“Es absurdo que quien pretende ser ejemplo de educación haga una discriminación por género”

Luego de 38 años ejerciendo la docencia, el profesor de historia cuenta por qué ha salido a marchar con los estudiantes y su descontento con el ranking de notas.
Por Javiera Henríquez
Durante cuatro años el Instituto Nacional fue su colegio y, literalmente, su hogar. Entre 1969 y 1973 el padre de Fernando Soto era el vicerrector del establecimiento y, durante esos años, él y su familia vivieron en un departamento que estaba justo un piso arriba de su sala de clases:
— ¡Soto, asómate! –le gritaban por la ventana sus compañeros que llegaban temprano.
Él aparecía en pijama, los saludaba. Después se bañaba y tras un par minutos estaba en la sala. “En el recreo mis compañeros vaciaban el refrigerador de la casa. Mi mamá debía asumir que tenía como 40 hijos”, recuerda.
Hoy Fernando Soto Concha tiene 57 años y es el rector del Instituto Nacional. El 1 de septiembre asumió el cargo que ejercerá por los próximos cinco años. Su nuevo lugar de trabajo está en el tercer piso del establecimiento, justo sobre la entrada principal del colegio. Es una oficina blanca que tiene dos escritorios de madera, uno para el computador y otro para los archivos. En el último hay una torre de informes y documentos –todos ordenados y organizados–, y dos tazas de té: una para la mañana y otra para la tarde.
Antes de convertirse en rector, Soto se dedicó a la docencia por 38 años. Siguió el ejemplo de sus abuelos, padres y tíos, también profesores, y estudió Pedagogía en Historia en la Universidad de Chile. “Difícilmente hay otro mecanismo para construir una sociedad mejor”, comenta.
Su paso por más de siete colegios le ha forjado vínculos con cientos de alumnos con los que mantiene contacto hasta hoy. En muchas despedidas de cuatro medio, recuerda Soto, los estudiantes le regalaron figuras del Quijote como símbolo de fraternidad.
Su carrera la inició en colegios particulares subvencionados y, a pesar de los inconvenientes económicos que enfrentó, nunca pensó en abandonarla. “Con mis colegas sacábamos la cuenta y, a veces, era mejor vender Candy o Súper 8 en las micros porque ganábamos más”, dice.
El colegio Saint George fue la siguiente parada. Ahí estuvo más de diez años, ganó cinco veces el premio a Mejor Profesor y dirigió el área de Ciencias Sociales. En 2002 asumió por ocho años la rectoría de la Sociedad Educacional Las Américas y desde 2010 se desempeñó como consultor en educación e inspector general en el Liceo de Aplicación: su último cargo antes de asumir la rectoría del Instituto Nacional.
Además de su formación académica, Fernando Soto –pelo cano, bigote, anteojos para leer en el computador– cree que fue elegido para el cargo debido a su experiencia docente. Su paso por más de siete colegios le ha forjado vínculos con cientos de alumnos con los que mantiene contacto hasta hoy. En muchas despedidas de cuatro medio, recuerda Soto, los estudiantes le regalaron figuras del Quijote como símbolo de fraternidad. El profesor lo atribuye a la facilidad que tiene para comunicarse con sus alumnos y en eso contribuyó, en gran medida, dice, su pasado boy scout.

“Se ve una persona bastante comprometida con su trabajo, yo tengo referencias de otros colegios que hablan positivamente de don Fernando. Sin embargo, creo que hay que ver para creer, él puede tener una buena reputación pero acá tenemos mucho que avanzar”, dice Fernando Mondaca, vicepresidente del centro de alumnos del Instituto Nacional, establecimiento donde estudian 4.200 estudiantes a cargo de 180 profesores.
En la oficina de Soto hay tres ventanales que miran hacia la calle Arturo Prat, un mapamundi más alto que los escritorios, dos banderas de Chile, una del Instituto Nacional y sobre las paredes retratos del presidente José Manuel Balmaceda y de algunos exrectores del colegio. El último fue Jorge Toro, quien renunció en junio de 2013 luego de que los estudiantes permanecieran en toma por un mes. Entonces los alumnos pedían un cambio en la administración y la elaboración de un nuevo proyecto educativo.
El rector aclara que no se oponen a los mecanismos que busquen la integración social, pero afirma que el ranking no es una herramienta adecuada, que es injusta con estos alumnos y que es necesario cambiarla.
Hace dos meses los alumnos del Instituto Nacional retomaron las movilizaciones y se sumaron al grupo de llamados “liceos emblemáticos” para expresar su descontento con la puesta en práctica del ranking de notas para la selección universitaria. La última marcha se realizó el 3 de septiembre y Soto, junto a directores de otros emblemáticos, se sumó a ella. El rector –traje negro, camisa blanca con rayas rojas, corbata naranja y pantalón gris–, aclara que no se oponen a los mecanismos que busquen la integración social, pero afirma que el ranking no es una herramienta adecuada, que es injusta con estos alumnos y que es necesario cambiarla.
En el contecto del movimiento estudiantil que comenzó en 2011, dirigentes estudiantiles –incluido Xavier Opazo, el actual presidente del Centro de Estudiantes del Instituto Nacional–, han criticado que el establecimiento aún sea solo para hombres. Fernando Soto afirma que se debe buscar una forma de superar esa situación: “Es absurdo que quien pretende ser ejemplo de educación haga una discriminación por género”, dice. Al mismo tiempo, sin embargo, reconoce que el peso de la tradición es fuerte, y que un Instituto Nacional mixto es una realidad aún lejana.
Cuando los alumnos se van de clase, el rector sigue trabajando en el tercer piso del Instituto Nacional. Ahí, en silencio, destaca el valor de los movimientos estudiantiles tanto durante la dictadura como en la actualidad, recalcando que siempre han sido los estudiantes quienes han logrado imponer temas importantes en la discusión nacional.
Sobre la autora: Javiera Henríquez es alumna de quinto año de Periodismo y este reportaje es parte de su trabajo en el curso Taller de Prensa Escrita, dictado por el profesor Andrés Almeida.