El Caracol de los músicos

De las 61 galerías que hay en el Caracol los Leones de Providencia, más de 40 están cerradas y en cada nivel se puede ver, al menos, un cartel de “se vende” o “se arrienda”. Sin embargo, a las ocho de la noche, cuando las tiendas cierran y el público se va, el recinto cobra vida gracias a la música de 24 bandas como FHT, Lerdo y Los Mox, que arriendan las galerías para ensayar hasta la madrugada.

Por Gabriela Alarcón / Fotos por Laura Iturrieta

De izquierda a derecha: Carlos Otto, Wernher Schurman, Andrés Torres y Mesié de la banda FHT. / Fotos: Laura Iturrieta

Tiendas de podología, peluquería, cámaras fotográficas y growshop, locales ocupados para oficinas de contabilidad y correos, un restaurant en el fondo e incluso un baño privado para conductores de camiones y buses son algunas de las funciones que tienen los espacios que aún se ocupan de día en el Caracol Los Leones. A las seis de la tarde, cuando los vendedores cierran sus locales y se van, comienza la jornada nocturna. Alrededor de las ocho de la noche empiezan a llegar los músicos, la mayoría hombres entre 25 y 40 años, quienes saludan a Fernando Aliaga (60), el guardia de turno, y luego van directo a sus respectivas espacios convertidos en salas de ensayo.

Los integrantes de Lerdo, el grupo que teloneó a Faith No More en Chile en 2009, llegan a su sala, se sientan y sacan unas cervezas del frigobar ubicado en el pequeño e improvisado living que ocupa casi la mitad del espacio. Rodeados de espuma aislante, retratos antiguos sacados de las mismas viejas galerías y posters de sus conciertos, se preparan para ensayar. Instalan los instrumentos en la otra mitad de la habitación, afinan la guitarra y el bajo, prueban los micrófonos, encienden los equipos y comienzan a tocar.

El Caracol Los Leones fue el primer caracol comercial de Chile, alcanzando su mayor popularidad en la década de los 80. Según Andrés Torres, baterista de la banda FHT, que también arrienda un local, la llegada de los primeros malls, junto con la creación del paso bajo nivel en Los Leones disminuyeron la popularidad del Caracol Los Leones. Gracias a las distintas bandas que han ocupado los espacios abandonados, de a poco se ha ido transformando en El caracol de los músicos, nombre con el que lo han bautizado quienes atienden los locales durante el día.

El primer local del Caracol Los Leones utilizado como sala de ensayo, fue adaptado el año 2001 por la banda FHT.

Hoy existen 12 salas de ensayo donde tocan 24 grupos. “Todos tienen alguna relación, es como un networking chico”, dice el administrador del Caracol, Carlos Otto. La mayoría arrienda las galerías ya transformadas, en conjunto con otros grupos para dividir el valor del arriendo, mientras que algunos compran locales para luego convertirlos en nuevas salas de ensayo.

FHT es una banda de hard rock chileno que cuenta con más de 13 años de trayectoria, han tocado en Vive Latino y la Cumbre del rock chileno. Además, han teloneado a Evanescence y a Kiss. En 2001 uno de los miembros de la banda llegó al Caracol buscando una sala para ensayar, vio que muchas galerías estaban cerradas y desocupadas, por lo que le pareció que era un buen lugar para instalarse. Se lo comentó al resto del grupo y decidieron arrendar uno de los locales del nivel más bajo, donde están los conserjes y calderas, bautizado por ellos como “las catacumbas”.

Luego de que FHT arregló la primera sala de ensayo, otros grupos comenzaron a llegar, dando espacio a dos salas más. FHT siguió ensayando en el Caracol hasta 2009, año en que se fueron a continuar su carrera a México y las otras dos salas siguieron funcionando en su ausencia. Hace cinco años, desde que volvieron a Chile, han comenzado a surgir el resto de las salas a cargo de bandas. “Fue de boca en boca, nosotros fuimos como los colonizadores”, cuenta Carlos Otto, guitarrista de FHT.

Ya no tocan en “las catacumbas”, compraron dos locales en el Caracol para poder usarlos y arrendarlos a otros grupos. Uno se lo compraron a Paula Sobeck, diseñadora nacional que en los 80 era dueña de una disquería en el caracol. Ella les vendió una de las galerías de abajo, donde ahora toca Devil Presley.

Para ensayar arriendan otra sala en conjunto con los miembros de Lerdo, Cler Canifru y Fénix, una que es el doble más grande que la sala en que comenzaron.

“La arquitectura facilita mucho el desarrollo de la música, porque este Caracol no tiene contacto con el exterior. Si estás ensayando, lo que menos quieres es tener influencia externa, está metido en la tierra, no hay ventanas, son como unas madrigueras y eso para una sala de ensayo es perfecto”, dice Otto. El músico también destaca la ubicación privilegiada y la facilidad para acarrear los instrumentos por las rampas del caracol.

Otros grupos que también arriendan salas son Straight Terror y Los Mox, quienes llegaron hace cuatro años buscando un sitio donde dejar sus instrumentos debido a que la sala que compartían antes, ya no estaba disponible. FHT les comentó que había un local desocupado en el Caracol y de inmediato lo arrendaron. Ambos grupos terminaron comprando sus propias galerías al ver las ventajas de ensayar ahí. “Esta hermandad con las otras bandas es una instancia la raja, que creo no está en todas partes”, comenta Wernher Schurmann, baterista de Straight Terror.

Las bandas se juntan a ensayar después de que el Caracol se cierran al público. Ahí están hasta alrededor de las dos de la mañana.

FHT ha ensayado 10 años en el caracol y forman parte activa de la comunidad de locatarios. Otto se involucró tanto que, cuando la directiva antigua se retiró a comienzos de 2016, postuló junto con Carlos Cid, de FHT, y Macuco, de Los Mox, para ser parte del comité administrador. Después de una votación entre todos los locatarios, fue elegido.

Marlene Dieterich, vendedora de la tienda de growshop, dice que lo eligieron porque venía con otras ideas: “Gente nueva, ideas nuevas”, pensaron. Ramón Aránguiz, dueño de una tienda de cámaras fotográficas, lleva más de tres años trabajando en el caracol y señala : “No se ven muy seguido en el día, ya que solo ocupan las salas en la tarde por respeto a la gente a la que le molesta la bulla”; y asegura que nunca ha escuchado que los vecinos hayan reclamado. Fernando Aliaga, el conserje, llegó a trabajar al Caracol en 1998, por lo que ha visto todo el cambio y cree que ha sido para mejor: “Estos jóvenes son todos profesionales, respetuosos y responsables. Además hay vida y hay juventud, esto era una cosa obsoleta”.

Las primeras bandas llegaron en 2001, pero fue diez años después que el Caracol se volvió un lugar recomendado entre las agrupaciones para ensayar.

Sobre la autora: Gabriela Alarcón es estudiante de Periodismo y escribió este reportaje como parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa. El artículo fue editado por Francisca Urrutia en el curso Taller de Edición en Prensa.