La mancha de los pingüinos

Los 1.200 pingüinos de Humboldt que habitan en la Isla de Cachagua han convivido más de dos meses con los restos de una mancha de petróleo de mil metros cuadrados.
Por María Jesús Alarcón
Desde la playa Las Cujas, en Cachagua, Región de Valparaíso, son diez minutos de navegación. Las autoridades tratan que no se altere la tranquilidad de los animales que habitan el lugar, pero dos denuncias de pingüinos con el pecho “empetrolado” avistados desde la playa, hace imperioso perturbar la vida de los 1.200 pingüinos de Humboldt y otros cientos de aves que habitan la isla de 4.500 metros cuadrados. Así, un bote a motor con dos pescadores de la caleta Zapallar llega al mediodía para buscar a los cuatro expertos que están esperando para partir. Se trata de dos funcionarios de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) y dos del Consejo de Patrimonio Nacional. Será la primera vez para todos en la isla, menos para Javiera Meza, bióloga de Conaf, quien espera que todo salga bien: lo que significa no tener que regresar con uno o los dos pingüinos muertos.
El pasado 24 de septiembre, a las cuatro de la madrugada, el buque inglés LR Mimosa –que estaba descargando crudo en la refinería de la Empresa Nacional de Petróleo (Enap) — sufrió un corte en sus amarras, se golpeó contra las rocas y derramó 22 mil litros de petróleo en la costa de Quintero. La mancha se movió 23 kilómetros al norte y llegó hasta la playa de Cachagua, que está a 100 metros de la Isla de los Pingüinos. Mezclado con el agua, el petróleo hoy está aglutinado en el fondo del mar. Así, los principales riesgos para la fauna –compuesta principalmente por patos yecos, gaviotas y pingüinos– son asfixia, ceguera, hipotermia, destrucción de sus fuentes alimenticias y huevos con cáscaras delgadas.
La Isla de Cachagua está protegida por la Conaf y el Consejo de Patrimonio Nacional desde 1976. La parte baja está rodeada de rocas cubiertas de musgo húmedo, es fácil resbalar al pisarlas y más difícil tomarse de ellas para subir. Los cuatro expertos tienen que llegar a la cima donde solo hay una planicie cubierta de arena.
Para desembarcar en la isla hay que entrar por el lado sur, cuestión que hace que el viaje sea más lento. El bote alcanza el único espacio libre entre las rocas, y uno de los pescadores, Ulises Rojas apaga el motor, toma los remos que tiene debajo del asiento, se acerca a la orilla y ayuda a bajar al resto de la tripulación. Cuando están todos abajo, Ulises y su compañero se van a pescar cerca.
La Isla de Cachagua está protegida por la Conaf y el Consejo de Patrimonio Nacional desde 1976. La parte baja está rodeada de rocas cubiertas de musgo húmedo, es fácil resbalar al pisarlas y más difícil tomarse de ellas para subir. Los cuatro expertos tienen que llegar a la cima donde solo hay una planicie cubierta de arena. Se siente un olor a alga intenso y el poco viento que había en un principio se esfuma para dar paso al calor. En el camino aparecen paquetes de barras de cereal, bolsas de supermercado y otros desperdicios que arrastra la marea.
En la parte más alta de la isla, a 30 metros sobre el mar, la tierra tiene un color amarillo parecido al maicillo. Ahí las rocas desaparecen y solo se ven agujeros en el suelo. Se escucha a las gaviotas y pelícanos que monopolizan el único árbol, un ciprés muerto. Gran parte de la raíz ya no está bajo tierra, y sus ramas grises inclinadas sirven para que se posen los patos yecos.
Enap comenzó el proceso de limpieza de la mancha de crudo el mismo día del accidente, con 750 personas y 4.000 mil dólares destinados a dos fases. La primera, de recuperación de crudo, ya terminó, y la siguiente, de limpieza de especies marinas contaminadas, todavía está en proceso. De las 48 aves que se han rescatado, 35 estaban muertas.
Guillermo Luna, ornitólogo y profesor de la Universidad Católica del Norte, explica que si bien la cantidad de pingüinos que habita ahí no es la más grande de Chile, es la mayor colonia en la Región de Valparaíso y la más importante. “Los riesgos que está corriendo la especie son muy serios si efectivamente la mancha se moviese a la isla.
Ahora la expedición se separa en dos grupos, los que recogerán posibles muestras de petróleo y quienes van a censar a la población de pingüinos. Para contabilizarlos hay que encontrar las cuevas: hoyos que están debajo de la tierra o de grietas de rocas, porque es ahí donde se encuentran casi todas las aves cuidando sus huevos. Los nidos normalmente están rodeados de sus desechos blancos, pero esta vez el color es negro.
Guillermo Luna, ornitólogo y profesor de la Universidad Católica del Norte, explica que si bien la cantidad de pingüinos que habita ahí no es la más grande de Chile, es la mayor colonia en la Región de Valparaíso y la más importante. “Los riesgos que está corriendo la especie son muy serios si efectivamente la mancha se moviese a la isla. Además que si los adultos comen peces contaminados y le llevan alimentos contaminados a los pollos, estos corren el mismo riesgo”.
Javiera Meza, bióloga y funcionaria de Conaf no se saca la mochila en ningún momento. Tiene un jockey para protegerse del sol que empezó a pegar fuerte cerca de las una de la tarde. Buscan pingüinos “empetrolados”, pero no encuentran. La única señal de contaminación son feas negras adheridas a las rocas. Faltan apenas dos semanas para que los primeros polluelos comiencen a nacer y quieren estar seguros de que la isla sea en un ambiente limpio.
Entonces Javiera se acerca a un hoyo que ve en el suelo, se agacha lento para mirar qué hay adentro y dice: “un pingüino echado, dos huevos en etapa 1, un pingüino y dos huevos en etapa 2”. La bióloga se pone en pie y continúa pisando cuidadosamente para no romper los nidos, que están bajo una capa de tierra muy delgada.
Las aves se acuestan encima de los huevos para cuidarlos y ella no puede empujarlos para censar, pero se toma no más de cinco minutos en contabilizar cada nido. Este fue el primero, todavía le quedan cerca de 50 agujeros más para revisar.
Después de dos horas de censo, los expertos solo han recolectado 100 muestras, las que son insuficientes para enviarlas al laboratorio y analizarlas. Necesitan 200 como mínimo para saber si la población de pingüinos está contaminada por petróleo. Por eso, volverán dentro de una semana más. Los pingüinos manchados con petróleo no aparecieron por ningún lado. Lo más seguro, creen los funcionarios de la Conaf y del Consejo de Patrimonio Nacional, es que el crudo no les haya permitido controlar su temperatura y ahora estén muertos en el fondo del mar.
Sobre la autora: María Jesús Alarcón es alumna de cuarto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por el profesor Alfredo Sepúlveda.