En 1984, en plena dictadura y cuando las protestas contra el régimen comenzaban a ser algo regular en la calle, pero casi inexistente en los medios de comunicación, Fernando Paulsen, Augusto Góngora y Dragomir Yankovic dieron inicio al noticiero de oposición Teleanálisis. Hoy, es una iniciativa reconocida y galardonada a nivel internacional por sus aportes filantrópicos, pero, en ese entonces, el trabajo periodístico era un mundo diferente, marcado por el reporteo bajo amenaza, la distribución confidencial y una vocación de hierro. 

Por: Antonia Sanzana Schwabe (@anto_sanzana)

Edición: Florencia Cabello Troncoso (@floo.re)

 

«La noche del 16 mayo 1984, María Loreto Castillo y Héctor Muñoz Morales fueron detenidos por individuos de civil que lucían brazaletes y conducidos hasta un lugar secreto en donde sufrieron atroces torturas», decía el periodista Augusto Góngora. A sus espaldas estaban las torres de alta tensión donde Loreto y Héctor fueron torturados. Con esa escena, comenzó el primer episodio de Teleanálisis, tal vez el principal medio de comunicación audiovisual opositor a la dictadura.

Se trató de un noticiario mensual que, desde octubre de 1984 hasta mayo de 1988, se dedicó a registrar las manifestaciones sociales en contra del régimen de Augusto Pinochet y lo que estaba siendo oculto por la censura en los medios tradicionales. Nació como proyecto anexo de la revista Análisis, dirigida por Juan Pablo Cárdenas, cuando Dragomir Yankovic y Jorge Leiva propusieron hacer en formato audiovisual, la sección de entrevistas que hacía el periodista Fernando Paulsen. Paulsen habló con Yankovic y Leiva sobre la propuesta, pero llegó a decirle a Cárdenas “no tiene ningún sentido hacer las entrevistas en formato audiovisual”. Ante el desconcierto de su director, explicó: “Yo creo que podemos hacer algo mucho mejor”. Así, nació Teleanálisis, un anexo de la revista Análisis que apuntaba a imitar el formato televisivo, de ahí su nombre.

Tal fue su impacto, que en 2004 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), declaró a algunos episodios del noticiero como parte del Programa Memoria del Mundo para “garantizar que no continúe el deterioro de la memoria histórica de violaciones de derechos humanos ocurridas durante la dictadura militar”. Al día de hoy, el trabajo de los periodistas, camarógrafos y trabajadores de Teleanálisis ha sido valorado de manera internacional por su valentía y sacrificio. El periodismo en época de dictadura no era un ejercicio fácil.

“El periodista que te diga que no tenía miedo de salir a reportear en ese tiempo, está mintiendo”, afirma Paulsen. Eran tiempos tensos y delicados, en los que todos los periodistas estaban bajo amenaza permanente y con agentes de la División Nacional de Comunicación Social (DINACOS) respirándoles en la nuca para cada publicación, agrega. El lanzamiento de Teleanálisis fue especialmente trascendental, pues fue el primer medio audiovisual que mostró las protestas, la pobreza y el verdadero ambiente que se vivía; en contraste con los canales de televisión, que eran fuertemente regulados por la DINACOS. Entonces, la elección del primer capítulo fue muy importante. 

“Lo primero que tuvimos muy claro es que queríamos mostrar las movilizaciones”, dice Paulsen. Desde mayo de 1983 las protestas fueron mensuales, pero no se las estaba registrando. El primer reportaje del primer capítulo de Teleanálisis cubrió la Jornada por la Vida convocada por el Cardenal Raúl Silva Henríquez el 9 de agosto de 1984. Que estuviese patrocinada, organizada y protegida por la Iglesia, les otorgaba considerables garantías, porque el régimen era reacio a actuar de manera violenta contra ella. Esto significó una gran masa de gente y, por supuesto, la inédita presencia de Teleanálisis para documentar de manera audiovisual el evento. En cámara, aparecía el Vicario de la Solidaridad, Monseñor Ignacio Gutiérrez, condenando abiertamente al régimen: “Nos preocupan los allanamientos a los que están siendo acostumbradas casi a diario las poblaciones del pueblo pobre. Los amedrentamientos, las detenciones arbitrarias, la existencia de la tortura…”, se le ve decir en el programa. 

Para los periodistas no era diferente. Juan Pablo Cárdenas recuerda que estuvo preso cinco veces, una de ellas con reclusión nocturna durante 541 días por un artículo en el que criticaba directamente a Pinochet. Con esto, los equipos editoriales se vieron obligados a tomar medidas. No salir a reportear solos, reportarse cada dos o tres horas y hablar en código por los teléfonos, que en ese tiempo eran fijos. Pero quizá una de las precauciones más innovadoras tomadas por el equipo de Teleanálisis fue la de los ‘petos de prensa’, ideada por la periodista Patricia Collyer, una de las reporteras de la iniciativa. “Le pedí a mi mamá que los hiciera. Eran unos petos beige, hechos en casa, con letras azules cocidas que decían PRENSA por delante y por atrás”, cuenta ella entre risas. 

Los periodistas chilenos no usaban ese tipo de acreditación, lo hacía la prensa extranjera. Durante el régimen, abundaban corresponsales que cubrían lo que ocurría en nuestro país. Según Cárdenas, no fueron expulsados porque para Pinochet siempre fue prioritario cuidar las relaciones con otros países. Esos periodistas usaban petos. “No todos los carabineros se fascinaban pegándole palos a los periodistas”, explica Paulsen. Y relata que mayor era el cuidado, justamente por las altas probabilidades de ser extranjeros. “Fue una muy buena idea de la Paty”, sonríe. 

Pero sin importar las soluciones que encontraran, estar en la calle no era suficiente. En aquellos tiempos, una de las cosas más importantes para el trabajo periodístico era para varios el “dateo”. Siendo todo tan oculto, callado y puertas adentro, saber lo que ocurría en el día a día era complejo. “La fuente de información más importante, era la Vicaría de la Solidaridad. Pero uno tenía que tener también una red de gente que te diera datos. Sindicatos, asociaciones de estudiantes, agrupaciones, gente retirada del ejército”, cuenta Collyer.

En tiempos de censura, la información es un arma muy valiosa, y eso no fue diferente para el régimen. Patricia asegura que para el caso degollados, en marzo de 1985, la información llegó desde adentro. Fue la misma Central Nacional de Informaciones (CNI) la que delató a Carabineros por los asesinatos. 

Justamente por “dateo” de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile fue que llegaron a la que es considerada una de las marchas estudiantiles más recordadas de la época. Uno de los integrantes del equipo en los años posteriores de Teleanálisis, Rodrigo Moreno, recuerda el que fue un evento significativo en las filmaciones del programa; el disparo a María Paz Santibáñez en las afueras del Teatro Municipal de Santiago durante una protesta contra el rector de la Universidad de Chile, José Luis Federici. “Yo no estaba en ese momento, pero recuerdo que llegaron ese día a la oficina vueltos locos, desesperados, al borde del llanto y nos muestran lo que grabaron. Nosotros quedamos impactados”, dice Moreno. 

Góngora inmediatamente dio la orden de hacer copias de la cinta, tomar el material que tenían y evacuar, porque preveía un allanamiento. Eran los únicos que tenían evidencia del hecho. “No nos llegaron a allanar ese día, pero durante las dos o tres semanas posteriores teníamos un auto estacionado abajo que nos estaba vigilando”, recuerda Moreno. Años más tarde, ese video grabado por Teleanálisis sería la prueba que obligó al juez a desmentir la versión del régimen, que culpaba a María Paz por provocación, y a condenar al carabinero. El documentalista e historiador Julio Rubilar, quien lleva años desarrollando una cinta sobre el medio, reconoce el hito como algo sin precedentes: “Lo que hace Teleanálisis con ese registro es desmentir, por primera vez, una versión oficial de la dictadura usando imágenes”.

Pero lograr poner el lente frente a los hechos no era el único desafío. Porque, ¿qué es de un noticiario que nadie ve? El método de difusión fue uno de los obstáculos que primero debieron atravesar. Resolvieron que el formato del noticiario sería en VHS; irónicamente y a propósito, la misma tecnología que el régimen introdujo. Los receptores principales eran sindicatos, obispados, iglesias, juntas de vecinos y organizaciones estudiantiles, porque así aseguraban algo de masividad; pero otra porción de las personas que lo recibían, lo hacían por suscripción personal. Parte considerable de esas suscripciones personales fueron atraídas por Augusto Góngora desde sus redes en el Ictus, donde trabajó haciendo contenido durante años y ya era un rostro reconocido.

La principal característica que dificultaba la divulgación de Teleanálisis era su clara línea editorial de oposición y rebeldía ante el régimen. Entonces, no podía existir un medio sin permiso de la DINACOS y Teleanálisis decidió no pedirlo, pues, claramente, sería denegado. Así que el equipo, con asesoría jurídica, encontró la forma de no ser estrictamente un medio de comunicación. 

La primera medida tomada para protegerse técnicamente del escrutinio del DINACOS, fue incorporar una leyenda antes de cada capítulo que rezaba: ‘Prohibida su difusión pública en Chile’. Al “prohibir” su propagación en Chile, no era un medio de comunicación, así que se liberaban de tener que solicitar autorizaciones. “Fuimos un poco ingenuos al pensar que eso podía de alguna manera protegernos”, admite Paulsen, “pero lo pusimos por si acaso, no perdíamos nada. Igual, ninguno de nosotros realmente creía que eso significaba nada para la dictadura”, comenta. 

Para el lanzamiento de la revista Análisis habían usado una estrategia similar, presentándola como una revista académica al amparo de la Academia de Humanismo Cristiano, dirigida por el cardenal Raúl Silva Henríquez y no como un medio de comunicación; así que no tenían razón para no intentarlo. Finalmente, su propuesta fue un éxito.

La siguiente traba era la entrega de los VHS. Rodrigo Moreno recuerda que la información de los afiliados era información confidencial: “Teleanálisis tenía una lista con las personas suscritas, pero todos esos nombres eran alias. Había una sola persona en todo el equipo que sabía la verdad de quién recibía la cinta mensual”. Esa persona era Cristian Cruz, quien hacía todas las entregas a pie, con una bolsa ni muy grande ni muy pequeña, tocando puerta por puerta los hogares de los inscritos.

Uno de los hogares que recibió el primer capítulo de Teleanálisis fue el de un amigo del periodista Óscar Sepúlveda. Recuerda que esa tarde llegó a una comida con algunos de sus más cercanos, sin saber que lo que terminarían viendo sería a Augusto Góngora frente a las torres de alta tensión, narrando la tortura de Loreto Castillo y Héctor Muñoz. “Fue muy sorprendente y celebramos mucho que por fin se podía empezar a saber lo que estaba pasando”, cuenta. Sepúlveda en ese entonces trabajaba en el diario La Segunda, donde recuerda que la censura era absorbente. Con esa comparación en mente, podía de verdad  apreciar lo que él mismo define como un nuevo espacio de libertad.

Óscar destaca con convicción la labor de los periodistas de oposición en esos años, convirtiéndose en uno de ellos después para el diario La Época. En especial, resalta la labor de Augusto Góngora. “Augusto fue un símbolo de la democracia y de la libertad de expresión. Aportó mucho y siguió aportando después, porque lo que había en él era verdadero amor a la verdad”. Julio Rubilar califica la actitud de los participantes del noticiario como valiente y admirable, sobre todo luego del asesinato del periodista José “Pepe” Carrasco, integrante de la revista Análisis, en septiembre de 1986. 

“Todos entendimos el mensaje”, recuerda Paulsen, “¿Qué significa que pesquen al vicepresidente del Colegio de Periodistas, lo lleven al lado del cementerio y le metan nueve balas? Estaba clarísimo. ‘No sigan hueveando’”. Pero siguieron hueveando. Y con más motivación que nunca. “Todos, en la revista y en Teleanálisis, estudiamos periodismo para hacer periodismo”. 

José Rodríguez, encargado audiovisual del Departamento de Documentación del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, con años de distancia y una carrera de trabajo involucrado al resguardo y la valoración de Teleanálisis, destaca dos grandes aportes del proyecto: Por un lado, dice, fue un registro de la época que permitió ver y estudiar una perspectiva entonces oculta; y por otro, muchas personas se vieron representadas por primera vez, pues los medios tradicionales no las estaban retratando.

Tanto Paulsen como Collyer, Moreno y Cárdenas contestaron la misma pregunta. “¿Alguna vez dudaron de lo que estaban haciendo?”. La respuesta fue siempre la misma. “Nunca”.

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Antonia Sanzana (@anto_sanzana) es estudiante de tercer año de periodismo de la Pontificia Universidad Católica. Ha participado en Radio UC como columnista de Punto Cero y conductora de Estudio 660. Es ayudante de los cursos de Semiología y Teoría de la noticia. Esta es su primera publicación en un medio.