El doble genocidio del pueblo Selk´nam
Más de cien años han transcurrido desde el asesinato y la tortura contra los indígenas de la zona austral de Chile, el genocidio Selk´nam, del cual algunos lograron escapar. Hoy un nuevo peligro amenaza con borrar su existencia. Un proyecto de ley declara su extinción. Nueve familias luchan por ser reconocidas como Selk´nam y para que su pueblo sea incluido en la Ley Indígena.
Por María Francisca Sáez Urbina con la colaboración de Bárbara Espinoza Calixto
La senadora Carolina Goic, ingresó el siete de marzo de 2019 una moción a un proyecto que reconoce el genocidio de cuatro pueblos: Aónikenk, Yagán, Kawésqar y Selk’nam, donde se asegura que los último fueron extintos. Mientras, hay descendientes que se identifican como parte de esa etnia, no reconocerlos como pueblo vivo significa no entregarles los mismos beneficios a los que otros pueblos originarios sí pueden acceder.
Ante los obstáculos, nueve familias Selk´nam decidieron reunirse y organizarse bajo la figura de persona jurídica, creando la Comunidad Covadonga Ona el año 2012. A través de esa agrupación luchan por la recuperación del idioma, de sus historias familiares y por ser reconocidos como el décimo pueblo en la Ley Indígena. El nueve de agosto junto a las diputadas Claudia Mix (Comunes) y Camila rojas (Izquierda Autónoma), ingresaron un proyecto de ley para que su pueblo sea reconocido por la Ley Indígena.
El genocidio
Una libra por la oreja de un adulto, media por la de un niño… Una mano o una oreja eran la prueba de haber asesinado a un Selk´nam. Hasta que, por los extensos pastizales de la Patagonia, se les vio caminar mutilados, pero vivos. Desde ese momento se decidió pagar sólo por sus cabezas. El precio que se fijó en 1895 por asesinar a un integrante de la etnia, en Chile, era de diez pesos, como demuestran cartas de la época expuestas en el Museo de Magallanes.
El conflicto se inició ante la ocupación de Tierra del Fuego por los colonos, quienes desplazaron de la zona a los Selk’nam y a su principal fuente de alimento, el guanaco. La cacería de una nueva presa, el guanaco blanco (como le decían a las ovejas), generó molestia en los colonos. Justificando con esto una política sistemática de asesinato y secuestro para exponer a este pueblo en museos europeos.
Tierra del Fuego fue testigo de la matanza del pueblo que la habitó por 9 mil años. El valor económico que aportaron las grandes compañías ovejeras se antepuso al valor de la vida de los Selk´nam.
— Un genocidio que parece no acabar — dice tajante Hemany Molina, una de las integrantes de la Comunidad Covadonga Ona, refiriéndose al proyecto de ley.
Sus ojos se encienden al hablar. Tras ella se encuentra la historia de supervivencia de su familia, de su abuelo “el ona” que dejó Tierra del Fuego; y de la actual lucha que da junto a sus hijos y nietos por recuperar la cultura. Hemany es la presidenta de la Comunidad Covadonga Ona, la que agrupa a nueve familias que se reconocen como Selk´nam.
Comunidad Covadonga Ona
Hace cinco años Marcela Comte supo que existían otros Selk´nam además de ella. La artista exponía sus telares de colores intensos, cuando una mujer se le acercó.
— ¿Por qué solo haces tejidos Mapuche? — le preguntó la mujer a Marcela, mientras miraba los telares.
— ¿De qué pueblo te interesaría? — le contestó la expositora, mientras pensaba en las similitudes de las grecas (decoraciones indígenas) que poseen los tejidos entre los distintos pueblos.
— Selk´nam — le dijo.
— Estos están tejidos por una Selk´nam. Yo soy Selk´nam — respondió, inquieta, Marcela.
La mujer quedó sorprendida con la respuesta de la artista. Le contó que ella conocía a otras familias Selk´nam que estaban empezando a reunirse. Le prometió que los pondría en contacto. Marcela no le creyó, nunca había conocido a otros Selk´nam. La mujer cumplió con su promesa, terminada la semana llamó a Marcela para que conociera a otros como ella.
Así, hace seis años, la taykenken (tejedora en su lengua) conoció a los demás. Poco a poco otras familias se unieron y, entre todos, conformaron la Comunidad Covadonga Ona.
El primer sábado de cada mes, las nueves familias se reúnen en la casa de alguno de sus miembros. Hemany les enseña algunas recetas Selk´nam que se conservaron en su familia, generalmente preparaciones con cochayuyo. Marcela les cuenta sobre sus animales. Varios miembros de la Comunidad coinciden en vivir con muchos animales; la naturaleza es algo fundamental para la creencia de su pueblo. Keyuk Yanten les enseña palabras. Los años de investigación mientras estudiaba en la Universidad de Chile y su viaje a Magallanes donde se reunió con descendientes Selk´nam ancianos, le permitieron conocer su lengua. Ivonne Holpinna´, la Xo´on (que significa mujer medicina), quien dice haber descubierto cuando era niña que tiene un don para sanar, les explica la importancia que le daban los Selk´nam a la recuperación a través de las energías.
¿Extintos?
La agrupación de familias se ha manifestado en múltiples ocasiones para ser reconocidos en la actual Ley Indígena. No es la primera vez que el Estado de Chile declara extinto a un pueblo indígena. Sucedió con los diaguitas y también con los changos; quienes tras años de lucha por su identidad han logrado ser reconocidos.
“ En el caso de los pueblos del extremo sur, se aceptó la extinción, porque ya nadie practicaba el Hain ni el Klóketen (ritos del pueblo Selk´nam). Pero no por dejar de practicar una religión, perder el idioma o vestirse de otra manera significa que uno deje de pertenecer a una etnia. La identidad es un elemento que camina de forma paralela a la cultura”, explica Claudio Espinoza, director de Antropología de la Academia del Humanismo Cristiano e Investigador del Centro Interdisciplinario de Estudios Interculturales e Indígenas (ICIIS).
El programa de Prevención de Conflicto Intercultural de la ONU presenta que Chile, desde 1990, ha utilizado la idea del “último miembro puro” de una comunidad para declarar la extinción de un pueblo. Aunque la “pureza sanguínea” no parece lógica en un país donde el mestizaje fue la estrategia utilizada por varios pueblos para lograr su supervivencia.
“Hubo mestizaje forzoso. Tierra del Fuego fue invadida, porque se entregó a los nórdicos y los primeros mestizajes son violaciones. Fue a través de éste que la cultura pudo sobrevivir a puertas cerradas. Fue por estas violaciones que muchos no cumplimos con el ideal estético que esperan de un indígena”, dice Hemany con voz fuerte.
La violencia en contra de los Selk´nam dejó cicatrices en sus descendientes. Miedo y silencio.
“Mi mamá nunca puede tener una cortina abierta, siempre debe tener todo bien cerrado. Si tocan la puerta ella no abre. Esto se repite en otras familias de la comunidad. Ahora que conozco la historia me explico el por qué”, dice Marcela Comte, la Taykenken (tejedora) de la Comunidad Covadonga Ona.
Pueblo vivo no reconocido
— Estábamos en un congreso indígena, cuando alguien en el último puesto dijo: Yo soy Selk´nam. Nadie se lo podía creer — dice Constanza Tocornal, coordinadora del área de Interculturalidad de la Universidad Católica Silva Henríquez.
El exterminio total de los Selk´nam era lo que se enseñaba en escuelas y universidades; cuando la supuesta “última” representante de este pueblo, Ángela Loij, murió en 1974.
Hasta ahora la Ley Indígena en Chile (19.253) reconoce a nueve etnias: Aymara, Quechua, Atacameño, Colla, Diaguita, Rapa Nui, Mapuche, Yagán y Kaweskar. Chile ratificó en 2009 el convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), que indica que la conciencia de la propia identidad indígena es el criterio principal para el reconocimiento; la ley plantea que para ser considerado indígena en Chile es necesario poseer apellido indígena, ser hijo/a de un indígena y mantener rasgos culturales (costumbres o religión) de forma habitual.
“Para lograr el reconocimiento se han hecho estudios genealógicos y de recuperación de la lengua”, explica la antropóloga Constanza Tocornal. Al no ser reconocidos en la Ley Indígena, los estudios no son financiados por el Estado, por lo que la Comunidad Covadonga Ona los ha tenido que realizar por su cuenta; la Universidad Católica Silva Henríquez ha colaborado con ellos en esta materia.
Estos requisitos solicitados por el Estado, dificultan el reconocimiento de la identidad, dejando a un lado a las etnias que no logran cumplirlos, pese a tener una historia familiar común en el territorio previo a la colonización.
“Es necesario que trascienda la idea de identidad actual. Uno no anda midiendo con una máquina quién es y quién no es indígena. Las culturas cambian, la gente cambia. De un siglo a otro se puede dejar de hablar un idioma o de practicar una religión y eso no significa que se pierdan lazos con la identidad”, explica Claudio Espinoza, doctor en Antropología y especialista en políticas de reconocimiento indígena del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas.
Pese a la moción que presenta su extinción, la Comunidad Covadonga Ona resiste. Es por esto que el nueve de agosto de 2019, junto a las diputadas Claudia Mix (Comunes) y Camila Rojas (Izquierda Autónoma), buscaron dejar atrás el estigma de pueblo extinto a través de un proyecto nuevo que los reconozca en la Ley Indígena. De esta manera pasarían a ser el décimo pueblo reconocido por ley.
Mientras el nuevo proyecto es discutido en la Cámara de Diputados, las nueve familias continúan trabajando en rescatar su historia, por ejemplo, el Parque Karukinka. Esta reserva privada se encuentra sobre el antiguo centro ceremonial del pueblo Selk´nam, al cual hoy deben asistir como visitas.
Sobre el autor: María Francisca Sáez Urbina y Bárbara Espinoza Calixto son estudiantes de Periodismo. El artículo fue editado por María Arriagada como editora de Km Cero.