Tablero en movimiento: los nuevos actores de la eterna disputa por el centro político
El centro ha sido por décadas el electorado más cotizado por las derechas e izquierdas de nuestro país. Sin embargo, desde el 4-S, nuevas fuerzas políticas se han interesado en su representación electoral y en las negociaciones en torno al Acuerdo por Chile. ¿Quiénes son, por qué apuntan al centro y en qué medida tendrán éxito?

Por Matías Jeanneret
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Tras el plebiscito de salida han surgido con fuerza dos iniciativas partidistas que buscan disputar espacios políticos desde el centro. Amarillos por Chile y Demócratas, ambos colectivos en formación, quieren representar a un electorado que, según acusan, ha sido abandonado por los partidos de las grandes coaliciones.
Para algunos en el mundo académico, como Cristóbal Bellolio, profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez que ha estudiado el espectro político chileno, es necesario que existan nuevas voces moderadas que sean capaces de mediar las conversaciones con lado y lado. En ese sentido, defiende la idea del recambio generacional en las estructuras que conformaron alguna vez los bloques tradicionales de derecha e izquierda. Aunque para Cristóbal ninguna de las colectividades es perfecta, sí cree que puede haber en ellas alguna señal de moderación.
Los proyectos disputantes
El 27 de noviembre del 2021, Cristián Warnken escribió la “Carta amarilla a mis hijos”, que desató una ola de críticas y adhesiones. En ese momento, la principal coyuntura política del país era el trabajo de la Convención Constitucional, y los amarillos se aglutinaron en torno a “evitar la refundación de Chile”, como señalaron en un comunicado. Con el paso del tiempo, y tras decidirse por la opción Rechazo a finales de junio, Amarillos por Chile se convirtió en uno de los principales actores de dicha campaña. De hecho, sólo dos meses y medio después, el grupo de Warnken lideró la “Centroizquierda por el Rechazo”, que congregó a iniciativas como Una Que Nos Una, Gente del Sur y Proyecta Chile. En el mismo período, Amarillos por Chile inscribió 49 organizaciones de la sociedad civil en el CNTV para participar en la franja televisiva. Esto, probablemente, fue un indicador del alcance territorial del movimiento.
Con el 62% sobre la mesa y habiendo levantado un comando independiente de la derecha, Amarillos por Chile vio la oportunidad de darle tiraje a lo construido durante esos meses. Hoy buscan aprovechar el momentum que obtuvieron en la campaña para el plebiscito de salida. Así, el 13 de septiembre, el movimiento de Warnken decidió convertirse en partido político. La recolección de las cien primeras firmas necesarias para presentarse ante el Servel fue rápida, lo que les permitió ser reconocidos como un partido en formación a poco menos de un mes de haber ingresado la solicitud. La intención del partido, según dicen representantes como Isidro Solís y Soledad Alvear, es llenar un espacio de centro y centroizquierda que ha sido abandonado por los partidos tradicionales. Lo mismo sostiene Moisés Jáuregui, militante fundador de Amarillos, aludiendo al centro como un “espacio de búsqueda de acuerdos donde coexisten distintas ideologías como el humanismo cristiano, el liberalismo igualitario y la socialdemocracia”. Aunque entiende que, en cierta medida, Amarillos podría competir por el electorado con otros partidos, Moisés piensa que el sello de su conglomerado es el equilibrio entre juventud y trayectoria. “En Amarillos apostamos por una renovación de personajes que, muchas veces, ya han recorrido una carrera profesional o académica, lo que nos permite mezclar futuro con experiencia”, agrega Jáuregui.
Cristián Warnken se hizo presente en las negociaciones previas al Acuerdo por Chile, que abre un nuevo proceso constitucional con expertos y consejeros electos. El documento, firmado por líderes de los más diversos partidos políticos, también está visado por el representante de Amarillos. Aunque a mediados de diciembre se les acusó de torpedear las conversaciones, la colectividad declaró en su cuenta de Twitter que un partido tan pequeño no puede echar atrás una negociación en la que participan conglomerados con varios diputados y senadores. Esto, tras publicar una entrevista de su presidente, donde asegura que “lo más razonable es que se llegue a una convención mixta con expertos que tengan derecho a voto”. El acuerdo final no otorga ese derecho a los expertos, pero sí asegura su presencia en una Comisión Mixta donde podrían resolverse los temas que no alcancen quórum.
Otros que también buscan capitalizar el resultado del plebiscito de salida son los parlamentarios Ximena Rincón y Matías Walker, quienes, junto a otros personeros de centroizquierda, pretenden consolidar una nueva estructura para su mundo. Así, en un punto de prensa hace semanas, anunciaron la creación del colectivo Demócratas, un partido político en formación que busca representar el interés de las grandes mayorías, según dicen.
Aunque la división interna en la Democracia Cristiana ya era evidente hace un tiempo, la renuncia de varios militantes, algunos históricos, después del plebiscito vino a concretar lo que para algunos personeros del partido ya era obvio: habían perdido su rol en el centro político. Muchos de ellos acusaron una persecución por parte de la Junta Nacional de la colectividad, quienes suspendieron la militancia de algunos miembros del partido por apoyar la opción Rechazo para el 4-S. Todo esto, sumado a un notorio declive electoral en los últimos balotajes, empujó a Ximena Rincón y Matías Walker, rostros de la Centroizquierda por el Rechazo, a salir de la DC y dibujar un nuevo espacio que sea “actor de las transformaciones del país”. Demócratas fue el nombre que eligieron para agrupar a líderes de la centroizquierda como Jorge Tarud (ex PPD) y Carlos Maldonado (ex PR).
Hoy, al igual que Amarillos por Chile, Demócratas está en proceso de juntar las firmas necesarias para constituirse como partido político ante el Servel. Una de las personas que estará a cargo de levantar y conducir Demócratas es Gabriel Alemparte, un exmilitante de la Democracia Cristiana que ha trabajado en varios gobiernos de la Concertación y Nueva Mayoría, pero que hoy asume como vicepresidente de esta colectividad. Para él, “resulta evidente que existe un electorado de centro político que no se siente representado por los partidos históricos”, dentro de los cuales menciona al Partido Radical, Partido por la Democracia y su ex domicilio político, la DC. Lo que Demócratas viene a ofrecer a este segmento es “un centro reformista que cree en la gradualidad y buenas políticas públicas, sin vetos y con mucho diálogo para resolver de manera pragmática los problemas de las personas”, dice Alemparte.
En Demócratas consideran que el centro político debe ser lo más abierto posible para reunir distintas vertientes de pensamiento. En ese sentido, no descartan alianzas futuras con Evópoli o Amarillos por Chile. Sin embargo, su apuesta está en “una generación que tenga experiencia de gobierno a nivel nacional, regional y municipal, y que sepa que gobernar no es una frivolidad”, sostiene Gabriel. Para ellos, esa generación con experiencia de gobierno es heredera de la Concertación. “No se trata de gente joven, se trata de líderes políticos que han dejado los pies en la calle, que conocen la realidad de la clase media y quieren ayudar al país”, defiende el vicepresidente de Demócratas.
Ximena Rincón, al igual que su par de Amarillos, también dijo presente en las negociaciones del Acuerdo por Chile. Su colectividad aspiraba a un órgano con 50 integrantes electos, según dijeron en una declaración oficial. Aunque esto no se cumplió, las celebraciones de sus miembros tras firmar el Acuerdo no tardaron en llegar, donde destacaron que cumplieron con su promesa de campaña. Mientras el documento debe ser aprobado como reforma constitucional en el Congreso para abrir este nuevo proceso, en Demócratas apuestan por la presencia de los cuatro expresidentes de la República en el Consejo de Expertos designados por los partidos. Esto ha forzado, por ejemplo, a Michelle Bachelet a decir que su presencia será evaluada en el momento que corresponda.
Pese a los esfuerzos, Bellolio piensa que Amarillos y Demócratas podrían tener el mismo talón de Aquiles: la falta de apuesta por liderazgos jóvenes. Cree que adolecen de espíritu de renovación generacional. “Hoy son Republicanos, Evópoli y el Frente Amplio los que disputan federaciones universitarias, no Demócratas o Amarillos”, defiende el académico. En esalínea, cree que Camila Vallejo (PC) y Jaime Bellolio (UDI) son ejemplos de rostros que han intentado renovar partidos tradicionales por dentro, y Felipe Kast (EVO) y Giorgio Jackson (RD) por fuera, fundando sus propias colectividades. El factor común en todos estos casos es la irrupción de una nueva generación joven en política. “Amarillos y Demócratas están reciclando viejas figuras, porque si pretendes revivir el centro con Mariana Aylwin y Soledad Alvear, creo que no entiendes la sensibilidad de las nuevas generaciones”, dice Cristóbal. “Sin duda hay jóvenes que se van a sumar a estas nuevas iniciativas, pero tengo mis dudas sobre la masividad”, aclara el académico.
La otra oferta: una centroderecha liberal
Hace unos meses, Evópoli desarrolló sus balotajes internos en la búsqueda de una nueva directiva. La lista vencedora, y que presidirá al partido hasta fines del 2024, optó por una narrativa mucho más conciliadora y moderada que la anterior administración, apuntando hacia el centro liberal y reformista.
Alrededor de las 20:50 horas del domingo 22 de octubre, comenzaron a circular mensajes con el texto “ganó Gloria” en los grupos de WhatsApp de Evópoli. Muchos emojis de aplausos y corazones hicieron estallar los chats del partido, en parte, porque las elecciones contemplaban directiva nacional, directivas regionales, consejo nacional, consejos regionales y directivas de juventud. Hubo muchos ganadores, pero también muchos perdedores.
Aunque Fernanda Ulloa, la nueva presidenta nacional de la juventud, dice que esa noche “no ganó ni perdió alguien en particular, sino que ganó todo el partido”, sin duda algunas tendencias se hicieron notar en la interna. Gloria Hutt, exministra de Transportes y Telecomunicaciones del segundo gobierno del presidente Piñera, ganó las elecciones de la directiva nacional con un 55,04% de los votos, frente al senador Luciano Cruz-Coke, a quien se le apreciaba como la continuidad del bando de Felipe Kast. El mundo de Hutt también ganó la directiva metropolitana, la juventud y varios escaños en los distintos consejos.
Después de la victoria, Gloria Hutt se ha referido en distintos medios al estado actual de su partido. Para ella, las señales políticas equivocadas, como apoyar a José Antonio Kast en la segunda vuelta presidencial del 2021, fueron el desencanto de muchos que permitió una pérdida de militantes considerable. “Uno construye un partido político y lo gestiona para instalar ideas en las que cree. Cuando se debilita ese mensaje, se debilita la organización completa”, ha dicho Hutt. En esa misma línea, hoy apunta a fortalecer el rol de Evópoli como un partido de centroderecha liberal.
Esta idea, que no es nueva en el partido, tiene sus raíces en parte del grupo fundador de Evópoli del 2015, como es el caso de Nicolás Mendoza. El exvicepresidente nacional de la juventud defiende la idea de mover el péndulo de Evópoli hacia el centro. “Ese es el lugar al que pertenecemos”, sostiene. ¿Los motivos? “Ser capaces de convocar y lograr acuerdos que permitan avanzar por medio del diálogo, poner a las personas al centro y oponerse a los proyectos políticos puristas de los extremos”.
El potencial del liberalismo en el clivaje generacional
Aunque hoy Cristóbal Bellolio es escéptico sobre la moderación de Evópoli, por “sus conductas en campaña y en el Congreso”, piensa que con la nueva mesa directiva puede haber un viraje. Esto significaría una amenaza de mediano y largo plazo para Amarillos por Chile y Demócratas porque, si bien apuntan al mismo electorado, Evópoli tiene una base militante joven considerable.
Para el académico de la Adolfo Ibáñez, el partido de centroderecha tiene la ventaja de ser atractivo para las nuevas generaciones por su defensa de causas liberales, lo que les permite refrescar la oferta de rostros y candidatos durante más tiempo. El valor agregado del partido de Hutt estaría en causas como el medioambiente, los derechos de la comunidad LGBTQ+ y la niñez.
Esta es la misma idea que defiende Nicolás Mendoza. Frente a Amarillos y Demócratas, cree que, si bien aportan a recomponer a la centroizquierda, no ofrecen nada nuevo. “Hoy necesitamos un cambio generacional al interior de los partidos, que se apoyen a los jóvenes, no a Rincón o Warnken”, dice. Además, agrega que “la centroizquierda necesita un proyecto más sexy que Amarillos o Demócratas”, aunque no descarta alianzas políticas con ellos sobre temas puntuales.
Sean fructuosos o no los intentos de Amarillos y Demócratas de constituirse como partidos políticos, lo cierto es que no son los únicos que reclaman la representación del centro del espectro. El rol que Evópoli podría jugar en los próximos años puede ser clave para determinar el posible quiebre de coaliciones vigentes, la conformación de nuevas alianzas y la longevidad de la aspiración de revivir al mundo moderado.
Para el nuevo proceso constitucional, tanto Amarillos como Demócratas deberán negociar con otras colectividades los cupos al Consejo de Expertos, ya que ninguno tiene la cantidad mínima de diputados o senadores para alcanzar un escaño. En cuanto a los Consejeros Electos, todavía no queda claro si estas colectividades podrán postular candidatos en listas propias, ya que el Servel aún no los reconoce como partidos constituidos, y se acordó que están prohibidas las listas de independientes.
Aunque todo está muy líquido para tener certezas sobre el éxito de estas apuestas políticas, lo innegable es que las piezas del tablero están en movimiento.