Provocada por el resplandor artificial generado por fuentes de luz creadas por el ser humano, este tipo de contaminación ha aumentado de manera significativa el último tiempo, duplicando su impacto cada ocho años. En octubre del año pasado, entró en vigor la nueva Norma Lumínica de Chile, que por primera vez regulará su alcance a lo largo de todo el territorio nacional. También busca implementar estrategias para mitigar el impacto de este contaminante en los animales, principalmente en las aves marinas, las más afectadas.

Por: Lucía Figari (@Luciafigaris)

Edición: Almendra Mendez 

En la última década, aproximadamente 13.325 golondrinas negras murieron en las minas de Salar Grande, en la Región de Tarapacá. La principal causa de estas muertes es la iluminación artificial nocturna generada por los yacimientos mineros de la zona. Según expertos, esta región es el sector del mundo donde ocurre la mayor cantidad de caídas de aves marinas debido a la contaminación lumínica. Esta se produce por la alteración de la oscuridad natural derivada del uso inadecuado o excesivo de luz artificial en el medio ambiente. 

Esta luz se considera un contaminante porque puede afectar la salud humana y la visibilidad astronómica. Científicos chilenos han advertido sobre el impacto que tendría la contaminación lumínica del proyecto industrial de AES Andes que contempla la construcción de plantas de hidrógeno, amoníaco y un puerto en el Observatorio Paranal. Además tiene efectos en la conservación de la biodiversidad: esta contaminación amenaza a especies como las golondrinas negras, que llegan al desierto de Chile para reproducirse.

Pero casos como el de Salar Grande son numerosos. Punta de Choros y la isla Robinson Crusoe también enfrentan este problema, debido a la inadecuada iluminación de sus cielos.

Cada año, en nuestro país, miles de aves marinas son perjudicadas por la contaminación lumínica, lo que impacta su salud y, en algunos casos, les causa la muerte. Alrededor de 17 especies se ven perturbadas por este fenómeno. Frederick Toro, médico veterinario de la Universidad Santo Tomás, afirma: “Las aves marinas son las más afectadas por esta problemática”.

Según Jonathan Soto, jefe de certificación de la Escuela de Ingeniería Eléctrica de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, “la industria minera es la que más contamina, tiene un gran problema en este aspecto”. Para cumplir con la demanda internacional de cobre y litio, las mineras deben operar las 24 horas del día los siete días de la semana, por lo que utilizan iluminación LED para trabajar durante las noches. Esta contiene un alto componente espectral azul, es decir, aporta una mayor intensidad y brillo lumínico. Según Soto, estas tecnologías son las más perjudiciales para la biodiversidad.

Pedro Sanhueza, jefe de proyectos de alumbrado en EcoDiLúmina, una consultora medioambiental especializada en evaluaciones y gestiones para abordar los desafíos de la contaminación lumínica comenta que “tenemos un nivel de crecimiento de la contaminación lumínica bastante alto en nuestro país. Hay especialistas que hablan de un aumento superior al 10% anual, y eso es considerable. Está por encima del promedio mundial”.

Las empresas mineras del sector de Salar Grande han tomado medidas para mitigar el impacto de la contaminación lumínica derivada de su iluminación LED. Pero, según expertos, debido a la alta cantidad de ejemplares caídos que aún se reportan, estas acciones siguen siendo insuficientes. Además, existen problemas en el manejo posterior de los desplomes, ya que no se han proporcionado cifras sobre los individuos que han sido liberados.

Este conflicto ha generado alarma entre los expertos, quienes han comenzado a actuar por su cuenta para atenuar su efecto. Ivo Tejas, director ejecutivo de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC), afirma: “Para algunas de estas especies, la contaminación lumínica es su principal amenaza”.

En el pasado, la normativa para mitigar el impacto de la contaminación lumínica se había centrado en la protección de la calidad astronómica de los cielos, abarcando únicamente las regiones de Atacama, Antofagasta y Coquimbo, donde se realizan estas actividades.

Sin embargo, el 18 de octubre de 2024 comenzó a regir la Nueva Norma Lumínica de Chile, un marco regulatorio que forma parte de la Ley 19.300 y está supervisado por la Superintendencia del Medio Ambiente. Desde entonces, se ha incluido la biodiversidad y la salud humana como objetos de protección ambiental. Asimismo, esta herramienta, por primera vez, abarcará todo el territorio nacional.

La nueva normativa chilena establece horarios de luminosidad, según los cuales las luces de tipo ornamental deberán apagarse a partir de las 00:00 hasta las 7:00 horas. Además, se impulsará el uso de luces cálidas, las cuales tienen una menor intensidad, para el alumbrado público. Eduardo Konig, abogado ambiental de la Fundación Terram, una organización que promueve políticas públicas en temáticas ambientales, afirma: “El objetivo de esta normativa es minimizar los impactos de la contaminación lumínica durante las horas más críticas”, en las cuales los animales son más vulnerables a sufrir accidentes en sus actividades. 

Actualmente, las mineras del sector de Salar Grande tienen proyectos de expansión que, tras una compleja tramitación ambiental —principalmente debido a los efectos de la contaminación lumínica— han llegado a la aprobación de diversas medidas de protección para las golondrinas de mar.

Una amenaza creciente

A diferencia de los seres humanos, los pájaros tienen un espectro de visión más amplio, lo que las hace más sensibles a exposiciones de luz. Además, la mayoría de las especies de aves marinas tienen comportamientos nocturnos, ya sea por migración o por sus movimientos naturales. Durante sus viajes, estas se orientan utilizando luces ambientales, como la luna y las estrellas.

Durante estos viajes, debido a la contaminación lumínica, las aves se sienten atraídas por las luminarias no naturales, lo que les provoca confusión y desvía su rumbo. Según Toro, esto “genera un fenómeno que provoca que comiencen a volar alrededor de las luces artificiales”, lo que puede resultar en colisiones, caídas o incluso en que las aves queden hipnotizadas.

“La causa exacta de por qué las aves se sienten atraídas y desorientadas no está del todo clara”, asegura Tejas. Sin embargo, sí existe evidencia que señala un mayor impacto de las luces LED, debido a su similitud con las luces naturales y alto porcentaje de espectral azul. Por esta razón, la nueva normativa busca reducir este nivel, es decir, la cantidad de luz que emiten las fuentes de luz artificial, para así disminuir el alcance lumínico que estas puedan tener.

Soto sostiene que el motivo por el cual se comenzó a modificar la normativa fue que “en el norte empezaron a aparecer aves muertas en el camino. Y por eso se introdujo este tema de la biodiversidad”. Los casos de caídas masivas de aves marinas en nuestro país se deben principalmente a la cercanía y exposición de los sitios de reproducción y cuidado de crías a las fuentes de luz. Esta problemática está vinculada a diversos proyectos, como el alumbrado público, los puertos, las faenas mineras, entre otros.

La zona de Punta de Choros, ubicada en la Región de Coquimbo, se encuentra a solo siete kilómetros de la Isla Choro, hogar del 95% de la población nacional de yunco de Humboldt, una especie en peligro de extinción. Debido a la proximidad entre los sitios de reproducción de estas aves y el pueblo, estas, al sobrevolar el sector, se sienten atraídas o desorientadas por las luces artificiales y terminan cayendo.

Las áreas donde más se registran caídas coinciden con las zonas más iluminadas del pueblo, como la cancha de fútbol y las caletas pesqueras. Según Sanhueza, esto se debe a que estas áreas cuentan con iluminación a gran altura y utilizan focos de alta intensidad, lo que provoca un considerable desperdicio de luz. Toro añade: «Hay luces que son mucho más perjudiciales. Además, la altura y el ángulo de las luces influyen en el impacto que estas provocan».

A pesar de que en 2022 la Región de Coquimbo ya se encontraba regulada por la normativa lumínica anterior, en el sector se registraron más de 300 caídas de aves —es decir, 100 veces más que el año anterior—, lo que, según expertos, evidencia la escasa efectividad de las medidas.

Según Soto, el alumbrado público contribuye significativamente a la contaminación lumínica, ya que «es de uso permanente; todos los días está funcionando». Este tipo de iluminación no respeta la oscuridad necesaria para que las especies puedan desarrollar sus conductas naturales, las cuales están condicionadas por la duración de la noche. Un caso que lo dejó en manifiesto ocurrió en 2020, en la Isla Robinson Crusoe, ubicada en el archipiélago de Juan Fernández. Allí se llevó a cabo el recambio de luminarias públicas en el sector de Bahía Cumberland. Este proyecto se implementó a solo 80 metros de un sitio de reproducción de fardela blanca.

Tras la instalación de las iluminarias, el número de fardelas blancas caídas aumentó un 676% en comparación con los años anteriores. Debido a la desorientación provocada por las luces, las aves chocaron con infraestructuras o cayeron al suelo, donde fueron atacadas por otros animales.

Mirada hacia el futuro

A pesar de que en ciertas zonas del país ya se encontraba en vigor la anterior norma lumínica, las caídas de aves marinas no han disminuido. Por ello, Sanhueza afirma: «Para que se vean cambios, tendría que haber una fiscalización rigurosa y comprometida. Con la normativa anterior hubo un cumplimiento del 10%, lo cual es muy bajo». Es por esta razón que se han estado aprobando instrumentos para el control de las luminarias. Para Sanhueza, esto puede ayudar a generar un avance real en la reducción de la contaminación lumínica. 

Según Toro, pequeñas acciones pueden modificar el impacto generado. «Un día se cayeron cerca de 60 aves. A la mañana siguiente, solo pedimos que cambiaran el ángulo del foco que apuntaba hacia el mar, y se notó de inmediato una disminución significativa», añade.

Un aspecto fundamental de la contaminación lumínica es la dirección en la que se proyecta la luz. «Hay que dirigir la luz hacia donde es necesario iluminar. No se debe iluminar hacia arriba», afirma Tejas. Según él, si se ilumina el hemisferio superior, esa luz no se utiliza y solo genera más contaminación.

Según expertos, la utilización de las luces únicamente cuando sea necesario puede generar un impacto positivo en esta problemática. «Para esto existen los sensores de movimiento o dispositivos de control de encendido», afirma Tejas. Además, recomienda reducir el nivel de intensidad de las luces: «Las luces más cálidas afectan menos tanto al ser humano como a la luminosidad ambiental», añade. Las cuales aportan, de igual manera, en la seguridad ciudadana, sin afectar la salud de las personas o animales. 

Según Sanhueza, con la nueva normativa, el sector industrial estará obligado a generar cambios en esta área. Por su parte, el alumbrado público, al ser un servicio municipal, también deberá implementar modificaciones. Según los expertos, con todos estos cambios, se espera una mejora que parta beneficiando a las aves pero que luego contribuya a la reducción del impacto ambiental en distintos ámbitos, con el fin de la conservación de uno de sus recursos naturales más valiosos: la oscuridad del cielo.

Lucía Figari es estudiante de tercer año de periodismo en la @fcomuc. Es su primera vez publicando en @revistakmcero