
La lucha de ser trans y mapuche
“Terrorista” es uno de los insultos que ha recibido Nehuén Colihuinca por ser transgénero y tener origen mapuche. Situación similar a la que se ha enfrentado Claudia Ancapán toda su vida por las mismas razones. Comparten sus experiencias para enfrentar la doble discriminación en Chile.
Por Yirly Arriagada
Es viernes 21 de junio, día en que comienza el solsticio de invierno y la celebración del año nuevo de los pueblos originarios de varios países de Sudamérica. En Chile, para los mapuche, este acontecimiento cósmico se llama We Tripantu y significa que las lluvias que se avecinan limpiarán la tierra para permitir su renacimiento. En Santiago, Nehuén Colihuinca recibe una llamada de sus familiares del sur: “We Tripantu y feliz cumpleaños”. Además, este día marca otro suceso importante en la vida de Colihuinca, otra manera de renacer: la mayoría de edad –condición impuesta por su padre– le permitirá dar pie a los trámites para cambiar su nombre bajo la Ley de Identidad de Género.
Hace casi cuatro años, cuando decidió cortar su melena negra hasta las orejas, la gente comenzó a confundirlo con un hombre y eso le gustó, pero escuchaban su voz y terminaban disculpándose. Esto último, generó en Colihuinca una decepción inmediata. Un día, después de escuchar las sugerencias de una amiga, buscó lo que significa ser trans y lloró. “Pensé que nadie nunca me iba a querer”, dice Nehuén. Luego, decidió buscar si existía alguien más que fuera como él, mapuche y trans, así llegó al nombre de Claudia Ancapán, una matrona chilena y activista. Ese nombre le dio tranquilidad y fuerzas.
Claudia Ancapán (42), entre globos, gente bailando, pañuelos de colores, pancartas y banderas de la diversidad sexual y de género, asistió a la multitudinaria marcha del sábado 22 de junio por el Día Internacional del Orgullo LGBT+. Fue acompañada de su esposo, unos amigos y Francisco Aguilar, director del documental Claudia tocada por la Luna (2018), que muestra el momento en que Ancapán se preparó para someterse a la cirugía de reasignación de sexo, mientras reflexiona sobre la discriminación que ha sufrido por ser trans.
A los cinco años, ella ya lo intuía: siempre se iba a jugar con las muñecas de sus hermanas, se pintaba la cara con tempera y se hacía trenzas en su cabello corto. Sus padres nunca la castigaron por esto, pero le pedían que fuera de casa se comportara como un niño. “Era una especie de doble vida que cruzó mi infancia y mi adolescencia, vivía en una burbuja. Cuando llegué a la universidad estallé, porque vi diversidad no sólo de género y sexualidad, sino también de pensamiento”, explica pensativa.
Su asistencia a la Marcha por el Orgullo es tradición hace más de diez años, pero esta vez decidió hacerlo honrando su cultura mapuche. Con cintas de colores, junto con una cadena de medallas plateadas que coronan su cabeza y un trapelacucha en su pecho, prendedor de plata que generalmente usan las mujeres de la etnia. Su atuendo está inspirado en el de los Machi Weyes: hombres de autoridad que transitaban entre lo femenino y masculino antes de que llegara la invasión española. Para dejar esto en claro, Ancapán sujeta una pancarta cuyo mensaje comienza así: “Inspiración Machi Weye, un homenaje a mis ancestros…”.
Los cronistas españoles como Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, los retrataron como sodomitas por tener conductas que ellos describieron como afeminadas y homosexuales. Sin embargo, es difícil tener una aproximación científica basándose en estos relatos, en que “eran asociados al demonio o a ciertas fuerzas malignas poco cristianas, entonces la distorsión es muy grande y hay que ser cuidadoso con lo que escriben estos cronistas, que además eran misioneros. Es difícil saber de manera precisa a qué se refieren ellos con los Machi Weye”, explica el antropólogo Pedro Meje, investigador y director del Centro de Estudios Interculturales Indígenas (CIIR).
La cosmogonía –relato del origen del cosmos y su posterior evolución– mapuche es dualista: tanto las personas, como la naturaleza, se traducen en características catalogadas como femeninas o masculinas, según dice Meje. Por ejemplo, explica que la dureza, lo seco, la piedra, el sol, lo político y el lado derecho son masculinos, mientras que lo plástico, lo húmedo, la arcilla, la Luna, lo espiritual y el lado izquierdo son femeninos. Si un hombre es machi, se considera en lo femenino y si una mujer mapuche es guerrera se considera en lo masculino.

Por otra parte, el antropólogo explica que, a diferencia de los huincas –personas no mapuche–, esta cultura no tiene una concepción propia de las diversidades sexuales y de género. “Puedes ser hombre fenotípicamente, pero si tus características psicosociales son femeninas, eres introducido hacia el mundo de lo femenino. Es decir, se describen como sujetos de lo femenino o sujetos de lo masculino”, expone Meje.
El antropólogo de la Universidad Academia Humanismo Cristiano (UAHC) e investigador del CIIR, Luis Campos, explica: “Los conceptos de trans, homosexualidad y otros, son categorías que nacen desde lo occidental y no se puede aplicar a la cultura mapuche, porque ellos lo entienden diferente. Aunque esto no impide que una persona mapuche se identifique con algunas de estas definiciones”.
“Yo conozco lesbianas, gays y trans mapuche. Sí existen, pero cada persona que ha salido del clóset en sus comunidades, vive un proceso educativo diferente. En lo personal me parece que no es tan reaccionario negativamente como el común de Chile”, asegura Ancapán, quien, desde su experiencia, recuerda que su madre le relataba un cuento sobre hombres que tenían conductas sexuales diferentes, porque había sido tocado por la Luna, que como explica Meje, es catalogada en lo femenino. “A diferencia de los huincas, que antes usaban la palabra maricón para todo, ellos decían que a este hombre lo tocó la Luna”, dice Ancapán. Por eso el documental realizado por Francisco Aguilar se llama Claudia tocada por la Luna.
En el caso de Nehuén Colihuinca, su familia mapuche que vive en el sur no entiende del todo el transgenerismo, pero lo aceptan, porque para ellos la naturaleza es diversa y no se puede luchar contra ella. A quienes más les cuesta aceptarlo es a su padre y a su abuela paterna, que además es católica y cree que es un castigo de Dios por los pecados de sus padres, pero aun así le expresa que lo ama de todas maneras. “Al menos, por lo que he vivido con mi familia, no me he sentido discriminado dentro de la cultura mapuche por ser trans. Creo que va más allá de las tradiciones. En el sur es más importante el vínculo familiar y el amor, además de que no tenemos un Dios castigador”, dice Colihuinca.
Defender la identidad
Nehuén Colihuinca nunca dudó en elegir un nombre que no fuera mapuche. Si bien no es apegado a las tradiciones, sí se considera orgulloso de su origen étnico, aunque confiesa que no siempre fue así. “Yo tuve que aprender a querer mis raíces”, dice. Cuando iba en la Enseñanza Básica su apellido era foco de burlas y no siempre lo decía. Recuerda que un día, algunos de sus compañeros le pidieron que dijera algunas palabras en mapudungún para reírse de él. “Me choca pensar que los profesores siempre me dijeron que no los pescara. Quizás habría sido distinto si ellos le hubieran explicado a esos niños que no tiene nada de malo tener un apellido así, porque viene de un pueblo originario, de las costumbres”, comenta.
Las personas trans descendientes del pueblo mapuche, son objeto de una doble discriminación social. En enero de 2018 se publicaron los resultados del análisis Estudio, Prejuicio y Discriminación Racial en Chile de una investigación realizada por el Centro de Estudios de Opinión Ciudadana (CEOC) de la Universidad de Talca. Reveló que la mayoría de los entrevistados prefiere no tener vínculos indígenas, especialmente si es mapuche. El 70,7% respondió que sí cree que tener apellido mapuche puede perjudicar la búsqueda de empleo o ascenso en la empresa, y un 33,5% no votaría por una autoridad mapuche. En julio de ese mismo año, el Movimiento de Liberación Homosexual (Movilh) realizó un sondeo que arrojó que el 76,1% de la población trans dice sufrir discriminación en Chile, siendo la verbal, la más recurrente.
Respecto de su identidad transgénero, Colihuinca admite haber tenido suerte, pues sus amigos y compañeros de Enseñanza Media han respetado su identidad. Sin embargo, por redes sociales ha sufrido insultos y ataques transfóbicos. “Unos tipos que no conozco se metieron a mi perfil de Instagram para comentar mis fotos con insultos sobre mi apariencia. Otra veces, cuando publico cosas o hago comentarios, la gente me dice que soy terrorista, por mi apellido, y que por qué me veo así, que parezco mujer o que nadie me va a tomar en serio como hombre”, cuenta. Cuando piensa en el futuro dice: “Siempre tengo en mente que ser trans y mapuche me va a traer problemas”.
La historia se repite con Ancapán, que recuerda que era plena década de los 80 cuando pasaban la lista en la sala de clases de su escuela rural, ubicada en las cercanías de San Carlos. Los apellidos Ancapán, Huilitraro, Maripán, Pailapichun y Zumelzu, generaban risas en sus compañeros y profesores. “Estaba permitido burlarse de los mapuche con los típicos descalificativos de que son pobres, feos, flojos y buenos para el trago. La mayor parte de la discriminación venía de los docentes”, cuenta.
Esta situación no cambió cuando entró a estudiar Obstetricia y Puericultura en la Universidad Austral de Chile (UACH) con beca, en un tiempo en que era considerado un gran logro ser mapuche y acceder a la Educación Superior. “En la universidad todo lo que tenía que ver con mi esencia indígena me hacía ser muy valorada, pero cuando se enteraban de que yo era trans –en ese tiempo para todo se decía maricón–y encima mujer, bajaba inmediatamente de categoría. Me lo hacían sentir social e institucionalmente. Comentaban que cómo era posible que un hombre indígena quisiera cambiarse de sexo. Yo me refugiaba en la biblioteca”, dice Ancapán con la voz más baja. Habla despacio, ensimismada en sus recuerdos y relata que durante ese tiempo incluso sufrió una violación por un grupo neonazi, que la golpeó y dejó desnuda en un basural. Más tarde, descubrió que sus agresores eran compañeros de universidad.
A pesar de tener un destacado antecedente de notas a lo largo de la carrera y presentando, en el año 2005, su tesis sobre transexualidad con una buena evaluación, no le fue fácil obtener el título de matrona. Ancapán acusa un boicot interno por parte de la universidad, que tenía conocimiento de su origen mapuche y en ese entonces transgenerismo. “Todo era excusas: se perdían mis documentos, mis evaluaciones, se perdieron las estampillas de mi título profesional”, recuerda y asegura que fue una de las peores épocas de su vida.
Las etiquetas de mapuche y trans continúan provocando diferentes reacciones. Al igual que Colihuinca, también recibe varios insultos por sus redes sociales, “Caupolicán con tacos” y “cómo es posible que este mapuche se la haya cortado”, son algunas de las ofensas que Ancapan más recuerda. “Pero hay que seguir defendiendo la identidad que uno tiene. Tengo que seguir defendiendo mi identidad como mapuche, como trans, como mujer y feminista, porque la gente siempre se encarga de recordártelo y, porque en este país todo se basa en la genitalidad”, denuncia Ancapán.
Sobreponerse a las dificultades
En 2018, se estrenó por primera vez el documental Claudia tocada por la Luna, dirigido por Francisco Aguilar, pero en el extranjero. “Llegar a Chile fue el objetivo final, porque sabíamos que había que hacer sacrificios e intentarlo primero afuera”, explica Ancapán. Si bien el documental participó ese mismo año de festivales de cine chileno como Amor Festival Internacional de cine LGBT+ y el Festival Internacional de Cine Rengo, no se estrenó en territorio nacional hasta el 22 de agosto.
“Me he sentido expuesta, un poco vulnerable, un poco atónita y, a veces, atontada. Expresar y exponer tu vida así no es tan fácil. A veces me mostraba sin maquillaje, como soy, a veces tenía que incorporar a mi pareja, pero lo logramos”, dice emotiva Claudia, quien desde el estreno del documental en Chile ha tenido una amplia cobertura mediática. Se siente afortunada, sabe que la cinta ha tenido aprobación, aunque debido a las temáticas que toca no está ajeno a las críticas, pero no le importa. “Para bien o mal, sentí un respeto a mi historia de supervivencia. El público lo ha recibido muy bien, con eso me quedo”, expresa la activista mapuche.
Por otro lado, Colihuinca sabe que a su padre todavía le cuesta aceptarlo, pero se mantiene positivo. “Un día me dijo: sabís qué, córtate el pelo y todo lo que quieras, pero no me pidas mucho, dame tiempo. Eso era todo lo que necesitaba escuchar, que me diera la señal de que en algún momento lo va a aceptar”, manifiesta Colihuinca efusivo y agrega: “en el último tiempo me he dado cuenta que he aprendido a quererme. Ni siquiera cuando mi papá está enojado y me dice cosas pesco mucho”. Por ahora, la sustitución hormonal es sólo una opción que el joven continúa pensando, pero si de algo está seguro es que el cambio de identidad es una decisión definitiva.
Sobre la autora: Yirly Arriagada es estudiante de Periodismo escribió este artículo en Taller Prensa y fue editada por Josefa Castillo en el Taller de Edición en Prensa.