Hoy los océanos albergan el equivalente a 21.000 residuos plásticos por habitante. En Chile, diversas organizaciones lideran la lucha contra la contaminación marina de las costas, empoderando a jóvenes y a niños para que tomen acción por el cambio.
Por: Magdalena Soublette. (@maidasoublette)
Edición: Trinidad Riobó (@trinidadriobo)
Son las 10:00 am y más de 100 jóvenes voluntarios se encuentran repartidos en Constitución realizando diversas labores. Algunos construyen basureros para la comunidad. Otros pintan carteles para concientizar sobre el cuidado de las playas. Unos cuantos realizan talleres de esta misma temática para niños. Un poco más allá varios, en distintas playas del sector y en un cerro, recolectan 1625.7 kg de basura y de material reciclable como plástico pet, vidrio o latas.
Al terminar la jornada están todos felices, pero jamás satisfechos. Saben que hay mucha más basura por recoger.
Todos ellos son los voluntarios del proyecto Ucéanos, una iniciativa que surgió en 2018 en la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Católica. La ingeniera comercial de la UC María de la Luz Cilveti está desde sus inicios y fue la Jefa General el 2020 y 2021.
Cilveti relata que todo comenzó entre un grupo acotado de compañeros que buscaba crear algo distinto, que influyera en la mentalidad de los estudiantes, pero que estuviese alejado de lo político. Ese mismo año fueron por primera vez a limpiar una playa, y decidieron que no se querían limitar a simplemente recoger la basura. “Creamos este proyecto no solamente para limpiar las playas en sí, sino para que los estudiantes tengan una conciencia sustentable”, comenta Cilveti. Y agrega: “(Queremos que) cuando más adelante vayan a sus trabajos (los estudiantes) piensen y esperen antes de tomar cualquier decisión para que sea un poco más sustentable”.
A cinco años de su inicio, el proyecto de la Universidad Católica ha convocado a cientos de estudiantes. Ellos cada semestre van a limpiar una playa y a educarse para ser, como llaman sus organizadores, “agentes de cambio” en su día a día. Rosario Escudero, actual coordinadora del proyecto, atribuye el éxito de los proyectos sustentables surgidos en los últimos 10 años a las redes sociales. Menciona que la globalización de la información y la temprana edad en la que los niños aprenden a usar red
es como Instagram o TikTok, ha influido en el conocimiento que se tiene sobre la crisis que hay en las costas del país.
Costas repletas de desechos
A inicios de este año, una investigación realizada por el instituto 5 Gyres, una organización sin ánimo de lucro que funciona a nivel global y que se enfoca en reducir la contaminación por plásticos mediante la investigación, reveló una inquietante verdad: se estima que en la actualidad hay cerca de 170 billones de partículas de plástico en el océano. Esto equivaldría a 21.000 residuos plásticos por habitante a nivel mundial. Llevando esta problemática al país, a pesar de la implementación de diversas políticas públicas que apuntan a disminuir el uso de plástico, las costas de Chile se encuentran repletas de desechos y no todos son de este material. Aunque la mayoría de estos se encuentran en la orilla del mar suponen un peligro al dañar los ecosistemas del país.
“Si todos hacen un poco, algo grande va a salir”, dice Cilveti, acerca de las acciones que se pueden realizar para reducir la basura en las costas. Sin embargo, el esfuerzo de Ucéanos no es único en Chile. Cada vez son más las organizaciones no gubernamentales que han decidido empoderar a los más jóvenes para afrontar el desafío de la contaminación en las costas chi
lenas.
Varias organizaciones educan a colegiales de todo Chile para el cuidado de ellas. Una de estas es Científicos de la Basura, un programa escolar que data de 2007 y realiza “ciencia ciudadana” con estudiantes. Martín Thiel, biólogo marino y director del programa, explica que esta ciencia es aquella que es realizada por personas no especializadas en el rubro en conjunto con científicos y que en el programa la hacen precisamente con escolares.
Thiel relata que los Científicos de la Basura surge de una investigación que estaba realizando con otros compañeros que concluyó que toda la basura que hay en el mar de las costas chilenas, tiene su origen en el propio país y no llega flotando de otros lugares. Por lo mismo, decidieron que en vez de solo recoger los desechos, debían educar a las personas sobre el problema desde temprana edad. No solo quisieron enseñarles de la basura, sino que también incorporaron a los niños a la investigación. “La mejor forma de hacerles ver la problemática es que ellos mismos la investiguen, que ellos mismos la vean con sus propios ojos”, explica Thiel.
El 2008 se lanzaron y con más de 1500 escolares de 45 colegios de Chile realizaron el primer muestreo nacional de la basura que hay de las playas. Martín Thiel afirma que antes de eso no existía la información de qué había exactamente en las playas del país. “Nadie sabía qué tipo de basura, nadie sabía en qué lugares, en qué playas, en qué ciudades había más basura o menos basura. Y nadie sabía de dónde venía esa basura”, dice.
Actualmente, los Científicos de la Basura llevan a cabo este muestreo en playas cada cuatro años, y desde el 2013 realizan también un muestreo en los ríos, ya que muchos desembocan en las playas. Además desde 2017 se han expandido internacionalmente llegando a los 11 países de América Latina que bordean el Océano Pacifico (de México a Chile).
Con la completa recolección de datos que realizan y las investigaciones que han hecho respecto a este tema, Martín Thiel afirma que ahora lo fundamental no es solamente que los niños recopilen la información, sino que con ella hagan algo. “Una cosa es ser conscientes, pero lo otro es tomar acción”. Por esto mismo, hoy incentiva a los escolares a investigar en donde se origina la basura para que así adopten conductas de bajo consumo de plásticos y cambien aquellos hábitos que tienen repercusiones negativas en las costas. Actualmente están llevando a cabo un muestreo en toda la costa del Océano Pacífico en Latinoamérica para saber dónde y cuándo las botellas plásticas que encuentran fueron embotelladas y vendidas. Con los datos recopilados por cientos de niños y los adultos que quieran sumarse, buscan aclarar el origen del problema y así poder combatirlo.
Similar en su público, los Exploradores Marinos le enseñan a niños entre seis y 12 años sobre el mar para que conecten con él, desarrollen diversas habilidades científicas como el pensamiento crítico y se sientan llamados a conservar y cuidar las costas del país. Esta agrupación inició sus actividades en 2020. En un principio, realizaban talleres por Zoom sobre distintas especies marinas y, haciendo uso de Instagram, rápidamente alcanzaron una gran cantidad de seguidores y de “exploradores” que acudían semanalmente a su taller. Con la vuelta a la presencialidad comenzaron a realizar actividades en diversas playas, enseñando de manera lúdica sobre los organismos que viven en las costas chilenas.
Actualmente Exploradores Marinos se ha expandido y cuenta con diversas áreas. Una de ellas es la “Academia de Exploradores Marinos”, la cual busca realizar experiencias educativas. Esta academia cuenta con diversos programas; algunos son implementados en colegios, mientras que otros los realizan con niños que por cuenta propia participan activamente en la academia. Carolina Ezquer, cofundadora de la academia, explica que una parte importante de esta área es el cuidado de la salud mental de los niños. Evitan a toda costa el agobiarlos con exceso de información negativa y, en vez de eso, les enseñan del mar y sus beneficios para que cuiden del océano de forma innata. “Es realmente un vínculo muy recíproco y ahí es donde se fomenta un verdadero cuidado, un cuidado muy genuino de estos espacios”.
La sobreexposición de los niños a información negativa le preocupa a Ezquer, por lo que hace énfasis en que, para que tengan una buena relación con el ambiente marino y que en consecuencia lo cuiden, los adultos deben dejar a los niños relacionarse con este de forma libre. “Interactuar a través de los sentidos, oler, jugar, tocar, arrastrarse, hacerse escalopa, meterse al agua y probar distintas cosas”, señala. Y así, explica, estos niños “terminan amando el mar, más que solo cuidándolo”.