecto. Y agrega: “Ese lugar está entero rayado y destruido, no se ha recuperado nada. Entonces no sé cuál es el aporte que puede tener para la memoria del estallido un lugar que solo refresca destrucción”.

“Ya no son cosas que convoquen tanto”

El último fin de semana de septiembre de este año, un grupo vestido con overoles blancos, autodenominados ‘‘patriotas’’, llegó por la noche hasta este zócalo para retirar plantas, lienzos y pintar de blanco los muros llenos de rayados.

Antes del amanecer, dos camiones verdes se estacionaron en la rotonda para llevarse varias bolsas de basura que los “patriotas” llenaron con las cosas que quitaron de la plaza hundida. El grupo también se tomó fotografías de su intervención, que luego hicieron circular en redes sociales.

Luego, cuando comenzó a aclarar, pintaron la base del ausente General Baquedano. Sobre las 7:30 am se fueron caminando hacia parque Bustamante. Todo esto fue transmitido en directo por las cámaras de CIMA, una galería de arte que graba ininterrumpidamente de cara a la Plaza Italia.

“Es un poco de todo”, dice Gustavo Farías, profesor de música, vecino del sector y miembro del Cabildo Barrio Seminario, refiriéndose a quienes han pintado de blanco las consignas de sus muros. “Son grupos de ultraderecha que se sienten un poco como insultados por esto”, asegura.

La mañana del primer martes de la primavera, después de la intervención de los overoles blancos, la comunidad que funciona en torno a este jardín se organizó para rearmar el lugar. Hicieron una colecta, alguien ofreció un auto y, entre varios, fueron a comprar 25 plantas y tierra.

En vez de extinguirse, sus murales volvieron a adquirir color, después de que artistas llegaran con brochas al lugar. Entre ellas, llegó la artista Carol Serón, 35 años, muralista desde los 22 años, también conocida en el ambiente artístico como “Kalfu”.

“Siempre he estado trabajando como muralista en temas políticos”, cuenta la pintora, responsable de un mural prominente en este zócalo, donde se ve a una mujer de pelo rojo y piel morada, quien posa su mano sobre su ojo. “Yo vengo con la consigna de los ojos, de las pérdidas”, agrega. Y luego dice:

“Tiene que ver con no olvidar: Que la memoria siga intacta y viva y presente”.

Para Javiera Delaunoy, el jardín no podría existir en otro espacio. Por lo mismo, como Cabildo, asegura, han enviado cartas y planean hablar con Metro de Santiago para expresarles que quieren que el lugar se mantenga.

“Nos parece que fue un momento importante en la historia de nuestro país, desde la vereda que uno lo mire, y creemos que merece ser conservado, quizás no tal como está, pero que quede ahí. En otro lugar… no sé… No sería el mismo jardín”, agrega.

A pesar de su voluntad, hay algo que es indudable para sus creadores. El jardín no tiene hoy la adherencia de sus inicios.

Cada vez que Farías pasa por ahí, y sobre todo después de la última elección, siente que no es el mismo lugar de antes. “Hay grupos más pequeños que están llegando allá y lamentablemente se ha dado más que nada como un lugar para carretear”.

Farías dice: “Como que los símbolos del estallido mismo, el ‘matapacos’, todas esas cosas, ya no son cosas que convoquen tanto como lo hicieron mucho en un momento”.