Alzar la brocha, la lucha por conservar los murales de Santiago
Los graffiteros y artistas de la calle están acostumbrados a que sus obras sean cubiertas, rayadas o borradas. Existen solo 10 murales en Santiago que están protegidos por el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), esta institución se encarga de autorizar cualquier modificación a los mismos, pero los responsables de financiar el mantenimiento son los propietarios del muro y los artistas deben hacer los arreglos.
Por Laura Iturrieta

Desde la esquina de Rosal con Lastarria se puede ver un mural pintado por Luis Núñez, muralista antofagastino, quien en 2017 buscó mostrar lo que era el barrio en el año 1900. La pintura se pudo realizar gracias a la gestión del Hecho en Casa Fest, festival que invita a artistas para que realicen obras en el espacio público, que además se dedicó a remodelar la fachada del edificio ubicado en Rosal 312, que antes estaba rayada, descascarada y sucia.






El Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) pretende borrar la intervención artística, ya que según el acuerdo entre el CMN y el Hecho en Casa Fest, el mural tendría una duración transitoria de seis meses, plazo que ya se cumplió.




La creación de la obra, a los vecinos les dio la oportunidad de restaurar sus murallas. “No puedo creer que nos quieran borrar nuestro mural”, dice Macarena Cáceres, quien era vecina del edificio al momento de ser entrevistada. Macarena cotizó el arreglo de la fachada del edificio: $20 millones de pesos. “Era plata que no teníamos”, comenta ella. Antes de la realización del mural, la pared estaba rayada y sucia. Esto lo solucionaba un carro municipal que pasaba varias veces al año pintando por encima, algo que contribuyó más aún al deterioro de las murallas debido a la acumulación de capas de pintura.


Son solo 10 los murales que se consideran monumento nacional a lo largo del país. El CMN, organismo encargado de designar esta categoría, es además el responsable de autorizar cualquier intervención que se les haga a las obras. Sin embargo, los encargados de llevar a cabo y financiar las restauraciones son los propietarios de las viviendas.
Según Mariano González, consejero del CMN, un mural es evaluado según una serie de valores, por ejemplo el peso cultural, el artista que lo pintó y aquello que testimonia o representa. La clasificación se hace mediante la observación de las solicitudes que los ciudadanos envían a la institución para que un bien sea considerado Monumento Nacional.

Jorge Malhue, uno de los propietarios del edificio en Lastarria, lidera la lucha para preservar el mural. Uno de los argumentos para defenderlo es que 36,3% de los comerciantes del lugar entrevistados por Hecho en Casa, creen que sus ventas han aumentado desde la creación del mural. Estos datos son utilizados como antecedente para apelar por el reconocimiento de Monumento Nacional.
Malhue cuenta que tras contactar a los vecinos del edificio lograron hacer una reunión con seis de los doce propietarios. El resultado de la votación fue cinco votos a favor y uno en contra y así también no perder la inversión de cerca de $50 millones de pesos que costó realizarlo. Sin embargo, el pasado lunes 3 de septiembre, en la Junta de Vecinos mensual de Lastarria, hubo un grupo de personas que le pidieron a los propietarios de Rosal 312 que cumplieran la ley y borraran la intervención. Jorge aseguró que hay una orden de borrado detenida, ya que el CMN está esperando la defensa de la intervención artística.
Ahora Malhue planea enviar una carta a la oficina de Patrimonio Nacional, lo único que le falta es la firma de una de las vecinas que votó en la reunión y que ahora se encuentra en Talca, con las firmas y la defensa estará listo para apelar a que la obra que cubre las murallas de su edificio sea declarada Monumento Nacional.


“Autorizar permanentemente este mural, va contra los valores arquitectónicos que tiene esa Zona Típica”, explica Mariano González desde el CMN, refiriéndose al barrio Lastarria, el cual según la definición de Zona Típica del Consejo, constituye la unidad representativa de una comunidad humana, en que destaca su unidad estilística, tipo de material o técnicas de construcción. Sin embargo, los vecinos insisten en que el mural es beneficioso para la comunidad. Victoria Jara, colaboradora del blogLa antesala: museos comunitarios a cielo abierto, quien ha estado trabajando con Jorge Malhue en la defensa del mural dice: “El patrimonio se constituye por colectivos, si la comunidad que habita en el edificio y quienes transitan por el sector consideran el mural como un aporte y se apropian de él, las instituciones no deberían impedirlo”.

El primer gol del pueblo chileno de Roberto Matta y la Brigada de Jóvenes Ramona Parra, es uno de los 10 murales que son considerados Monumento Nacional por el CMN. Se pintó en 1971, cuando los creadores realizaban trabajos en poblaciones con el objetivo de conmemorar el primer año de gobierno de Salvador Allende y fue borrado con 14 capas de pintura en 1973. Permaneció así durante 33 años.




Su restauración comenzó el 1 de abril de 2005 y terminó un año y ocho meses después. En 2008, alrededor del mural, se construyó un Centro Cultural en su nombre: Espacio Matta, ubicado en la comuna de La Granja. “Este mural en su inicio tuvo una gran carga cultural, pues su objetivo fue hacer llegar la cultura a la periferia”, dice Francisco Guerra, gestor cultural de Espacio Matta. A pesar del arduo trabajo de restauración, el mural se ve picoteado, con sus colores apagados y piezas faltantes. En 2015 fue declarado Monumento Nacional, según el decreto Nº124, esta decisión radicó en que su pintor fue uno de los más destacados del arte chileno, fue borrado y censurado en dictadura. “Fue rescatado tras un meticuloso trabajo de restauración y fue considerado una expresión de arte accesible a toda la ciudadanía”, explica el decreto.

El Museo a Cielo Abierto de San Miguel es otro proyecto y nació a partir de la necesidad de los vecinos de reparar el deterioro de las fachadas de sus viviendas. Tiene aproximadamente 40 murales de artistas de todo el mundo, entre los que están los chilenos Inti Castro y “Mono” González, que con sus brochas unieron esfuerzos para cubrir los blocks de la comunidad. Sin embargo, ninguno de los murales que cubren la Villa de San Miguel ha sido declarado Monumento Nacional por el Consejo.


Todos los murales del Museo a Cielo Abierto de San Miguel están intactos, con sus colores vívidos y sin intervención alguna. El municipio no se hace cargo del cuidado de los murales, sino que deben hacerlo los miembros de la comunidad. “La auto preservación del museo se debe a un milagro, los que pegaban afiches los siguen pegando, pero en los muros que no están pintados. ¿Qué les causó a los que pegaban afiches? No sé”, comenta Roberto Hernández, director del Museo y vecino del barrio donde se realizó el proyecto.

Durante los fines de semana, el museo se llena de turistas, buses escolares y transeúntes que van a disfrutar el arte callejero. “La gente entiende que es un beneficio para ellos, también una restauración del barrio, entonces la comunidad lo cuida. En ese lugar el respeto es extremadamente grande”, cuenta Fabián Anaya, muralista que participó de este proyecto, además dice que ha notado que las personas prefieren un mural con contenido a un muro monocromático que sirve de lienzo para los taggers, quienes no realizan graffitti ni muralismo, sino firmas con aerosol.

Gabriel Collio vive hace 49 años en el edificio que alberga el mural más antiguo del Museo de San Miguel, el cual desde 1971 ha sido parte del block 47 años, razón por la que lo llaman: Mural 0. La intervención urbana fue creada por el “Mono” González y la Brigada Ramona Parra, y el año pasado fue restaurada por el mismo artista, junto a Gabriel y a su familia, quienes también participaron. “Fue el punto de partida del museo sin preverlo”, asegura Roberto Hernández, director del Museo a Cielo Abierto.

Durante la creación de los últimos veinte murales, los vecinos contaron con aportes privados. Las empresas que han estado trabajando en San Miguel restaurando edificios hicieron una alianza con el Museo y han colaborado comprando pinturas, sprays, rodillos, brochas, y preparando el muro. “Cosa que el muralista llegue directo a pintar con todo listo”, explica Roberto. Sin embargo, dice que una vez que termine el apoyo de estas empresas quedarán “a poto pelado”.



Victoria Jara, colaboradora del blog La antesala: museos comunitarios a cielo abierto, destaca el efecto que este tipo de arte tiene en la sociedad: “los murales impactan con su presencia e imponen respeto por sí mismos, pueden ser fácilmente vandalizados, pero igual muchos se mantienen”. Victoria ha trabajado con artistas que reconocen que están dispuestos a compartir sus obras aunque duren poco, porque prefieren que llegue su mensaje aunque sea por un tiempo limitado.
Este mes están terminando las obras de las empresas contratistas y así también su alianza con el Museo. “Estoy en una incertidumbre permanente”, explica el Director del Museo. Ahora los vecinos están dando la batalla para que la Municipalidad sea quien auspicie al Museo los próximos años y ya no tengan que depender más de la suerte.
CaminArte
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Sobre la autora: Laura Iturrieta es estudiante de Periodismo y escribió este reportaje en el Taller de Prensa. El artículo fue editado por las estudiantes de Periodismo María Arriagada y Macarena Figueroa.