
La cruzada por las joyas del espacio
Chile es el país con más meteoritos de América Latina con 933 ejemplares registrados a mayo de este 2017, según la Meteoritical Society. Pese a ser privilegiados, esta ciencia ha tenido que enfrentarse a la escasez de financiamiento, la usurpación de un desierto donde cualquiera puede llevarse rocas espaciales y la falta de profesionales que estudian la meteorítica, área que los especialistas del Instituto Milenio UC de Astrofísica dicen que nos podría ayudar a entender el proceso de formación de la Tierra.
Por Sofía Campusano
En el Desierto de Atacama, astrónomos y geólogos se reunieron en una de las primeras expediciones chilenas para encontrar meteoritos. Era 1995, Millarca Valenzuela recuerda que tenía 19 años y se había tomado un año sabático de Ingeniería en la Universidad de Chile. Fue como voluntaria para tomar fotografías de los descubrimientos. No pudo captar ninguno, porque no tuvieron éxito en la búsqueda, recuerda. A sus actuales 39 años, Valenzuela ha tenido más de 12 expediciones a su cargo y hay un asteroide que lleva su nombre. “Soy la guardiana de la colección chilena de meteoritos”, destaca y agrega: “ha sido duro, en todo te demoras mucho más, hay que solucionar desde lo más básico a lo elevado, porque soy la única experta en meteoritos en Chile”.

El país tiene 933 meteoritos registrados según la Meteoritical Society. Si bien no es conocido como la cuna del aterrizaje de las rocas, el Desierto de Atacama destaca por tener las características adecuadas para encontrar los que han caído. “La acumulación de meteoritos ocurre en ciertos lugares de la Tierra donde se da escasez de agua líquida, o sea, los desiertos. En Atacama podemos encontrar ejemplares que cayeron ayer o hace dos millones de años”, dice Millarca Valenzuela.
Actualmente la colección chilena tiene 30 meteoritos. Los otros 600 que ha encontrado la científica los ha tenido que mandar a la Universidad de Aix-Marseille en Francia, porque en Chile no existen los recursos para crear un laboratorio e investigarlos.
Valenzuela enfatiza en las dificultades que existen en el país para proteger los meteoritos: “Hemos postulado a varios fondos, pero en general las temáticas que son multidisciplinarias son difíciles de encausar. La ciencia en Chile es muy tradicional, no se financian cosas que son muy innovadoras”.
Los meteoritos son los fragmentos de rocas extraterrestres que sobrevivieron el paso a través de la atmósfera y llegaron a la superficie de la Tierra. Son parte de las estrellas fugaces que, a diario, se pueden observar y que provienen en su mayor parte del Cinturón de Asteroides, ubicado entre la órbita de Marte y Júpiter, pero también pueden provenir de la Luna. Para Millarca Valenzuela son una: “piedra de interpretación de procesos de la formación del sistema solar, porque traen moléculas y bacterias de las cuales evolucionamos”.
“El futuro de la humanidad, quizás, es que en 20 o 30 años pueda haber una colonia espacial en el Cinturón de Asteroides o Marte, donde parte de los recursos de los que van a depender serán los asteroides. Ahí Chile tendría un papel estratégico pudiendo investigar sus meteoritos”, cuenta Valenzuela.
Leonardo Vanzi, académico de la Escuela de Astro-Ingeniería del Instituto Milenio UC, junto a Millarca Valenzuela, comenzaron en enero de 2017 el proyecto CHACANA, que consiste en armar una red de cámaras que siguen los meteoros que entran a la atmósfera chilena lo antes posible para evitar su deterioro.
Sólo han podido instalar dos cámaras en la Región de Coquimbo de las 100 que necesitarían para concretar el proyecto. Según los cálculos de Vanzi, éste costaría aproximadamente $130 millones de pesos. “Como no tenemos recursos, avanzamos en la medida de lo que podemos”, cuenta el investigador.
Actualmente no hay ningún lugar en Chile donde se puedan analizar ni categorizar los meteoritos, sino que solo investigar cosas básicas como el material del que está hecho. Investigaciones sobre el año en el que cayeron o el momento en que nacieron solo pueden hacerse fuera del país, por lo que las 4.000 piezas de su colección no están completamente reconocidas por la Meteoritical Society.
“Ojalá que el Estado de Chile construyese un laboratorio con los instrumentos idóneos donde un personal capacitado pueda hacer los análisis pertinentes. Que llegue pronto el día en que podamos clasificar a los meteoritos chilenos dentro de nuestro país y no tener que viajar a otros lugares”, dice Rodrigo Martínez, creador del Museo del Meteorito.

Buscar el tesoro
Otra cruzada de la meteorítica chilena además del financiamiento, es la lucha por declarar los meteoritos como patrimonio espacial. Debido a que actualmente hay caza-meteoritos que son una amenaza. Aficionados que realizan expediciones al desierto y los recolectan para coleccionarlos, venderlos al extranjero o incluso transformarlos en joyas.
Jorge Monsalve (43) es un “caza-meteoritos” con una rutina que repite hace dos años. Se junta con su equipo a las 6.00 am en punto, una vez al mes. Llevan sacos de dormir, latas de atún, bloqueador y mucho café. Luego de siete horas de viaje desde La Serena, bajan del auto y arman el campamento. A las tres de la tarde, sacan sus detectores de metales y libretas para comenzar la búsqueda de meteoritos. A las 19.45 se pone el sol y la búsqueda se detiene. “La primera vez que salí encontré tres, luego 102, después un meteorito y en otra oportunidad un cráter. Es súper incierto todo, nada te garantiza encontrar una roca extraterrestre”, cuenta Monsalve, uno de los aproximadamente 10 caza meteoritos chilenos.
Millarca Valenzuela quiere promover iniciativas para declarar estas rocas extraterrestres como patrimonio espacial chileno, porque según ella, los caza-meteoritos se llevan día a día pedazos de la historia del universo que la comunidad científica podría estudiar. Su idea, es que una nueva ley pueda regular la extracción. “Cuando la gente se lleva los meteoritos del desierto, se borra la huella de trayectoria y es más difícil saber de dónde provienen o cuándo cayeron desde el espacio”, asegura.
Los caza-meteoritos pueden extraer las rocas espaciales del desierto, porque al no estar en la Ley 17.288 de Monumentos Nacionales, la gente puede tomarlos como puede hacerlo con cualquier piedra en la calle.

Luego de sus expediciones, Monsalve les realiza una prueba de níquel, ya que el 99% de los meteoritos lo tienen en su composición. Esta técnica, el tipo de corte que debe hacerle a la piedra y cómo debe tratarla, se la enseñó su amigo Darío Ruiz, un caza-meteoritos argentino que vive en La Serena y que se dedica a guiar búsquedas. “Darío les da una mirada y te dice cuál es un meteorito y cuál no. Cuando estás metido en el tema, ya no es difícil identificarlos, pero hay algunos más complicados, los rocosos y carbonáceos. Uno podría dudar si son meteoritos o rocas ordinarias”, cuenta Monsalve. Luego los separa y decide a qué destinarlos: el 90% de los meteoritos de Chile son los “condritos ordinarios”, y esos generalmente los envía a las cinco orfebrerías que trabajan con él haciendo joyas con las rocas extraterrestres que luego venderá a precios que van desde los $160.000 e incluso los $250.000.

Monsalve vendió en su stand joyas de las rocas que caza durante los cuatro días de la Fiesta de la Pampilla, ahí permitió que las personas tocaran los meteoritos y se fotografiaran con ellos. “A la Miss Coquimbo y a la Miss Serena les regalé una joya de meteorito con el único fin de que la gente sepa que existen”, cuenta Monsalve. “Los meteoritos que he vendido pueden ir desde los $10.000, que son fragmentos pequeños de condritas, hasta varios millones. El más caro que tengo es un meteorito de 200 kilos. El valor de las piezas es por el tamaño que tienen, no es común encontrar piezas tan grandes”, explica.
Todos pueden tener un meteorito en sus manos
El 30 de junio de 2017, Guido Girardi (PPD), presidente de la Comisión de Desafíos del Futuro del Senado, anunció que presentaría el proyecto de Ley donde queda manifiesta la cruzada de la científica Millarca Valenzuela, quien acepta que existan los coleccionistas, pero exige regulaciones que protejan los meteoritos de la extracción y comercio ilícito.
El proyecto le entrega calidad de “patrimonio cultural y geológico” a las rocas, obliga a los caza-meteoritos a pedir autorización al Servicio Nacional de Geología y Minería para realizar sus expediciones, elimina la posibilidad de comercializarlos ilegalmente y que tengan un uso no científico. Además, según el proyecto, los coleccionistas aprobados deberán extraer un 20% del meteorito encontrado para entregarlo al Estado chileno.
Jorge Monsalve considera que si bien las rocas estelares deben ser protegidas, él prioriza que la gente pueda conocerlas: “no quiero que el 20% se quede en un laboratorio donde solo puedan ser usados por los científicos, me parece bien que les saquen información, pero el Estado tiene cero preocupación por acercar los meteoritos a la gente y eso es lo que más me interesa a mi, por eso los extraigo”.
En el mes de noviembre, el proyecto no ha presentado avances, porque los gastos aún deben ser negociados con el Ejecutivo. “Hay que separar las cosas. Una es la protección de los meteoritos y otra es que después los científicos tengan los recursos suficientes para hacer ciencia con los meteoritos. Pero igual no puedes hacer ciencia si no tienes nada”, cuenta Girardi.
Millarca Valenzuela quiere aumentar la masa crítica de investigadores de meteoritos en Chile. Ha reunido a estudiantes interesados en investigar los meteoritos que actualmente pertenecen a la Universidad de Chile, Universidad Católica, Universidad Católica del Norte y Universidad Santo Tomás en el Grupo de Meteoritos y Ciencias Planetarias de la Sociedad Geológica de Chile. “Hay mucho interés de los alumnos, pero pocas posibilidades de que ellos puedan investigar en un futuro con las condiciones de financiamiento actuales”, cuenta Valenzuela.
SamantaAravena tiene 26 años y estudia Geología en la Universidad de Chile. Ella planea hacer su memoria de pregrado sobre los meteoritos carbonáceos y ha trabajado mano a mano conMillarca Valenzuela, su profesora de tesis, en la misión de reunir a estudiantes y científicos que estén interesados en el estudio de los meteoritos. Han aunado a más de 20 personas desde abril. El grupo tiene la misión de seguir la cruzada por mejorar la falta de financiamiento del área, lograr proteger el patrimonio espacial y fomentar su estudio. “No sabemos qué haremos en un futuro estudiando los meteoritos, pero nosotros somos su team y hemos estado con ella para hacer saber a Chile que gracias a nuestro desierto somos unos beneficiados”, cuenta Samanta Aravena.
Aravena agrega la desconfianza que tiene frente a sus ansias de querer dedicarse en un futuro a la meteorítica: “Al salir, tengo un panorama muy complejo, porque no sé en qué voy a trabajar, ya que querer ser experto en meteoritos es medio complicado. No sé si pueda salir a trabajar con las condiciones actuales de los meteoritos”, dice la aspirante a investigadora de rocas espaciales a menos de un año de titularse de la Universidad.
Una colección privada de joyas interestelares
En San Pedro de Atacama, un búnker bajo tierra en pleno desierto guarda la mayor colección de meteoritos en Chile con más de 4.000 ejemplares. Un tipo de roca espacial son los “condritos”, piedras color negro profundo con manchas blancas que parecen estrellas.
Los meteoritos llamados “vaca muerta” se podrían confundir con una roca normal, los que tienen una textura rocosa y son café claro. En la superficie, una cúpula blanca y redonda alberga las muestras del Museo del Meteorito. Sus administradores son Rodrigo Martínez y su hermano Edmundo, quienes decidieron en 2011 comenzar a exhibir las rocas que habían juntado por más de 30 años. “En total exhibimos 77 meteoritos, los más hermosos y relevantes de nuestra gran colección”, cuenta Rodrigo Martínez .

Rodrigo es biólogo marino, pero desde 1982 se dedica a armar su colección privada de joyas espaciales, la cual es la más cara de Chile: “al precio del mercado internacional la totalidad de las piezas rondan los 27 millones de dólares”. Su hermano, Edmundo Martínez, contó a la revista Domingo en 2002 que el valor de los meteoritos puede variar según su procedencia y su rareza. Según él, un ejemplar lunar podría haber costado en ese tiempo US $100.000.
Sobre la autora: Sofía Campusano es estudiante de Periodismo y escribió este reportaje en el curso Taller de Prensa. El artículo fue editado por Camila Ossandón en el Taller de Edición en Prensa.