
El doctor de la revolución sexual
Meses antes del golpe de Estado en 1973, el urólogo Antonio Salas realizó la primera operación de cambio de sexo en Chile. Desde entonces, ha sido precursor de la sexología, incluyendo la fundación de Conasida, ente que promueve la prevención contra el VIH. A sus 86 años, Antonio sigue operando junto a su hijo Mauricio, con quien comparte la vocación.
Por Francisca López Espinoza
Antonio Salas recuerda que un día llegó hasta el hospital una mujer llamada Manuel Torres Mostajo, quien le preguntó a él y a su compañero Osvaldo Quijada: “¿Ustedes son los que escribieron el libro sobre el cambio de sexo? Quiero que me operen”. Ella era de Antofagasta, igual que Salas, y decía sentirse como una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. Apenas leyó sobre los estudios de Salas y Quijada, partió a Santiago en busca de su ayuda.
Años antes y entre los pasillos del hospital San Borja, Antonio Salas había conocido a Quijada, urólogo también. Junto a él, fundó la Sociedad Chilena de Sexología Antropológica en 1966. Su primer trabajo fue el libro Cambio de sexo en Chile (1968), el cual teorizaba las técnicas para realizar este tipo de operaciones y evaluaba las posibilidades de requerir una sola intervención.

Salas creció en Antofagasta, “allá hay solo dos estaciones: la del ferrocarril y la del verano”, bromea. Llegó a Santiago en 1949 a estudiar Medicina en la Universidad de Chile, al terminar se fue a Chiloé como Médico General de Zona. Tiempo después volvió al Hospital San Borja para hacer el internado de Urología. Tuvo suerte, según él, ya que en este lugar esa especialidad trabajaba en conjunto con la de Ginecología, por lo que presenció desde partos hasta exámenes de próstata, siendo aún estudiante.
“En todos mis años de Medicina jamás me hablaron de sexo, solo me decían que no, no hagas eso, que es malo e inmoral”, comenta Salas. No obstante, en una entrevista con el diario La Tercera, el doctor cuenta que una vez que el psiquiatra de Marcia le confirmara la crisis identitaria de su paciente y que su abogado le corroborara que no existían normas que prohibieran transformar órganos masculinos en femeninos, Salas y Quijada asumieron el desafío. Así comenzó un proceso que derivó en la primera operación de cambio de sexo en el Hospital San Borja, en marzo de 1973.
Marcia Alejandra, la primera trans en operarse en Chile y Latinoamérica, volvió a Antofagasta, pero ahora con sexo femenino. Gracias a un contacto del doctor Salas, actualizaron sus papeles en el Servicio Médico Legal. Patricio Bustos, el director de la institución, fue quien constató que tenía genitales femeninos y le solicitó a un juez que reasignara su nombre y sexo. Marcia tuvo que usar un arnés con un tubo de esponja dentro de la vagina durante meses. El doctor explica que quienes se someten a esta operación, deben introducirse un tubo todos los días para dilatar la cavidad. “La naturaleza tiende a deshacer lo que el hombre crea”, dice Salas, mientras dibuja en un papel el artefacto que había armado, 45 años atrás.

La vaginoplastia con inversión penil, generalmente referida como operación de cambio de sexo, es una práctica mundialmente establecida. “Este método en especial ha sido replicado por varios doctores, ya que no se desperdicia material del pene, usamos el mismo glande para formar un clítoris capaz de sentir placer”, comenta Salas. Incluso, puede aplicarse en personas circuncidadas a diferencia de otras técnicas que utilizan el prepucio en vez del escroto.
En cambio, otras técnicas como la del urólogo Guillermo McMillan han ido modificándose junto a los avances médicos. “Salas fue el primero, pero su técnica es distinta. Han llegado pacientes pidiendo reconstruir vaginas hechas por él”, comenta McMillan.
El mismo año en que Salas operó a Marcia, llegó el golpe militar y la noticia de la operación se perdió entre la contingencia. Recién en abril del 1974 la Revista Vea sacó un reportaje con el titular El hombre que se convirtió en mujer, relatando la transición de Manuel a Marcia Alejandra. Todos querían hablar con los doctores que habían logrado aquella hazaña. Salas y Quijada comenzaron a dar entrevistas en la radio y en la televisión, por ejemplo en Sábado Gigante. Aunque, hasta antes de eso, en su casa Antonio no había comentado nada. “Vi una noticia en el diario, le pregunté a mi papá y ahí recién nos contó a todos”, recuerda Elisa, su hija menor.
Pese a la dictadura, Antonio podía rearmar genitales e identidades con mayor libertad que en otros países de la región, donde estaba prohibido o no habían recursos suficientes. Hasta la fecha ha operado a más de 400 argentinos y llegó a alcanzar algo de fama tras la cordillera también.

Durante el tiempo de dictadura, el sida se expandía en Latinoamérica y cruzó la cordillera hacia Chile. En 1983 Salas citó a una ronda de periodistas para fomentar la protección sexual a través del uso de condón. “El látex era lo único que frenaría al virus en esa época”, comenta. Sin embargo, la recepción de los medios no fue la esperad,a ya que hablar de VIH, preservativos, incluso de prostitución estaba vetado. “Así como Trump dice que el calentamiento global no existe, para el gobierno no existía el sida. Me dijeron que en Chile no había enfermedades de transmisión sexual. Me reí”, dice Salas.
Frente al escaso apoyo estatal, Salas decidió junto al doctor Ricardo Saavedra fundar la ONG Frena Sida, la cual cuantificó a la población contagiada en ese entonces. Se contactaron con la Embajada de Suecia, la cual contribuyó con el financiamiento, porque según Salas: “el gobierno sueco sabía sobre la dictadura y quería ayudar a la población vulnerable de Chile, muchos chilenos se habían refugiado en ese país”. Desde una pequeña consulta en la calle Dieciocho realizaron campañas para informar sobre el VIH y entregar tratamiento a los pacientes infectados. “Teníamos un programa radial para la autoayuda”, comenta. Frena Sida funcionó hasta los 90, con el regreso de la democracia la fundación pasó a manos del gobierno con el nombre de Conasida (Comisión Nacional del Sida), que aún sigue en funcionamiento.
Aquella labor de prevención del Sida lo llevó a salirse de los márgenes de la medicina y abordar de lleno la disciplina que hoy lo identifica mejor: la sexología, ciencia que estudia y trabaja desde la sexualidad humana. “Algo más cercano a la psicología”, dice Antonio. Hoy es presidente de la Sociedad Chilena de Sexología. Realiza terapias de pareja, donde tratan todo tipo de problemas de sexuales. “Acá llega de todo, hay que saber escuchar y estar abierto”, dice su hijo Mauricio, con quien dirige esta organización. Elisa, la hija menor de Antonio también trabaja allí como asistente en pabellón y administrativa.


Por la ventana de la consulta del doctor Salas se ve el Paseo Bulnes. Adentro, una habitación con olor a limpiador de lavanda, flores sintéticas que decoran el lugar y tres secretarias contestando llamadas que llegan cada cinco minutos o menos. “¿Cuál doctor? ¿Uno de edad o uno más joven?”, pregunta Iris Hernández por teléfono, quien lleva más de 30 años trabajando con los doctores Salas: Antonio y Mauricio, ambos urólogos especializados en sexología. “¿Es uno de edad, entonces?”, insiste Hernández, “ah, ya. Tiene hora recién para julio, ¿le sirve?”. Cuando Antonio llega a la oficina, Iris se levanta para recoger su abrigo y colocarle el delantal blanco. En el escritorio del doctor se observa una pila de papeles con fichas de pacientes. “La Iris se preocupa de estas cosas”, dice Antonio.
“Con mi papá somos socios y amigos”, dice Mauricio Salas . “Cuando entré a estudiar Medicina no estaba en mis planes seguir en la urología, aunque él siempre fue un ejemplo para mí”, y agrega que en la sexología fue: “cayendo por efecto gravitacional”, ya que era un tema presente en la familia. Al terminar la carrera viajó a especializarse en Francia, donde trabajó en un hospital donde hacían cirugías de cambio de sexo. Mauricio o “Mauri”, como le dice su papá, opera a sus pacientes con la misma técnica que inventó su padre y con la que fue operada Marcia.
La consulta de Antonio tiene una repisa del ancho de la habitación, llena de libros; Hegel, Kant, Platón, Sócrates, son algunos autores que se distinguen. “Mi papá siempre ha sido muy existencial para sus cosas, le encanta ir a la vanguardia en conocimiento”, dice Mauricio, “yo creo que eso lo empujó a hacer todas las cosas que ha hecho”. Pionero en el cambio de sexo, la sexología y prevención del sida, el doctor Salas a sus 86 años, aún tiene la agenda llena. “El único problema de los doctores es que no nos podemos enfermar”, dice entre risas y agrega, “¿quién nos cura a nosotros?”.
Sobre la autora: Francisca López Espinoza es estudiante de Periodismo y escribió este artículo en el Taller de Prensa. El perfil fue editado por Belén Castillo y Sofía Anich en el Taller de Edición en Prensa.