La lucha de Diego Calderón para reunificar a la DC

En medio de una de las mayores crisis del partido de Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin, Diego Calderón, un joven abogado de 32 años, busca mantener al partido a flote. “Espero seguir contribuyendo a que la Democracia Cristiana entienda que es indispensable volver a dialogar, volver a encontrarnos, a mirarnos las caras y resolver los problemas de forma civilizada”.

Por José Miguel Martínez

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Militante desde los 14 años, Diego Calderón (32) ha estado desde niño ligado a la Democracia Cristiana. Su padre, Ramón, fue un destacado militante del partido y concejal por mucho tiempo en Buin. También tuvo influencia de sus abuelos, quienes recibieron unos terrenos en la zona rural de Buin gracias a la Reforma Agraria del gobierno de Frei Montalva.

Abogado y miembro del colectivo LGBTQI+, ha enfrentado algunas dificultades a lo largo de su corta trayectoria política, como la masiva fuga de militantes o el intento de boicot a la última Junta Nacional, viéndose envuelto en la grave crisis que afecta a uno de los principales partidos de la transición a la democracia.

A principios de año estuviste en campaña para ser presidente de la DC, pero quedaste en tercer lugar. ¿Qué crees que le faltó a tu candidatura para llegar a más militantes?

Nuestra candidatura fue una señal muy poderosa al interior del partido revelando que hay jóvenes dispuestos a asumir la conducción, y que más allá de no contar con los apoyos políticos de padrinos, y de que la mayoría de los parlamentarios y alcaldes se inclinaran por otras candidaturas, tuvimos un resultado muy significativo e importante en varias comunas. Lamentablemente, pesaron mucho las máquinas internas tradicionales y las fuerzas de ciertos alcaldes que movilizan una cantidad importante de militantes, lo que distorsiona los resultados. No obstante, con el transcurrir de estos difíciles últimos meses del partido, queda la impresión en muchos militantes que no optaron por nosotros de que pudimos haber hecho un mejor papel para mantener al partido unido.

¿Por qué crees que tu candidatura hubiera obtenido mejores resultados en mantener a la DC unida? ¿Cuáles eran sus principales propuestas?

Nosotros buscábamos hacer un recambio no solo de personas, sino que también de ideas, o sea, el cómo articulábamos el partido para tratar de abordar las temáticas actuales: medioambiente, diversidad de género, regionalismo. También queríamos poner el foco en las ideas antes que en las disputas internas, buscar los puntos en común en vez de exacerbar las diferencias.

De los pocos más de 30 mil militantes con los que cuentan actualmente, menos de 2.500 son menores de 30 años. ¿A qué crees que se debe esta baja participación de jóvenes? Es un dato especialmente relevante si lo comparamos con partidos como Convergencia Social, que tiene un componente juvenil muy importante.

Es una pregunta compleja y creo que son muchos los factores que influyen. Somos un partido que tiene casi 70 años de trayectoria, nuestra capacidad de mostrar novedad es más compleja que la de partidos nuevos sin historia. El desafío es tratar de construir una base juvenil que sea importante no tan solo en números, sino que también en incidencia. Y es ahí donde está nuestro principal déficit. Lo que pasa es que no hay capacidad de incidir en la sociedad civil, por ejemplo, en las representaciones del mundo estudiantil. Otro problema es la crisis de proyecto y es parte de lo que estamos tratando de resolver también. ¿Qué es la DC en el siglo XXI? ¿Cuáles son nuestras ideas centrales? Eso hoy está en el debate, y mientras no resolvamos eso será difícil convocar no solamente a los jóvenes, sino que a cualquier persona.

¿Cuáles deberían ser las ideas centrales de la DC?

Las ideas centrales que debiese tener la DC en el contexto actual son dos: el rol de las comunidades, las que pueden solucionar de mejor manera algunos problemas públicos, por ejemplo, en materias de rehabilitación de drogadictos y delincuentes; y la otra idea es la de seguridad, no solamente ciudadana, sino que también social, generando mínimos comunes para que las personas podamos vivir e integrarnos mejor.

A nivel de resultados electorales, la DC ha venido en decadencia. Un ejemplo es que en las elecciones de Diputados de 1993 obtuvieron 1 millón 800 mil votos, y en las últimas elecciones parlamentarias del 2021, obtuvieron 260 mil. A tu juicio, ¿a qué se debe esta disminución?

Creo que tiene relación con la incapacidad de entender el momento histórico que está viviendo el país, al agotamiento de la confianza ciudadana. La DC dejó de interpretar a la ciudadanía. Si se analiza uno de sus grandes triunfos, fue en el contexto de un país dividido en tres tercios. En la dictadura, la DC fue muy importante porque fue una alternativa democrática al régimen, y en democracia eso se vio recompensado en forma electoral. Los primeros 10 años, el partido Demócrata Cristiano representaba el reencuentro entre chilenos y la reconstrucción de las bases para la unidad nacional, pero luego fue decayendo. Otro problema es que actualmente es imposible generar un partido de alta convocatoria. Hoy el partido más grande en Chile tiene el 10 — 11 % de los votos, y luego vienen los demás. La fidelidad de la ciudadanía a los partidos es mucho más débil que antes, y eso es un desafío para todos los partidos, no solo para el nuestro. El tema es que la DC no tiene clara ni su ubicación política ni el mensaje que quiere entregar y eso, evidentemente, profundiza la crisis.

¿Por qué la DC dejó de interpretar a la ciudadanía?

Porque dejamos de representar algo importante para la gente. En los 60’ nuestro partido representó la transformación social democrática a través de la revolución en libertad. Luego, en la época de la dictadura, la lucha pacífica por la recuperación de la democracia, y en la Transición fue parte del cambio responsable hacia la democracia, lo que era indispensable para alcanzar mayores niveles de justicia social. Actualmente, la Democracia Cristiana dejó de representar algo, y eso es lo que nos tiene en una especie de vacío. No logramos presentar un proyecto de futuro, lo que nos impide convocar a las nuevas generaciones.

¿Cuál debería ser la ubicación política y el mensaje principal de la Democracia Cristiana?

La DC no puede definirse en función de lo que hagan otros, tiene que definirse en función de lo que piensa respecto del país. Como partido, debemos estar en la dirección de los cambios y las transformaciones, lo que sería principalmente la centroizquierda. En cuanto al mensaje, debe presentarse como un partido que actúa con responsabilidad, profundamente democrático, no solo internamente, sino que también de cara al país, y también debe ser un partido capaz de sintonizar con los problemas reales, abordarlos y darles solución. La capacidad de solucionar los problemas es más importante que los discursos, aunque la solución escogida no sea la opción más popular.

¿Cómo crees que afectó el triunfo del Rechazo a la DC?

Fue un proceso inadecuadamente dramático. La DC no tuvo una presencia importante en la Convención Constitucional. Independiente de que yo estaba por el Apruebo, con muchas críticas al texto constitucional, creo que era absurdo transformar eso en una pelea que dividiera al partido. Quienes tienen que dar explicaciones son aquellos que, teniendo todas las advertencias posibles, llevaron al país a unas elecciones entre dos alternativas, una de las cuales, que es la propuesta constitucional, demostró con creces que no representaba a la mayoría de los ciudadanos.

Entonces, ¿por qué crees que se generó un choque de posiciones tan fuertes al interior de la DC?

Por las divisiones personales. Creo que hubo una incapacidad de dialogar y de entender que aquí las posiciones no eran diametralmente opuestas. Y algunos sectores del partido trataron de hacer de esta una disputa existencial. Si tú le preguntabas a alguien por el Apruebo o por el Rechazo dentro de la DC probablemente no diferían tan profundamente sobre el contenido del texto. La diferencia era que unos creían que era mejor rechazar e iniciar un nuevo proceso y otros creíamos que eso era ingenuo, porque la derecha no iba a acceder a un proceso constitucional y por lo tanto era mejor aprobar y reformar.

¿Cómo se puede reunificar la DC?

Tengo la convicción, y así lo señalamos al menos en la campaña interna, de que la Democracia Cristiana tiene que hacer una revisión profunda de su estructura y su plataforma programática. Eso es lo que estamos intentando hacer a propósito del Congreso del partido. Pero también hay un debate que se debe dar que es si es mejor abrir nuestra plataforma para construir con otros y si es posible construir un movimiento con sectores de centroizquierda, no solamente socialcristianos, sino también liberales igualitarios, o incluso socialdemócratas, y no quedarse reducido a partidos de nicho, porque tampoco así se encuentran soluciones a los problemas de la ciudadanía. La DC podría relacionarse de forma más cercana con partidos como el PR (Partido Radical), el PL (Partido Liberal), el PPD (Partido por la Democracia), e incluso con Demócratas. Los canales de diálogo deben estar abiertos con todos los movimientos de centroizquierda.

¿Qué piensas de la renuncia de diversos militantes históricos en estas últimas semanas? ¿Alguna vez se te ha pasado por la cabeza renunciar?

Sí, he pensado en renunciar. Creo que los partidos son instrumentos para cambiar la realidad y quienes decidimos optar por estos como una forma de lucha es porque tenemos la convicción de que es la vía para generar transformaciones profundas. Uno puede ir al Techo para Chile y construir viviendas, pero yo quiero discutir la política habitacional del país y conversar cómo se solucionan los problemas para las próximas décadas. Hay una priorización y una forma distinta de abordar los problemas, y entiendo que nuestro rol en ese sentido está siempre en cuestión. ¿La Democracia Cristiana es ese espacio para poder desarrollar nuestra vocación? Hay militantes que han dicho que no. Lo importante es que el partido sea capaz de entender por qué han ido renunciando, y si aquello es algo deseable o no.

¿Qué opinas de las renuncias de Ximena Rincón y Matías Walker?

Matías y Ximena le hicieron un gran daño al partido. Tuve la oportunidad de decirles personalmente que su actitud era deplorable, porque ellos fueron electos por la Democracia Cristiana y se han ido con mucha alegría, conformando inmediatamente un partido nuevo (Demócratas). Eso es oportunismo. Creo que ellos consideran que los proyectos son individuales y que, si las personas no están detrás de ellos, entonces simplemente tienen que tomar un camino distinto. Por muchos años, militantes como yo, que siempre hemos adherido a ideas más progresistas en la Democracia Cristiana, fuimos minoría y el partido adoptó decisiones que no nos gustaron. Tuvimos que acatar esas decisiones, porque era parte del debate interno y democrático del partido, mientras Ximena y Matías eran los que gobernaban, y ahora que no les gusta quien dirige el partido, resulta que para ellos es insostenible militar.

¿Cuál es tu opinión respecto a la creación de Demócratas?

A mí me parece curioso que los que se van de un partido por no respetar las decisiones democráticas de este ahora se llamen “Demócratas”. Más bien debiesen llamarse objetores de conciencia.

¿Qué piensas respecto al intento de boicot de la última Junta Nacional y las recientes renuncias de parte de la bancada parlamentaria de la DC, en donde Joanna Pérez acusó que “el partido estaba secuestrado por la izquierda”?

Soy muy crítico respecto del rol que han jugado estas personas que hicieron un llamado a no presentarse a la Junta. Los partidos son organismos democráticos, y me ha tocado muchas veces estar en la oposición, en desacuerdo con las posiciones mayoritarias del partido y de sus dirigentes, y en cada uno de esos episodios mi actitud jamás fue la de renunciar, ni menos condicionar mi comportamiento al resultado que se obtenga. Me parece que ahora estamos asumiendo posiciones mayoritarias, y esperaba que ellos se hubiesen comportado con mucho mayor respeto, entendiendo que es posible que las posiciones cambien más adelante, pero que para eso hay que hacer un trabajo sincero, más que presentar amenazas por la prensa, que es lo que han hecho durante el último tiempo. En cuanto a la acusación de que el partido está secuestrado por la izquierda, francamente es una caricatura que no tiene ningún fundamento. Los que dirigen el partido, y particularmente el actual presidente, Alberto Undurraga, son bastante críticos de la gestión del gobierno actual, de hecho, no han planteado la disposición de ingresar al gobierno en el corto plazo. Me parece que eso habla de una distancia que se tiene con la izquierda en algunos temas, y no obstante lo anterior, podemos también tener encuentros con ellos, como ha sido prácticamente la mayoría de nuestra historia, tanto en el proceso de recuperación de la democracia como en la transición, y el periodo de la Concertación y la Nueva Mayoría. Hemos colaborado con la izquierda cuando nos hemos puesto de acuerdo en los mínimos comunes que justifican construir un camino en conjunto.

¿Cómo crees que la DC puede recuperar su vocación de masas y mejorar su alicaído desempeño a nivel electoral?

La Democracia Cristiana tiene una incapacidad de mostrarse unitariamente ante el país, de tener un discurso coherente, pero tiene a la vez cuadros dirigenciales muy potentes. Seguimos siendo un partido importante en el Congreso, somos el partido que eligió más gobernadores y alcaldes. La Democracia Cristiana está construida hasta el día de hoy como un partido de masas, como el que existía en los años 60’, donde éramos decenas de miles de militantes activos, en los movimientos sociales, estudiantiles, sindicales. Hoy día somos un partido disminuido. Los partidos exitosos son aquellos capaces de entender los tiempos que se viven y de aprovechar las herramientas que da la tecnología para comunicarse. Ejemplo de lo anterior son algunos partidos europeos como el Partido Nacionalista Vasco o la CDU (Unión Demócrata Cristiana) alemana, que han modernizado su estructura para hacerla más eficiente, eficaz, transparente, y también más participativa, aprovechando las nuevas tecnologías. Creo que es indispensable que la DC esté a la vanguardia en estos temas.

Para alguien que está desde los 14 años en el partido, que respira Democracia Cristiana. ¿Qué rol deseas desempeñar en esta?i

Lo que espero es seguir contribuyendo a que la Democracia Cristiana entienda que es indispensable volver a dialogar, volver a encontrarnos, a mirarnos las caras y poder resolver los problemas de forma civilizada. Creo que esa es mi contribución y lo que he tratado de hacer en el último tiempo. Y voy a seguir haciéndolo, en la medida de que tenga la convicción de que la Democracia Cristiana se pueda rearticular como un instrumento eficaz para transformar la realidad de los chilenos.

¿Has sentido que tus esfuerzos de reunificar a la DC han rendido frutos?

No te voy a mentir, ha sido muy complejo. Pero uno nunca pierde las esperanzas.