
Dominga Sotomayor: “Soy directora antes que directora mujer”
La cineasta chilena fue la primera mujer en recibir el premio a mejor dirección en uno de los certámenes más prestigiosos del séptimo arte: el Festival de Cine de Locarno. Para ella, tres palabras resumen su película Tarde para morir joven: nostalgia, democracia y juventud. Aquí cuenta sus emociones tras recibir el premio y describe el proceso de creación del largometraje.
Por Javiera Pizarro H.
Con solo 33 años, Dominga Sotomayor se inscribió en la historia del cine chileno y del mundo. Con su película Tarde para morir joven, la cineasta fue reconocida con el Leopardo de Oro en la categoría mejor dirección en el Festival de Cine de Locarno, convirtiéndose así en la primera mujer en recibir el reconocimiento, que antes obtuvo, por ejemplo, Stanley Kubrick. El largometraje trata sobre tres jóvenes que viven sus primeros amores y miedos en un Chile que recién se enfrenta a la vuelta a la democracia.
Dominga Sotomayor es directora de cine, productora audiovisual y guionista. Estudió Dirección Audiovisual en la UC, ha dirigido varios cortos y los largometrajes De jueves a domingo y Mar, además de producir trabajos de otros realizadores a través de Cinestación, proyecto que se enfoca en el cine de autor.
— ¿Te esperabas ganar el premio a mejor dirección en Locarno?
— No me lo esperaba para nada. La noche antes me llamó el director del festival y me avisó que había ganado algo. Podría haber sido mejor actor, mejor actriz… Me dijeron que si no hubiese sido algo importante, no me hubiese llamado él. La verdad es que cuando me avisaron que había quedado en el concurso fue una sorpresa súper grande. Antes habían estado muy pocas películas chilenas: Raúl Ruiz con Tres tristes tigres y La telenovela errante, y Sebastián Lelio con El año del tigre.
— ¿Qué sentiste cuando dijeron tu nombre y subiste al escenario?
— Estaba medio en shock. Había una especie de sesión de fotos, estaba lleno de cámaras, pero nadie me decía cuál era el premio. Fue medio loco. Cuando me di cuenta, estaba súper contenta. En la noche ya sabía, pero lo que me daba nervios era estar al frente de ocho mil personas y dar el discurso. No sabía si prepararlo o no. Al final decidí no hacerlo y decir lo que se me ocurriera en el minuto.
Fue súper emocionante también, porque era el mismo día del cumpleaños de mi abuelo. Él siempre apoyó mi trabajo y sentí que era un regalo que me mandaba o que yo le quería dar a a él.

— Fuiste la primera mujer en recibir el galardón por mejor dirección en la historia del Festival de Locarno. Para ti, qué significa ser mujer en la industria del cine hoy.
— Es loco. Es un tema que se está hablando mucho ahora. Me preguntan harto cómo se siente ser directora mujer o cómo me siento como chilena, latinoamericana. Me gusta la tendencia más genderless: sentirme primero como humano antes que mujer. Es decir, soy directora antes que directora mujer. En Locarno mismo lo recalcaron: “Este premio te lo damos por ser la mejor dirección, no porque seas una mujer directora”. He tenido suerte de trabajar con gente que me valora por mi trabajo y no hace diferencias.
— ¿Sientes que haber ganado este premio genera un punto de inflexión en tu carrera como cineasta/directora?
— Es muy encima todavía para darme cuenta de lo que va a generar esto. Pero de todas maneras es un momento de cambio. Sobre todo, porque este premio, en este tipo de festivales, hace más visible al cine autoral. Por ejemplo, ahora se confirmó que la película se va a estrenar comercialmente en Estados Unidos. Quizá mis películas antes llegaban a a estrenos muy chiquititos y a un público más de festivales. Yo creo que igual es un buen empuje que la película llegue a un público más amplio. Todavía no sé si quiero, pero sí sé que se están abriendo puertas nuevas.
— ¿No quieres que tus películas se hagan tan masivas?
— Lo que pasa es que tampoco me imagino haciendo una película tras otra. Mi trabajo me involucra mucho emocionalmente. Me gusta tomarme mi tiempo, entonces tampoco es que vaya a saltar ahora a hacer 800 películas. No sé si va a cambiar tanto mi modalidad.
— Con respecto al tiempo, en un reportaje de Km Cero en 2012 decías que estabas buscando quiénes podrían producir Tarde para morir joven. ¿Por qué se demoró tanto?
— Cuando a De jueves a domingo le empezó a ir bien, la gente me empezó a preguntar cuál iba a ser mi próxima película. Yo tenía esa idea muy vaga, así que recibí apoyo para escribir Tarde para morir joven, pero después costó mucho financiarla. Postulamos al fondo chileno tres años seguidos y nunca la aceptaban. Decían que estaba bueno el proyecto, pero no era tan comercial. La verdad es que hace dos años estuve a punto de abandonar el proyecto.
Además, soy media dispersa. Entremedio creció Cinestación (productora de cine que tiene con Manuela Martelli, Felipe Carmona, Omar Zúñiga y Fernando Lavanderos), hice una película en Argentina, un corto en Portugal y otro en Chiloé. Pasaron muchas cosas.
— ¿Alguna vez quedó en stand by el proyecto?
— Yo creo que estaba ahí. Sabía que lo iba a hacer en algún momento, pero también era frustrante recibir puros “no” en Chile y puros “sí” de afuera. Tenía a Sundance y hasta a un laboratorio en Jerusalén apoyándome, y de acá no salía la plata. La película fue posible gracias a que existe toda esta red internacional de financiamiento. Terminó siendo una película brasilera filmada en Chile.
— El proceso de creación de la película duró cinco años y las personas cambian durante ese tiempo. ¿Crees que la película tuvo una evolución junto contigo?
— Creo que la esencia del proyecto era la misma, pero yo fui cambiando también. Es interesante lo que pasa con los proyectos cuando hay otros entremedio, porque van agarrando otras capas. Con todas las cosas chiquitas en las que trabajé, me fui como soltando y entré al rodaje con una mirada más libre y segura. Cuando empecé la película pensé que el personaje de 10 años iba a ser más protagónico, pero terminé más cercana a la que era más adolescente y, por lo tanto, ese personaje agarró más fuerza.
“Por ejemplo, una mujer a veces no sabe si el jefe quiere invitarla a salir o si le interesa su trabajo. ¿Le intereso yo o mi película? ¿Esta comida es de trabajo? Esas cosas, un director hombre no tiene que pensarlas”, reflexiona Sotomayor sobre el movimiento Metoo en el cine.
— ¿Qué temáticas se tratan en Tarde para morir joven?
— Es una película que siempre me ha costado mucho explicar. Yo creo que por eso la hice también (ríe). Trata sobre crecer cuando uno vive cambios importantes y está relatada a modo coral. Son tres jóvenes que viven en una comunidad aislada cuando llega la democracia a Chile. Pero todo eso no lo vemos, estamos lejos de la política. Es una visión súper cotidiana y humana. Caería en el género coming of age (de crecimiento). En resumen, es sobre crecer en un país que también crece lleno de expectativas.
— Si está lejos de la política y viven en el campo. ¿No llega a ser atemporal?
— Está inspirado en un tiempo muy concreto (los 90), pero al mismo tiempo la gente está viviendo sin teléfono y sin electricidad. La moda es indefinida. Viven en la mitad del campo, entonces no hay elementos tan concretos para situarse. Me gusta jugar con un tiempo y lugar indefinido. Eso también hace que la gente se vincule con su propia infancia, aunque sea alguien de 20 o 40.
— ¿Qué hay de ti en esta película?
— Trabajo sobre lo que conozco, entonces todo lo que hago tiene algo de mí. Curiosamente, aunque yo viví 20 años en la Comunidad Ecológica de Peñalolén, que es una referencia súper fuerte para el lugar donde ocurre la película, es de las cosas menos autobiográficas que he hecho últimamente. Hay de mí en todos los personajes, pero yo no soy nadie en concreto.
— Resume en tres palabras la esencia de Tarde para morir joven
— Nostalgia, democracia y juventud.

— ¿Es diferente la industria del cine arte para la mujer?
— Las mujeres tenemos una entrada más fácil en el cine independiente o de autor. El mundo del cine ha sido amable conmigo por el tipo de película que estoy haciendo. Me imagino que si me pusiera a dirigir en Hollywood o a hacer comerciales en Chile serían otras las barreras.
— ¿Y has tenido experiencias en el mundo publicitario?
— Hace años atrás, hice varios comerciales. Unos de Selecta, de Cachantún… Una vez tuve una experiencia muy machista con un cliente de la empresa. Me acuerdo que le hablaba directamente al productor y no a mí. Le decía: “Súper bien, deberías cambiar eso”, y yo estaba al lado. Era tanto que el productor me miraba y se moría de la risa. Era demasiado evidente que la mujer no valía nada en esa mesa, aunque yo había dirigido, escrito y montado el comercial.
— En ese sentido, ¿cómo ves lo que ha pasado con el movimiento Me too?
— Las actrices se sienten responsables de ser un rostro y poder mover más gente. Si lo parte una persona que no tiene tanta visibilidad, no va a tener el mismo impacto. Lo encuentro bueno. Es un momento explosivo que está dando pie a que más mujeres se sientan en confianza de denunciar. A veces las diferencias están en cosas más invisibles que tienen que ver con el trato. Por ejemplo, una mujer a veces no sabe si el jefe quiere invitarla a salir o si le interesa su trabajo. ¿Le intereso yo o mi película? ¿Esta comida es de trabajo? Esas cosas, un director hombre no tiene que pensarlas.
— ¿Qué sueños tienes por concretar?
— Mi próximo sueño es el Centro de Cine y Creación. Quiero que sea el nuevo espacio que comunique a la gente a la que le gusta el cine en Chile. Me lo imagino mostrando las películas que no tienen espacio y que mezcle la creación con la formación. Siento que hace falta un espacio así que no sea de una universidad ni del gobierno. Paradójicamente, me imagino filmando otra película, pero a la vez me gustaría tratar de hace menos también (ríe).
Sobre la autora: Javiera Pizarro es estudiante de Periodismo, escribió y fotografió este artículo como colaboradora de Km Cero. La entrevista fue editada por la estudiante de Periodismo, Trinidad Rojas.