11 familias viven en el campamento más nuevo de Santiago

Fotos Camila Gatica

Después de que se incendió el cité donde vivían en la comuna de Estación Central, los afectados se trasladaron a un terreno que les otorgó la municipalidad. Ahí tienen agua y electricidad, pero solo un baño y seis duchas para 40 personas. Su intención es construir sus viviendas definitivas en el lugar, pero eso exigiría modificar el plano regulador de la comuna, gestión que no está entre las prioridades del municipio.

Por Alejandra Reinoso

El último campamento que se formó en Santiago se estableció en marzo de 2011 y se llama “Condominio Buzeta”. No aparece en el último catastro de la Subsecretaría Ejecutiva de Campamentos del Minvu, publicado en 2011, pero sí en el registro realizado por el Centro de Investigación Social de la fundación Techo en 2014. Hace tres años que once familias viven en un terreno municipal del tamaño de una cuadra, entre las calles Irene Frei y Buzeta de Estación Central.

Según el último catastro que hizo la fundación Techo, en Chile existen 681 campamentos donde viven 29.668 familias. Las regiones con mayor cantidad de asentamientos de este tipo son Valparaíso, Biobío y Metropolitana. En la capital, la distribución se concentra en Estación Central, San Bernardo y Maipú. El Minvu considera como campamentos a los asentamientos formados por ocho o más viviendas construidas de manera irregular a los que les falta electricidad, agua o alcantarillado.

La mayoría de los campamentos se encuentra en terrenos periféricos de las comunas y el condominio Buzeta está entre un barrio residencial y uno empresarial. Los veinte niños de entre 0 y 14 años que viven en el campamento asisten a la Escuela Básica Pedro Aguirre Cerda o el Jardín infantil Tai Tai, ubicados a pocas cuadras, pero otros servicios, como una sala de urgencia, se encuentran a más de 10 cuadras del asentamiento.

El campamento Condominio Buzeta fue fundado en 2011. Es el último asentamiento instalado en la Región Metropolitana.

Desde la calle, el campamento luce completamente amurallado con tablas, planchas de trupán y fragmentos de panderetas, todo coronado con cuatro banderas chilenas. No cualquiera puede ingresar al lugar: en la entrada hay un portón de fierro con alambres y cada vecino tiene sus propias llaves. Un pasillo de gravilla se extiende frente a la entrada y a cada lado se distribuyen las once mediaguas de madera de 3 por 6 metros. Algunas están pintadas de verde, rojo o blanco, y a otras les han construido pequeñas ampliaciones. Claudia González (49), la vocera del Condominio Buzeta fue quien lo bautizó con ese nombre ya que, según explica, querían eliminar el estigma de la palabra “campamento”.

Su casa es la primera mediagua que aparece al entrar, justo al lado del portón. Adentro está limpio, ordenado, hay tres sillones de cuero sintético y una mesita de centro de vidrio. En otra mesa hay un computador y más allá un teléfono fijo. La televisión, de 45 pulgadas, está encendida a todo volumen: acaba de comenzar el clásico entre Colo Colo y la Universidad de Chile. Claudia explica, tosiendo, que no es de La Dehesa, pero que trata de serlo y que la gente “a veces confunde la pobreza con la mierda”.

En Chile cada año surge un nuevo campamento, según estudios de la fundación Techo Chile. Desde 2005, al menos 3.723 familias han fundado 95 nuevos asentamientos. Pablo Beytía, director del Centro de Investigación Social de la institución, explica que algunas causas son la existencia de sectores eriazos públicos y privados bien conectados; el crecimiento de migración –interna y externa– de personas que buscan mejores conexiones laborales. El caso de Condominio Buzeta es diferente.

A fines de 2010 un incendio consumió las viviendas de las familias que hoy integran el Condominio Buzeta. En la imagen, el living de Claudia González, vocera del campamento.

Ninguno de sus 40 habitantes había estado antes en esa situación. Siete de las once familias que hoy viven en el terreno llegaron ahí porque a fines de 2010 un incendio destruyó la casa y piezas que arrendaban en la avenida Las Rejas. La madrugada del 30 de diciembre, Claudia González y su familia planeaban lo que harían la noche de Año Nuevo cuando se cortó la luz y comenzó a salir humo en una de las piezas vecinas. En pocos minutos las siete familias se quedaron con lo puesto.

Vivieron dos meses como allegados en la sede de la junta de vecinos del sector. La municipalidad de Estación Central donó 6 frazadas y 5 colchones a las ocho familias y durante ese tiempo se las arreglaron con dinero y comida que les regalaban los vecinos del barrio para cocinar en una olla común. La Intendencia de Santiago les regaló ocho mediaguas y un vecino las armó en el terreno incendiado. Querían continuar viviendo ahí, pero la municipalidad no los autorizó por tratarse de una ocupación ilegal.

Desarmaron todo y el municipio empezó a realizar gestiones para conseguirles un nuevo terreno donde vivir. El concejal Ivo Pavlovic (UDI) les propuso trasladarse al sitio en el que están hoy, donde ya vivían dos familias. El lugar estaba sucio y descuidado; había ramas, árboles secos, autos, chatarras y hasta un chivo. Al llegar, Claudia González se angustió: “Cuando yo vi el terreno casi se me cae todo. Porque donde nosotros vivíamos era precioso, una doña villa”, cuenta González.

Los vecinos del campamento quieren comprar el terreno a la municipalidad de Estación Central y construir sus viviendas definitivas ahí.

Sus nietos Yael y David, de dos y tres años respectivamente, entran y salen descalzos de la casa interrumpiendo la historia de Claudia. “Ella es mi última adquisición”, dice con orgullo, mientras su nieta recoge un dulce del suelo y se lo echa a la boca. En el terreno que hoy ocupan los habitantes del Condominio Buzeta hubo un colegio que estuvo desocupado por más de diez años. Por eso el campamento cuenta con alcantarillado e instalaciones eléctricas que ellos mismos conectaron. Así, ocho familias comparten un baño y seis duchas heredadas del colegio, mientras que las otras tres familias ya pudieron construir baños dentro de sus casas. La mantención del baño comunitario es responsabilidad de todos, por lo que cada semana una familia se encarga de su aseo.

En 2013, el Condominio Buzeta fue apadrinado por la Fundación Trabajo en la Calle. Gracias a un proyecto que les propuso la fundación, Claudia González y su vecina Gema Montecinos hoy trabajan vendiendo desayunos para los vecinos y trabajadores de las empresas cercanas. Se levantan a las seis de la mañana para moler paltas, picar tomates y todo lo necesario para los sandwiches y a las siete abren una mampara en una de las casas para vender, por ejemplo, un sándwich ave-palta-mayo por 1.200 pesos.

En el sitio eriazo que está frente al campamento, el primer trimestre de 2015 se comenzará a construir el proyecto Condominio Buzeta A, B y C. Se trata de tres edificios de cinco pisos cada uno, que fueron otorgados a través de subsidio habitacional a 90 familias vulnerables, que en su mayoría viven hoy en condición de allegados.

Claudia González es la vocera del Condominio Buzeta. Ella bautizó el lugar con ese nombre para eliminar “el estigma de la palabra campamento”.

Los habitantes del campamento no están contemplados en el proyecto, ya que se diseñó mucho antes de que ellos llegaran al lugar. Sin embargo, lo que les preocupa no es ser marginados del Condominio Buzeta A, B y C, sino la posibilidad de que apenas comiencen a construir esas viviendas, los hagan abandonar el terreno en el que están. Pese a que hasta ahora no han recibido una orden oficial que los obligue salir de ahí, dicen, ya les han insinuado desde la municipalidad.

A sus 29 años, Ximena Cabello está casada con un brasileño, es madre de una niña de 5 años y no quiere moverse a otra comuna ni a otro barrio. Dice que prefiere quedarse donde está porque en el campamento ya todos se conocen, tienen tranquilidad y una buena convivencia con los habitantes de las villas vecinas. Claudia González piensa igual: “Anoche fuimos al evento en beneficio de un vecino y [había] cualquier gente… Todos apañaron. Y no solo esta vez, siempre. Son unos vecinos ejemplares, se unen. Si una persona equis viene y te hace algo, todos salen y lo tratan de amedrentar”.

La intención de los vecinos es comprar entre todos el terreno a la municipalidad y poder construir sus viviendas definitivas ahí. Por eso el año pasado, con la asesoría de la Fundación Trabajo en la Calle, formaron un comité de vivienda para postular a un subsidio habitacional. Hasta ahora hay solo una familia con subsidio adjudicado y las demás necesitan reunir los 800 mil pesos que el Serviu les pide para la postulación.

Reunir el dinero no es lo único que los vecinos de Condominio Buzeta necesitan. Como años antes hubo un colegio en el lugar, para poder construir, la municipalidad debe cambiar el uso de suelo de “educacional” a “residencial”. Por ahora, según el concejal Ivo Pavlovic, no existe ningún proyecto que contemple tal gestión.

Sobre la autora: Alejandra Reinoso es alumna de quinto año de periodismo y este reportaje corresponde a su trabajo en el curso Taller de Prensa dictado por la profesora Gloria Faúndez.