La espera por la casa propia: 72m2 de esperanza
Han pasado cinco años desde el desalojo definitivo del excampamento Juan Pablo II en la comuna de Lo Barnechea. Tres torres sociales y seis condominios, proyectados en tres etapas, se convertirían en el nuevo hogar de 380 familias. Inicialmente, el proyecto no demoraría más de 14 meses pero, a la fecha, solo han iniciado las construcciones de la primera etapa. Los vecinos van prerdiendo la esperanza, ante años de falta de respuestas y soluciones concretas.
Por: Carolina Silva Brousset @carolina.silvab
Editado por Paula Witt Retamal
El olor a cigarro marca su presencia. Bernardita Díaz (47), presidenta del Comité de Viviendas del excampamento Juan Pablo II hace diez años, enciende uno y mira la demolición del lugar en el que se crió.
No era una casa cualquiera, era la vivienda de su familia, los Díaz, uno de los clanes más antiguos del excampamento. Todos los vecinos se acercan.
A poca distancia de los escombros, Bernardita ve frente a sus ojos cómo se cierra un ciclo y nace una nueva esperanza: el sueño de la casa propia.
“Papi, acá voy a llegar de nuevo, espérame aquí”, le dice Bernardita al terreno que vio los últimos respiros de su padre.
Ese 2 de marzo del 2018 fue el desalojo definitivo del excampamento Juan Pablo II en Lo Barnechea. Algunos vecinos pelearon y otros se resistieron, pero si no salían, era imposible empezar la construcción del Proyecto Habitacional Juan Pablo II, un compromiso hecho por la Municipalidad de Lo Barnechea para entregar una vivienda digna y definitiva a las familias del excampamento. Y así, evitar la perpetuación de los asentamientos irregulares en la zona y disminuir la brecha de la pobreza en la comuna. Para dar el ejemplo a más de 380 familias, Bernardita fue una de las primeras en salir y dejar el terreno. Los vecinos, algunos confiados y otros asustados, le siguieron el camino.
Bernardita vivió en el excampamento Juan Pablo II, ubicado en la calle José María Escrivá de Balaguer, desde que tenía 11 años, junto a su familia: papá, mamá y siete hermanos. Fueron de los primeros en llegar a asentarse en el sector en los años ochenta, sin agua, luz ni calles pavimentadas. Vivían con lo que tenían. Recién a mediados de los años noventa, la misma municipalidad organizó la situación y se instalaron medidores de luz y agua.
La vocación de dirigente siempre ha estado en Bernardita y también las ganas de ayudar a quien se le cruce en su camino. Parte de su labor, involucra velar por el bienestar de todos los vecinos, mantener una comunidad organizada y, dentro de lo posible, resguardar una convivencia armoniosa entre centenares de personas. Para lidiar con el estrés, se fuma casi dos cajetillas de cigarro diarios y se toma diez tazas de café. En los días más tranquilos, recorta su consumo a la mitad.
Sin embargo, su trabajo más importante fue delegar los términos y condiciones del desalojo del excampamento para asegurarse de que volverían al lugar donde nacieron hijos, nietos y también donde despidieron a familiares queridos. “Con documento en mano empezamos a salir todos tranquilos”, cuenta Díaz.
En este mismo periodo, a Bernardita le correspondía una casa en otro proyecto habitacional, pero no lo aceptó. “Yo rechacé mi vivienda en el Proyecto Bicentenario para ayudar a los vecinos. Sentía que nos iban a sacar y no íbamos a volver. Dije: la peleamos con documentos en mano y salimos, antes no. Por eso me quedé, porque sentí que nos iban a hacer tontos”, dice la dirigente.
El excampamento Juan Pablo II existió durante más de 30 años. Sus inicios datan al desborde del río Mapocho en 1982 por lluvias torrenciales, en donde vecinos asentados en un sector aledaño a los límites del río por la ribera norte quedaron totalmente inundados. El agua se lo había llevado todo. La Municipalidad de Las Condes reubicó a este grupo de aproximadamente 200 personas en el campamento Los Aromos como una solución transitoria. Sin embargo, más personas empezaron a llegar a la misma ubicación y rápidamente Los Aromos se convirtió en el excampamento Juan Pablo II, uno de los más grandes de Santiago.
Bernardita define la esencia del excampamento como una de aceptación, se le daba la bienvenida a quien fuera que lo necesitara. “Si nosotros vivíamos en el campamento era por una necesidad. Si a otros los estaban desalojando también tenían una necesidad, por lo que había que tenderles una mano”, reflexiona Díaz. Ella misma recuerda cómo en su casa de 40 m2 vivieron 19 personas al mismo tiempo, porque siempre recibían a quién lo necesitara.
Cuando a Jaime, un joven del excampamento, lo golpearon hasta dejarlo en estado vegetal por la ridícula razón de no tener fuego, cuenta Bernardita, ella golpeó puertas pidiéndole a los vecinos mil pesos para costear el tratamiento. Estuvo toda la noche tocando puertas y dando a conocer la historia de Jaime. Al final logró recaudar unos 500 mil pesos, pero lamentablemente, Jaime no sobrevivió.
Pasaban los años y cada vez llegaban más personas en busca de refugio. La proximidad con la que empezaron a estar una casa de la otra era insostenible. Gatilló incendios, inundación, infecciones y más. Por esta razón, llegaron al punto de no aceptar nuevos inquilinos. “No podíamos seguir hacinados, estábamos todos corriendo peligro”, recuerda Bernardita.
Todo terminó el 2018. Entre gritos, peleas y la presencia de Carabineros de Chile, las 380 familias catastradas por la Municipalidad de Lo Barnechea tenían que irse. Podían optar por un subsidio de arriendo y Gastos de Traslados Transitorios (GTT), entregado por el Servicio de Vivienda y Urbanización (SERVIU), si es que querían acceder a una propiedad en la misma comuna.
En un comienzo, el proyecto se sostuvo económicamente con fondos de la Municipalidad de Lo Barnechea, ahorros de los propios vecinos que alcanzaron las 3.800 UF (más de 130 millones de pesos) y, principalmente, subsidios entregados por el SERVIU. La tarea de construir las tres etapas y los 380 departamentos recayó en la Constructora PACAL SA. Sin embargo, a la fecha, los montos y tiempos de construcción no son los que se acordaron en un principio.
De acuerdo con el Documento de Construcción para Operaciones Colectivas con Proyecto Habitacional entre los Comités de Vivienda (1, 3 y 5), la Municipalidad de Lo Barnechea y la Constructora PACAL SA, se especifica que “Todos los pagos, se harán en pesos y equivalente a la Unidad de Fomento, según su valor al día efectivo de pago por parte del SERVIU”. En este mismo, el 17 de junio del 2020, se proyectó un monto parcial para cada etapa. La primera sería de 186.173 UF, la segunda de 205.154 UF y, por último, la tercera de 104.719 UF.
El 17 de junio del año 2020 el valor de la UF era de $28.708,86. Por ende, el monto total de la etapa 1 correspondía a $5.344.828.660. En cambio, según la UF actual, valorizada en $35.708,10, la misma etapa costaría $6.647.901.598. Es decir, un aumento del 24,38% del precio total.
Desde la constructora afirman que el aumento de precios debido a la inflación ha hecho de esta una situación insostenible para PACAL. Para ejemplificar, de acuerdo a los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, insumos como el hormigón premezclado ha tenido un aumento de precios de un 45% para febrero del 2022. El escenario de seguir construyendo, lo describen como “dramático” para la empresa.
“Por un lado, se cerró un contrato con unos precios muy bajos para la actualidad, probablemente en el momento eran los precios reales. A PACAL cada día que pasa le es más caro terminar. Por otro lado, la municipalidad tiene un contrato que puede hacerlo cumplir con todos los respaldos legales. Ambas situaciones son válidas”, cuentan desde PACAL.
Cada departamento sería de 72 metros cuadrados, incluyendo dormitorios, baño, living-comedor, cocina y logia. Pero las ilusiones de los vecinos se fueron apagando con el correr del tiempo. Los iniciales 14 meses se han transformado en 72 de espera, y las construcciones de la etapa 1 aún no han finalizado.
Bernardita define este tiempo como un sentir de agonía y desesperación, donde ha visto a vecinos morir antes de recibir su casa. Afirma que el continuo retraso en la entrega de las viviendas ha creado unos ánimos “pésimos y horribles” dentro de la comunidad, y que los vecinos están escépticos ante la idea de que realmente se les hará entrega de sus casas.
Michael Comber, arquitecto de profesión, es concejal de Lo Barnechea desde 2021. Reconoce la desesperación de los vecinos y afirma que la construcción del proyecto se ha visto retrasado por problemas de coordinación con ENEL y Aguas Andinas, entre otras entidades. Pero, principalmente, por temas que conciernen a las labores de la constructora PACAL y su situación económica. Dentro de estos están los efectos del estallido social, la pandemia, el aumento del precio de los materiales y dificultades con la mano de obra.
“La estrategia fue reducir el contrato con la constructora PACAL a la primera etapa solamente y se está armando una licitación para las etapas restantes con otra empresa. Por eso, estamos en una gestión crítica con SERVIU, ya que tienen que revisar el informe de la licitación y aprobar montos adicionales de subsidio”, explica Comber.
Dentro del colectivo de vecinos, se repiten reclamos sobre el retraso en la entrega del subsidio GTT por parte del SERVIU. Bernardita dice estar diez días retrasada en el pago de su arriendo por las demoras. Sobre esto, Juana Nazal, directora de este organismo, explica que pueden llegar a retrasarse hasta diez días por problemas propios del sistema. El subsidio se entrega de manera trimestral y cada cuota es de $285.000, es decir, los vecinos reciben $855.000 cada tres meses. Si hay un retraso, éste se ve compensado por la entrega de dos mensualidades más en la misma cuota.“Efectivamente a veces tenemos atrasos, pero también hay que considerar que se pagan cuotas por adelantado. Nadie habla sobre cómo puede que te atrases hasta diez días, pero tú le pagas dos meses más en esa misma cuota”, dice la directora.
El anhelo de respuestas
Al recordar los duros inviernos en el ex campamento, Jordana Pávez (31) visualiza sus zapatos quedándose pegados en el barro al ir corriendo al colegio. Tanto era el barrial que se formaba en los meses de invierno, que varias veces tuvo que devolverse a cambiarlos. Para no repetir la misma historia, salía con bolsas de basura en los zapatos. No sólo eso: recuerda que era común estar constantemente resfriada por la humedad y los hongos que aparecían en las paredes, debido a las ligeras estructuras de su hogar. Jordana llegó a vivir ahí a los 14 años después de ser abruptamente desalojada del departamento de su abuelo en Cerro Norte, de la misma comuna.
Con “hambre de salir de donde estaba”, Jordana sabía que quería vivir una mejor vida. Estudió Ingeniería en Administración de Empresas y realizó varios cursos SENCE. Actualmente, trabaja en el sector de Contabilidad de la Municipalidad de Lo Barnechea. Gracias al subsidio GTT y a su esfuerzo, ha podido costear un arriendo de $580.000 en la comuna.
Un Lupus Eritematoso Sistémico (LES) provocó un giro de 180 grados en su vida. Uñas moradas, caída de pelo y una embolia pulmonar la alertaron de que algo no andaba bien con su salud. A Pávez le correspondía una casa en la etapa 2, pero como su enfermedad es impredecible, se acercó a los vecinos para ver la posibilidad de que se le asignara un cupo en la etapa 1.
Bernardita Díaz renunció a su lugar en la primera etapa para favorecer a quienes lo necesitaban con mayor urgencia. A Jordana se lo cedieron por su condición y, a fines de este año, debería estar viviendo en su casa propia, pero aún no hay certezas con las fechas. Se muestra incrédula y desilusionada.
Para Jordana, la espera y posterior entrega de esta casa tiene un significado mucho más profundo: ser un legado para su hija de 12 años y “un colchón en el que ella pueda sostenerse” para el resto de su vida. Describe que, aunque la espera sea agotadora, valdrá completamente la pena al tener la seguridad de que su hija tendrá un hogar definitivo al cual volver. “Es la tranquilidad para ella de que nadie la va a echar de su casa”, dice.
Suspira ante el pensamiento de que le hagan entrega de su querida casa propia, aunque le cuesta creer después de todos los retrasos en la construcción. Sabe que existen factores externos que afectan la situación, pero anhela respuestas concretas y certezas con las fechas. Si todo hubiese ido acorde al plan, para este año las obras ya deberían estar finalizadas y todos tendrían que estar viviendo en sus casas. “Es un deseo, pero de aquí a que se haga realidad que entreguen la etapa 1 este año, es difícil. Estoy un poco escéptica por lo que nos ha sucedido como comunidad”, dice Jordana.
Carolina Silva Brousset está en tercer año de Periodismo en la Universidad Católica. Anteriormente, hizo su práctica interna en Módulo 2 de Radio UC donde estuvo a cargo de la columna de efemérides musicales.